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¿A qué se dedica el diputado del Partido Popular Jorge Moragas?

Fuentes: Cubadebate

El Embajador de los Estados Unidos en España, George L. Argyros, prefirió ir a cazar este año en vez de acudir al desfile de la Fiesta Nacional, en Madrid, como a la posterior recepción ofrecida por los Reyes en el Palacio Real de la Zarzuela. La ausencia bastante «fresca» del representante de George W. Bush […]

El Embajador de los Estados Unidos en España, George L. Argyros, prefirió ir a cazar este año en vez de acudir al desfile de la Fiesta Nacional, en Madrid, como a la posterior recepción ofrecida por los Reyes en el Palacio Real de la Zarzuela.

La ausencia bastante «fresca» del representante de George W. Bush no ocurrió sin crear una cierta conmoción. Y fue Jorge Moragas, Secretario de Relaciones Internacionales del neo-franquista Partido Popular, quien de inmediato enfrentó a la prensa para justificar la grosera falta de respeto del diplomático imperial.

Argyros ya había explicado los motivos de su prepotencia: «No tenía intención de asistir al desfile por muchas razones, principalmente porque el año pasado el ahora presidente Zapatero no se puso de pie cuando pasó la bandera norteamericana delante», dijo.

Una reflexión que ni necesita comentario. Zapatero era el año pasado el líder de la Oposición y no el Jefe del Gobierno español. Un matiz que el diplomático aparentemente no entendió.

Sin embargo, Moragas, el irremplazable brazo derecho de José María Aznar y asesor de su sucesor corrió ante las cámaras y los micrófonos para asegurar que el Embajador de Estados Unidos se «limitó» a defender, de forma «lógica», los intereses de la Unión norteamericana después que su país fuera «ofendido» e «insultado por el Gobierno Socialista».

«Si a su país se le provoca…»
«Es el Embajador de su país y por lo tanto defiende lo que considera que son los intereses de su país. Si a su país se le provoca, se le insulta pues es lógico pensar que la reacción sea la de alguien que está ofendido», recalcó en rueda de prensa, refiriéndose por supuesto a la desgraciada actuación del norteamericano.

Extrañadamente, no le vino a la mente usar la misma frase cuando funcionarios cubanos de inmigración lo escoltaron recientemente a bordo de un vuelo La Habana-París.

En el desfile militar del 12 de octubre participaron tropas francesas en vez de norteamericanas.

«Pero nuestro principal aliado, Estados Unidos…es un país que, no guste o no, se siente en guerra y se sienten víctimas… pues poner la bandera y poner a dos marines a marchar junto con el resto de los soldados españoles y europeos, pues nos parece que esa es la política constructiva, de integración, de acercamiento entre los dos continentes», balbució Moraga.
¿Una integración inter-continental?

Respecto al incidente del 2003, Rodríguez Zapatero había dado en aquel entonces explicaciones bien claras: no se levantó al paso de la bandera norteamericana «por coherencia y en protesta por la estrategia del Gobierno de convertir el evento en un acto de apoyo a sus tesis sobre la guerra de Iraq y la ocupación de este país sin el aval de Naciones Unidas, sabiendo que la mayoría de los españoles se han mostrado en contra de dichas posiciones».

Y había añadido legítimamente: «Fue un gesto de desacuerdo por la utilización de las Fuerzas Armadas y nuestra bandera como acto político del

Gobierno. Lo hice por mantener la dignidad frente a un Ejecutivo que somete

los intereses de todos los españoles al Gobierno de Bush».

En el 2003, Moragas se dedicaba a elogiar la intervención yanqui que iba a convertirse en masacre, con más de 100 000 víctimas civiles e iba a crear flores de «democracia» tales como Abu Ghraib.

«NOCHE ELECTORAL» SIN VOTACIÓN POSTIZA

El primero de noviembre último, el Congreso de los Diputados rechazó de manera contundente una moción del PP, defendida por Moragas, en la que se pedía al Gobierno condenar «la represión del régimen de Fidel Castro». Un fracaso bastante traumatizante para él quien consagró aparentemente su corta carrera a la defensa de los intereses de la nación de Lincoln y de Rockefeller.

En la noche del 2 de noviembre último, el Embajador Argyros invitó a varias personas a saborear los hors d’oeuvres y mignardises variadas del chef de cocinas de su palacete mientras llegaban de América del Norte los resultados de las elecciones presidenciales.

No hubo elección postiza como la del Jefe de la Sección de Intereses en La Habana que hizo participar a un centenar de sus limpia-botas que votaron por Bush a más del 83%.

En Madrid, entre los huéspedes más animados de la noche, que celebraban la belleza de la democracia norteamericana con sus dos candidatos uniformemente de derecha y multimillonarios, se encontraba… Jorge Moragas.

Al lado de sus socios Gabriel Elorriaga y Gustavo de Arístegui se le veía radiante entre los monitores gigantes que emitían los últimos resultados procedente de EEUU, «comiendo palomitas, patatas fritas y cortezas de cerdo, regadas por abundante refresco claramente estadounidense y alguna que otra cerveza», según un reportero, todo eso al ritmo de la orquesta «Red House». ¡Qué momentos más emocionantes para un servidor de la Casa Blanca!

Luego de la reelección de Bush, una pesadilla según la opinión de una mayoría de los habitantes del planeta fuera de EE.UU., Moragas predicó la necesidad de «recomponer» la relación bilateral entre Madrid y Washington con el argumento de que «hay que llevarse bien con quien te protege». El líder del PP, Mariano Rajoy, por su parte, envió un telegrama de felicitación a Bush y felicitó al Embajador Argyros.

Se ve que Moragas, quien fue de aquella «cumbre» anticubana de Praga, semanas atrás, y luego apareció en Roma en un evento similar financiado por fondos de misma procedencia, disfruta sentirse rodeado de amantes del American Dream, versión Bush.

CONMOVEDORA DESPEDIDA EN LA EMBASSY

Así fue como el 8 de noviembre, Moragas también tuvo tiempo de aparecer en Cádiz, en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad, para participar -¡qué casualidad!- a otra «cumbre» anti-cubana titulada «Con Cuba en la distancia». Ahí, a una pregunta sobre el motivo de su odio por la Revolución Cubana y no por la de China, el socio de la diplomacia norteamericana contestó que no tenía «el don de la ubicuidad».

De la misma manera Rajoy y Moragas aparecieron en el Foro de Biarritz (suroeste de Francia) para atacar nuevamente a Cuba donde, afirman, la «violación de los derechos humanos» en la isla «es cada día más insoportable», de acuerdo a la agencia española Europa Press.

Hace unos días, el cabelludo Moragas – ¡una vez más!- parqueaba su vehículo en la sombra de la Embassy madrileña. Esta misma frente a la cual los familiares del camarógrafo español José Couso, asesinado en Bagdad por las tropas norteamericanas, van cada semana a reclamar justicia.

Moragas se sentía con una cierta tristeza, para decir la verdad. Acompañado, de nuevo, por el líder del PP, iba a participar en el acto de despedida de su amigo, el Embajador Argyros.

Se supone que el brazo derecho de Aznar en su fundación millonaria, la FAES, se emocionó al darle un último abrazo al diplomático. En espera de poder manifestar a su reemplazante su fe indefectible en el imperio y su disposición de seguir obrando con consagración en las tareas que se consentirá encomendarle.

¿Después de todo, en Praga como en Roma, en La Habana como en Madrid, en Cádiz como en Biarritz, a qué se dedica a tiempo completo el Secretario de Relaciones Internacionales del Partido Popular? •