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Los refugiados sirios no son peones políticos de nadie

Muerte en la frontera griega

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

En una medida sorprendente, el presidente turco Recep Tayyip Erdogan anunció el 29 de febrero que se disponía a abrir de nuevo la frontera de su país con Europa, permitiendo así que decenas de miles de refugiados, en su mayoría sirios, entraran en Grecia y otros países europeos.

Como era de esperar, más de 100.000 personas se apresuraron a llegar al punto fronterizo de Ipsala en la provincia de Edirne, que separa Turquía de Grecia, con la esperanza de atravesar una frontera que en otro tiempo era porosa.

Aunque inicialmente la ruta marítima no se abrió a los refugiados, muchos intentaron desafiar al mar de todos modos, utilizando pequeñas barcas de pesca y botes. Según los informes, algunos consiguieron llegar hasta las islas griegas.

Pero lo que aconteció después encarna uno de los episodios más trágicos y desgarradores de la guerra siria y la subsiguiente saga de crisis de refugiados.

En esta ocasión, Grecia, con el apoyo político tácito del resto de la Unión Europea, estaba decidida a no permitir que ninguno de los refugiados entrara en sus territorios.

La interpretación que predomina en Europa es que el gobierno turco estaba diseñando a propósito una crisis de refugiados para presionar a la UE a que apoyara las operaciones militares turcas en Idlib, en el norte de Siria.

“No vinieron aquí por sí mismos”, dijo el ministro griego de Orden Público, Michalis Chrysohoidis, a los periodistas el 29 de febrero, en referencia al aluvión de refugiados en la frontera de su país. “Están siendo enviados y utilizados por (nuestro) vecino, Turquía”, agregó.

Si bien los medios se centraron principalmente en la decisión de Erdogan en el contexto del conflicto de Idlib, poca mención se hizo al hecho de que los sirios y otros refugiados en Turquía han sido el punto central de una crisis dentro del mismo país.

Las elecciones a la alcaldía de Estambul (celebradas el 31 de marzo y, nuevamente, el 23 de junio) pusieron de relieve el extendido sentimiento contra los refugiados entre los turcos de a pie, agravado por el hecho de que Turquía está soportando una prolongada recesión económica.

Como cabía esperar, los más de 3,5 millones de refugiados sirios que huyeron de la guerra en su país durante la última década se han convertido en los chivos expiatorios de  políticos oportunistas, como el nuevo alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu.

“Imamoglu pudo… aprovechar el creciente descontento por la gran cantidad de refugiados sirios en Estambul en el contexto de las quejas generales sobre el alto nivel de desempleo en la ciudad”, escribieron Bulent Aliriza y Zeynep Ekeler en la página web del Center for Strategic and International Studies.

El gobierno turco es ahora plenamente consciente de la obvia correlación, en la mente de muchos votantes turcos, entre la opresiva crisis económica y la población de refugiados sirios en Turquía.

De hecho, un argumento recurrente del gobierno turco es que su campaña militar en el norte de Siria está motivada en última instancia por su deseo de crear una zona segura que permita el reasentamiento allí de muchos refugiados sirios.

Con su alianza con la OTAN en situación inestable y con crecientes dificultades en el frente sirio del norte, la estrategia de Turquía se desmoronó rápidamente. Sin embargo, las escenas de refugiados desnudos y temblorosos que corrían hacia el lado turco tras ser violentamente rechazados por el ejército y la policía griegos, no solo indicaban el creciente dilema político de Turquía, sino también la traición a los refugiados sirios por parte de Europa y su total incompetencia en la elaboración de soluciones a largo plazo ante una crisis que  viene gestándose desde hace años.

Turquía y los países de la UE firmaron una declaración de cooperación el 18 de marzo de 2016 que acabó siendo un trueque de corta duración. Según el acuerdo, Turquía acordó detener el flujo de refugiados hacia Europa a cambio de incentivos económicos para ayudar a Ankara a hacer frente a la carga económica que soporta, en parte como resultado de la crisis de refugiados.

Además del hecho de que Turquía ha afirmado que la UE no ha cumplido su parte en el acuerdo, este no ofrecía soluciones a largo plazo, y mucho menos una visión política que   pudiera poner fin de algún modo al sufrimiento de millones de sirios.

Lo que hace que la crisis de refugiados sirios en el contexto turco-UE sea particularmente compleja es el hecho de que los refugiados son rehenes de cálculos egoístas y políticos que les consideran una carga o un peón.

Esta desafortunada realidad ha dejado a los refugiados sirios en Turquía con tres opciones, todas ellas pésimas: regresar a una zona de guerra en Siria, enfrentar el desempleo y un ambiente político cada vez más hostil en Turquía o correr hacia la frontera griega.

Cuando Ahmed Abu Emad, un joven refugiado sirio de Alepo, optó por la tercera y última opción el 2 de marzo, la policía fronteriza griega le pegó un tiro en la garganta. Sus compañeros refugiados llevaron su delgado cuerpo a Turquía, donde fue enterrado.

Sin embargo, teniendo en cuenta sus limitadas opciones, ni la muerte ni las lesiones ni la tortura terminarán con la búsqueda de los refugiados sirios, que solo tratan de forma desesperada, como vienen haciéndolo desde hace años, de encontrar un espacio seguro y el tan necesario respiro.

Quizá solo los refugiados palestinos puedan comprender el dilema de sus hermanos sirios. Una cosa es ser expulsado de tu patria y otra muy diferente es verte rechazado, deshumanizado y subyugado en cualquier otro lugar.

La crisis de refugiados sirios es una crisis política, no humanitaria, a pesar del componente humanitario palpable de la misma. Por lo tanto, solo puede resolverse basándose en una solución política integral que persiga los intereses de los millones de refugiados sirios -en realidad, del pueblo sirio en su conjunto- como principal prioridad.

Hace años que se vienen trazando diversas “soluciones”, pero todas han resultado fallidas, por el simple hecho de que varios gobiernos de Oriente Medio y Europa lo único que intentaban era explotar a los refugiados para sus propios intereses políticos, económicos y de “seguridad”.

Ha llegado el momento de una estrategia política más considerada y reflexiva que se base en el respeto de las leyes internacionales y humanitarias, una estrategia que respete y se adhiera a los Convenios de Ginebra sobre los derechos de los refugiados de guerra.

Los refugiados sirios no merecen un trato tan profundamente inhumano. Tienen un país, una historia gloriosa y una cultura profundamente arraigada que ha influido de forma intensa en las civilizaciones antiguas y modernas. Son muy dignos de respeto, derechos y seguridad. E igualmente importante, no pueden usarse como peones en un juego político sucio y costoso en el que no tienen interés ni opción algunos.

Ramzy Baroud es periodista, escritor y editor de The Palestine Chronicle. Su último libro es The Last Earth: A Palestinian Story (Pluto Press, Londres, 2018). Baroud es doctor en Estudios Palestinos por la Universidad de Exeter y profesor no residente del Orfalea Center for Global and International Studies, Universidad de Santa Barbara, California.

Foto: Ministerio Federal para Europa, Integración y Asuntos Exteriores – CC by 2.0

Fuente: https://www.counterpunch.org/2020/03/20/death-at-the-greek-border-syrian-refugees-should-not-be-used-as-political-pawns/

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.