Sin duda, hay momentos en la historia, que demuestran que la fuerza de los trabajadores cuando son liderados como es debido se puede volver una fuerza indomable. «Cuando se desató el fuerte combate en el mercado el lunes 21 de mayo de 1934, la lucha del Local 574 en Minneapolis pasó a ser noticia de […]
Sin duda, hay momentos en la historia, que demuestran que la fuerza de los trabajadores cuando son liderados como es debido se puede volver una fuerza indomable. «Cuando se desató el fuerte combate en el mercado el lunes 21 de mayo de 1934, la lucha del Local 574 en Minneapolis pasó a ser noticia de primera plana en todo el país. Los servicios cablegráficos enviaban despachos sobre el conflicto a todos los periódicos. Las cadenas radiales transmitían fragmentos de los relatos realizados el martes por la estación KSTP desde el lugar de los hechos sobre la desbandada de los policías uniformados y los asistentes del alguacil. Los noticiarios, que en aquel entonces formaban parte de los espectáculos cinematográficos, mostraban escenas de combate tomadas durante la batalla del martes. Por todos lados los trabajadores reaccionaban con entusiasmo ante las noticias. En las salas de cine el público irrumpía con vítores ante las imágenes en que, para variar, eran los piquetes quienes aporreaban a la policía, ya que en la mayoría de las huelgas sucedía completamente a la inversa. A los trabajadores les hacía bien ver a sindicalistas que se mantenían firmes ante la policía y que incluso infligían un mayor castigo del que recibían» («Rebelión Teamster» de Farrell Dobbs).
El ‘Viernes Sangriento’, 20 de julio, dos trabajadores murieron y otros, decenas de ellos, fueron heridos, baleados por la policía. Pero eso fue sólo una parte de la jornada de varias huelgas y acciones del Local General de Choferes 574. El objetivo de estas huelgas, según el dirigente Jim Cannon, era la lucha por las reivindicaciones económicas, reivindicaciones que van atadas con la lucha por la sindicalización.
La vida de los trabajadores de la época en Minneapolis, muchos de ellos inmigrantes europeos (alemanes, suizos, noruegos, etc.), no era muy diferente a la vida de los inmigrantes latinoamericanos de estas últimas décadas. «Los choferes de abarroterías de mayoreo -según Farrell Dobbs- recibían entre 55 y 65 dólares por mes, a cambio de 54 horas semanales sin primas por horas extras. Los que trabajaban dentro de los almacenes de las abarroterías recibían mensualmente entre 10 y 15 dólares menos. Los empleados de la multiplicidad de empresas en el comercio de frutas y verduras al por mayor recibían salarios que en algunos casos no eran más que 10 dólares semanales al comenzar. Si un veterano recibía 18 o 20 dólares semanales se le consideraba afortunado. A veces tenía que trabajar desde las tres de la madrugada hasta las seis de la tarde, seis días por semana. Si un trabajador se quejaba, lo despedían y la oficina de personal de la Alianza Ciudadana [una organización de empleadores], suministraba un nuevo empleado».
El Local General de Choferes 574 contaba con su propio periódico, The Organizer (El Organizador). Era una publicación de sólo dos páginas, pero un medio muy efectivo que salía todos los días y que les servía a los trabajadores para contraatacar y echar abajo las mentiras de la prensa patrocinada por los patrones. El contar con un diario informativo propio les ayudaba a «presentar los verdaderos hechos sobre sus propios objetivos y políticas, y desenmascarar las tretas anti-obreras de los patrones y del gobierno». Se distribuía en «puestos de periódicos, en tabernas, en salones de belleza y otras tiendas cuya clientela eran trabajadores. Se hacían distribuciones de ventas en las entradas de fábricas, en las estaciones ferrocarrileras: donde fuera que se pudiera llegar a los trabajadores en sus centros de trabajo…». The Organizer tenía una tirada de 10 mil ejemplares. Era autofinanciado. Gratis. Sólo se le pedía donación a la gente. El dinero se recogía en latas que funcionaban como alcancías.
«¿Qué le parece que nuestras calles de Minneapolis estén bajo el control de comunistas?», preguntaban suciamente los encabezados de los diarios pagados por los patrones para desprestigiar a los huelguistas. Y el Organizer por su parte rebatía con esta pregunta: «¿Qué le parece que nuestras calles de Minneapolis estén bajo el control de asesinos?».
Parecía, pues, que la Minneapolis polarizada de aquellos días estuviera sumida en una guerra de «pobreza contra riqueza», una guerra de «trabajo contra capital», una guerra del explotado en contra del explotador.
Con estas huelgas del año 1934 se alcanzaría una significante victoria, hacer de Minneapolis una ciudad sindical.
(Fuente: «Rebelión Teamster» de Farrell Dobbs)
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