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«Selma»: medio siglo más tarde, todavía batallamos con los años 60

Fuentes: Revista Sin Permiso

«Selma», un film potente, agita a públicos de todo el país con su emocionante retrato de Martin Luther King Jr. y el heroísmo de los afroamericanos comunes y corrientes que reclamaban su derecho a votar hace ahora medio siglo. Pero la película ha agitado también la controversia, por su retrato del presidente Lyndon B. Johnson […]

«Selma», un film potente, agita a públicos de todo el país con su emocionante retrato de Martin Luther King Jr. y el heroísmo de los afroamericanos comunes y corrientes que reclamaban su derecho a votar hace ahora medio siglo.

Pero la película ha agitado también la controversia, por su retrato del presidente Lyndon B. Johnson como un dirigente cuyo compromiso con los derechos civiles fue vacilante, en el mejor de los casos, e hipócrita, en el peor.

Algunos de sus antiguos asistentes y veteranos del movimiento de derechos civiles, entre ellos el que fue alcalde de Atlanta, Andrew Young, han coincidido en que la película es demasiado dura con LBJ, que quería una ley de derecho al voto, pero no creía tener capital político para hacer factible que se aprobase rápidamente en el Congreso.

Las marchas de King y la brutalidad de los ayudantes de sheriff captada por los medios movilizó el apoyo público que necesitaba Johnson. El presidente presentó un proyecto de ley en cuestión de días con un discurso dramático a una sesión conjunta del Congreso, declarando: «Venceremos». Maniobró para que el proyecto de ley se aprobara en cuestión de meses. Y cuando firmó la Ley de Derecho al Voto con King a su lado, LBJ le reconoció todos los méritos al líder de los derechos civiles.

Entonces, ¿por qué discutimos acerca de quién hizo qué en 1965? Se debe en parte a que medio siglo después, todavía andamos batallando con los años 60. Y hete aquí que vamos a ver más broncas, porque ese punto medio de los años 1960s se alcanzó este año hace exactamente 50.

No se trata de un indicador tan arbitrario como parece. El año 1965, aproximadamente, hizo de bisagra entre lo que el historiador Bernard von Bothmer ha llamado «los buenos 60», la primera época de la década de John F. Kennedy y los derechos civiles, y «los malos 60», el deslizamiento hacia el caos interno de finales de la década.

Nos espera una larga lista de aniversarios, muchos de ellos, como Selma, que conspiran para revivir viejas discusiones y reabrir viejas heridas.

La segunda mitad de los años 60 fue testigo del recrudecimiento de la guerra de Vietnam y el ascenso del movimiento antibelicista, en su mayoría no violento, pero de ocasionales violencias. Fue testigo del triunfo del ascenso del nacionalismo negro, pero también los desórdenes de Watts [Los Ángeles] de 1965 y los alborotos de otras ciudades. Y en 1968, fueron asesinados King y Robert F. Kennedy.

La arrolladora revolución cultural de esos años queda caricaturizada como sexo, drogas y rock ‘n’ roll, pero se vio acompañada de un nuevo feminismo (en 1966 se fundó la National Organization for Women) y un movimiento por los derechos de los homosexuales (gracias a los disturbios de Stonewall, en Nueva York, en 1969).

No es extraño que todavía estemos tratando de desentrañar lo que significó todo ello.

Desde 1968, buena parte de la política republicana ha consistido en denunciar el desorden de los últimos 60 y garantizar que no vuelvan a suceder. Richard M. Nixon tiró contra manifestantes y alborotadores en 1968 y 1972, y otro tanto hizo Ronald Reagan in 1980. En fecha tan reciente como 2002, George W. Bush todavía hacía campaña contra los años 60. «Durante demasiado tiempo, nuestra cultura ha dicho, ‘si te sientes bien, hazlo'», declaró en su discurso de su Estado de la Nación de ese año.

Los demócratas han tratado esta época con mayor cautela. En aquel entonces, fracturó el partido y una generación de dirigentes suyos participó en sus luchas. Intentaban sumarse a aquellas partes positivas de ese legado sin que les tildaran de «McGoverniquis de la contracultura» [George McGovern fue el candidato demócrata, antibelicista, a la presidencia en 1972], que es lo que Newt Gingrich llamó a Bill Clinton en 1992.

Ese tipo de debate podría repetirse, sólo sea porque la potencial candidata de los demócratas, Hillary Rodham Clinton, habló en contra de la guerra del Vietnam en 1968, como dirigente estudiantil del Wellesley College. Curiosamente, empero, se dice que la madre del republicano Jeb Bush, Barbara Bush, afirmó en una entrevista de 1984 que él había llegado a considerar la objeción de conciencia en la época de Vietnam. En 2002, cuando se presentó a gobernador por Florida, Bush declaró que los comentarios de su madre habían sido malinterpretados.

Pero la contracultura tiene sus defensores, como David Harris, antaño líder antibelicista, que pasó tres años en la cárcel por oponerse al reclutamiento obligatorio. «Merecemos bastante mejor trato del que hemos recibido en los libros de historia», declaró Harris en una reunión reciente de activistas antibelicistas en Stanford.

«La Norteamérica en la que yo crecí en los años 50,» declaró, «era monocroma en todos los sentidos de la palabra. Era un lugar sin mayores opciones…Murió el paradigma de uniformidad en el que nacimos todos y en su lugar aparecieron distintas elecciones y opciones, quizás hoy a tal punto que todas esas elecciones representan un dilema».

De modo que los republicanos no exigirán que volvamos a los años 50. Los norteamericanos nacidos mucho después de los 60 pueden no haber oído hablar nunca de la contracultura, pero dan por hechas las libertades personales que consiguió.

Lo cual no resolverá, sin embargo, ninguna de las discusiones. Medio siglo después, no está muerto el debate sobre los años 60. Ni siquiera pasado.

Doyle McManus es columnista político del diario californiano Los Angeles Times.

Traducción para www.sinpermiso.info: Lucas Antón

Fuente: http://www.sinpermiso.info/#