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El pueblo estadounidense tiene la palabra

Fuentes: Diario POR ESTO!

Perdida para la Humanidad toda esperanza de que el fin de la guerra fría abriera el camino a un mundo sin guerras, una galopante carrera por los caminos de la globalización neoliberal ha llegado a configurar al imperialismo en esa tenebrosa realidad que es hoy: la superpotencia hegemónica más poderosa, brutal y despiadada de la […]

Perdida para la Humanidad toda esperanza de que el fin de la guerra fría abriera el camino a un mundo sin guerras, una galopante carrera por los caminos de la globalización neoliberal ha llegado a configurar al imperialismo en esa tenebrosa realidad que es hoy: la superpotencia hegemónica más poderosa, brutal y despiadada de la historia de la humanidad, portadora de los más grandes peligros para la supervivencia de nuestra especie.

Hace setenta años la Humanidad puso sus esperanzas en la Organización de Naciones Unidas como promotor y garante de la paz mundial y, en la Cumbre del Milenio, los estados representados en ella declararon solemnemente su decisión de establecer una paz justa y duradera en todo el mundo, de conformidad con los propósitos y principios de la Carta.

Pero sólo dos años y medio después de este juramento, se llevó a cabo la agresión contra Irak, no sólo en contra de la opinión de los pueblos de todo el mundo, sino a pesar de la oposición expresa de la abrumadora mayoría de los gobiernos que integran la comunidad internacional. El Consejo de Seguridad fue ignorado y asistió después a la humillación de aceptar dócilmente una guerra de rapiña a la que antes se había opuesto la mayoría de sus miembros.

El precario balance de fuerzas del mundo bipolar que vivimos después de la segunda guerra mundial evitó que el imperialismo estadounidense impusiera su hegemonía absoluta por todo el mundo a partir del chantaje nuclear que planteara Estados Unidos con los bombardeos genocidas sobre Hiroshima y Nagasaki.

El mundo unipolar que resultó de la desaparición de la Unión Soviética, con una única superpotencia imponiendo sus egoístas intereses al resto del planeta, confirmó en toda su crudeza la naturaleza depredadora del orden capitalista imperante y la necesidad vital de su reemplazo de éste por un nuevo orden justo y humano. El capitalismo neoliberal -con su proclamación del mercado y no el ser humano como eje del funcionamiento de la sociedad- se ha multiplicado la miseria, en tanto que la globalización neoliberal han venido a ampliar las desigualdades a escala universal.

Generador constante de crisis, el orden capitalista pretende ignorar que son las asimetrías las que las provocan y se las arregla siempre para descargar sus calamitosos efectos sobre los trabajadores y las personas humildes del planeta.

Ignora groseramente la soberanía de las naciones e impone bloqueos genocidas sin más pretexto que su voluntad y supuestos intereses de la superpotencia.

Para controlar los recursos energéticos del planeta se utilizan, con absoluto irrespeto a la inteligencia humana, ridículos pretextos de lucha contra las drogas o el terrorismo o las violaciones de los derechos humanos, y se denigran aquellas naciones cuyos gobiernos no se someten incondicionalmente al dictado imperial de la superpotencia, valiéndose de un extenso e intenso manejo de los medios de información en todo el mundo.

Se explotan irresponsablemente las riquezas naturales y humanas, traumatizando profundamente a las generaciones futuras. Pero lo más terrible es que se sabe que, con los adelantos científico-técnicos alcanzados por el ser humano, capaces de producir colosales riquezas si se invirtieran en objetivos de desarrollo y una justa distribución del patrimonio, se podrían resolver muchos o todos los terribles problemas que tienen a tres cuartas partes de la humanidad sumida en la pobreza.

Se siguen llevan a cabo guerras asimétricas que ignoran los principios, acuerdos y disposiciones de las Naciones Unidas. Los países más ricos y poderosos manipulan a su antojo los principios del respeto a los derechos humanos y las libertades individuales consagrados por la Carta de las Naciones Unidas y los tratados internacionales.

En las décadas de los años 70 y 80 del pasado siglo, en América Latina, la monstruosa Operación Cóndor asesinó, torturó, mutiló o desapareció a no se sabe aún cuántos cientos de miles de personas de pensamiento progresista e independentista en casi todos los países de la región. Aquella infamante operación fue organizada y dirigida por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos a través de los gobiernos militares que impusieron en muchos países del hemisferio o por intermedio de agentes mercenarios reclutados que actuaban en naciones donde no habían podido desarticular del todo el orden democrático.

El pueblo de los Estados Unidos de América, se ha dicho muchas veces, es el único que podrá llevar a cabo la titánica hazaña de hacer caer al imperio más poderoso y sanguinario que haya conocido la humanidad. ¡La humanidad entera espera ansiosa ver a ese pueblo actuar para brindarle la solidaridad a que se hará acreedor!

Exclusivo para el Diario POR ESTO! de Mérida, México. http://manuelyepe.wordpress.com/