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Presentación de Crítica de la (sin) razón nuclear. Fukushima, un Chernóbil a cámara lenta

Fuentes: Rebelión

Espai Contrabandos, 24 de mayo, 19 horas.

A MODO DE CONCLUSIÓN

LA ESPERANZA (CON ÉL COMPARTIDA) DE KENZABURO OÉ (1) 

Así se expresaba el Premio Nobel de Literatura japonés a finales de septiembre de 2011, dos semanas después de la hecatombe atómica de Fukushima.

Hace no mucho leí una obra de ciencia-ficción en la que la humanidad decide enterrar cantidades ingentes de residuos radiactivos en las profundidades subterráneas. No saben de qué modo deben advertírselo a la generación futura, a la que se le dejará el cometido de deshacerse de los residuos, ni quién debe firmar la advertencia. Desgraciadamente, la situación ya no es un tema de ficción. Estamos endosando unilateralmente nuestras cargas a las generaciones futuras. ¿Cuándo abandonó la humanidad los principios morales que nos impedían hacer algo así? ¿Hemos superado un punto de inflexión fundamental en la historia?

Después del 11 de marzo, Kenzaburo Oé se quedaba levantado todas las noches, hasta bien tarde, viendo la televisión, una costumbre, según sus propias palabras, recién adquirida tras el desastre.

Hubo un periodista de televisión que fue a mirar en una casa con las luces encendidas en una zona que, por lo demás, estaba a oscuras debido a las órdenes de evacuación. Resultó que una yegua estaba de parto y el propietario era incapaz de irse de su lado. Al cabo de unos días, el periodista volvió a visitar la granja y vio a la yegua y a su potrillo en el interior a oscuras. La expresión del propietario era sombría. No habían permitido que el potro saliese a correr en libertad porque sobre la hierba había caído lluvia contaminada por el material radiactivo. Lo mejor y lo más rápido es abolir la energía nuclear y suprimir la radiactividad de raíz.

La crisis, proseguía el escritor japonés, se había llevado vidas que muchas personas seguían intentando recuperar.

¿Qué mensajes podemos transmitirles a esas personas y de qué modo? Yo también necesito oír esas palabras y la persona a la que he recurrido en busca de orientación es el físico Shuntaro Hida, que ha estado hablando sobre los peligros de la exposición del país a la radiación desde el bombardeo atómico de Hiroshima.

En una entrevista publicada en la edición de septiembre de la revista nipona Sekai, Hida recomendaba:

Si ya han estado expuestos, deben estar preparados. Resígnense. Díganse a ustedes mismos que pueden tener mala suerte y sufrir unas consecuencias horribles al cabo de varias décadas. Luego, traten de reforzar su sistema, háganlo inmune todo lo que puedan para combatir los peligros de la radiación. ¿Pero será suficiente para protegerse el hacer el esfuerzo de evitar comprar verduras que puedan estar contaminadas? Es mejor tomar precauciones que no tomarlas. Los materiales radiactivos siguen escapando de Fukushima, incluso ahora. Los alimentos contaminados se han infiltrado en el mercado, así que, desgraciadamente, no hay ningún método garantizado para protegerse de la exposición. Abolir la energía nuclear y suprimir la radiactividad de raíz es un modo mucho más rápido de abordar el problema.

Recorriendo el mismo sendero que transitó Henning Mankell, Kenzaburo Oé quiso transmitir estas palabras a los hombres -«los políticos, los burócratas, los empresarios»- que intentan imponer a las futuras generaciones la difícil tarea de deshacerse de los residuos radiactivos que se han generado y siguen generándose «por culpa de una política energética que pone la capacidad de producción y la fortaleza económica por delante de todo lo demás». De hecho, señalaba, «quiero transmitir estas palabras a las mujeres -las jóvenes madres- que rápidamente se han dado cuenta de los peligros que se les plantean a sus hijos y tratan de encarar el problema de frente». Después de que los ciudadanos italianos rechazaran la reanudación de las operaciones en sus centrales nucleares en 1987, fue el primer país europeo tras Suecia (2) «un funcionario de alto rango del Partido Democrático Liberal de Japón atribuía el resultado del referéndum a la «histeria colectiva», dando a entender que el poder de las mujeres estaba detrás de los resultados», añadía el escritor nipón.

Una mujer italiana de la industria del cine, recordó Oé, respondió a la inhumana descalificación del político neoliberal:

Es probable que los hombres japoneses se vean empujados a la acción por una histeria colectiva que pone la productividad y el poderío económico por delante de todo lo demás. Hablo solamente de hombres porque, se esté donde se esté, las mujeres nunca ponen nada por delante de la vida. Si Japón no solo perdiese su condición de superpotencia económica sino que además cayese en una pobreza prolongada, ¡todos sabemos por las películas japonesas que las mujeres superarían esas dificultades!

Los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, de los que tanto y tan profundamente nos ha hablado Kenzaburo Oé en muchas de sus obras, la derrota de Japón en la II Guerra Mundial y la subsiguiente ocupación del país por las fuerzas aliadas tuvieron lugar durante su niñez.

Todos éramos pobres. Pero cuando se dio a conocer la nueva Constitución, me impresionó la repetición de la palabra «determinación» en su preámbulo. Me llenaba de orgullo saber que los mayores tenían tanta resolución.

Hoy, concluía el premio Nobel nipón, a través de los ojos de un hombre mayor, «veo Fukushima y las difíciles circunstancias a las que este país se enfrenta». Añadía: «Y sigo teniendo esperanza en una nueva firmeza del pueblo japonés».

También nosotros mantenemos la misma esperanza.

La esperanza en la firmeza, sabiduría, prudencia y tenacidad del pueblo japonés y en las de todos los ciudadanos informados, comprometidos y organizados del mundo.

De nuevo, conviene insistir hasta el agotamiento, «¿Nuclear? No, gracias». No en nuestro nombre. Contra la sinrazón atómica, contra el ecosuicidio nuclear.

***

Notas:

(1) Kenzaburo Oe , «La responsabilidad por el desastre de Fukushima». http://elpais.com/diario/2011/09/30/opinion/1317333605_850215.html (30 de setiembre de 2011).

(2) Nueva Zelanda no utiliza reactores nucleares para la generación de energía desde 1984.