Se dice que el planeta está en crisis, pero esta es solo una verdad a medias, la Tierra solo está experimentando cambios en su superficie, en gran parte debido a la acción humana, pero no va a desaparecer. La verdadera crisis está en nuestra civilización, en nuestra forma de vida. Si bien la especie […]
Se dice que el planeta está en crisis, pero esta es solo una verdad a medias, la Tierra solo está experimentando cambios en su superficie, en gran parte debido a la acción humana, pero no va a desaparecer. La verdadera crisis está en nuestra civilización, en nuestra forma de vida.
Si bien la especie humana ha aumentado enormemente en cantidad de individuos, ese crecimiento por si mismo no debería ser un problema, ya que también contamos con las herramientas y conocimientos como para que toda esa población tenga una buena calidad de vida, sin necesidad de comprometer los recursos naturales para las generaciones futuras.
Tenemos los conocimientos y la tecnología para producir alimentos y energía de forma sustentable. También para utilizar y reciclar el agua potable de modo que esta no se agote. Se podría, entonces satisfacer el consumo total de productos y servicios si este fuera más racional. Además, claro, para reducir, reutilizar y reciclar nuestros deshechos de forma tal que dejen de provocar un colapso ambiental en las cercanías de cada ciudad. En definitiva, podríamos reducir drásticamente el impacto ambiental de nuestras actividades, sin que esto significara volver a la época de las cavernas, como dicen nuestros detractores, que pretendemos hacer los ecologistas.
El problema se encuentra en la forma en la que se ha desarrollado nuestra civilización, en los medios y tecnologías que se vienen utilizando y en la forma en la que se ha ido organizando. Lo que ha primado hasta ahora no es la sustentabilidad de los recursos, sino la generación de nuevas necesidades de consumo, con el fin de aumentar las ventas y por consiguiente los beneficios económicos de las empresas que los producen. Y para aumentar aún mas esos beneficios, se reducen al máximo los costos, lo que también significa deterioro de la salud y bienestar de la población, contaminación y destrucción evitable de ecosistemas.
Desequilibrios ecológicos tales como el calentamiento global, son consecuencia directa de la sobre explotación de los recursos naturales, en este caso en particular especialmente de los recursos fósiles, y afecta a todas las regiones del mundo. Pero sus peores efectos se sienten más intensamente en las zonas más deprimidas y dentro de ellas en los sectores empobrecidos. Y esto, va empeorando rápidamente.
Sobre lo que no quedan dudas, es que se trata de una crisis estructural, una crisis del modelo de desarrollo que ha prevalecido en el planeta y se ha acentuado en las últimas décadas. Esto exige un replanteamiento de parámetros, un cambio profundo y no más soluciones parciales.
En América Latina las resistencias al modelo han sido y son muy numerosas. Se encuentran en todos los sectores populares: campesinos, obreros, pueblos indígenas, afrodescendientes, movimientos ecologistas, mujeres y, jóvenes y otros.
Pero la época de la resistencia, va dejando lugar a una nueva etapa, la del planteo y puesta en marcha de nuevas alternativas.
Se requiere empezar a pensar en alternativas viables y comenzar a introducirlas en la práctica para que el cambio de modelo no sea tan drástico, para que el colapso final del capitalismo nos encuentre preparados.
En definitiva, construir las bases de una nueva civilización, asentada en el uso sostenible de los recursos naturales , que pueda ofrecer respuestas a las necesidades de los pueblos, incluyendo a todas las culturas, saberes, filosofías y religiones, para que cada una ofrezca su aporte propio a la construcción social nueva.
Este proceso se encuentra en marcha y sobre él apoyamos muchas de nuestras expectativas de que un mundo mejor, es posible.
Ricardo Natalichio, director de www.ecoportal.net
Fuente: https://www.ecoportal.net/temas-especiales/la-humanidad-podria-ser-sustentable-pero-queremos/