Traducido para Rebelión por Silvia Arana
«Alzaos cual leones tras un breve sueño
y en tal abundancia que sea invencible.
Librad a la tierra de vuestras cadenas,
de ese rocío que anoche os cayera.
Vosotros sois muchos y pocos son ellos. »
-Percy Shelley, fragmento de La máscara de la Anarquía [1]
Tengamos presente que el amor triunfa. Es fácil olvidar, dudar o desconfiar de que el amor pueda conquistarlo todo cuando hay tanta crueldad en la política de Estados Unidos.
Las últimas manifestaciones de inhumanidad aparecen en el documento « National Security Strategy of the United States » (Estrategia de Seguridad Nacional de EE.UU.). Donald Trump dice que el plan pone a «Estados Unidos primero». Algunos eslóganes más adecuados podrían ser: «El imperialismo primero», «El militarismo primero», «La desigualdad primero» o «El racismo primero». Elige el que más te guste.
Si bien la retórica y el estilo de Trump son diferentes, el mensaje de fondo del imperialismo estadounidense es el mismo que con Barack Obama, George W. Bush, Bill Clinton y todos los demás presidentes desde la fundación de EE.UU. La guerra es buena. La paz es mala. John F. Kennedy podría haber sido una excepción, pero ya sabemos cómo terminó su mandato.
Trump no es el primer estadounidense en usar el eslogan «Estados Unidos primero». La frase tiene su origen en décadas de nacionalismo, nativismo y antisemitismo. En los años 30 y 40 la frase fue muy usada por los estadounidenses pro-Nazis, incluyendo al magnate de la prensa William Randolph Hearst, admirador profeso del estilo de gobierno de Hitler, y al famoso aviador Charles Lindbergh, quien dijo que estaba impresionado con la «vitalidad organizativa» de Alemania.
Hay que decirlo con claridad, Trump no es la razón de la situación actual de Estados Unidos. Trump es la consecuencia de cientos de años de racismo, desigualdad y militarismo. Pero hagamos lo posible para que la presidencia de Trump sea la última en proclamar «Estados Unidos primero».
Esa visión continúa propagando la ilusión de democracia y disimulando la hipocresía del gobierno de EE.UU. que proclama igualdad para todos mientras concentra el poder y los privilegios en una élite.
Estados Unidos puede -y debe- ser mejor que eso.
¿Por qué no hacer posible la visión de un famoso estadounidense que soñó con construir una gran nación donde todos los hombres, mujeres y niños vivan hermanados en paz y armonía, con respeto, libertad y justicia para los pobres, los desposeídos y los sin voz, donde la gente sea juzgada por sus valores humanos y no por el color de su piel? Ese hombre fue Martin Luther King. En lugar de proclamar «Estados Unidos primero», él promovió «La paz primero», y aplicó la enseñanza y la estrategia de la resistencia pacífica en la lucha por los derechos civiles y estándares humanos básicos.
En junio de 1957 Martin Luther King pronunció un discurso en la Universidad de California, en Berkeley, llamado « The Power of Peaceful Persuasion » (El poder de la persuasión pacífica) sobre el rol de la no violencia en el movimiento por los derechos civiles. Solo tenía 28 años cuando expresó su compromiso con la resistencia no violenta en la tradición de Gandhi, esgrimiendo el boicot a los autobuses como un ejemplo del poder de la acción pacífica. Concluyó diciendo que «era más honorable caminar con dignidad que viajar en bus humillados».
No todos estaban de acuerdo con esta idea.
Martin Luther King dijo:
«Tenemos que aclarar que la resistencia no violenta no es un método de cobardes. Es una forma de resistencia. No es un método de pasividad paralizante y complacencia sorda. El activista de la resistencia no violenta se confronta con tanta fuerza al mal como el que resiste con violencia. Su método evita la agresión física, pero conlleva una poderosa agresión espiritual.»
En la década siguiente, Martin Luther King permaneció comprometido con la filosofía y la estrategia de la no violencia. Según la King Encyclopedia at Stanford University, el concepto de la no violencia de King se basa en seis principios fundamentales:
1. Es posible oponer resistencia al mal sin violencia.
2. Se debe tratar de ganar «la amistad y comprensión» del oponente, en lugar de tratar de humillarlo.
3. Oponerse al mal, no a la gente que comete actos malignos.
4. Estar preparado para sufrir represalias porque el sufrimiento redime.
5. Sentirse motivado por el amor, en el significado griego de ágape: «buena voluntad, redentora, creativa y comprensiva hacia el prójimo… un amor desbordante que no busca nada a cambio» para evitar «violencia física exterior» y «violencia espiritual interior».
