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8 miradas singulares sobre el enigma ZP

Fuentes: sindominio.net

La verdad es que no sabíamos muy bien qué hacer cuando recibimos la invitación de los amigos italianos de la revista Frame para escribir algo sobre los primeros años del gobierno Zapatero desde el punto de vista de gente inscrita en el espacio político de los movimientos sociales. Nos asaltaban tantas dudas… Ciertamente, el gobierno […]


La verdad es que no sabíamos muy bien qué hacer cuando recibimos la invitación de los amigos italianos de la revista Frame para escribir algo sobre los primeros años del gobierno Zapatero desde el punto de vista de gente inscrita en el espacio político de los movimientos sociales. Nos asaltaban tantas dudas… Ciertamente, el gobierno ZP surge de alguna manera como consecuencia del «no a la guerra». Hasta ahí todos de acuerdo. Pero, ¿qué clase de movimiento social fue el «no a la guerra»? ¿quién puede hablar hoy como su heredero o representante? ¿desapareció o queda un depósito de energía social que puede activarse en cualquier momento? ¿y qué relación tendría esa energía social subterránea con ZP? Nos pareció que la mejor manera de dibujar un retrato vivo e interesante de las perplejidades y los interrogantes que suscita el gobierno ZP a quienes no confiamos a la representación política la solución de nuestros problemas cotidianos era solicitar la palabra a otra gente. Amigos y amigas variopintos que atraviesan la época-ZP como una «minoría activa» marcada por el «no a la guerra» (y su corolario, la autoconvocatoria del 13 de marzo). Eso sería mucho mejor que tratar de rellenar nosotros todas las casillas de la coyuntura desde un supuesto «sentido común medio» de los movimientos sociales («homosexuales, bien», «guerra, regular», «precariedad, mal» o como se mire). El resultado está lejos de ser un retrato completo o exhaustivo. Sin embargo, se plantean sumarísimamente distintos desafíos de comprensión y acción altamente estimulantes para la inteligencia y la imaginación políticas, se aplican miradas singulares sobre la naturaleza del gobierno ZP que pueden resultar iluminadoras y se proponen una serie de poderosas imágenes (Zapatero como grieta, como estrategia, como paralelogramo…) que pueden servir para tratar de aferrar mejor lo que pasa y nos pasa.

Fabrizio, Amador

Los límites del zapaterismo

Ángel

En los últimos años, la producción de signos se ha convertido en el punto fundamental en las agendas de los políticos. La política es cada vez más un continuo ejercicio semiótico. La izquierda y la derecha se afanan en la producción de realidad a través de la intervención prioritaria en los imaginarios colectivos y en el terreno de lo simbólico. Zapatero y Berlusconi son muy diferentes, pero ambos comparten un mismo diagnóstico: vivimos el tiempo de separación máxima entre la gente común y la clase política. Sin embargo, mantienen puntos de vista diferentes. Berlusconi sabe que esa fractura es irresoluble y trata de parchearla. Zapatero cree ingenua y abiertamente en la posibilidad de dar la vuelta a la crisis de legitimidad de los partidos y restaurar el valor de la propia categoría de representación política. Como si la producción de signos bastara para ganar terreno en ese sentido, se afana en la articulación de un campo simbólico marcado por el progresismo y la defensa de las libertades: enfrentamiento formal a la iglesia católica, retirada de las tropas de Irak ante el clamor masivo de la población, aprobación del matrimonio homosexual, etc. Zapatero es una estrategia. También es un signo él mismo: significa con una evidencia apabullante los límites de su propio modelo. El ejercicio de la soberanía es relativo: el Estado-nación es cada vez menos el referente espacial de las decisiones. Zapatero aplica sin rechistar las políticas que emanan de los nodos internacionales de poder y se ciñe a las directrices que imponen las elites europeas. El neoliberalismo constituye un régimen de gobierno intocable: la acción de fondo del ejecutivo de Zapatero es una nueva reforma del mercado laboral que, como punto relevante de su decálogo de medidas, prevé abaratar y facilitar todavía más el despido. Un elemento condensa los límites del zapaterismo y sirve como analizador de su alcance: la gestión de los movimientos migratorios en la frontera sur de Europa. El ejecutivo español ha respondido violentamente a los procesos de autoorganización de las personas migrantes que han desembocado en asaltos masivos a la frontera desde territorio africano. La militarización extrema del territorio fronterizo y la construcción de un muro material de contención constituyen las actuaciones más evidentes. Al mismo tiempo, ha impulsado en el seno de la UE el recrudecimiento de las medidas represivas y las deportaciones. La izquierda se hace derecha: responde con medidas policiales a problemas sociales. Zapatero encoge a la primera lluvia. Sin embargo, está en deuda con las multitudes que echaron a Aznar del poder tras las históricas jornadas de marzo del 2004 y él lo sabe, algo de vital importancia táctica para los movimientos.

