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11 de septiembre: Quince años del gran negocio de Bush y Bin Laden

Fuentes: Público

No son conspiraciones de película, son realidades de documental. Lo que se cuenta a continuación está publicado y puede encontrarse en Fahrenheit 9/11 (2004) de Michael Moore, documental que debería emitirse con regularidad en todas las cadenas de televisión, especialmente las públicas, y ser visionado por todos los alumnos tanto en los institutos como en […]

No son conspiraciones de película, son realidades de documental. Lo que se cuenta a continuación está publicado y puede encontrarse en Fahrenheit 9/11 (2004) de Michael Moore, documental que debería emitirse con regularidad en todas las cadenas de televisión, especialmente las públicas, y ser visionado por todos los alumnos tanto en los institutos como en las universidades.

10 claves para entender por qué el 11-S resultó beneficioso para los negocios de las familias Bin Laden y Bush

El 6 de agosto de 2001, antes del ataque sobre las Torres Gemelas, George Bush recibió un informe titulado «Bin Laden decidido a atacar el interior de los EE.UU.». En dicho informe se advertía que la intención de Osama Bin Laden era la de secuestrar aviones y atentar con ellos. Bush se fue de pesca. El FBI sabía que había agentes de Bin Laden en EE.UU. que estaban dando clases de vuelo, por lo que informaron al Fiscal General. Este respondió que no quería que se volviera a hablar del tema. Asunto cerrado y más de tres mil ataúdes en espera.

Una vez producido el atentado, el espacio aéreo norteamericano fue cerrado en los días posteriores al atentado a todos los ciudadanos excepto a los Bin Laden y los saudíes, que dispusieron de seis aviones privados y casi dos docenas de aviones comerciales para salir del país (142 saudíes, de ellos 24 de la familia Bin Laden).

La familia Bin Laden afirmó que desde principios de los años noventa no mantenían relaciones con Osama, pero lo cierto es que en el verano de 2001, poco antes del atentado, varios miembros de la familia acudieron a la boda de uno de los hijos de Osama Bin Laden en Afganistán. Ninguno de ellos fue interrogado para poder encontrar el paradero de Osama.

Estados Unidos financió a Bin Laden desde los años ochenta cuando los muyahidines luchaban por liberar Afganistán de la ocupación de la URSS. De esa época quedan las fotografías de estos con Ronald Reagan y, con posterioridad, las visitas a un George Bush hijo y gobernador de Texas (1995-2000) a pocos años del 11-S. Entonces los combatientes fundamentalistas eran «una inspiración para los que aman la libertad».

James R. Buth, compañero de George Bush en el servicio militar de la Guardia Nacional (fueron incluso sancionados a la vez), era el administrador de los Bin Laden en EE.UU. De hecho, cuando terminaron el servicio militar, ambos comenzaron su carrera profesional. Buth vendió su primer avión a los Bin Laden, consiguió convertirse en su administrador y financió, con el dinero de los Bin Laden, la empresa petrolífera Arbusto de George Bush (empresa que arruinó, como casi todas). Más tarde Bush entró en Harken, empresa petrolífera, en la que vendió acciones por valor de 840.000 dólares poco antes del anuncio de pérdidas de 23 millones de dólares. Esta maniobra, no muy legal, requirió de la ayuda de Robert Jordan para evitar el delito que había cometido y poco después de la victoria electoral de Bush este fue nombrado embajador en Arabia Saudí.

El 11 de septiembre, mientras los aviones se estrellaban en Nueva York, el expresidente George H. W. Bush y Shafig Bin Laden celebraban una reunión del grupo Carlyle en un conocido hotel (Hotel Ritz Carlton de Washington). Este conglomerado  multinacional contaba con la empresa United Defense (vehículo de combate Bradley), en el que trabajaron los Bush junto a la familia Bin Laden, que eran uno de los principales inversores. En esencia, el interés común de ambos era que el gasto armamentístico aumentase y es innegable que el ataque terrorista de septiembre de 2001 fue la excusa perfecta para la campaña global contra el terrorismo. Así pues, tanto los Bush como los Bin Laden recibieron con el ataque terrorista un cheque en blanco para sus futuros negocios y aseguraron la estabilidad de la maquinaria bélica norteamericana (y su grupo empresarial) para las siguientes dos o tres décadas. El vehículo Bradley se intentó sustituir en dos ocasiones sin éxito, claro, y continúa en activo a día de hoy. Poco después del atentado del 11-S, en diciembre, la salida a bolsa de esta empresa significó ganancias de más de 130 millones de dólares para la misma en un solo día.

