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Cuba-Estados Unidos: ¿Un acercamiento desigual?

Fuentes: Hispantv

El 1° de Enero del año 1959 marca una fecha de indudable interés político e histórico en Latinoamérica: el triunfo del Movimiento 26 de Julio en Cuba, tras una lucha de carácter irregular, que significó el derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista. Con ese triunfo, inédito en Latinoamérica en materia de acceso al poder […]

El 1° de Enero del año 1959 marca una fecha de indudable interés político e histórico en Latinoamérica: el triunfo del Movimiento 26 de Julio en Cuba, tras una lucha de carácter irregular, que significó el derrocamiento de la dictadura de Fulgencio Batista.

Con ese triunfo, inédito en Latinoamérica en materia de acceso al poder político de fuerzas guerrilleras, se inicia un vasto proceso de cambios en la mayor de las Antillas, que comenzará a tener enorme influencia en gran parte del mundo, principalmente en los Movimientos de Liberación Nacional o Movimientos Guerrilleros, que tratarán de lograr su independencia o asumir el control político y económico de sus respectivos países. Ello, en un marco mundial cruzado por la lucha hegemónica de las dos grandes superpotencias surgidas de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial: Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Fidel Castro Ruz y su Movimiento, entre los cuales sobresalen las figuras de Ernesto «Che» Guevara, Camilo Cienfuegos, su hermano Raúl Castro, Celia Sánchez Manduley, Haydee Santamaría entre otros, con su triunfal entrada en La Habana, el 8 de enero de 1959 da comienzo formal a un proceso revolucionario, con amplio apoyo ciudadano y un entorno latinoamericano de profunda hegemonía política, ideológica y económica de los Estados Unidos y el mencionado enfrentamiento Este-Oeste, conocido también como Guerra Fría.

La revolución cubana no tardará en enfrentarse a Estados Unidos, atizado esto por el proceso de nacionalizaciones llevado a cabo por la revolución, que significó la decisión de Washington de suspender las importaciones del azúcar, principal producto de exportación de la isla, que tenía en Estados Unidos el 80 % de su mercado. Posterior a ello vino el rompimiento de relaciones diplomáticas en enero del año 1961 y el recrudecimiento de las acciones desestabilizadoras del Gobierno estadounidense, iniciadas bajo el Gobierno de Dwight Eisenhower y amplificadas bajo el mandato de John F. Kennedy. Sólo a partir del año 1977 ambos países instalan las denominadas «Oficinas de Intereses» tanto en La Habana como en Washington bajo protección de la embajada Suiza, como una manera de formalizar aquellos vínculos necesarios y de hecho frente a la realidad de una población cubana que habitaba Estados Unidos en una cifra superior al millón de personas.

JFK – quien sería asesinado en Dallas el año 1963 – da órdenes de apoyar activamente a los grupos políticos tradicionales cubanos, que encontrarán en el exilio floridano, el medio ambiente propicio para lanzar desde allí no sólo las críticas al nuevo gobierno a quien acusan de «comunista» sino también acciones militares y sabotajes que contarán con el apoyo de la CIA y los núcleos más conservadores del Partido Demócrata y los Republicanos, que desembocará en la fracasada Invasión de Playa Girón en abril del año 1961 por parte de 1500 mercenarios cubanos, principalmente, agrupados en la denominada Brigada 2506.

Playa Girón tendrá su corolario trágico para las fuerzas antirrevolucionarias, que tuvieron un centenar de muertos y 1200 prisioneros, parte de los cuales serían canjeados posteriormente por alimentos y medicina. Playa Girón (conocido en el ambiente del exilio cubano como la invasión de Bahía Cochinos) significó un triunfo político, militar y mediático de enorme envergadura para las fuerzas comandadas por Fidel Castro quienes, no sólo destruyen el plan desestabilizador impulsado por Washington, sino que aprovechan la oportunidad para declarar en medio del cortejo fúnebre de siete combatientes caídos en los bombardeos de los aviones venidos desde territorio nicaragüense, el carácter socialista de la Revolución cubana: «Porque lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es que estemos aquí, lo que no pueden perdonarnos los imperialistas es la dignidad, la entereza, el valor, la firmeza ideológica, el espíritu de sacrificio y el espíritu revolucionario del pueblo de Cuba. Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices, ¡y que hayamos hecho una Revolución socialista en las propia narices de los Estados Unidos!»

