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El ejército israelí asesina a centenares niños palestinos ante la indiferencia del mundo

Palestina: el sufrimiento de los niños (I)

Fuentes: Ha’aretz

Traducido para Rebelión por L.B.

En la actual Intifada, 323 niños palestinos menores de 14 años han muerto por disparos del ejército israelí. He aquí tres ejemplos recientes ocurridos en Nablús.

¿Para qué desperdiciar munición? Hace pocos días un soldado israelí disparó contra dos niños en la cashba (1) de Nablús. Una bala solitaria que penetró en el cuerpo de uno de los niños, volvió a salir, entró en el cuerpo del segundo niño y los mató a los dos. Dos muchachos de 15 años que se encontraban cogidos del hombro en la calle que desciende hasta el mercado.
   
 El soldado no «confirmó la muerte» (2) después de que sus dos víctimas se derrumbaran. Quizá lo único que pasa es que nadie en nuestro lado se estremece ante este horripilante doble asesinato. Pero en dos hogares de la cashba de Nablús se velaron los cadáveres de dos niños. Uno, Amar Banaat, era el único hijo que había concebido su madre tras 15 años de infertilidad; el otro, Montasser Hadada, había perdido a su padre sólo tres meses antes. De la pared cuelga también, al lado de la fotografía de los dos niños muertos, el retrato de su buen amigo Hani Kandil, al que mataron hace algunos meses en ese mismo lugar de la cashba. Colgados de la pared, tres retratos de tres niños muertos.

No lejos de allí, en la cashba, lloran por otro niño que murió con un enorme boquete en el pecho. Se trata de la casa de Khaled Osta, que tenía nueve años de edad. Muataz Amudi, de 3 años, tuvo suerte: la bala sólo le agujereó una pierna mientras su padre lo llevaba en brazos en mitad de la noche, huyendo después de que los soldados le ordenaran evacuar su casa.

Nablús llora a sus hijos. Aquellos de nosotros -incluido el jefe de estado mayor-que nos sentimos tan horrorizados con el asunto de la «muerte confirmada» de la niña de 13 años Iman al-Hamas (3) en el campamento de refugiados de Rafah, podemos experimentar el mismo sentimiento de horror 323 veces seguidas, una vez por cada uno de los 323 niños menores de 14 años (según las estadísticas del Grupo Palestino de Control de Derechos Humanos, PHRMG) que han muerto en esta Intifada por disparos del ejército israelí. Si hubo alguien que pensó que el caso de Iman al-Hamas era sólo una excepción, debería saber que matar niños es un asunto rutinario que no suscita ni comisiones de investigación ni el interés del público. Sólo la ciudad de Nablús lleva enterrados ya a 29 niños, dos de ellos hace dos semanas, el día del sabat.

***

Los cuervos graznan entre las grietas de las rocas a las que se aferran las casas del barrio de Ras al-Ayin. Las casas están construidas al lado de cuevas casi en el mismo centro de la ciudad. Hace seis semanas, la noche del 20 de septiembre, los miembros de la familia Amudi se despertaron, como de costumbre, sacudidos por el estruendo ensordecedor de varias explosiones. Cuando recobraron la calma oyeron a los soldados llamar a los vecinos  por un altavoz y ordenarles salir de sus casas. Eso también es rutinario. Los soldados estaban desplegados en la calle y sobre el acantilado que se alza sobre las cuevas.

Bader Amudi, de 28 años, se precipitó a la cama de su hijo pequeño. Muataz estaba profundamente dormido y Bader lo alzó y corrió hacia la puerta llevando en brazos a su bebé dormido. Su madre y su mujer se quedaron detrás para proteger las joyas y el oro, temerosas de que los soldados entraran a saquear. Bader abrió la puerta, se las arregló para bajar uno o dos escalones e inmediatamente fue recibido por disparos. Una bala desgarró la pierna del bebé e hirió a su padre en una mano. El padre depositó a su hijo sobre los escalones y, presa del pánico, corrió al interior de la casa en busca de su mujer y de su madre. Los tres declaran que pasó mucho tiempo antes de que los israelíes permitieran pasar a una ambulancia para que recogiera al sangrante bebé y se lo llevara al hospital de Rafidia.

