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El filósofo Antonio Negri debate con los movimientos sociales en el centro social “La Colectiva” de Valencia

«Los movimientos sociales han de mantener su autonomía ante los poderes del Estado»

Fuentes: Rebelión

Antonio Negri es un ejemplo de intelectual y filósofo que ha combinado la teoría con la praxis en los movimientos sociales. Ya lo hizo en la organización «Potere Operaio» durante los años 60 y una década después en «Autonomia Organizzata». Tras un largo periodo de exilio, prisión y arresto domiciliario, sobre todo a partir de […]

Antonio Negri es un ejemplo de intelectual y filósofo que ha combinado la teoría con la praxis en los movimientos sociales. Ya lo hizo en la organización «Potere Operaio» durante los años 60 y una década después en «Autonomia Organizzata». Tras un largo periodo de exilio, prisión y arresto domiciliario, sobre todo a partir de la década de 2000, vinculó su obra teórica al movimiento «alterglobalizador» que se enfrentaba al neoliberalismo, y desde el año 2011 al nuevo ciclo de luchas del que formaban parte el 15-M, las «primaveras» árabes, Occupy Wall Street o las protestas en la Plaza Syntagma. Negri ha explicado algunas de las ideas que han recorrido su pensamiento en un encuentro con colectivos sociales celebrado en el centro social «La Colectiva» del barrio del Cabanyal (Valencia).

El filósofo plantea en su reflexión política la emergencia de una nueva subjetividad revolucionaria, la «multitud», a la que se agrega la idea de trabajo «inmaterial» y las posibilidades de inaugurar un «proceso constituyente». Es una oportunidad que se presenta en las últimas décadas. Pero el pensador italiano reconoce que se trata de conceptos forjados en Europa y con una potencialidad centrada en el viejo continente. Ahora bien, en los movimientos insurreccionales de los años 70 en América Latina (tanto en la revolución cubana como en las guerrillas colombianas de las FARC y el ELN, entre otros ejemplos), también se plantearon en un inicio formas de apertura y democracia directa. En una segunda fase, sin embargo, se produjo una «recentralización» y «verticalización» de estos movimientos, una vuelta a las anteriores estructuras de corte leninista, lo que suponía según Negri la eliminación de las formas directas de decisión.

El movimiento zapatista en los años 90, afirman Negri y Hardt en su obra «Multitud», representa un punto de inflexión en el modelo. El zapatismo se fundamenta en la horizontalidad a la hora de tomar las decisiones (estas se adoptan desde la base) y sobre todo en el rechazo a la toma del poder, porque se considera que éste no se halla concentrado en un «Palacio de Invierno». El objetivo es, por el contrario, construir espacios autónomos de vivir y relacionarse. También se deja de lado la lógica de la representación. Dos instituciones de las comunidades zapatistas muestran en la práctica este paradigma de soberanía popular. La figura del Vocero, que actúa como portavoz de la comunidad (no como delegado o representante) y está sujeto a revocación continua; y las Juntas de Buen Gobierno que rigen las comunidades y ejercen la autodefensa.

A partir de la singularidad de las comunidades indígenas, el zapatismo plantea alternativas globales al neoliberalismo y de ese modo conecta con los movimientos sociales «altermundistas». La fecha de nacimiento del EZLN resume esta filosofía. El zapatismo irrumpe en el día de año nuevo de 1994 coincidiendo con la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Estados Unidos, Canadá y México. Otro elemento que contribuye a esta singularidad global es el uso de Internet y las nuevas tecnologías.

¿Se producen esquemas políticos similares en Europa? Antonio Negri considera que con el proceso de luchas sociales que comienza en 2011 también se asientan los principios para la generación de nuevas instituciones. En la Puerta del Sol, en la Plaça de Catalunya, en la Plaza Tahrir, la Plaza Syntagma de Atenas o en Zuccotti Park de Nueva York, donde se moviliza Occupy Wall Street. En el libro «Declaración» Negri y Hardt destacan la labor del 15-M. En las calles y plazas se constituyen asambleas y sobre todo diferentes formas de vida, con capacidad para extenderse al conjunto social. Una de las ideas esenciales es que el movimiento ha de experimentar en sus mismas reivindicaciones las formas de vida, relación y producción que propone. Además la «multitud» se organiza en asambleas, que adoptan las decisiones de manera directa y sin mediadores, de hecho, se plantea un órdago a la representatividad. Y no se trata de que la asamblea se limite a las calles y plazas, sino que se pretende elevar a modo de articulación del conjunto de las relaciones sociales.