No nos volvamos locos: Zapatero no es ni tan siquiera un reformista.

Antonio

Difícilmente se puede reformar algo desde ese remedo de PRI mexicano que es el PSOE.

El éxito público de ZP entre las izquierdas europeas, e incluso dentro del Estado español (aunque aquí es más incierto, creo yo) se debe a la combinación de una serie de medidas espectaculares (algunas, sin duda, muy acertadas) y a la sobreactuación de una oposición histérica encabezada por el PP, su división mediática y lo más apolillado de la Iglesia Católica.

La obligada (por ser promesa electoral) retirada de Irak, se ensombrece con la permanencia en Afganistán del ejército español (posiblemente el que más guerras ha ganado contra su propio pueblo en la historia, ahora maquillado de una suerte de ONG uniformada).

Cumpliendo también su programa, llevó a cabo una ley de matrimonios homosexuales, pero ésta parece ser la única medida en política social desarrollada, pues otros ambiciosos planes, como los tocantes a vivienda, por ejemplo, han quedado reducidos a la idea-parche de apartamentos de 35 m2 (y aún esto parece paralizado), sin avanzar hacia la verdadera raíz del problema: la especulación existente al límite de la legalidad.

En lo que respecta a las reformas estatutarias, aun yendo hacia ellas sin huir del debate, creo que peca de falta de valentía (con perdón) bien por cálculo electoralista, bien por la rémora centralista que el PSOE arrastra.

Por no hablar de una timorata, aunque necesaria, regulación de inmigrantes, vista como radical por la panzer-oposición interna ultra, y como preocupante por los ideólogos comunitarios de la blanca Europa fortaleza.

Comparado, eso sí, con lo que hay en Europa gobernando y, sobre todo, con la derecha tradicionalista de las JONS de Aznar en el gobierno ( y de su camarilla guerracivilista, ahora en la oposición), Zapatero puede aparecer como una especie de … ¿revolucionario parlamentarista? ¿gran reformador? ¿radical?

No basta con tirar estatuas del dictador Francisco Franco, ni con aprobar leyes que amplíen ciertos derechos, ni con retirar las tropas de Irak (si luego las mantenemos en otros conflictos imperialistas); no basta con la disponibilidad al diálogo si éste se encuentra encorsetado no ya en la Constitución, sino en una interpretación derechista de la misma.

Hay que hincarle el diente a los grandes grupos dominantes, a los poderes económico-financieros; hay que promover la laicidad absoluta del Estado, desarrollar el federalismo de éste, mejorar las condiciones laborales de los trabajadores, aplicar políticas radicales de vivienda, defender la igualdad de los inmigrantes… ¡Hay que hacer tanto!

Así que no nos volvamos locos. Zapatero será un radical, incluso un revolucionario, para la enfermiza derecha española y sus dinamiteros mediáticos -una suerte de histéricos nacional-católicos. Pero Zapatero, por mejores o peores intenciones que tenga, no es tan siquiera un reformista.

Zapatero, el paralelogramo

Carlos

Zapatero es un paralelogramo de fuerzas definido:

  1. por el plano de consistencia delimitado por la ejecución de su abuelo, militar republicano fiel al gobierno salido de las urnas del Frente Popular de 1936, en los primeros días de la guerra civil por las tropas franquistas, y por el hilo negro de su recuerdo;

  1. por la memoria oscura de la trama viscosa de un Partido Socialista asfixiante del que vio con parsimonia todas sus cañerías sobrecargadas de homogenización sistémica y corrupción política durante la larga década del gobierno de Gonzalez;

  1. por la triste constatación de la virulencia de una oposición mayoritaria encarnada por la elite dirigente del Partido Popular que una y otra vez no logra controlar la reproducción compulsiva de unas formas políticas que impepinablemente recuerdan que el marco político de este país se consiguió mediante la fuerza de las armas;

  1. por la certidumbre de que tras la purga de los gobiernos de Aznar la vieja guardia socialista podría ser si no puesta a buen recaudo, si al menos neutralizada como opción omnipotente de definición de la vida del PSOE, lo cual posibilita ciertos tímidos escarceos de alinear las fuerzas internas en juego y, quien sabe, si de oxigenar las cargadas estancias de sus sedes.