Traen a Muataz a la habitación. Tiene las mejillas sonrosadas y parece muy bien atendido, sentado en su tacataca. Al día siguiente al que el soldado le disparó en la pierna y se la destrozó, fue conducido a un hospital israelí, el Hadassah Ein Karem, para ser sometido a tratamiento. Tras operarlo, aseguraron a sus padres que volvería a caminar sin ayuda. De momento tiene dificultades para andar. Tiene una cicatriz grande y fea en la cadera.

Portavoz del ejército israelí: «El 20 de septiembre, en el curso de la operación desarrollada para arrestar a tres adultos en situación de busca y captura, una unidad del ejército israelí rodeó la casa de los hombres perseguidos y ordenó a todos sus habitantes que la abandonaran. Una vez que los hombres hubieron salido de la casa, se identificó a una figura sospechosa que trataba de escaparse por una salida trasera que da a un acantilado. Debido a su comportamiento sospechoso la fuerza abrió fuego contra el individuo apuntando a sus extremidades inferiores, tal como establecen los protocolos de apertura de fuego. Las balas hirieron al hijo del sospechoso, a quien los soldados no habían visto mientras disparaban debido al ángulo en el que se encontraba. El niño herido recibió tratamiento sobre el terreno y al anochecer fue trasladado, en coordinación con el ejército israelí, a un hospital de Israel, presentando herida leve».

***

Una casa en el corazón de la cashba. Aquí es donde vivían los miembros de la familia Osta. El padre, Jemal, de 43 años, trabaja como guarda para la Media Luna Roja, desempeñando también labores de enfermero cuando es necesario. A finales del verano, el 17 de agosto, llamaron a Jemal para que acudiera con su ambulancia  a la cashba para evacuar a una persona de uno de los callejones. Rápidamente se presentó en el lugar y extrajo una camilla del interior de la ambulancia, pero los soldados le obligaron a alejarse intimidándolo con sus armas. Permaneció esperando con la camilla durante más de un cuarto de hora hasta que desde el cuartel general le informaron de que la persona herida había sido evacuada por otra ruta. Lo último que podía imaginar era que el herido en cuestión era su hijo mayor.

De la pared cuelga la fotografía de un niño de pelo rubio y ojos azules: Khaled Osta, muerto a la edad de 9 años. Está peinado con raya al lado y parece satisfecho. Aquí lo vemos en su última fotografía, en un campamento de verano de la Media Luna Roja, unos pocos días antes de su muerte: lleva gafas y está bebiendo un yogur. Cuando su padre regresó a la sede de la Media Luna Roja  su hermano le llamó para decirle que habían herido a Khaled, pero sólo ligeramente. En ese mismo instante un vecino tomaba en sus brazos el cuerpo sangrante de Khaled y corría dos kilómetros a través de los callejones de la cashba hasta salir a una carretera lejos de los soldados donde le aguardaba otra ambulancia.

Otra fotografía: el cadáver de Khaled con un enorme boquete de dimensiones inusuales abierto en la parte izquierda del pecho: el boquete de entrada de la bala, granada o cartucho. ¿Qué pudo haber producido semejante boquete en el cuerpo del niño? Su padre levanta el sofá y  extrae de un rincón oculto una bolsa de plástico negra en la que ha guardado la granada que se halló junto al cuerpo herido de Khaled: «Bala especial de 40 milímetros. Serie 30-30. Sólo se dispara con lanzagranadas M203», explica en hebreo acerca de la granada plateada. Es improbable que sea esto lo que haya matado a Khaled; pero ésta es la carcasa de la granada que dispararon, y fue encontrada junto al cuerpo de Khaled, y desde entonces su padre  la ha guardado en el interior del sofá. En la fotografía, los ojos azules de Khaled están cerrados.

