Los desastres naturales provocados por el cambio climático están actuando y multiplican la vulnerabilidad de millones de personas que en este siglo XXI se convertirán en los nuevos refugiados por los efectos del clima. Ya sean desastres de impacto lento, como las sequías recurrentes o la elevación del nivel del mar, o de impacto súbito […]
Los desastres naturales provocados por el cambio climático están actuando y multiplican la vulnerabilidad de millones de personas que en este siglo XXI se convertirán en los nuevos refugiados por los efectos del clima. Ya sean desastres de impacto lento, como las sequías recurrentes o la elevación del nivel del mar, o de impacto súbito como los terremotos o inundaciones, vientos huracanados o erupciones volcánicas; cada día contabilizamos un mayor numero de personas que se ven obligadas a dejar su hogar habitual, sus cultivos y buscar otras zonas. Si unimos a ello las personas desplazadas por conflictos bélicos, ya sean de baja, media o alta intensidad, el número se dispara, convirtiéndose en uno de los problemas más graves que tendremos que afrontar en la actualidad y en los años venideros.
Estos desplazamientos pueden darse a nivel interno de un país o fuera del habitual de residencia. Cada una de las opciones tiene su peculiaridad. A nivel interno de los países, los desplazamientos de personas suelen producirse del campo a la ciudad, abandonando la vida rural y fundamentalmente los cultivos agrícolas y la ganadería que constituían la subsistencia habitual de los ahora desplazados. Con la llegada de cada vez más personas a las ciudades, nos encontramos con la saturación de los servicios básicos, creándose grandes bolsones de pobreza y miseria en urbes cada vez más grandes.
Si el desplazamiento se produce hacia el exterior, habríamos de distinguir entre países cercanos o limítrofes, o hacia países lejanos (otros continentes) por efecto llamada o reagrupamiento familiar. La salida a otros países suele llevar anexa la dificultad del idioma, de las costumbres, de la preparación para realizar determinados trabajos y, sobre todo, un alto nivel de discriminación que en determinados lugares suele parecerse más a una esclavitud tácita que a una acogida.
Sea como sea, la figura de los desplazados o refugiados por motivos climáticos o bélicos, ha adquirido un nivel preocupante en lo que llevamos del siglo, y amenaza convertirse en uno de los fenómenos más importantes al que tendremos que prestar desde la comunidad internacional la atención debida. Mientras en el mundo occidental la natalidad se congela y el crecimiento poblacional se acerca mucho al cero, millones de personas necesitan un nuevo espacio para vivir, para rehacer la esperanza perdida en un planeta que viene aplicando una hostilidad creciente.
Además de ello, y dentro del mundo desarrollado, nos encontramos también con determinadas zonas y regiones que sufren sequías o inundaciones, tanto ciudades como zonas de cultivo y ganadería que se verán obligadas a cambiar de rubro productivo, incluso en muchos lugares a abandonarlos de forma definitiva. Estas situaciones no son solo pronósticos; ya se están produciendo en diversos países europeos, entre ellos España.
Por lo tanto, se hace necesario el diseño de un plan internacional, traducido a cada uno de los países y regiones, que configure un nuevo mapa poblacional y tenga prevista la movilidad de millones de personas en los próximos años. Si no avanzamos en estos diseños nos encontraremos con un alto nivel de improvisación en las respuestas, poniendo en peligro la vida tal y como la conocemos hoy día y no solo la de las personas obligadas a la situación de refugio o desplazamiento.
Francisco Pineda Zamorano es experto en Relaciones Internacionales y Cooperación al Desarrollo.