6. Profesar una «fe profunda en el futuro» a través de la creencia de que «el universo está a favor de la justicia».
Martin Luther King predicó y practicó estos principios hasta el día de su muerte, el 4 de abril de 1968. Pocas semanas antes de su asesinato, King pronunció su último discurso en una casa de Beverly Hills, Los Angeles.
El escritor y crítico social estadounidense James Baldwin presentó a King con estas palabras, que podrían aplicarse muy bien a la coyuntura actual:
«Este momento de 1968 es una especie de culminación de cosas que comenzaron en este país hace un largo tiempo, específicamente en 1954 con la decisión de la Corte Suprema de declarar ilegal la segregación racial en las escuelas, y en 1957 cuando Martin recogió la situación creada por Rosa Parks, quien se negó a levantarse de su asiento porque le dolían los pies en Montgomery, Alabama.
«Entonces, hemos observado en este país a lo largo de estos 11 o 13 años, dependiendo del punto de vista, una terrible discordia. El país no quiso escuchar y no escuchó lo que Rosa Parks decía en Montgomery en 1956 ni lo que los afroamericanos decían en su marcha por 389 días.
«A medida que pasaba el tiempo, jóvenes como Stokely Carmichael eran golpeados con cadenas y encarcelados por marchar arriba y abajo de las rutas polvorientas tratando de cambiar las consciencias de este país. Y aún ahora nadie escucha y a nadie le importa. Y el pobre Martin pasó la mayor parte de su vida entrando y saliendo de la cárcel, como todos nosotros sabemos, tratando de redimir los valores por los que queremos vivir: el principio de amor al prójimo, el principio de que lo que te sucede a ti también me sucede a mí, el principio del que habló John Dunne cuando dijo ‘la muerte de cualquier persona me disminuye’.
«Pero en este país, raza y cristianismo y poder están tan ligados a favor del interés personal que nadie lo ha escuchado. Recién ahora la gente ha comenzado a sospechar que algo aterrador ha sucedido y con nuestro consentimiento. Porque sabemos que no podemos pelear en una guerra civil, que es de lo que trata ese fervor, porque soy tu hermano. Yo nací aquí. Mi padre y la sangre de mi padre están en esta tierra, y nadie me sacará de este país, que también me pertenece.
«No podemos librar una guerra civil y una guerra global al mismo tiempo, especialmente si ambas se fundamentan en el mismo principio. No acuso a los estadounidenses de ser perversos. Nos acuso a nosotros mismos por haber permitido que nos lavaran el cerebro y nos redujeran a un estado de ignorancia en el que olvidamos que el campesino de Saigón y el campesino de Detroit son la misma gente. Lo que no sabemos del campesino de Saigón es lo mismo que no sabemos del zambo [2] de aquí, y es lo que ha destruido el sentido de realidad en EE.UU.
«Me imagino que estamos aquí esta noche para empezar a corregir eso.
«La gente que pueda creer que yo era feliz recogiendo algodón o que era feliz extrayendo carbón de las minas para que otra gente acumule riqueza, mientras era incapaz de proteger mi casa, mi esposa y mis niños. La gente que pueda creer que yo hice todo eso por amor a otros y que era feliz haciéndolo, y que todas esas canciones y bailes significan que yo era feliz; esa gente puede creer cualquier cosa.
«Temo que la gente que dice representarnos en Washington, del presidente para abajo, lo creen de verdad. Y creen -y están tan equivocados- que tienen el derecho de decirme cómo vivir y no son capaces de ni siquiera sospechar que otra gente, los zambos, por ejemplo, tienen mucho para enseñarnos sobre la vida.
«… Creo que lo más esperanzador de lo que está sucediendo en este país ahora es que finalmente las ciudades están estallando, el aislamiento de negros y blancos es más surrealista que nunca; la gran, gran grieta entre todos nosotros en este país, en todo el país, y el hecho de que el gobierno no ha respondido de ninguna manera al sentimiento de la gente nos está forzando a todos a darnos cuenta de que la vida de este país está en nuestras manos.
«… No es un problema de los negros o de los derechos civiles. Hoy es un problema de todos los estadounidenses, y lo digo literalmente desde el alma, es una cuestión de vida o muerte, y de nosotros depende.» [3]
Aunque el discurso que Martin Luther King pronunció después de esta introducción de James Baldwin no es considerado el más famoso de sus discursos, es uno de los más poderosos y brillantes. Explicó la verdadera historia de la esclavitud en EE.UU. (el tipo de explicación que no aparece en los libros de historia estadounidense) y habló en contra de los males del racismo, la pobreza y el militarismo que azotan a EE.UU., los mismos males que sufre el país hoy.
King demandó igualdad para todos los estadounidenses y expresó que el fin de la guerra era la única manera de terminar con la desigualdad.