¿Por qué le dispararon? Era por la tarde, recuerda Wafa Halawi, una vecina, y afuera en el callejón había un grupo de unos 20 niños jugando. Halawi los vio a través de los barrotes de su ventana. Vio a unos soldados acercándose en un jeep desde la parte oeste e inmediatamente comenzó a llamar a sus hijos para que entraran en casa. Wafa Halawi dice que  vio a dos soldados descender del jeep  y arrojar gas lacrimógeno y una granada de shock al grupo de niños. Khaled estaba comiendo un bocadillo que le había preparado su madre; todavía se pueden ver sus restos en la foto de su muerte. Los soldados estaban arriba, en la calle, y los niños abajo, en el callejón. Es altamente improbable que los niños fueran a lanzar piedras a los soldados desde la parte baja de una pendiente tan pronunciada  –la calle está situada mucho más arriba que el callejón.

Cuando la vecina no pudo encontrar a dos de sus hijos, un niño y una niña, corrió a buscarlos al callejón. Entonces vio las manchas de sangre que se dirigían a la casa de la familia Osta, situada en el portal contiguo. La vecina siguió el rastro de sangre hasta que vio a Khaled sangrando a la entrada de su casa. El niño se las había arreglado para recorrer los 20 metros que hay entre el lugar donde fue herido y su casa y a continuación se desplomó en la entrada. La vecina llamó a voces a sus familiares y la madre y hermana de Khaled se precipitaron afuera para encontrarse de bruces con la terrible escena. En ese momento el padre de Khaled estaba en la calle de arriba, donde le retenían para que no se acercara.

Jemal dice  que 20 días después de que perdiera a su hijo vio a un soldado israelí que se había caído de un tejado de asbestos en el curso de una operación del ejército israelí en el barrio de Yasmina, cercano a la cashba. El soldado se cayó sin que sus compañeros se dieran cuenta y Jemal corrió hacia él  y llamó a los demás soldados pidiendo auxilio. «Aquí cayó el mártir Khaled Osta» reza la inscripción pintada en el muro del callejón. Pegada sobre el muro se ve la fotografía de un niño de 9 años con un boquete en el pecho.

Portavoz del ejercito israelí: «Una investigación iniciada por el ejército israelí sobre las circunstancias de la muerte de Khaled Osta revela que murió entre las 3 y 3:30 p.m.. A esa hora ninguna unidad del ejército israelí efectuó ningún disparo, exceptuando una única bala disparada contra Mafer Sader, de 19 años de edad, que se encontraba lanzando piedras contra la unidad del ejército israelí.  No es seguro que  el chico fuera herido cerca de su casa; es posible que resultara herido en un lugar distante y que de alguna forma consiguiera llegar hasta el lugar donde fue hallado después. Una investigación de la Media Luna Roja informó que cuando llegaron al lugar el niño ya estaba muerto. Resumiendo, tras realizar una exhaustiva investigación no está claro qué es lo que provocó la herida del niño».

***

La tienda del duelo a la entrada de la cashba. Amar Banaat tenía cuatro años cuando su padre murió víctima de una enfermedad. Desde entonces, su madre Sabah lo crió sola. 15 años había esperado para ver nacer a su único hijo varón, y 15 años alcanzó a vivir Amar antes de que lo mataran. Sabah tiene una hija de 13 años, Safaa.

El 20 de noviembre, festividad del sabat, hace aproximadamente dos semanas, Amar salió a la calle. Eran las 6:30 p.m. y su madre le había dado 5 shekels [1 euro]  para que se comprara golosinas. Amar corrió a la tienda de ultramarinos de Montasser Hadada, un muchacho de su misma edad y su compañero de colegio.  Los dos eran amigos y recientemente habían compartido idéntico destino: tres meses antes, el padre de Montasser había muerto en un accidente de tráfico. Todos los días, después de la escuela, Montasser corría a la tienda de la familia para ayudar a su madre y ocupar el puesto de su difunto padre. A esa tienda fue Amar a comprar su barrita de caramelo.

«Ojalá que la madre del soldado que lo mató lo vea muerto», dice Sabah, la desolada madre, clamando venganza en medio de su aflicción.

