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Halcones con algunas plumas menos

Fuentes: IPS

Hace cuatro años, un pequeño grupo llamado Proyecto para el Nuevo Siglo Estadounidense (PNAC son sus siglas en inglés) publicó una carta abierta al presidente George W. Bush dándole consejos sobre cómo llevar adelante su «guerra contra el terrorismo»

Además de desalojar de Afganistán al movimiento radical islamista Talibán, la carta firmada mayoritariamente por neoconservadores proponía impulsar un «cambio de régimen» en Iraq «por todos los métodos necesarios», «aun cuando la evidencia no vincule directamente a ese país con los ataques» terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra Estados Unidos.

También instó a adoptar «medidas apropiadas de represalia» contra Irán y Siria si estos países se negaban a responder a las demandas de Washington para que dejaran de apoyar a la milicia libanesa Hizbollá (Partido de Dios), que consideraban parte de la red terrorista internacional.

La misiva también pedía que se suspendiera toda asistencia internacional a la Autoridad Nacional Palestina a menos que ésta impidiera los ataques contra objetivos israelíes.

Asimismo, proponía «un importante aumento en el gasto de defensa» para poner fin al conflicto árabe-israelí, que algunos de los firmantes de la carta, en especial el ex director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) James Woolsey, describieron como la «cuarta guerra mundial».

Seis meses después, el PNAC publicó una segunda carta, otra vez poco difundida por los grandes medios de comunicación, proponiendo a Bush «acelerar los planes para sacar (al presidente iraquí) Saddam Hussein del poder», «dar pleno apoyo a Israel» y «aumentar significativamente el presupuesto de defensa para asegurar que la inminente guerra sea exitosa en todos los aspectos».

Los consejos del PNAC y los acontecimientos que siguieron a sus cartas dejaron la impresión, sobre todo en Europa y el mundo árabe, de que el grupo había logrado convencer a Bush y «secuestrar» la polícia exterior de Estados Unidos, en especial en lo referente a Medio Oriente.

De hecho, la coincidencia entre las recomendaciones del PNAC y lo realizado en los últimos años por Washington en Medio Oriente sugiere que Bush siguió al pie de la letra los consejos.

A partir de entonces, Washington dio pleno apoyo al primer ministro israelí Ariel Sharon, invadió Iraq y cortó toda negociación con Siria e Irán.

Pero no podría decirse que esas coincidencias fueron parte de alguna conspiración. El PNAC, integrado por media docena de personas, había enviado varias cartas, declaraciones e informes a Washington desde hacía varios años.

Su pedido de un «cambio de régimen» en Iraq es parte de un más amplio proyecto de política exterior inspirado en un escrito elaborado por los halcones (los que propugnan el belicismo en política exterior) del Departamento de Defensa durante el gobierno del ex presidente George Bush (1989-1993), padre del actual mandatario, después de la primera guerra del Golfo en 1991.

El PNAC también se inspiró en un artículo publicado en la revista Foreign Affairs, la más influyente sobre política exterior de Estados Unidos, de William Kristol y Robert Kagan, ambos fundadores del grupo, que llama a consolidar una «benevolente hegemonía mundial» de Estados Unidos sobre la base de su «supremacía militar y confianza moral».

Las ideas contenidas en esos trabajos reflejan claramente el pensamiento de la que podría ser considerada una coalición de halcones, integrada por enérgicos nacionalistas, neoconservadores y miembros de la derecha cristiana, quienes han trabajado juntos desde mediados de los años 70.

La coalición encontró su oportunidad luego de los atentados terroristas del 11 de septiembre.

Guiado por Kristol, también editor del semanario The Weekly Standard, el PNAC se convirtió en la voz pública de esa alianza de halcones.

Entre los fundadores del PNAC se destacan el actual vicepresidente Dick Cheney, el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y sus dos principales asesores, Lewis Libby y Paul Wolfowitz, ahora presidente del Banco Mundial.

Por eso, en su carta del 20 de septiembre de 2001, el PNAC no estaba «recomendando» nada que estos hombres no estuvieran ya impulsando dentro de la administración de Bush.

Entonces, cuatro años después, ¿qué está haciendo el PNAC?

