La historia política de los pueblos en algo se parece a los avatares de la navegación a vela: hay periodos de calma chicha, en los que la quietud llega a ser desesperante, y otros en los que se levanta el viento, se agitan las aguas y todo se acelera. Ahí es donde se pone a […]
La historia política de los pueblos en algo se parece a los avatares de la navegación a vela: hay periodos de calma chicha, en los que la quietud llega a ser desesperante, y otros en los que se levanta el viento, se agitan las aguas y todo se acelera. Ahí es donde se pone a prueba la agilidad y la pericia de los navegantes para sortear las amenazas y usar el viento a favor para surcar los mares rumbo a nuevas latitudes.
El sistema político español establecido tras la muerte del dictador se agotó después de muchos años de calma chicha. La dinámica de alternancias PP-PSOE, asistida cuando hacía falta por las muletas ocasionales de los nacionalismos conservadores vasco y catalán beneficiarios de una ley electoral hecha a medida de los que mandan, dejó de funcionar por vez primera en diciembre pasado. Y ello a pesar de las presiones de la trama de caciques y oligarcas que falsifican el sufragio y corrompen el sistema, abusando de su posición, de su riqueza, de los resortes de la autoridad y de su poder, por decirlo con palabras de Joaquín Costa en 1901 que conservan su vigencia. Trama a la que hay que sumar hoy la novedad de las instituciones europeas que remataron el secuestro de la soberanía popular en los tratados de Maastricht y Lisboa, obedientemente acatada por el PP y el PSOE mediante la modificación introducida en la Constitución Española para dar prioridad al pago de la deuda sobre la atención a las necesidades sociales.
Este fracaso de las élites en componer su gobierno tras los resultados de diciembre nos otorga a los ciudadanos una nueva oportunidad para remacharlo con mayor rotundidad, y en mejores condiciones, este 26 de junio. A nuestro modo de ver, no se trata de una segunda vuelta, sino de la posibilidad de abrir, ahora sí, un nuevo periodo constituyente en la historia política de nuestro país.
Los aires nuevos sembrados por las movilizaciones que alumbraron el 15M y continuaron en las Mareas en defensa de los servicios públicos, en la lucha contra los desahucios y los despidos masivos, en los Campamentos y Marchas de la Dignidad, en el reclamo de una renta básica, entre otros, llegaron para quedarse. El «Sí Se Puede» de las movilizaciones hizo su incursión en las instituciones en las elecciones municipales de mayo 2015 y se tradujo en ganar las alcaldías de Madrid, Barcelona, Zaragoza, Valencia, Cádiz, A Coruña, Santiago… En las generales de diciembre cuajaron confluencias electorales con excelentes resultados en Cataluña y Galicia que junto a la irrupción de Podemos y a los sufragios obtenidos por Izquierda Unida sumaron 6.112.438 votos, el 24,33%, que se tradujeron en 71 escaños. (El PSOE con 5.530.693, el 22,01%, lograba 90). La ampliación de las confluencias con nuevas incorporaciones en varias Comunidades Autónomas y el acuerdo electoral entre Podemos e Izquierda Unida para concurrir en lista única en las demás circunscripciones provinciales permite ahora optimizar los resultados en escaños y generar una dinámica inédita en unas elecciones generales: la posibilidad de disputar al PP y al PSOE su condición histórica de partido ganador. Ese es el envite mayor y más inmediato, aunque no el único en juego.
Pues la apertura de un periodo constituyente a corto plazo dependerá no solo de los resultados electorales sino de que la dinámica generada por las confluencias políticas trascienda ese campo. Y para ello es necesario contar con la incorporación activa de fuerzas sociales y culturales organizadas capaces de conectar con las mayorías sociales e ir conformando así el bloque histórico para enfrentar la resistencia de los poderosos y a la vez sustentar y arropar a los actores políticos que impulsen el proceso constituyente en las instituciones. Solo así, con la forja de un contrapoder social y popular organizado, será posible sostener gobiernos que impulsen políticas favorables a las mayorías en todos los niveles institucionales.
En lo inmediato, ya estamos asistiendo a un gran despliegue de la artillería mediática de los poderes que no se presentan a las elecciones y las fuerzas políticas a su servicio para tratar de impedir su derrota a manos del frente electoral compuesto por Podemos, Izquierda Unida y las confluencias. Su argumentario apunta en dos direcciones: una, infundir miedo a esta coalición para movilizar a sus anteriores votantes que hoy puedan estar hartos de tener que taparse las narices para votar a un PP carcomido por la corrupción o a un PSOE que tras haber firmado ya un pacto de gobierno con la nueva derecha de Ciudadanos dará el siguiente paso en la dirección de buscar un acuerdo con el PP como le mandarán desde la Troika y el IBEX. Para ello no solo se agitará el viejo espantajo de la amenaza comunista sino que se intensificará la guerra sucia plagada de calumnias con el uso de las cloacas del estado conectadas a sus altavoces mediáticos. Y el otro blanco al que apuntarán será el de intentar desalentar la participación de anteriores votantes de Podemos o de I.U. induciéndoles a pensar que la coalición acordada supone una traición que perjudica y amenaza los intereses o la identidad de cualquiera de las dos fuerzas.
Habrá que contrarrestar esta ofensiva para que no se salgan con la suya en ninguno de los dos casos. Los acontecimientos de estos meses recientes pueden abrir los ojos a muchos votantes de los sectores populares que han estado hasta ahora cautivados por un PSOE al que seguían considerando de izquierdas o por un PP del que quizás desconocían el tamaño de su naturaleza corrupta hoy al descubierto. Y qué decir de la servicial disposición de Ciudadanos para apuntalar a cualquiera de los dos o a los dos a la vez, como en Madrid al PP y en Andalucía al PSOE, dejando en nada su barniz regeneracionista.
No se trata de diseñar escenarios idílicos. Pero sí de convencer a muchos de que, como se indica en la presentación del documento Cambiar España: 50 pasos para gobernar juntos, «hoy nada es más urgente que poner en pie un gobierno capaz de construir un nuevo futuro para nuestro país. Un nuevo futuro para los millones de trabajadores precarios y para los cientos de miles de jóvenes que han tenido que marcharse por falta de un futuro. Nada es más urgente que ayudar a las familias que han perdido su casa, a los que han tenido que cerrar su negocio, a quienes lo han perdido todo durante esta crisis. Nada es más urgente que proteger a quienes echan horas que nadie les paga por salarios de miseria, a quienes quieren formar su propia familia y no tienen ni para empezar, a los enfermos que a duras penas llegan a pagarse sus medicamentos y a los jubilados que han tenido que volver a sostener a sus familias, esta vez con su pensión. Nada es más urgente que recuperar la inversión sustraída a la sanidad pública y a la educación pública; a los servicios sociales y a las personas dependientes; a la I+D+i, a las infraestructuras, a la cultura y al deporte. Nada más urgente que poner fin al robo sistemático de dinero público que unas élites políticas corruptas han llevado a cabo durante décadas con total impunidad.»
Para hacer todo ello, la suma de energías necesarias va mucho más allá de las fuerzas y confluencias políticas. Pero esas confluencias y acuerdos son imprescindibles. Nosotros estamos dispuestos a aportar nuestro granito de arena, convencidos de que Unidos, Sí Se Puede.
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