Montasser era su primogénito, y aquella bala –la misma bala– atravesó también el cuerpo de Amar. Al día siguiente, el ejército israelí anunció que los dos niños estaban armados. Aquí esbozan una risa sardónica: ¿Que Amar, aquel delgaducho chaval de 15 años, estaba armado? ¿Y dónde está su arma? Sabah dice con un bufido:  «Me gustaría encontrarme con el soldado y arrancarle los ojos. Era mi único hijo, durante toda mi vida no hice otra cosa que ahorrar para criarlo. Ojalá que Dios extermine a Sharon  y a todos sus soldados. Ahora me he quedado sola en casa».

Dicen que después de que el soldado disparó contra los dos chicos descendió del jeep, se acercó a los cadáveres, y se marchó. «Tienen jeeps blindados, tanques blindados, y un niño les lanza una piedra. ¿Qué daño les puede hacer?», grita un tío, vecino del cercano campamento  de refugiados de Askar, que ayudó a criar a Amar.

 «No somos terroristas, somos gente que quiere vivir en libertad y con respeto», dice el tío, calmándose un poco. «Los niños ven a sus amigos morir delante de sus ojos. Que nos dejen en paz, que salgan de nuestra tierra».

Sabah: «¿Dónde van a jugar nuestros hijos? ¿Dónde? ¡Ay, si solamente Sharon pudiera sentir nuestro sufrimiento! Todas las noches, todas las noches se ponen a disparar. ¿Qué clase de país es éste? ¿Dónde está la justicia? ¿Con qué derecho entran en nuestros hogares? ¿Con qué derecho asesinan a nuestros niños? Basta».

Portavoz del ejército israelí: «En el curso de una operación llevada a cabo por el ejercito israelí el día 20 de noviembre, una unidad del ejército israelí fue tiroteada y fueron lanzados contra ella bombas y cócteles molotov. La unidad identificó a un palestino armado y dirigió fuego graneado contra él. El individuo armado y su hermano, activistas de Fatah en situación de busca y captura, resultaron heridos a consecuencia de este tiroteo. La unidad identificó a otro hombre armado al este de la cashba, disparó un tiro concentrado contra él y lo alcanzó, con resultado aparente de muerte del individuo armado.

«Tras interrogar a la unidad acerca del incidente en el que otro muchacho palestino resultó muerto más tarde, y según los datos aportados por la Administración de Coordinación y Enlace referentes a la ubicación de su herida y a la hora de su llegada al hospital, resulta que durante el tiempo antes mencionado tuvo lugar en la parte oriental de la cashba un tiroteo contra una unidad del ejército israelí en dos incidentes: en uno de ellos la unidad fue atacada con disparos de kalashnikov y en otro incidente recibió fuego de pistola. La unidad no devolvió el fuego porque no pudo identificar el origen de los disparos. Por consiguiente, la muerte del último palestino no puede atribuirse a la actividad del ejército israelí en el área».

El hermano de Montasser, Maher, de 20 años, fue testigo de los hechos: vio a un grupo de cerca de 10 niños que estaban juntos en el callejón, incluyendo entre ellos  a Amar y a su hermano, que había salido de la tienda de ultramarinos. De repente vio aparecer a los soldados y se dirigió a su casa. Afirma que nadie estaba disparando o lanzando piedras contra los soldados. De pronto escuchó un disparo. Amar murió en el acto y Montasser falleció mientras se lo llevaban en volandas al hospital. Los dos sangraban por la boca.

4-12-04

Palestina: querido soldado (y II)

Gideon Levy
Ha’aretz

A.L., un paracaidista destinado en Nablús, me escribió a raíz de mi artículo «El sufrimiento de los niños» (Ha’aretz Magazine, 4 de diciembre [Rebelión, 27 de diciembre]). El artículo describía cómo el ejército israelí tiroteó a cuatro niños en la ciudad vieja de Nablús, matando a tres y dejando herido al cuarto, un bebé de 3 años de edad. Ésta es la carta, que transcribo prácticamente en su integridad:

