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Edward W. Said: historietas

Fuentes: Rebelión

I. «No me acuerdo exactamente cuando leí mi primer cómic, pero me acuerdo bien que tan liberado y subversivo me sentía como el resultado de esto…» (en: J. Sacco, Palestine, 2001, p. i-v). Tal vez algo inesperado para que venga de la boca Edward W. Said (1935-2003), el gran estudioso y amante de «alta» literatura, […]

I. «No me acuerdo exactamente cuando leí mi primer cómic, pero me acuerdo bien que tan liberado y subversivo me sentía como el resultado de esto…» (en: J. Sacco, Palestine, 2001, p. i-v). Tal vez algo inesperado para que venga de la boca Edward W. Said (1935-2003), el gran estudioso y amante de «alta» literatura, académico cuyos conceptos entraron al lexicón de las ciencias sociales -e inauguraron toda una nueva rama: estudios poscoloniales- pero genial (¿o no…?) para conmemorar los 15 años de su muerte (25 de septiembre). No una cita de su Orientalismo (1978) que denunciaba lo racista y reduccionista del habitual discurso occidental acerca del «Oriente» o de Cultura e imperialismo (1993) que ampliaba este argumento enfatizando como los imperios siempre querían «silenciar a los ‘nativos'» -su opera magna– sino de una «pormenor» introducción a una historieta -en sí misma un extraordinario ejemplo de periodismo en cómic ( bit.ly/2zUdO8t )- con «instantáneas dibujadas» que exponían la crueldad y cotidianidad de la ocupación israelí de su tierra: Palestina.  

II. Será una de sus últimas conferencias. La leucemia que combatía por 12 años -y que consumió también en su tiempo a Frantz Fanon, otro gigante de la poscolonialidad- se estaba imponiendo. Y él como si nada: firme, vestido de manera inmaculada, bromeando. Entre varios otros temas expone el viejo punto de su análisis -que le traía críticas desde sus propias filas…-, el reconocimiento a la legitimidad de la pretensión sionista a Palestina (véase: Zionism from the standpoint of its victims, 1979). Pero precisa: ésta es apenas «una de tantas pretensiones» que no sustituye a la pretensión árabe y/o palestina, y -mucho menos- justifica la desposesión y el desplazamiento. «Esto es muy importante: los judíos sí tienen una pretensión a Palestina. Nunca lo he negado. Pero esto no debe implicar poder decirle a un palestino ‘sabes qué, tienes que dejar tu casa porque esta tierra me la dio Dios hace 3 mil años y aunque yo venga de Polonia o Brooklyn tengo más derecho a ella que tú, así que ¡lárgate!’. Lo siento. Yo no acepto este tipo de lógica» (The Walker-Ames Lecture Series, University of Washington, 8/5/03).  

III. El otro día estaba viendo yo el speech del premier Benjamin Netanyahu en la ONU que aparte de su eterno mensaje «ceterum censeo Iran esse delendam» -bombardeado en este caso- ( bit.ly/2DZlKJv ) contenía una apasionante defensa de la Basic Law israelí ( bit.ly/2Quv9dG ) que convirtió oficialmente a Israel en «etnocracia» -un tipo de gobierno donde un grupo étnico (judíos) está por encima de los otros (palestinos-ciudadanos israelíes, drusos, etcétera), algo que existía ya en territorios ocupados, pero que ahora «llegó plenamente a casa»-, y pensando en este alegato pro-separación -para la cual hay por supuesto una palabra aparte (sic): «apartheid«- en la Meca (sic) del universalismo y humanismo (ONU), me acordé de Said. De cuando hace años fue invitado a un debate televisivo con el entonces embajador israelí ante la ONU -…Netanyahu- que «no solo no quería sentarse conmigo en el mismo estudio, sino pidió estar en otro edificio con tal de solo no quedar contaminado con mi presencia (…) una situación totalmente absurda» (Politics of dispossession, 1994, p. 113-114).  

IV. Luego vi a Mahmud Abbas el jefe de la Autoridad Palestina en la misma sesión de la ONU y otra vez pensé en Said. En la profética lucidez de su análisis respecto a Oslo (1993): «un instrumento de la rendición, un ‘Versalles palestino'» (The morning after, 1993); en sus advertencias que estos acuerdos solo iban a dejar a palestinos «indefensos ante la creciente colonización israelí» (justo lo que había ocurrido); en sus críticas a Arafat «un líder sin visión ni valor para llevar a nadie a lo que no sea más pobreza y abatimiento» (sic) y a Abu Mazen [Abbas] «un líder gris sin ideas propias aparte de querer complacer al ‘hombre blanco'» (A road map to where?, 2003); en su idea de «Un Estado binacional», post-apartheid y post-colonial (The New York Times, 10/1/99) -algo nada fácil, pero al menos una visión-, en todo esto que contrastaba con el discurso de Abbas -que algunos esperaban que podía ser «histórico» y «visionario» para tratar de romper el cerco impuesto a Palestina por Trump y Netanyahu ( reut.rs/2QsYx3U ) – pero que al final fue lleno de derrotismo, las mismas frase huecas sobre «el proceso de paz» y la -hoy ya muerta- «solución de Dos Estados».  

V. Desde el comienzo de su involucramiento en la política -desde la Guerra de los Seis Días (1967)- y el inicio de la ocupación, Said subrayaba «la importancia de narrar sus propias historias» -un principio relevante para todos los pueblos colonizados- y de «hablar de su lado de la tragedia». En un imperdible ensayo (Permission to narrate, 1984) apuntaba a una «doble censura» en obra: el silenciar de ciertas opiniones (la parcialidad pro-israelí de los medios, muy actual hoy en día: bit.ly/2IA48T8 ) y la falta de una contra-narrativa. No se cansaba de subrayar que los palestinos no solo tenían su propia cultura, historia, actualidad y aspiraciones a la auto-determinación, sino que debían «saber contarlas», ya que -como apuntaba comentando su propio texto- «el significado político de puras imágenes de los israelíes bombardeando los campos de refugiados [o masacrando continuamente a Gaza hoy por ejemplo] no se traduce a la idea de una patria palestina con la narrativa de expulsión y exilio detrás».  

VI. Y como «las imágenes no hablan por sí solas» -tal vez aquella historieta de Sacco impacta tanto porque no se nutre de puras imágenes y/o observaciones, sino de más de cien entrevistas con palestinos e israelíes…- también la famosa foto de Said aventando una piedra durante un viaje a Líbano en 2000 que causó una tormenta mediática (vide: arriba) ya que supuestamente «atacaba a los soldados israelíes» igual requiere una nota de pie: «Allí no hubo nadie en frente…«, contaba en una entrevista. «Era una competición entre yo y mi hijo (Wadie): quién aventaba la piedra más lejos…» (algo captado oportunamente por un fotógrafo de la AFP que los acompañaba). Pero a la vez, añadía Said -dado que justamente tras 18 años acabó la brutal ocupación israelí de Líbano-, «también fue un acto de júbilo, un momento carnavalesco, un sentimiento liberatorio… de poder reunirse allí en Fatma Gate [frontera con Israel] y decir: ‘¡ganamos una!‘» (Haaretz, 19/8/00). ¿Y el júbilo por el fin de la ocupación de Palestina, la más larga ocupación militar en la historia moderna: 51 años y contando…? ¿Para cuándo? 

 

Maciek Wisniewski, Periodista polaco  

-Versión más amplia del texto que apareció en La Jornada: http://www.jornada.com.mx/2018/10/05/opinion/022a2pol  

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