Playa Girón y el amplio apoyo conseguido por la revolución tras las acciones militares invasoras mostraron a la administración de Kennedy, que los pasos para derrocar a Fidel Castro tendrían que impulsar la vía de operaciones ilegales – como se había hecho con Guatemala el año 1954, como se haría con Brasil el año 1964 y Chile el año 1973 -Es así que el 30 de noviembre del año 1961 el mandatario estadounidense autoriza un programa de desestabilización y sabotaje a la revolución cubana conocida como Operación Mangoose (Mangosta) considerado como el instrumento esencial y básico de la política de Estados Unidos hacia Cuba.

El plan de acción de esta operación consistió, básicamente, en autorizar a la CIA por el Consejo de Seguridad Nacional la realización de 32 tareas divididas en: guerra económica, tareas de desprestigio político, operaciones de desestabilización militar, labores de Inteligencia, subversión política-ideológica. A lo que se agregaría, posteriormente, directrices de guerra biológica, que significaría sabotajes a la industria azucarera principalmente. Las operaciones incluyeron también acciones destinadas a tratar de dar muerte a los principales líderes cubanos.

Mangosta significó, a la par del ya establecido bloqueo estadounidense contra Cuba, que hasta el día de hoy se mantiene, severos daños a la economía de ese país y el vuelco total hacia los mercados allende el Atlántico, toda vez que el 90 % de los gobiernos latinoamericanos se sumaron a la política de aislamiento político, diplomático y económico de Cuba, tras la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA) el año 1962 en Punta del Este, Uruguay.

Tras la derrota en Playa Girón, el Gobierno cubano acerca posiciones con la dirigencia de la URSS presidida por el premier Nikita Khrushchev y decide armar sus fuerzas armadas con armamento soviético e incluso comenzar a instalar plataformas de misiles balísticos dotados de cabezas nucleares, que darían paso a lo que se conoce como la Crisis de Octubre. Conflicto que significaría, tras diez días de enorme tensión en las costas cubanas y en el sistema político internacional, la decisión de retirar esos sistemas de armas nucleares bajo el compromiso de Washington de retirar, a su vez sus misiles de Turquía y garantizar que Cuba no sería invadida por fuerzas norteamericanas.

Las negociaciones entre Kennedy y Khrushchev mostraron que la Guerra Fría no tendría enfrentamientos directos entre ambas potencia, sino que el resto de los países serían parte del engranaje de esta disputa que sólo terminaría con la derrota del campo socialista el año 1989. Estados Unidos en ese ámbito intensifico el bloqueo contra Cuba y este país, a su vez, desarrolló una política de defensa interna y compromiso político externo de apoyo a las causas de liberación en África, Asia y América Latina, lo que traería consecuencias de fuerte tensión entre Washington y La Habana, hasta bien entrado los años 90 del siglo XX.

EPPUR SI MUOVE

Como parte de la campaña de desestabilización contra Cuba, en noviembre de 1965 se aprueba la denominada Ley de Ajuste Cubano, destinada a privilegiar y estimular la inmigración cubana – claramente diferenciadora a otras poblaciones latinoamericanas – Se define que cualquier cubano que llegue a territorio norteamericano se le otorgará la residencia inmediata, lo que ha servido, con leves modificaciones, como un potente resorte de inmigración ilegal, provocando a su vez cientos de muertes en el Estrecho de la Florida. A partir del año 1981, cuando asume la presidencia el actor Ronald Reagan se intensifica la lucha psicológica y política contra Cuba, fundándose el año 1985 Radio Martí en suelo estadounidense destinada a transmitir 24 horas contra el Gobierno cubano. Medida que se verá reforzada con la creación de TV Martí.