«El viernes leí su artículo, su comentario habitual en Ha’aretz, y sentí que debía intentar comprender su queja contra el ejército israelí. Sirvo en la Brigada Paracaidista, estacionada al presente el sector de Nablús, que está al cargo del puesto de control de Hawara y realiza operativos nocturnos prácticamente a diario. Llevo ya en este sector unos cuantos meses y todos los días siento una tremenda satisfacción cuando me levanto por la mañana y sé cuánto estoy contribuyendo a la defensa de los ciudadanos de Israel, que confían en los soldados del ejército israelí que combaten por ellos en los territorios [ocupados] para que ellos puedan ir a trabajar con seguridad y enviar a sus hijos a la guardería con total seguridad. Es por ello que los soldados aquí estamos tan tremendamente motivados, más de lo que lo estuvimos nunca antes, y por lo que mostramos un grado de seriedad tan alto para unos simples chavales de 19 años.

«Al igual que usted, también yo tengo ideas de izquierdas y apoyo la evacuación de los asentamientos, pero en este período de ataques terroristas es imposible abandonar un sector como éste desde el que se lanzan ataques terroristas contra territorio israelí. No acabo de comprender cómo puede usted escribir que los soldados del ejército israelí están matando a niños palestinos deliberadamente. ¿Realmente piensa usted que los soldados disfrutan matando a los infantes inocentes  que se pasean por las calles de la cashba? ¿Cree usted que un chaval de 20 años se alista en el cuerpo de paracaidistas  para matar niños? Se enrola para proteger al Estado. Punto.

«La situación en esta difícil área se cobra un precio que no siempre es justo. El hecho de que usted dé crédito a cada una de las palabras de ellos [los palestinos] es un problema serio que tiene usted.  Si acompañara a las unidades de arresto y a las patrullas del ejército israelí vería con sus propios ojos cómo esas operaciones se desarrollan  con el propósito exclusivo de causar daño sólo a los terroristas, y cómo se delimitan sectores de fuego  para evitar que se produzcan errores fatales sobre el terreno. Créame, jamás en la vida un soldado apretará el gatillo si ve en su mira óptica a un niño de 12 años, que es la edad que él mismo tenía unos pocos años antes.

«Si estuviera usted allá, sobre el terreno, y viera qué es exactamente  lo que sucede allí, comprendería hasta qué punto están mintiendo.  Si un niño de 12 años lanza una carga explosiva lo único que puede hacer el ejército israelí es atacarlo y neutralizarlo como medida disuasoria sobre el terreno de cara al futuro.  Es evidente que todos los días se cometen pifias en los territorios [ocupados], pero el ejército israelí está haciendo todo lo posible -créame usted: todo lo posible–  para prevenir errores de ese tipo. Estos niños no son inocentes. Saben perfectamente cómo opera aquí el ejército israelí.

«No voy a descender al nivel  de las respuestas de los oficiales, que dicen: en toda guerra se cometen errores. Sin embargo, en un contexto de operaciones complejas que se desarrollan en medio de la población civil es muy difícil no dañar a civiles inocentes que circulan en las proximidades de los terroristas. Le garantizo a usted que si entrevista a centenares de soldados que sirven en los territorios [ocupados] le dirán que no desean herir a civiles inocentes y que harán todo lo que esté en sus manos para evitarlo, exceptuando a los soldados que sirven en los territorios [ocupados] para hacer daño deliberadamente a gente inocente movidos por deseos de venganza. No se puede hablar de esas cosas de ese modo porque no son representativas del ejército. 

«Cada patrulla que entra en la cashba no tiene como objetivo hacer sentir nuestra presencia, sino obligar a salir a los terroristas y a individuos armados en busca y captura y liquidarlos, o crear las condiciones de accesibilidad necesarias para llevar a cabo los operativos nocturnos. Los ciudadanos ven a esas patrullas como otro instrumento de Israel para mantener la ocupación y disparan contra los soldados o les arrojan bombas incendiarias, a lo que el ejército israelí responde de forma acorde. Todos los niños aquí saben muy bien que si se meten con el ejército israelí lanzándole explosivos o bombas incendiarias los soldados intentarán capturarlos. El hecho de que haya niños que caigan heridos durante los tiroteos callejeros que se mantienen con los terroristas es un problema, pero así y todo eso es algo que debe hacerse  necesariamente para liquidar a las personas buscadas que tratan de lanzar a diario ataques terroristas desde Nablús.

