Se alza la voz y se financian saraos pidiendo paz y diciendo que se quiere sostener no se sabe qué proyecto de paz, orillando el derecho internacional y las consecuencias que éste implicaría en las actuaciones políticas y económicas. Con la Hoja de Ruta se hace implicar a las NNUU (garantes del derecho internacional) en […]
Se alza la voz y se financian saraos pidiendo paz y diciendo que se quiere sostener no se sabe qué proyecto de paz, orillando el derecho internacional y las consecuencias que éste implicaría en las actuaciones políticas y económicas.
Con la Hoja de Ruta se hace implicar a las NNUU (garantes del derecho internacional) en un tacticismo que obvia el incumplimiento israelí de las Resoluciones de las NNUU. El ser cómplice de la política de hechos consumados israelí impide el tomar acciones específicas para, por ejemplo, suspender el Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea e Israel que da acceso libremente a los productos israelíes al mercado europeo, cerrando los ojos a las colonias y a la expropiación de recursos económicos palestinos y a la construcción del Muro.
Se sigue practicando el seguidismo tradicional a la política imperialista estadounidense en diferentes escenarios, tras la singular retirada de tropas de Iraq, representada en apoyar la unilateral Operación Libertad Duradera del Presidente Bush, con barcos o la ocupación y mestizaje de las fuerzas militares en Afganistán, primero en forma de coalición de ISAF y después en la imbricación del mando único de la OTAN, pero dejando la táctica de la guerra en manos de Estados Unidos, incluido los bombardeos y ataques sin control.
Se acepta ser cancerbero del paso fronterizo de Rafah en Gaza pero a las ordenes israelíes. Cerrando y abriendo a voluntad del ocupante que se desentiende de la legislación de las Convenciones de Ginebra. Con permiso europeo y muertes palestinas. Realizar maniobras militares con Israel, pocos días antes del ataque israelí a Líbano, y persistir en la contumacia de renovarlas o hacer un Tratado OTAN -Israel, aceptando la ‘normalidad’ con este país agresor y ocupante o alimentando su industria militar y económica, comprándole armas, despeja cualquier duda sobre qué prima en la política exterior y militar de nuestro país.
Mandar tropas a Líbano, sin contemplar medidas que alteren el estatus quo de la ocupación israelí de las Granjas de Shebaa o el mantenimiento por parte de este país de prisioneros libaneses durante muchos años, es favorecer a Israel. El gesto de una entrevista del Ministro Moratinos con el líder de Hezbullah, Naim Qassem, no se compadece con cerrar la difusión para América Latina de la cadena Al Manar desde un satélite español. El error de aceptar la lista de organizaciones terroristas hecha por Israel y Estados Unidos en lugar de la realizada por las Naciones Unidas (donde no está Hezbullah) explica torpemente el rechazo a tener encuentros con Hamás, pero no con el Gobierno palestino tras las elecciones de 2006 e interroga sobre el significado de la expresión terrorista que no alcanza a las acciones asesinas israelíes.
Pero además, el Gobierno español favorece la industria militar y económica de la ocupación israelí, comprando y vendiendo armas. Un rubro que alcanza el 25 % de las exportaciones israelíes.
El Gobierno de Rodríguez Zapatero ha aceptado comprar armas, misiles y aviones no tripulados israelíes que contarán con el apoyo tecnológico de las empresas ‘españolas’ EADS CASA e INDRA. Con unos y otros participará en Afganistán y, por qué no, en un futuro, en Líbano.
Ahora ha mandado por lo menos a 24 militares españoles a Israel, con el General Romay al frente, a ejercitarse con esas armas. Los aviones no tripulados ejercitados por esos militares ¿violarán el espacio aéreo de Gaza, Cisjordania, Jerusalén Este y Líbano?
La impunidad israelí y la complicidad con ella de este Gobierno de Rodríguez Zapatero continúan.