En octubre del año 1992 (bajo el Gobierno de George Bush padre) se promulga la Ley Torricelli, proyecto presentado por el senador demócrata Robert Torricelli, en plena campaña electoral con el objeto de ganar el apoyo de los votantes hispanos en Florida. El objetivo de esta ley era aislar completamente a Cuba del resto del mundo y hacer colapsar su economía con una serie de disposiciones de carácter extraterritorial, que constituían una flagrante violación de las normas internacionales que rigen la libertad de comercio y de navegación. La Ley Torricelli estableció dos sanciones fundamentales: Prohibir el comercio de las subsidiarias de compañías de Estados Unidos establecidas en terceros países con Cuba y prohibir a los barcos que entren a puertos cubanos, con propósitos comerciales, tocar puertos de Estados Unidos o en sus posesiones durante los 180 días siguientes a la fecha de haber abandonado el puerto cubano.

Posterior a esta acción el Gobierno estadounidense en un marco de predomino republicano en ambas cámaras del congreso sancionan la denominada Ley Helms-Burton. Proyecto legislativo conocido bajo el ampuloso nombre de «Ley para la libertad y la solidaridad democrática cubana». Un cuerpo legal sancionado bajo el Gobierno de Bill Clinton y que contempló la intensificación del bloqueo a Cuba, su internacionalización, la negativa de créditos y ayuda financiera a países y organizaciones que favorezcan o promuevan la cooperación con Cuba lo que claramente dificultaba la inversión extranjera en la isla. Esta ley establecía, que cualquier compañía no norteamericana que tuviera tratos con Cuba podía ser sometida a represalias legales y sus directivos se verían impedidos de entrar en territorio estadounidense. Esto significaba elegir entre comerciar con Cuba o comerciar con los Estados Unidos.

Cuba, por su parte, con una revolución ya a firme comienza desde muy temprano en los años 60 una política denominada de «internacionalismo proletario» que significará acción política, militar, diplomática, médica, de alfabetización y apoyo explícito a los procesos revolucionarios en Latinoamérica, Asia y África. Cuba será, por ejemplo, el primer país en aportar con médicos y profesores a la naciente revolución argelina. Cuba impulsará como parte de su disputa ideológica contra Estados Unidos el nacimiento de organismos internacionales como el Movimiento de los No Alineados (MNA). Cuba apoyará con tropas, formación técnica, política y profesionales en los más diversos ámbitos del quehacer a gobiernos como el de Etiopia, la República Árabe Saharaui Democrática, Nicaragua, Mozambique, Angola, entre otros. En este último país, dos mil quinientos cubanos darán la vida en la defensa de la revolución angolana contra las fuerzas de la UNITA y el régimen del apartheid sudafricano entre los años 1975 y 1989.

Cuba será reconocida por el fallecido presidente Nelson Mandela como uno de los responsables en la derrota del régimen racista sudafricano y con ello también lograr la independencia de Namibia. Así como también consolidar el proceso revolucionario en Mozambique. Miles de estudiantes de países africanos y latinoamericanos, entre ellos chilenos encontraron en Cuba un lugar de formación técnica, profesional y militar, en la perspectiva de desarrollar sus respectivos países o de ayudar al cambio político en dirección de fuerzas de izquierda que se oponían a la hegemonía estadounidense. La isla de Cuba, con sus 10 millones de habitantes, con una economía dependiente, se ha enfrentado en condiciones de extrema desigualdad a la mayor potencia económica y militar del mundo y sin embargo no pudo ser derrotada en los términos que otros procesos si lo fueron, incluyendo a la propia ex Unión Soviética o los socialismos reales. Pero, los aires de cambio son inevitables.