Los periodistas norteamericanos, que nada tienen que ver con los de este país, preguntaron por la relación de Bush (padre) y del exsecretario de Estado, Jim Baker, con Arabia Saudí, los Bin Laden y su intermediación en la venta de armas. En nuestro país ningún periodista hubiese tenido el valor de preguntar a Juan Carlos I por su intermediación en diversos negocios, de ellos varios de ventas de armas, o la aparición de José María Aznar en los Papeles de Panamá relacionándole en una empresa de Miguel Blesa con la que se vendían armas a la Libia de Gadafi. Si el gran negocio en EE.UU. lo hicieron los Bush y los Bin Laden, en nuestro país las migajas de las guerras que nacieron de aquel atentado fueron a parar a los Aznar, Agag, El Assir, Juan Carlos o Corinna.

El príncipe Bandar, embajador de Arabia Saudí, cenó con George Bush en la Casa Blanca solo dos días después del 11-S.

La intervención en Afganistán fue lenta e inicialmente compuesta por pocos militares (11.000), permitiendo así la huída de Bin Laden y los miembros más importantes de Al Qaeda a Pakistán. Después de la misma, se acordó la construcción del «gasoducto afgano», un gigantesco tendido energético que enlazaría la ciudad turkmena de Dovletabad con la paquistaní de Multán, atravesando Afganistán (Herat y Kandahar). Se trata de una inversión de 2.000 millones de dólares por un gasoducto que podría alcanzar los 30.000 millones de metros cúbicos anuales. Por supuesto, Unocal, empresa norteamericana vinculada a George Bush y sus donantes, era la principal beneficiada.
Como consecuencia de los ataques del 11-S se elaboró una dura ley antiterrorista que recortaba los derechos y libertades de los ciudadanos. La llamaron «Ley Patriótica», curioso patriotismo el de aquellos que se enriquecen y venden armas a los que atentan contra su propio pueblo.

5 consecuencias

La guerra de Irak tuvo tres evidentes motivaciones: petróleo, venta de armas y poder en la partida geopolítica (a partir de 1 hora y 48 minutos, cuando se celebra una conferencia para repartir Irak o se explica la participación de la empresa Halliburton con frases como «en cuanto el petróleo fluya…», «no hay otra zona en el mundo con las posibilidades de hacer negocio que Irak» o «de no ser por el petróleo allí no habría nadie» son reveladoras). Es innegable que se manipularon informes y/o se mintió para convertir Irak en objetivo bélico tanto en EE.UU. como en Reino Unido, España u otros países.

El atentado del 11-S significó, para acometer esta guerra y otras que estaban planificadas, un acelerador y facilitador de dichos planes.

Las familias Bush y Bin Laden ganaron mucho dinero con una de las mayores tragedias de la historia de los EE.UU. y, lo peor de todo, lo hicieron juntos.

España participó en esa guerra y lo hizo mediante las mentiras de José María Aznar, el cual sabía, según Jorge Dezcallar, director del CNI en esos momentos, que Irak no colaboraba con Osama Bin Laden y que carecía de armas de destrucción masiva.

La guerra de Irak fue determinante para el surgimiento del Estado Islámico y todos los atentados que se han producido con posterioridad, los cuales siguen alimentando el bucle de terrorismo-aumento del gasto en armamento-guerra-subdesarrollo-recortes de derechos-supresión de libertades-terrorismo.

Conclusión: «Si esto fuese una dictadura, todo sería muchísimo más fácil, no cabe duda». Esta frase de George Bush resume de forma excelente la involución de las democracias occidentales en los últimos quince años y el verdadero deseo de muchos gobernantes supuestamente demócratas.

Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra.
Tal vez te puedan interesar las novelas «Código rojo» (2015) y «Un paso al frente» (2014).

Fuente: http://blogs.publico.es/un-paso-al-frente/2016/09/10/4224/