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Las cosas cambian, si las cambias tú

Fuentes: Gara

Ha llegado el 28 de junio y es más que posible que a mucha gente haya que decirle, que es el día en el que se celebra la liberación sexual en pro de una sexualidad más abierta y liberadora. La lucha por la liberación sexual, como la laboral y como casi todas las luchas, surgió […]

Ha llegado el 28 de junio y es más que posible que a mucha gente haya que decirle, que es el día en el que se celebra la liberación sexual en pro de una sexualidad más abierta y liberadora.

La lucha por la liberación sexual, como la laboral y como casi todas las luchas, surgió tras una voraz represión en un bar de ambiente, un sitio donde, mucha gente se reunía para romper, aun estando prohibido, la norma sexual establecida, o sea la heterosexualidad, y en definitiva sentirse libres sexualmente. Con ese espíritu volveremos a vivir este 28 de junio de 2006, ahora que, como nos podemos casar, parece que ya hemos conseguido todos los derechos, derechos que según algunos sectores homófobos de la sociedad, no nos merecemos.

Parece que la homofobia social vuelve, ahora precisamente que la jurídica ha comenzado a retirarse con la aprobación de la Ley del Matrimonio Civil. Parece también que las personas con prácticas homosexuales, no se casan al ritmo que se esperaba, y que un no muy amplio sector de la población temía. La homofobia social, alentada por grupos políticos conservadores y por la Iglesia Católica y Apostólica, llaman a esta ley, malintencionadamente, ley de matrimonios gays o ley de matrimonios homosexuales, como si conseguir la equiparación de derechos entre las personas, fuese un capricho de unas cuantas y cuantos en lugar de un derecho inherente, que es lo que en realidad es. De esta manera fomentan la homofobia, el rechazo a la diferencia, a la libertad en defi- nitiva; pero el verdadero problema es que la sociedad llegue a creer que la homofobia es aceptable, incluso reivindicable.

Parece que «su» matrimonio no funciona tan bien como dicen que lo hace; ahora que los divorcios de personas con prácticas heterosexuales han aumentado notablemente, quieren que nos casemos; piensan que casándonos nos sentiremos libres, ¡que ironía! ¡Cualquiera diría que practicar la heterosexualidad da la libertad y el equilibrio! No nos olvidemos de todas esas mujeres que mueren asesinadas a manos de sus mal llamados amantes o maridos, sin poder elegir tan siquiera haber sido libres porque les han arrancado la vida.

El Parlamento Europeo, según se publicó recientemente en un medio de comunicación, ha puesto como ejemplo reprobable de intolerancia sexual a Polonia, y ha recomendado que se estudie qué hacer para poner coto a las instigaciones homófobas de unos partidos con una considerable base social. En ese país el primer ministro del partido Ley y Orden ­no podía llamarse de otra manera­ ha dicho: «si una persona trata de contaminar a otras con su homosexualidad, el Estado debe intervenir contra ese atentado a la libertad». A su vez un ex eurodiputado de este mismo país dijo: «si esos pervertidos se manifiestan habría que machacarlos a palos. Un gay es cobarde por definición». Luego dijo que se le había malinterpretado. A pesar de todo, y por primera vez, 2.500 gays recorrieron las calles de la capital Polaca la semana pasada, tras jornadas de incertidumbre y amenazas de violencia por parte de grupos homófobos.

Parece que habrá que ir otra vez a la manifestación de hoy, si no a contaminar a otra gente, sí al menos en solidaridad con todas las personas que viven más cerca y a las que también se les hace muy duro liberarse y decidirse a vivir sus experiencias en propia piel. Vamos, reivindicar de nuevo que somos libres para elegir y que somos libres para amar y que somos libres también para disfrutar del sexo, eso si, sexo seguro. ¡No lo olvides!

La pluralidad nos enriquece en todos los aspectos de la vida, los diferentes modelos de convivencia que ya compartimos, los distintos modelos de familia que nos rodean nos ayudan a desarrollarnos personalmente, lo que nos hace más felices. Fomentar un solo modelo de relaciones va encaminado a crear una sociedad más maleable, contenida, controlada, menos diversa y menos libre.

Parece que las cosas no cambian por sí solas, las cosas cambian si las cambias tú.

Así que vamos a dejarnos llevar por nuestros sentimientos; vamos a dejarnos llevar por nuestras intuiciones y vamos a no olvidar que ser libre en todos los aspectos de la vida es lo mejor que nos puede pasar y que, además, nos lo merecemos. No hagamos como el perro del hortelano que ni jode ni deja joder.

Siéntete libre pues; exprésalo y vívelo, no te prives. –