UNA NUEVA ETAPA

Dicho reconocimiento de cambio se vivió con enorme intensidad el día 17 de diciembre. Ese día, en declaraciones dadas a conocer tanto en Washington como en La Habana, el mandatario estadounidense Barack Obama y el presidente cubano Raúl Castro informaron al mundo, que en el marco de la liberación de prisioneros políticos encarcelado en ambos países (el norteamericano Alain Gross que llevaba cinco años detenido en Cuba acusado de espionaje y lo antiterroristas cubanos Gerardo Herández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero detenidos desde hace 16 años en cárceles estadounidenses) y tras un largo proceso de acercamiento, habían decidido restablecer relaciones diplomáticas. Obama explicitó que la política llevada a cabo por su país desde enero del año 1961 hasta la fecha ha sido una política dotada de un «enfoque obsoleto, que ha fracasado en el avance de nuestros intereses… a través de esta decisión pretendemos crear una serie de cambios en beneficio de nuestros pueblos».

Fueron 17 meses de conversaciones y acercamientos entre ambos gobiernos, en un trabajo de joyería, que se venía tejiendo desde junio del año 2013 sirviendo como mediadores el Gobierno de Canadá, el presidente uruguayo José Mujica y hasta el Vaticano, que bajo los vientos frescos de la administración del Papa Francisco ha devenido en un actor internacional de indudable importancia. La decisión de normalizar las relaciones diplomáticas fue un verdadero golpe a la cátedra.

Sin embargo, a pesar del valiente paso dado por ambos gobernantes queda un punto crucial: terminar con el bloqueo contra Cuba. Obama, a la par de declarar esta nueva etapa de la relación entre ambos países, se comprometió a estudiar con el Congreso estadounidense el levantamiento del embargo. Duro trabajo tendrá Obama, toda vez que a partir de enero del año 2015, el Partido Republicano será mayoría en ambas cámaras y ya ha dado a conocer su negativa a transitar por un camino que signifique aliviar las presiones políticas y económicas contra La Habana. Singular resulta constatar que los nombres más duros en esta postura anticubana sean los senadores de origen isleño Marco Rubio, Robert Hernandez y Mario Diaz Balart. No hay pero astilla que la del mismo palo señala la máxima.

Resulta a todas luces evidente, que sin terminar con el Bloqueo a Cuba, que ha significado una pérdida para la economía de la isla signada en 120 mil millones de dólares, no puede haber relaciones diplomáticas ¿para qué? Para abrir un par de embajadas, manteniendo la esencia de una relación basada en la imposición de un país sobre otro y la negación de derechos para millones de cubanos? Es la interrogante que se hacen analistas y articulistas que viendo lo positivo del restablecer relaciones diplomáticas afirman que resulta insuficiente.

Han pasado 56 años desde que un puñado de barbudos venció a la dictadura de Batista. Período en el cual colapsó el mundo de los socialismos reales, cayó el Muro de Berlín y se levantaron otros igual o más criminales que aquel. El mundo se ha tornado aún más complejo, los enemigos son más difusos, menos claro quién es enemigo hoy, amigo mañana o vuelve a ser enemigo al día subsiguiente. Han pasado diez presidentes por la Casa Blanca, se ha instalado un Nuevo Orden Mundial, frente al cual se han erigido otros poderes en el mundo. Todo ello para que Washington se diera cuenta, que el contencioso que lo enfrentó a Cuba estaba dotado de un enfoque obsoleto y fracasado.