Hoy, «la necesidad de luchar continúa pues nosotros -los movimientos sociales- somos la resistencia», afirma el filósofo italiano. Pero en los textos y discursos de Antonio Negri la resistencia no se entiende como reacción contra el poder, ni como oposición directa frente a éste, sino más bien para huir de los espacios que el poder delimita, con el fin de construir nuevas formas (propias) de vida, relación y producción. Para la creación de estos espacios autónomos -que el poder invariablemente trata de ocupar y parasitar- el pensador utiliza términos como «fuga» y «éxodo». Uno de los ejemplos es la PAH y su obra social, bloques de viviendas ocupados en los que se pretende materializar el derecho a la vivienda. Pero el ejemplo básico para Negri es la Comuna de París (1871), capaz de generar instituciones (obreras) autónomas al margen del Estado.

Otro de los puntos abordados por Negri en el centro social «La Colectiva» es la relación partidos de izquierda-movimientos sociales, problema vigente en el siglo XXI y que el filósofo vivió en los años 70 de la centuria pasada. En esos años la «autonomía» italiana volteó la forma de organización de los partidos comunistas tradicionales, que entendía la relación con los movimientos sociales de modo muy claro: la estrategia y la fijación de objetivos a largo plazo quedaban en manos de la vanguardia del partido, mientras que la táctica, lo concreto, la batalla más inmediata, se les dejaba a las bases y a la masa. Así describe Negri el modo tradicional de funcionar de los partidos marxistas-leninistas.

La «autonomía» italiana plantea, sin embargo, que corresponde a los movimientos sociales determinar la estrategia, los grandes objetivos y la manera de llegar a ellos. Se reivindica, en definitiva, el papel autónomo de los movimientos sociales. Con este principio se constituye «Autonomia Organizzata» en la Italia de los años 70, un colectivo que funciona de manera descentralizada, en red y sin una cúpula jerárquica. Este colectivo autónomo fue un intento de agrupar las nuevas dinámicas que surgían de los movimientos sociales (parados y precarios, feministas, movimiento estudiantil radical y una parte de la clase obrera, que buscaba espacios de participación al margen de partido y el sindicato tradicionales).

¿Todo se reduce, por tanto, a la disyuntiva entre un partido centralizado y vertical con una cúpula visible, frente a unos movimientos sociales que operan de manera espontánea y descentralizada? Negri niega que el problema se reduzca a esta dialéctica. «Es una falsa disyuntiva», afirma. Se da, según el filósofo, una carga espontaneísta en un inicio, cuando los movimientos sociales ocupan la plaza, pero «esto se ha de articular políticamente». Una de las formas de articulación es un Proceso Constituyente, que dé lugar a nuevas instituciones que no sigan las lógicas representativas. La Comuna de París y las asambleas zapatistas constituirían dos ejemplos de estas nuevas instituciones. El objetivo final sería que desapareciera la separación entre representantes y representados. Imaginando esta sociedad del futuro, Negri considera que las nuevas instituciones nunca deberían ser rígidas, sino dinámicas y en continua recreación. Este dinamismo se garantiza con la participación de la «multitud», que ha de conocer el funcionamiento de las nuevas instituciones y participar en la creación de las mismas.

Si en algún momento ha de recurrirse a esquemas verticales para incrementar la eficacia o conseguir objetivos inmediatos, Negri afirma que la verticalidad se tendría que plantear desde la base, «nunca a partir de una cúpula constituida». Además, mientras se generan estas nuevas instituciones, son necesarios los contrapoderes, que han de mantenerse en el tiempo para que las instituciones no se vuelvan rígidas y cerradas. El pensador italiano completa así el argumento, su tesis sobre la relación entre partidos de izquierda-instituciones y por otra parte los movimientos sociales. Los movimientos han de mantenerse en una posición externa respecto al poder constituido, si quieren mantener sus objetivos de manera autónoma. Y también si aspiran a que los gobiernos lleguen en sus políticas más allá de lo inicialmente previsto.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.