«Espero que me aclare usted su postura sobre esta cuestión, porque verdaderamente deseo comprender cómo artículos como el suyo pueden ser publicados en Ha’aretz, que ha existido durante décadas, y que me demuestre usted lo equivocado que estoy.»

Querido soldado:

Es imposible  hacer lo que usted está haciendo en los territorios [ocupados] a menos que se piense como usted lo hace. Es imposible que arriesgue usted su vida diariamente si no se siente una «tremenda satisfacción» como la que experimenta usted. Usted y sus colegas serían incapaces de hacer el trabajo que se les ha asignado si no estuvieran convencidos de que lo que están haciendo es algo fundamentalmente esencial y justo.

Es precisamente porque al menos algunos de ustedes son personas con principios por lo que no serían ustedes capaces  de perpetrar los actos que están perpetrando si no les hubieran inculcado la idea de que aquello que a ustedes les está permitido a ellos [los palestinos] les está prohibido; que ellos no son exactamente iguales que ustedes; que en nombre de la seguridad les está permitido a ustedes hacer prácticamente todo lo que se les ocurra, sin restricciones, incluida la restricción elemental de que  no se puede disparar contra los niños -una restricción vulnerada hace ya mucho tiempo.

Ésa es la razón por la que existe un sofisticado sistema de educación, información, comunicación, lavado de cerebro, deshumanización y demonización, un sistema que está produciendo generaciones enteras de jóvenes excelentes  que cometen actos espantosos simplemente porque no son conscientes de lo que están haciendo, ni siquiera los mejores de entre ellos. Lo que el sistema les está inculcando  es la idea de que ellos son los señores del país y los palestinos un pueblo inferior al que bajo ningún concepto corresponden los mismos derechos que nos corresponden a nosotros; la idea de que la ocupación es justa, obligatoria en las actuales circunstancias, que el terrorismo surgió de la nada, que los palestinos son asesinos natos, que los ataques terroristas obedecen exclusivamente al carácter intrínsecamente sanguinario de los palestinos. Y todo eso se presenta envuelto en consideraciones de seguridad que se convierten en un pretexto para todo –créame: para todo.

Los soldados han matado a 623 niños y jóvenes ¿y usted pretende decirme que  ni un sólo soldado ha visto a un niño en el punto de mira de su arma?  ¿La persona que tiroteó a la niña en Rafah tampoco la vio? La persona que disparó contra dos niños –Amar Banaat y Montasser Hadada- en la cashba de Nablús y los mató con una sola bala, ¿tampoco los vio?, ¿tampoco sabía? Y la persona que mató a Khaled Osta, de 9 años de edad, abriéndole un enorme boquete en el pecho, ¿tampoco se dio cuenta? Y la persona que bombardeó zonas residenciales en Gaza, que no vio a ningún niño en su visor óptico pero que sabía perfectamente que había niños en los edificios que bombardeaba, como los hay en todos los edificios de viviendas, pero que no obstante apretó el botón y lanzó la bomba? ¿Y el piloto que apretó un botón y arrojó una bomba sobre un barrio densamente poblado, ¿tampoco él sabía que entre las víctimas habría niños?

Y si un niño lanza una piedra contra un jeep blindado, o incluso si arroja una bomba incendiara, o incluso una carga explosiva, ¿acaso merece morir por eso? Usted escribe que debe atacársele para mantener el nivel de disuasión. Eso es aterrador. ¿Matar a un niño para disuadir? Y si usted mata o hiere a niños para disuadir, ¿cree usted que obtendrá el efecto disuasorio que busca?

¿Ha pensado usted alguna vez por qué esos niños luchan contra usted? ¿O por qué lo hacen los adultos? ¿Ha considerado usted en algún momento la posibilidad de que estén luchando por una causa justa? ¿Que tal vez sólo desean liberarse de una vez por todas de su opresiva presencia? ¿Que no tienen ninguna otra forma de luchar? ¿Alguna vez ha tratado usted de ponerse en su lugar, aunque sea por un instante?  ¿Qué haría  usted si hubiera  nacido  palestino bajo esta ocupación? ¿Tiene usted el coraje de decir lo que Ehud Barak dijo hace unos años: «Yo me habría enrolado en una organización terrorista»? No puede haber una respuesta más directa, valiente y verdadera que ésa.