Algo de pragmatismo les debe quedar al mundo republicano, para entender, a pesar del sector ultraconservador y anticubano que milita en su seno, que tras 50 años de presión y asedio a la mayor de la mayor de las Antillas se debían dar pasos para acabar con esa política fracasada y obsoleta, que ha significado, principalmente, dañar a la población cubana. Para los analistas económicos esa política también ha significado una pérdida de oportunidades para los «pragmáticos» inversionistas y empresarios estadounidenses que han perdido mucho terreno con italianos, españoles y canadienses. Curiosa forma de relacionar las pérdidas sociales de diez millones de cubanos, con aquellas que pueden haber tenido un par de centenares de inversionistas y empresarios, que ven con avidez abrirse a un mercado potencial de 30 mil millones de dólares en áreas tan diversas como el turismo, telecomunicaciones, agroindustria y petroquímica.

Desde el punto de vista del interés político, sin duda que la decisión de Obama tiene consideraciones de política interna: atraer el voto latino, combatir desde temprano la candidatura republicana de Jeff Bush, casado con una mexicana y parte de una familia que ya ha dado dos presidentes, lo que permitiría dar impulso a la candidatura demócrata de Hillary Clinton. Únase a ello la necesidad de dar pasos diferenciadores, por parte de Obama, frente a un Congreso de amplio dominio republicano que le negará la sala y el agua.

En la mirada del catedrático de la Universidad de Miami Joaquín Roy el restablecer las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, tiene su explicación en el fracaso del embargo y su objetivo principal (derribar al Gobierno cubano) como también en la evolución del exilio cubano que ya no se guía solamente por criterios ideológicos. Para Roy «Cuba desde hace dos décadas a la fecha no suponía peligro alguno como antes: no apoyaba revolucionarios de otros países, no respaldaba terroristas, garantizaba, paradójicamente la seguridad de Guantánamo, no se implicaba en el tráfico de drogas. Incluso colaboraba en labores de mediación y pacificación (caso Colombia). Los líderes del mundo, desde China a Moscú visitaban La Habana y las Naciones Unidas, sistemáticamente, año a año, condenaban el embargo.

Para Roy «a Washington le interesa que Cuba no se convierta en un riesgo de seguridad al sufrir problemas internos que provocaran inmigración descontrolada (como un segundo Mariel)… de ese modo teniendo en cuenta la precaria situación económica-social de Cuba, había llegado el momento de garantizar la estabilidad». Por ello, este analista considera que el Gobierno de Washington optó por normalizar relaciones con Cuba tenido como meta mantener el flanco sur protegido en un escenario mundial complejo y peligrosos «ante las incertidumbres en Latinoamérica. Obama ha jugado su carta. Corre un riesgo y ahora depende de la sabia correspondencia de Raúl Castro».

Para el analista Guillermo Almeyra la decisión de restablecer las relaciones entre Cuba y Estados Unidos tendrá indudable repercusiones «alentará y reforzará la lucha antimperialista en Latinoamérica y el mundo y también el choque en Estados Unidos entre, por una parte, la extrema derecha cubana y republicana, y por otra, los sectores capitalistas interesado en comerciar con Cuba e invertir en ese país. A lo que se une los sectores populares y nacionalistas cubanos del exilio en Miami, la ciudadanía democrática y los inmigrantes latinoamericanos que protestan diariamente contra el racismo y la violencia estatal».

Almeyra es cauteloso respecto a los alcances de esta nueva etapa pues, si bien desde el punto de vista económico se incrementará el flujo de divisas, crecerá el sector servicio, habrá mejoras en el acceso a tecnología, aumentará el cuantapropismo. Todo ello significa avances pero también la necesidad de cuidar las diferencias sociales que tal panorama puede presentar, «sobre todo, señala Almeyra, existe el peligro real de una rápida soldadura entre la capa de la burocracia y de la administración con el capitalismo mundial, lo cual puede crear una base social real a la oposición. Una a ello el papel desempeñado por el papa Francisco que no sólo refuerza su popularidad en los sectores conservadores cubanos y de rebote, la influencia de la iglesia católica, que dará apoyo político y material a las nuevas fuerzas sociales conservadoras, pro mercado o directamente contrarrevolucionarias, que el dinero procedente de Estados Unidos reforzará la isla».