Traducido por Nadia Hasan y revisado por Carlos Sanchis
Aisha es una anciana que está en sus 70. Su rostro soporta la historia de Palestina y de su pueblo, desde el desastre hasta la resistencia. Cuando la ves, uno recuerda un olivo romano atado a la tierra con sus raíces profundamente enterradas. Ella habla con determinación y convicción, recordando la lucha de su comunidad contra el Muro del Apartheid y la Ocupación.
R20;Nosotros no les tememos. Ellos se tienen que acostumbrar a la idea que esta tierra es nuestra tierra y que no la abandonaremos. No escaparemos de ella, incluso aunque nos prohíban acercarnos. No abandonaré mi tierra.»
Aisha ha sido la columna vertebral de su familia durante muchos años. Vive con su hijo y su familia, un total de 17 personas. Comparten un terreno de 18 dunums en el pueblo de Budrus, al oeste de Ramallah. A pesar del modesto tamaño del terreno familiar, han contado con él para su sustento. Ahora la tierra ha quedado aislada a consecuencia de la construcción del Muro del Apartheid, y la familia ha perdido su fuente de subsistencia.
Con un dolor obvio, Aisha nos cuenta cómo su tierra ha sido destruida por el Muro. «Setenta árboles han sido arrancados de mi tierra y reemplazados por hormigón». Debido a la enfermedad de su hijo, Aisha tuvo que trabajar la tierra durante años, para poder mantener a sus nietos. Su producción era la mayor fuente de ingresos de la familia. Sin estos ingresos, a causa del Muro, la familia ha tendido que confiar en la ayuda externa para sobrevivir. Señala: «El Muro ha destruido nuestra tierra y nuestra fuente de subsistencia, ahora vivimos bajo la misericordia de la ayuda entregada por donantes».
Una familia destruida por el Muro
La tierra, los árboles y la familia de Aisha son una sola unidad que ha quedado totalmente destruida por el Muro. Los olivos fueron plantados y cuidados por Aisha, llegando a ser como una madre, hermana e hija para ella. Luego la Ocupación vino para arrancarlos.
«Cuando era niña solía plantar esos árboles. Solíamos cargar agua sobre nuestras cabezas para regarlos. Esos árboles son como mis hijos. De esos olivos nosotros produjimos aceite para cubrir todas nuestras necesidades. Hacíamos 6 o 7 cajas de jabón con ese aceite, por lo que nunca comprábamos en el comercio. Plantábamos tomates, berenjenas, trigo y calabazas entre los olivos.
Una hermosa mirada artística
Las montañas, naturaleza, animales, la tierra y los pastores describen la belleza de una zona que Aisha tiernamente rememora. Ahora el Muro y la Ocupación han destruido la existencia palestina de sus tierras.
«Solíamos plantar y cultivar nuestra tierra. Yo cuidaba las ovejas. Solía llevarlas y alimentarlas en las montañas. Ahora, ellos me vuelven loca con sus Muros y puestos de control militar. Continuamente me dicen «anda hacia allá» o «ven acá», «¿cuántos años tienes?, «¿hacia donde vas?» e interminables preguntas. Ya no hay más lugares donde pueda llevar mis ovejas. Las tuve que vender, ya que no las puedo alimentar. Ya casi no me puedo alimentar yo misma. La mayoría de mi pueblo ha tenido que hacer lo mismo. Este Muro está realmente estrangulándonos. Nuestra tierra está a menos de 3 kilómetros de nuestra casa, pero ya no se nos permite ir hacia allá, ni siquiera acercarnos a más de 300 metros del Muro. Vivimos en una gran cárcel. Ahora los caminos hacia el este y sur están bloqueados. ¿La gente piensa que los palestinos que están en la cárcel son los únicos prisioneros? Nosotros somos prisioneros en nuestras casas y pueblos. Acostumbrábamos a ir a los lugares abiertos para recolectar distintos tipos de za’ater, zotoman y akood (todas hierbas silvestres para cocinar). Ahora ni siquiera podemos recoger heno o un poco de madera para hacer fuego en nuestros hornos. Ahora ni siquiera puedo tener calefacción en invierno.»
Pero incluso bajo esta adversidad, Aisha demuestra fuerza y determinación para proteger su tierra. Esta anciana forzó a las excavadoras de la Ocupación a detenerse. Su fortaleza y convicción lograron que los soldados retrocedieran frente a ella.
«Un día los soldados vinieron y empezaron a poner letreros en los olivos. Supimos que eso significaba que los iban a arrancar. Cuando vinieron en la noche, todo el pueblo se despertó y corrió por la tierra forzando a las excavadoras a detenerse. ¿No dice el proverbio que todos moriremos al final? Encontramos la mitad de los árboles arrancados y me encontré a mi misma lanzándome hacia las excavadoras. El chofer de la excavadora saltó de ella y salió corriendo. ¿Qué es lo que esperan? Si ellos vienen a matarnos, esperaremos frente a ellos y seguramente cada uno de nosotros morirá. Todo el pueblo unido, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, reunidos en su tierra, lograron detenerlos durante cuatro meses consecutivos. Ahora ellos vienen con un gran número de soldados y suelen golpearnos duramente con porras. Aún me duelen partes de mi cuerpo.»
Castigos colectivos y brutales ataques
La Ocupación, desde el comienzo, ha castigado a las madres palestinas por traer nueva vida a Palestina. Aisha señala cómo «incluso ahora su cuerpo está cubierto por los signos de golpes y especialmente me duelen los pies. Recuerdo una vez que traté de quitar a un niño de sus manos. El soldado me golpeó el rostro con su casco militar. Toda mi cara sangró. Ellos arrestan indiscriminadamente a todos los jóvenes que defienden su tierra. Habitualmente arrestan a la juventud, los detienen y golpean duramente antes de dejarlos ir. Todas las mujeres del pueblo solemos reunirnos y tratar de arrebatarles a los jóvenes de sus manos. La última vez, estaba yendo a un funeral cuando un joven comenzó a gritar pidiendo ayuda. Corrí tan rápido como pude hacia él, junto a un grupo de mujeres, para liberarlo de las manos de los soldados. Lo encontré atado junto a ellos. Así que lo tiré mientras el resto de las mujeres estaban peleando con los soldados. En cierto momento, los soldados notaron mi presencia, por lo que corrieron hacia mi y me golpearon en un pie con sus botas y luego nuevamente con un palo en mi cara. Fui al doctor para revisar mi rostro. Me dijo que mis huesos no podrían aguantar una nueva paliza. Simplemente significa tendría serias lesiones si eso pasara. Pero ¡¿qué quiere el doctor que haga?! Nosotras somos las madres de Palestina y no hay nada más que podamos hacer. ¿Acaso quiere que me quede mirando cómo se llevan a nuestros niños y no haga nada al respecto? Nunca se lo permitiré. No les tengo miedo.»