Está usted combatiendo con fuerza descomunal contra niños y adultos que luchan con sus débiles fuerzas por una causa que es la más justa de todas. Están combatiendo contra la ocupación. No disponen de otros medios de lucha que no sean la carga explosiva y la bomba incendiaria. Están luchando contra la ocupación del mismo modo que nuestros padres y los padres de nuestros padres lucharon contra otra ocupación diferente. ¿Piensa usted alguna vez en eso?

La Historia está llena de conflictos y guerras como ésta. Jóvenes de su misma edad a los que envían a morir por una causa que se les describió como absolutamente esencial, de vida o muerte, y luego un buen día todo se acaba, de un modo u otro el conflicto se resuelve pacíficamente, como si nunca hubiera existido, y entonces todo el mundo pregunta: ¿por qué? ¿Qué sentido ha tenido todo esto? Usted, y seguramente sus hijos, no comprenderá lo que hicimos aquí. Exactamente como los familiares de los soldados que cayeron en el Líbano siguen preguntando qué estábamos haciendo allí. ¿Por qué razón nos hicimos matar? ¿Por qué nos estamos haciendo matar hoy?

¿Que  hizo usted con los mejores años de su vida en la cashba de Nablús –un lugar que no le pertenece–, poniendo en peligro su vida  y las vidas de otros?

¿Qué derecho le asistía para oprimir a la población local? ¿En nombre de qué autoridad decidió  usted cómo debían vivir, cuándo  debían quedarse encerrados en sus casas y cuándo podían salir a la calle, cuándo trabajarían y cuándo permanecerían ociosos, cuándo  podían ir al hospital y cuándo debían sufrir en casa? ¿Quiénes somos nosotros, en cualquier caso? ¿Qué nos da ese derecho? ¿Sólo porque tenemos la fuerza, una fuerza abrumadora, hemos de poder hacer lo que nos dé la gana?

Usted y sus compañeros no tienen ninguna legitimidad moral para estar ahí y, desde luego, ninguna para hacer con la población palestina lo que están haciendo: entrar en sus casas en mitad de la noche, pasar de una casa a otra echando abajo las paredes, detener a la gente de forma indiscriminada, destruir, disparar, tiranizar y causar bajas.

Un día, bajo una luz diferente, comprenderá usted lo que ahora está haciendo aquí, entre Hawara y la cashba, y si verdaderamente es usted una persona con conciencia tendrá dificultades para conciliar el sueño por las noches, durante muchas noches y por muchos años. Entonces ya no será usted capaz de justificarlo todo en nombre de la seguridad, como pretende hacer ahora. La verdadera seguridad para los habitantes de Tel Aviv se obtendrá solamente  cuando se garantice también la seguridad de los habitantes de la cashba –ni un segundo antes. Seguridad, dignidad y libertad: los palestinos tienen exactamente el mismo derecho que nosotros a disfrutar de eso.  Entonces –así lo creo- su «tremenda satisfacción» dará paso a un profundo sentimiento de culpa y una oleada de vergüenza le abrumará cuando perciba finalmente lo que usted provocó aquí, lo que sus ojos se negaron a ver.

Creo que en su corazón usted sabe que la conexión entre su actividad en la cashba y nuestra seguridad en Tel Aviv es mucho más tenue de lo que la describe usted. Usted y sus colegas abortan un ataque terrorista y generan motivación para 100 nuevos ataques; liquidan a un individuo en busca y captura y producen tres más que lo reemplazarán. Así funciona la lucha popular que surge de la desesperación. El chico cuya casa redujeron a escombros hoy en mitad de la noche y los padres a quienes humilló usted ante sus ojos no lo olvidarán jamás, igual que usted no olvidaría jamás si alguien hiciera lo mismo con usted y con su familia. Los amigos de Amar, Montasser y Khaled –los niños que los soldados tirotearon y mataron- no perdonarán. Crecerán alimentando el odio que hemos sembrado en su corazón. Eran tres niños sin presente y sin futuro. Dos de ellos, Amar y Montasser, eran huérfanos de padre. Amar era hijo único. No merecían morir. Cierto, no vi con mis propios ojos cómo murieron, pero sí vi lo que quedó después de que fueran asesinados.