«No podemos hacer una campaña como esta en Washington [para luchar contra la pobreza y la injusticia] sin reconocer el hecho de que mientras tenga lugar la guerra en Vietnam, no será posible confrontar seriamente los grandes problemas, la miseria, la desesperación en las barriadas marginales de nuestras ciudades. Y es por eso que estoy decidido a mantener unidos estos dos temas.
«Hay momentos en que el silencio es traición. Y he observado la guerra en Vietnam y me he dado cuenta de que no puedo guardar silencio acerca de ella. Nuestra nación está cometiendo un grave crimen, y estoy convencido de que si nosotros, la gente de buena voluntad, no nos unimos y ponemos presión y demandamos el fin de la guerra en Vietnam, un velo catastrófico cubrirá la civilización estadounidense.
«El alma de muestra nación está extinguiéndose. Nuestra imagen está terriblemente dañada. Estamos moral y políticamente aislados del mundo. Estamos destruyendo nuestro destino.
«Le estamos diciendo al mundo que somos una nación terriblemente arrogante… Somos arrogantes al sentir que tenemos todo para educar a otras naciones y nada para aprender de ellos y acerca de ellos. Somos arrogantes al sentir que estamos luchando por los «derechos» entre comillas de otros pueblos, y somos incapaces de poner nuestra propia casa en orden. Somos arrogantes al enviar a jóvenes blancos y negros a pelear en los campos de batalla de Vietnam, y sin embargo cuando regresen a casa, probablemente ni siquiera puedan vivir en los mismos barrios. Estos son los hechos.
«Pero no solo eso, cuánto más tiempo dure la guerra en Vietnam, más y más estamos empujando a toda la humanidad hacia su destrucción. Por ello, debemos oponernos a esta guerra. Debemos oponernos porque es perversa, porque es injusta, porque es inhumana y porque puede destruirnos a todos.»
Esta visión de Martin Luther King pudo haber sido la causa de su muerte, y en Estados Unidos ha llegado la hora de la resurrección de su espíritu y de cumplir su sueño.
Estados Unidos está sufriendo. Hoy tiene uno de los niveles más altos de desigualdad en la historia mundial, librando más guerras (y guerras secretas) que nunca alrededor del planeta. Afganistán se ha convertido en nuestro Vietnam. El fraude impositivo del Partido Republicano ampliará la grieta de injusticia. Y la mayoría de los estadounidenses no dirá ni hará nada.
Una estrategia de seguridad nacional basada en la violencia no hará más seguro el país. Pero si las mentiras se repiten lo suficiente, son aceptadas como verdades. Imaginemos que Estados Unidos redujera su inmenso presupuesto militar y creara un ministerio de la Paz y destinara miles de millones de dólares en programas educativos, sociales y ambientales para mejorar el bien común en nuestro país y el mundo. Por supuesto que los ricos, que parece que nunca tuvieran poder o dinero suficiente, han creado la idea de que un EE.UU. justo y equitativo es un sueño imposible, pero no tiene que ser así.
Cuando Martin Luther King rompió el silencio y pasó a la acción hace 50 años, marcó el fin de la época del silencio e inacción. Todo el que quiera curar las heridas de EE.UU. puede unirse a la lucha y contribuir.
«Si queremos estar en el lado correcto de la revolución mundial, debemos experimentar una revolución total de nuestros valores como nación. Rápidamente debemos cambiar de ser una sociedad centrada en las cosas a ser una sociedad centrada en las personas. Cuando las máquinas y computadoras, las ganancias y los derechos de propiedad son considerados más importantes que las personas es imposible derrotar a la tríada gigante de racismo, materialismo y militarismo.
Debemos continuar avanzando hacia el objetivo de libertad propuesto por Martin Luther King. Libertad sin guerra. Libertad sin racismo, pobreza e injusticia. El camino de «La paz primero» es la única manera de avanzar. No combatimos el fuego con fuego. Combatimos el fuego con agua.
Ha llegado la hora de predicar y practicar la paz, para acabar con nuestro Vietnam, representado por la perspectiva de «Estados Unidos primero».
Porque hasta que no seamos todos libres, nadie será libre.
Eric Ortiz: Periodista especializado en medios digitales. Jefe de redacción de Truthdig.
Fuente:
http://www.truthdig.com/articles/peace-first/
[1] Traducción de Conrado Santamaría y Amalia García Fuertes.
[2] En inglés sambo, se aplica al individuo cuyos progenitores son una persona indígena y una negra. Es un término obsoleto, que en ciertos contextos tiene connotaciones ofensivas.
[3] He traducido los fragmentos de los discursos de James Baldwin y Martin Luther King para este artículo. Para el discurso completo de M. L. King en inglés véase este enlace: https://archive.org/details/MlkGiveLastSpeechInLosAngeles1968
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.