El campo de fuerzas de este paralelogramo Zapatero ha desplegado sus vectores resultantes en una enrarecida esfera política cuyo eje de coordenadas Aznar no solo había conseguido torsionar en un peligroso movimiento de reducción del espacio público y de las opciones políticas realmente factibles, sino que en el último tramo de su legislatura había logrado transformar, enredando unos ejes con otros, en lo que se parecía bastante al trenzado de un hilo de espino.

El vector Zapatero en este contexto únicamente afirma y expresa:

  1. que la filigrana autoritaria del Partido Popular sencillamente excede con creces las ya de por sí duras condiciones sistémicas de reproducción impuestas por la economía-mundo capitalista, por su sistema de Estados Unión Europea incluida y por la potencia hegemónica;

  1. que la estrategia del Partido Popular distorsiona todavía más los comportamientos perversos de una esfera política democrática ya de por si autoritaria y empobrecida, y por ende la de sus representantes políticos, y reduce las opciones electorales que pueden ser objeto de exploración y experimentación en el marco parlamentario realmente existente;

  1. que las modalidades de acomodación de la forma Estado de la provincia España pueden ser objeto de un rediseño original dada la plasticidad que puede obtenerse de la Constitución de 1978, que abre posibilidades de rediseño territorial e institucional que no excederán la unidad política del Estado en el actual horizonte posmoderno de acción política, pero que darán satisfacción a los constructos identitarios que hoy definen ésta;

  1. que los parámetros sistémicos de reproducción económica, social y geopolítica serán siempre consensuado con la comunidad internacional y, más concretamente con la UE, mientras no se produzcan desplazamientos tectónicos provocados por los movimientos sociales y su furia inaudita ante la injusticia estructuralmente reinante.

La aplicación del vector Zapatero en el campo de fuerzas realmente existente de la política española y europea ha equivalido más o menos a un pequeño seísmo político, cuya fricción ha generado un tenue resplandor que ha llenado de alegría muchos barrios de la ciudad y algunas urbanizaciones más alejadas de la provincia España. Supone, en todo caso, una invitación a ocupar el espacio de respiro dejado tras la desactivación de gruesa manaza de la elite aznarista, sin olvidar que el maldito muñeco puede iniciar de nuevo su eléctrico atenazamiento al compás de las restricciones sistémicas que gestiona, y cuya melodía siempre es susceptible de ser aderezada por el soniquete indistinto de los acompañamientos y estribillos populares, europeos, globales o socialistas.

Del «No nos falles» a la «normalización» política

Jaime

La derrota de la derecha de Aznar el 14-M de 2004 significó un alivio colectivo para esa mayoría de la sociedad española que había participado o simpatizado con el ciclo más intenso de movilizaciones y protestas que hemos vivido desde la transición política. Sin duda, la manipulación informativa de la matanza del 11-M por parte del gobierno de Aznar fue la puntilla que convenció a un amplio sector de abstencionistas de la necesidad de castigar a ese gobierno y dar una oportunidad al PSOE.

La respuesta de Zapatero al grito de «No nos falles» que le dirigieron much@s de sus votantes la misma noche electoral fue en un primer momento positiva, como se demostró con la retirada de las tropas españolas de Iraq. Ha habido sin duda otras medidas, como el derecho a casarse de homosexuales y lesbianas, que también han confirmado una voluntad de hacer frente al neoconservadurismo moral de la derecha y la Iglesia. Sin embargo, a medida que va pasando el tiempo, la disposición de Zapatero a reconciliarse con Bush y Blair en la política exterior y a proseguir las mismas políticas neoliberales de la UE en el plano económico y social se hacen cada vez más evidentes.

Pero lo más grave y decepcionante de este gobierno ha sido sin duda su comportamiento represivo contra personas procedentes del Africa subsahariana en las ciudades «españolas» de Ceuta y Melilla, asumiendo así el papel de guardián de la «Europa fortaleza» mediante la construcción de nuevos «muros de la vergüenza» frente a quienes vienen de países en situación de emergencia humanitaria y dando toda su confianza para colaborar en esa tarea a un régimen como el marroquí, nada fiable en el respeto a derechos humanos fundamentales. La «mancha de sangre» de las muertes provocadas ha salpicado a este gobierno y ha provocado la indignación moral de muchas de las personas que le votaron.

