La derrota del Partido Republicano abrió la puerta a un cambio de dirección de la política exterior estadunidense por primera vez desde el 11 de septiembre de 2001, que incluye el manejo de la guerra en Irak, el respeto (o no) a las convenciones y derechos internacionales y la postura hacia México y América Latina, […]
La derrota del Partido Republicano abrió la puerta a un cambio de dirección de la política exterior estadunidense por primera vez desde el 11 de septiembre de 2001, que incluye el manejo de la guerra en Irak, el respeto (o no) a las convenciones y derechos internacionales y la postura hacia México y América Latina, entre otros temas.
En los días siguientes a la elección se percibieron las primeras consecuencias de la elección del martes pasado y el traslado del poder legislativo al Partido Demócrata con sacrificios de figuras claves del gobierno de George W. Bush.
No sólo fue anunciado el despido del secretario de Defensa Donald Rumsfeld, sino que la nominación de John Bolton (el nuevo guardián del decoro ante mal portados como Hugo Chávez) para permanecer como embajador en la Organización de Naciones Unidas (ONU) está casi cancelada. «Sus posibilidades son nulas», reconoció un funcionario al New York Times.
El frente Irak
Los demócratas ya han anunciado que promoverán el inicio de un repliegue de tropas estadunidenses en Irak dentro de los próximos cuatro a seis meses y evaluar abrir el diálogo con Siria e Irán para buscar soluciones a la crisis regional. La Casa Blanca ha reconocido que está a la defensiva al responder que «el presidente está abierto a nuevas ideas» sobre cómo rescatar su desastrosa aventura bélica.
De hecho, el presidente se reunió hoy con el llamado Grupo de Estudio de Irak encabezado por James Baker, ex secretario de Estado e íntimo asesor de George Bush padre, y el ex representante demócrata Lee Hamilton. La agrupación está formulando propuestas para buscar una salida a la crisis en Irak.
Robert Gates, ex director de la CIA y figura implicada en el escándalo Irán-contras de los años ochenta, ha sido integrante de este grupo y fue nombrado por el presidente como el próximo secretario de Defensa para reemplazar a Rumsfeld.
Muchos han comentado que tanto Gates como Baker son figuras claves del grupo íntimo de Bush padre, lo cual sugiere que los veteranos de una política exterior más «pragmática» y centrista están tomando el control de la crisis en Irak y la política exterior en general.
«Bob Gates viene de la escuela realista de cómo operar internacionalmente. Por tanto, queda bastante claro que la agenda neoconservadora sobre cambio de régimen y promoción de democracia tomará un asiento trasero a la estabilidad y menos presión sobre los regímenes de que abran sus sistemas políticos», consideró Dennis Ross, diplomático que fue enviado especial para Medio Oriente de Bush padre, entrevistado por el Washington Post.
A la vez, el general Peter Pace, jefe del estado mayor, también anunció que el alto mando militar realiza una amplia evaluación de la estrategia castrense en Irak. Eso de «mantener el rumbo» como consigna repetida infinitamente por Bush, su vicepresidente Dick Cheney y Rumsfeld durante meses antes de la elección de repente fue descartado, pero ahora todo parece avanzar sin ningún rumbo.
El frente multilateral
Justo al concluir la elección, los demócratas y hasta algunos republicanos dentro y fuera del gobierno han considerado abrir pláticas con países como Irán, Siria y Corea del Norte, entre otros, para abordar temas regionales. Mas allá de esa región, el hecho de que ahora algunos legisladores demócratas con más respeto a las instituciones multilaterales tendrán mayor poder abre perspectivas para quienes promueven las prioridades acordadas en la ONU, la Organización de Estados Americanos y otras instancias.
Figuras como los senadores Joe Biden, Christopher Dodd, Edward Kennedy y Patrick Leahy tienen amplia experiencia en este ámbito y podrían cambiar por lo menos en tono, si no parte de la sustancia, la postura sobre lo que ocurre en el terreno de relaciones internacionales tanto y más allá del frente de guerra.
Biden seguramente el próximo presidente del Comité de Relaciones Exteriores fue quien anunció que el nombramiento permanente de Bolton «no irá a ningún lado». Bush ha buscado durante 20 meses lograr la ratificación de Bolton como embajador ante la ONU. Cuando fracasó en obtener suficiente apoyo, aún con el Senado bajo control republicano, empleó una maniobra legal para nombrarlo temporalmente, mientras el Congreso estaba en receso, pero esa autoridad caduca a finales de diciembre y Bolton si no hay un milagro tendrá que despedirse como uno de los embajadores menos estimados en el ámbito internacional.
Pero mas allá de Bolton quien obviamente será sustituido por alguien que continuará representando las mismas políticas presidenciales, figuras como Gates, Baker y otros dentro del gobierno incluyendo a los espías y diplomáticos de carrera ahora contemplan un terreno más abierto para entablar pláticas directas con «enemigos» como Corea del Norte, Irán e Siria, lo cual han propuesto durante tiempo, pero han sido ignorados por los fieles al neoconservadurismo de Rumsfeld y Cheney.
Con ello, el juego internacional, sugieren comentaristas, podría regresar a un lugar más «racional» bajo la influencia de Baker y el ex asesor de seguridad nacional de Bush padre, el general Brent Scowcroft.
América Latina
Este giro tendría implicaciones para América Latina, y voces con amplio conocimiento y experiencia de la región como el senador Christopher Dodd y algunos representantes latinos ahora tendrán tribunas de poder para enfrentar las políticas de la Casa Blanca que durante los últimos años han criticado.
«Espero que este cambio sea interpretado en América Latina donde había un rechazo generalizado al proyecto de política exterior del gobierno de Bush en el sentido que el país no está necesariamente encaminado en ese proyecto», consideró Arturo Valenzuela, del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Georgetown y ex encargado de América Latina para el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca en la presidencia de Bill Clinton, en entrevista con La Jornada. Agregó que eso «podría llevar a una mejor fluidez en las relaciones interamericanas».
Valenzuela advirtió, a la vez, «que un cambio en la política exterior no ha ocurrido, y no lo habrá hasta que se dé un cambio de ejecutivo en la Casa Blanca. El clima va a cambiar, creo que habrá otro tono en la relación, pero el cambio fundamental tiene que darse en dos años más (cuando concluye el periodo de Bush)».
¿Cambios?
Justo como advierte Valenzuela para el caso latinoamericano, lo mismo debe tenerse en cuenta sobre la política exterior en general, ya que a pesar del cambio en el balance de poder en la capital estadunidense, el ejecutivo es el mismo. En este sistema, las relaciones exteriores son responsabilidad del ejecutivo, el cual, aunque sufrió una derrota, no fue expulsado de la Casa Blanca.
A la vez, no pocos demócratas son conservadores pro militares, pero casi todos son defensores de la idea de la supremacía estadunidense. Critican a Bush y su política por ineficaz y mal manejada, no necesariamente por oponerse a la guerra o la defensa de la «seguridad nacional» en sí. Algunos observadores internacionales que perciben con gran optimismo la derrota de los republicanos opinan que los demócratas representan un paso positivo para el mundo, lo cual está por verse. La elección sí abrió una puerta hacia un cambio, pero aún nadie ha pasado por ahí.