¿Y qué me dice de usted? ¿Qué recuerdos se va a llevar usted de aquí? ¿Qué consecuencias va a tener en su mente y en su personalidad su período de servicio militar? ¿Qué le va a contar a sus hijos? ¿Que su padre protegió Tel Aviv desde la cashba de Nablús y que liquidó a personas de forma casi indiscriminada, como admite usted en su carta («Cada patrulla que entra en la cashba no tiene como objetivo hacer sentir nuestra presencia, sino obligar a salir a los terroristas y a individuos armados en busca y captura y liquidarlos»)? ¿Qué lecciones ha extraído usted de todo esto con relación al uso de la fuerza, de la violencia, de la liquidación de personas? Si todo eso es lícito allí, ¿por qué no habría de serlo también aquí?

Una persona a la que se otorga tanto poder siendo tan joven no puede evitar quedar marcada psicológicamente. Tras haber retenido a ancianos en las colas de los controles, tras impedir a los enfermos llegar al hospital, tras detener en los puestos de control a mujeres a punto de dar a luz y a niños, los recuerdos brutales no le abandonarán jamás. Incluso si usted personalmente no demoró su camino y fue el más compasivo de los soldados, basta con que ellos hayan tenido que obtener de usted autorización para transitar por sus ciudades, para entrar en sus casas, para que las cicatrices se le queden grabadas. ¿Qué clase de persona será usted cuando regrese a casa después de todo eso?

No pienso ni por un instante que los soldados del ejército israelí disfruten matando niños. Pero los niños están muriendo. Muchos niños, cientos de niños. Y el ejército israelí no está haciendo lo suficiente para impedir esta carnicería criminal.  Lo que el ejército israelí está inculcando a  sus soldados es la idea de que  no hay opción  y de que tampoco es tan terrible matar a un niño. Lo más importante es nuestra seguridad.

La sangre de esos niños clama al cielo. Su sangre mancha nuestras manos.  Su sangre mancha las manos de todos los que le han enviado a usted a la cashba y cae sobre la cabeza de aquellos que dispararon y de aquellos que se pasean armados por las calles de Nablús  y tiranizan  a sus habitantes, y cae también sobre  la cabeza de aquellos que guardaron silencio. Usted está allá en mi nombre también, y por consiguiente todos tenemos una gran responsabilidad, una carga demasiado pesada para soportarla. Siga usted haciendo sus cosas y protéjase a usted y a mí. Yo seguiré haciendo otro tanto.

20-12-04


Notas del Traductor:

(1)  Parte vieja o ciudad antigua.

(2) Eufemismo empleado en la jerga militar israelí en sustitución del verbo «rematar».

(3)  Iman al-Hamas es el nombre de una niña palestina de 13 años que, el pasado mes de noviembre, tras caer herida por disparos realizados desde una torre de vigilancia israelí situada a más de 100 metros de distancia, fue rematada a quemarropa por un oficial israelí que primero le disparó dos tiros en la cabeza, luego se alejó unos pasos del cadáver, cambió de idea, regresó donde yacía el cuerpo y vació sobre la niña todo el cargador de su pistola –10 balas. Más tarde, el oficial declaró que la habría matado igual aunque hubiera tenido 3 años. La grabación del diálogo radiofónico mantenido entre el oficial asesino, los soldados de la torre de vigilancia y el puesto de mando central registra la siguiente frase: «Aquí el comandante. Todo lo que se desplace, todo lo que se mueva en la zona, aunque sea una niña de tres años, hay que matarlo. Corto.» Más información sobre este crimen en: http://www.mindfully.org/Reform/2004/Imam-al-Hamas24nov04.htm