Pese a la comprobación trágica de los límites del «cambio» experimentado con Zapatero, mucho me temo que la amenaza del retorno de una derecha autoritaria y centralista seguirá siendo un factor que bloquee cualquier posibilidad a corto plazo de superar aquellos límites y de impedir que se consolide un bipartidismo que sólo se verá atenuado por fuerzas nacionalistas en la periferia.

ZP o los confines de la política

Marina

ZP nació de una grieta: la que hace tiempo que se ha abierto entre la política y la gente. De ella surge su presidencia y en ella gobierna. Y no la va a cerrar. A pesar del «no nos falles», consigna multitudinaria con la que asumió el resultado electoral, el horizonte que promete ZP no es la reconciliación entre la ciudadanía y la política. Nadie cree en algo así. Si ZP es signo de algo más que el fin de una pesadilla es porque permite pensar que en esa grieta puede y debe ocurrir algo.

Los movimientos contra la guerra que tomaron las calles de España durante meses y los movimientos sociales que tras el 11-M llegaron a confundir el ritmo de sus cacerolas con el de todos los vecinos de las ciudades del país han visto, en general, cómo sus voces han sido silenciadas en estos dos últimos años. Las voces más radicales ya no son necesarias para apoyar a la oposición. ZP ha canalizado sus reivindicaciones y sus luchas hacia la anodina «alianza de civilizaciones», propuesta ética que tiene la virtud de seguir los dictados de la neutralización política internacional: reducir todo conflicto social, sea global o local, a un problema cultural. Como el mundo global, con sus problemas entre Occidente y el Islam; como Europa, con sus diversos modelos fracasados de integración de la inmigración puestos en cuestión, también la España de ZP afronta únicamente problemas culturales: el nacionalismo, a través del cual se recodifican los problemas económicos y territoriales, y el laicismo, que es la moneda de cambio con el que se distrae uno de los problemas sociales más graves de la España actual: la falta de futuro de sus jóvenes aparentemente escolarizados. Ni lucha social, ni especulación salvaje, ni exclusión: en España sólo tenemos, si hacemos caso a la política, conflictos culturales. Algunos de ellos se resuelven de manera drástica y sorpresiva, como el matrimonio gay. Pero aunque sea para bien, como en este caso, la política confirma sus confines y declara inviolables las zonas de no-intervención: la economía y todas sus implicaciones.

Con ZP hemos salido de la pesadilla para despertar en la realidad de la política. Una realidad excepcional, visto el panorama europeo y los pronósticos electorales en España. Y por eso mismo, una realidad que hay que aprovechar. ZP no es un resultado ni una conquista. Es una exigencia. La política, atrapada en sus límites tan visibles, debe ser desbordada, excedida. ZP, con sus bellas palabras, pone al desnudo la impotencia de la política. La tarea de los movimientos no es la respuesta sino la invención de prácticas incontestables. Tomar los espacios de impotencia de la política en vez de reaccionar y responder a sus agresiones: una oportunidad única para tiempos frágiles.

Viva-Zapatero y las prioridades de los movimientos

Fabrizio

El pasado septiembre, el movimiento italiano ha entrado en el debate entorno a la elecciones primarias del candidato para la coalición de centro-izquierda identificando cuatro prioridades de acción: retiro de las tropas de Iraq, cierre de los centros de detenciones temporales de los sin papeles (CPT), anti-prohibicionismo, amnistía para los delitos asociados a las luchas sociales. A estos temas hay que añadir otras líneas de lucha propias del movimiento italiano en estos últimos años: la lucha contra la precariedad, la reivindicación de la renta de ciudadanía, re-apropiación social de los espacios públicos, no al copyright. Con respecto a estas cuestiones, ¿cómo ha actuado el gobierno socialista de Zapatero?