Algunos analistas, como Gideon Rose, editor de Foreign Affairs, habían señalado que los «realistas» habían vuelto a conducir la política exterior de Estados Unidos gracias al «colapso de la doctrina Bush» y las divisiones entre los halcones.

Los realistas, bando que dominó en el último medio siglo la política exterior de Estados Unidos pero fue relegado por los neoconservadores en el primer periodo de Bush, prefieren la acción multilateral y priorizan el fortalecimiento de las alianzas tradicionales de Washington, en especial a través de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).

En cambio, los halcones son hostiles a los procesos multilaterales en general y a la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en particular. Sus postulados sobre política exterior rechazan el pragmatismo y formulan los conflictos en términos morales.

La influencia del PNAC depende mucho de la unidad entre sus integrantes, y las disensiones entre estos comenzaron en el mismo momento en que las tropas estadounidenses entraron en Iraq.

Rumsfeld, en particular, no estaba decidido a usar una gran fuerza para «transformar» a Iraq y a toda la región, como proponían Kristol y Kagan, entre otros neoconservadores, quienes comenzaron a criticar al secretario de Defensa y a pedir su renuncia.

Mientras, otros acusaban a los neoconservadores de hacerse ilusiones y hacerle creer a Bush que las tropas estadounidenses serían recibidas con «dulces y flores» en Iraq.

El exilio de Wolfowitz al Banco Mundial y la renuncia del secretario adjunto de Política de Defensa, Douglas Feith, deben ser vistos en este contexto.

Los quiebres en la coalición se ampliaron cuando la insurgencia iraquí comenzó a tomar fuerza y se consolidó con el paso del tiempo.

La resistencia iraquí arrastró a una ciénaga a los soldados estadounidenses y acabó con los sueños de la coalición de halcones de tener una fuerza militar capaz de intervenir en cualquier crisis en cualquier momento.

Además, los inesperados y enormes costos asociados a la ocupación de Iraq –a los que ahora se deben sumar los también inesperados y enormes costos de la recuperación tras el huracán Katrina– demostraron que el dinero necesario para el poderío militar que ambiciona el PNAC simplemente no está disponible.

La creciente percepción pública de que Iraq se ha convertido en un «atolladero» agravó las discrepancias dentro de la coalición de halcones, que ahora deben invertir gran parte de sus fuerzas a defender la decisión original de invadir el país árabe.

Otro hecho que claramente dividió al PNAC fue la decisión de Bush de respaldar el llamado «plan de desvinculación» de Sharon, por el cual retiró a sus tropas y a los colonos judíos de la franja de Gaza, el más pequeño de los territorios palestinos ocupados.

Tanto en la carta del 20 de septiembre de 2001 como en la del 3 de abril de 2002, el PNAC subrayaba la necesidad de forjar una alianza lo más estrecha posible entre la administración de Bush y el gobernante Partido Likud de Israel.

Pero así como el plan de retirada de Sharon dividió a los líderes del Likud, también provocó fisuras en el seno de la coalición de halcones estadounidenses, en particular entre los neoconservadores y la derecha cristiana.

Israel ocupa una posición central en la visión del mundo de ambos grupos, y por eso el desacuerdo interno sobre ese asunto fue particularmente debilitante para la coalición.

Pero sería un error creer que por el hecho de que el PNAC no pasa por su mejor momento ha perdido toda influencia en la política de exterior. Los halcones siguen sobrevolando Washington.

La confrontación con Irán, en especial desde que asumió la presidencia de ese país el ultraconservador Mahmoud Ahmedinejad, quien ya ha mostrado una actitud desafiante hacia Occidente, es un asunto en que la coalición de halcones está unida. Todos quieren evitar que Teherán avance con su programa de desarrollo nuclear.

Aunque el PNAC no ha sugerido aún públicamente a Bush qué hacer con Irán, no hay dudas de que todos sus miembros coinciden en tener una política de línea dura con el nuevo gobierno iraní.

No está claro qué proponen hacer con Siria, a pesar de que muchos halcones están a favor de un «cambio de régimen», quizás a través de ataques desde Iraq, arguyendo medidas preventivas a la infiltración de insurgentes.

Mientras los realistas quieren entablar un diálogo con el presidente sirio Bashar Assad, los halcones prefieren aislar y presionar económicamente a Damasco, convencidos de que el régimen colapsará.