La retirada de Iraq «senza se, senza ma» es la acción estrella de Zapatero. Sin embargo, hay «si» y «pero» que justifican que el contingente de militares españoles sea el más numeroso en Afganistán. Por lo que se refiere a los CPT: a) existen CPT en España, b) se están haciendo acuerdos para construcción de CPT en Maruecos y c) se ha levantado y reforzado la «valla de la vergüenza» en Ceuta y Melilla. Sobre el tema del anti-prohibicionismo el gobierno no ha hecho casi nada. Pero quizás las otras prioridades del movimiento son más interesantes. ¿Qué has hecho el gobierno socialista para reducir la precariedad laboral? Nada. La reforma laboral de la que se está discutiendo en el momento para reducir la incidencia de los contratos temporales es un espejismo. Las personas empleadas con un contrato indefinido pueden ser despedidas sin grandes dificultades, con una indemnización que depende del número de meses trabajados en la empresa. Respecto a cuestiones como la renta de ciudadanía y/o flexicurity no se habla. Algo se dice sobre la voluntad de fomentar los servicios sociales (formación, vivienda, servicios de cuidados a los niños), pero la improvisación y falta de coordinación entre ministerios sugiere que no hay un programa serio para reformar en su conjunto el Estado del bienestar y adaptarlo a los cambio estructurales que se han producido en el mercado de trabajo y la esfera familiar.

Habría también que hablar de la cuestiones territoriales que ocupan la casi totalidad del debate político en la actualidad, del tema del Copyright (el gobierno ha aprobado el Plan Integral contra la Piratería que se encuentra perfectamente alineado con la posición de la Sociedad por los Derechos de Autores), de las luces y sombras en las cuestiones medio-ambientales, y de las luces del reconocimiento de los derechos civiles para las parejas homosexuales etc. Pero el elenco se hace aburrido y no se pude hacer justicia para cada tema en dos líneas. Esto acabaría siendo un informe escolar. Guerra: 7,5 (muy bien pero tiene que mantener el nivel de principio de curso), CPT: 3 (suspende pero es cierto que no depende del él sino de instancias Europeas), mercado de trabajo: 4.5 (se esfuerza pero no comprende la asignatura) etc.

Tres breves impresiones personales para abandonar el estilo del profesor que rellena las casillas del informe escolar: a) Luchar y relanzar las prioridades mencionadas corresponde al movimiento. No podemos pedir que lo haga Zapatero; b) Zapatero parece una persona honesta, con un compromiso sincero con la izquierda y la social-democracía. No es que le falte la voluntad de hacer, sino es más bien un problema de falta de un proyecto socialdemócrata sobre cómo intervenir para reformar la sociedad en su conjunto. c) Con Zapatero tengo la sensación de vivir mejor que con Aznar. Hay más aire. No me siento acosado en una esquina como he llegado a sentirme en los últimos años del gobierno del PP. Con el riesgo que esta nueva situación conlleva: si estás en una esquina te empujan a luchar por tu espacio. Ahora, parece que no haga falta luchar aunque en el fondo poco o nada haya cambiado.

¿Qué significa para mí Zapatero?

Marga

El gobierno de Zapatero sabe mejor que nadie que surgió como consecuencia del NO a la guerra y de la nefasta gestión que realizó el gobierno de Aznar cuando los atentados del 11-M. Podríamos suponer, entonces, que el gobierno de Zapatero lo es por la fuerza de unos movimientos sociales que expresaron su rechazo al gobierno de Aznar. Sin embargo, la diferencia respecto a otros gobiernos surgidos, aparentemente, en circunstancias parecidas, como pueden ser el de Argentina, Venezuela, etc., es total, puesto que en el caso de España los movimientos sociales que tan fuertemente se expresaron como críticos al gobierno de Aznar no están (ni estaban) autoorganizados como tales. De ahí las preguntas que los propios movimientos se hacen a sí mismos: ¿dónde está el Nunca Mais, donde está el NO a la guerra?

En un escenario más «clásico», en el que un gobierno recogiera los votos de los movimientos sociales, el proceso esperable sería un difícil equilibrio entre el trabajo del gobierno por cooptar y controlar esos movimientos (posiblemente otorgando ciertas concesiones) pero sin desmovilizarlos totalmente (a fin de mantener una fuerza suficiente respecto a la «oposición») y la resistencia de esos movimientos a ser cooptados, pero sin romper totalmente la relación de fuerza respecto al gobierno (posiblemente planteando reivindicaciones gestionables).

Sin embargo, la relación entre el gobierno de Zapatero y los movimientos sociales no puede ajustarse a este modelo, pues los movimientos sociales, en realidad, no existen como tales. Así, el gobierno de Zapatero no puede cooptarlos (no hay nada que cooptar) pero al mismo tiempo no tiene que enfrentarse a procesos de verdadera crítica (pues no podemos considerar como crítico el triste trabajo de su oposición).

El gobierno de Zapatero se relaciona directamente con cada ciudadano, sin mediaciones. O, mejor dicho, se relaciona directamente con lo que llevó a cada ciudadano a decir Nunca Máis o NO a la guerra. Por eso, en sus mensajes Zapatero siempre habla de paz, solidaridad, convivencia, progresismo y confianza en los españoles, y se desmarca explícitamente de la producción de temor, miedo, amenaza o confrontación, valores que organizaron el gobierno de Aznar.

Si el mayor peligro para los movimientos sociales por parte de un gobierno suelen ser las concesiones desmovilizadoras, en el caso de España la cuestión es si esa comunicación directa, directa al «corazón» de cada cual, del cada cual aislado y precario que somos todos, funciona o no funciona, si puede interferirse, subvertirse, cortocircuitarse, resignificarse, interrumpirse… si, por algún proceso que ahora no podemos preveer, esos «corazones» aislados y precarios podrán reconocerse y expresarse en alguna de las maneras en las que se pueda decir NO.

ZP

Jose

El 14 de marzo de 2004 el gobierno español cambia de signo. Tras ocho años de gobierno del Partido Popular y después de los atentados del 11- m, tiene lugar un vuelco electoral que da la victoria al PSOE. La primera sensación que produce el nuevo gobierno de Jose Luis Rodriguez Zapatero entre las gentes de los diferentes movimientos sociales españoles es una sensación de alivio. Esto tiene su importancia si se compara con los anteriores períodos que hemos sufrido. Es éste un país en el que la gente de izquierdas ha dejado de creer hace tiempo en los partidos políticos y sus candidatos como instrumentos efectivos de cambio social, y de pronto parece que una persona como el presidente Zapatero puede cambiar esto. Si nos dejamos guiar por la política de los gestos es necesario hacer un balance positivo del primer año y medio de gobierno de Zp, la igualación en derechos, la lucha contra la violencia de genero, la masiva regularización de inmigrantes, la salida de los militares españoles de la Guerra de Irak o la apuesta por el dialogo en lugar del enfrentamiento como seña de identidad, hacen que el nieto del capitan Lozano, militar republicano fusilado en 1936, sea visto por simpatía por parte de la ciudadanía española. Además, existen indicios de que el Gobierno actual pueda conseguir llevar a cabo uno de los anhelos de la izquierda, el final dialogado al conflicto vasco y un nuevo orden interno del estado español en el que se supere la siempre presente tensión entre Madrid y las naciones periféricas. Si se consigue llevar a cabo ésto podemos decir que hay cosas que han cambiado de manera sustancial en el estado español. Esto no significa que el gobierno actual del PSOE sea un gobierno que vaya a expresar una resistencia ante la globalización neoliberal o que vaya ha hacer un trabajo efectivo contra la pobreza, y mucho menos que exista la voluntad de un cambio en la política de fronteras de la Europa Fortaleza. Hay luchas que no han hecho mas que empezar y que no van a cambiar por que cambie el gobierno de un país determinado. La pregunta que debemos hacernos es si es positivo o no el cambio del Gobierno anterior del Pp por el actual Gobierno de Zapatero. Es evidente que en terminos de movilización social y construcción de la rebeldía actual en España el Gobierno de Zp no es lo mas conveniente por lo que de desmovilización supone..la vieja consigna de » cuanto peor mejor» viene al caso aquí, aunque es necesario valorar como podíamos estar ahora mismo de no haber habido un cambio de gobierno después de los atentados del 11-m en Madrid. La salida del actual gobierno de las directrices de la «Guerra global y permanente contra el terrorismo» que marcaba el gobierno de Georges Bush ha supuesto un auténtico alivio para todos y quizá el lugar donde nos habría situado la política de Aznar y sus secuaces no hubiese tenido vuelta atrás. Un giro a la izquierda, aunque leve, del gobierno de éste país es evidente que trastoca los planes globales del neoliberalismo y eso es bueno en terminos absolutos, aunque sea malo para la izquierda transformadora a corto plazo. Ahora la cuestión es si esa izquierda transformadora será capaz de afrontar ese reto del conformismo y de la desmovilización y llegar a sus objetivos al margen de quien sea el partido o el presidente que gobierne éste país o cualquier otro.

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