Recomiendo:
0

Texto de presentación leído en las tertulias republicanas del Ateneo de Madrid

Crónica de un viaje y otros relatos, de Armando López Salinas

Fuentes: Rebelión

Crónica de un viaje y otros relatos es un conjunto de cuentos representativos de algo que se ha dado en llamar narrativa social y que ha sido denostado a menudo y tratado con cierta condescendencia por parte de la crítica. Yo no voy a hablar de la narrativa social en general, porque contiene obras muy […]

Crónica de un viaje y otros relatos es un conjunto de cuentos representativos de algo que se ha dado en llamar narrativa social y que ha sido denostado a menudo y tratado con cierta condescendencia por parte de la crítica. Yo no voy a hablar de la narrativa social en general, porque contiene obras muy diversas que no siempre estaría dispuesta a defender (igual que no estoy dispuesta, por cierto, a defender muchísimas de las obras de la narrativa que debemos llamar ¿normal? ¿capitalista?: como ustedes quieran).

Voy a hablar de este libro en concreto y de por qué me interesa. El dilema de cualquier escritor o escritora que quiera serlo, esto es, que quiera encontrar su propia voz en vez de permitir que la ideología dominante escriba por él, el dilema, o uno de sus dilemas es si debe engrandecer la vida diaria, y al engrandecerla adulterarla, edulcorarla, etcétera, o bien si debe contarla tal y como es y entonces, acaso, no alcanzar cierta supuesta mezcla de belleza y complejidad que, según la burguesía, es la piedra de toque del arte, de la alta cultura y de la alta literatura.

Lo que yo he ido aprendiendo gracias, entre otras cosas, a la obra de Armando López Salinas es que, en el arte, la complejidad y la belleza casi siempre, por no decir, siempre, están manchadas y no tanto de sangre, aunque también, como de sudor ajeno. En el poema Lección de historia, Carlos Álvarez fijaba así una fecha: «Siglos más tarde de que el hombre lograra que el sudor de otro hombre/ Llegara hasta sus manos con el brillo del oro». Lo que los libros de López Salinas nos enseñan es que junto al brillo del oro nacido del sudor ajeno podríamos hablar también del brillo del arte o del brillo de la literatura nacidos de ese mismo sudor.

¿Quiero entonces decir que los libros de López Salinas, o estos cuentos, no brillan, que son opacos, mates, que están muertos o apagados? No. Lo que quiero decir, por el contrario, es que tienen luz propia. Y puede que no deslumbre. Puede que se parezca más al brillo de una estrella que al de una farola de autopista. En otras palabras: un muchacho aprendiz de panadero, campesinos preparando una huelga, emigrantes en un tren, una abuela con hambre, un albañil: ¿imaginan hoy una crítica de esto en Babelia o en el ABC de las letras? pero, sobre todo: ¿la imaginan escrita sin condescendencia, sin perdonarle la vida al autor, sin tratar sus textos como fósiles folclóricos, antiguos? No lo imaginan porque la burguesía, que es la dueña del canon y de los suplementos literarios y es la que dicta, también, gran parte de nuestras emociones, ha decretado hace tiempo que, en literatura, la pobreza es aburrida, simple y poco interesante. En el cine es distinto, sobre todo si se mezcla con algún oscuro deseo y con imágenes un tanto tremendistas. Al fin y al cabo, suele resultar curioso fijarse en las ropas de un mendigo o en los ademanes de un hombre trabajando. Resulta curioso el exterior del mendigo, del obrero, pero no el interior pues, precisamente, el interior se lo ha apropiado la burguesía, es, quizá, uno de sus inventos. Armando López Salinas, como buen marxista, no cede a las falsas dicotomías privado/público, mente/cuerpo, razón/corazón, interior/exterior. Sus criaturas tienen sueños y salario, y ambos se tejen con el mismo material. Es cierto que sus personajes no hay leído a Borges ni a Kafka, no van por la calle y, al mirar un café, se acuerdan de Pessoa y lo relacionan con la física cuántica. Supongo que López Salinas piensa que cuando la mayoría de la población española esté en disposición de hacer esas asociaciones, quizá entonces merezca la pena hablar de ellas pero no ahora, sobre todo porque sospecha que esas asociaciones constituyen un capital simbólico y llevan en sí, como decíamos, el mismo sudor ajeno acumulado que el capital real.

Si la literatura sirve para asentar la vida no sólo sobre la tierra sino también sobre el pensamiento y la imaginación, entonces creo que no hay más camino que el de López Salinas, a saber: empezar por el principio, por lo que podemos decir que es nuestro y no por lo que construimos en las horas de ocio robado o, lo que es igual, de ocio comprado con el oro del sudor ajeno. Diré por último que hay algo que López Salinas logra siempre en sus textos y que casi ningún otro escritor suele lograr: consiste en ser capaz de contar la vida de los dominados sin falsearla pero, al mismo tiempo, sin seleccionar precisamente aquello que no les pertenece y que muchas veces se han visto obligados a utilizar: me refiero a valores impuestos, a una cultura de masas pero no propia. Porque es sabido que la cultura dominante es la de la clase dominante; por eso ocurre que, en teoría, no se miente si se narra la vida en un barrio y se escogen aquellas personas o prácticas que no hacen sino reproducir tristemente unos valores ajenos, puesto que apenas han tenido nunca espacios de libertad para construir los propios. No, no se miente pero sí se dice una media verdad cuando, por ejemplo, se narra la insolidaridad de un grupo de trabajadores sin contar de dónde proviene y por qué.

Lejos de este error frecuente, la elección de López Salinas es buscar, por el contrario, lo que es consustancial al oprimido, no lo que le han impuesto sino lo que le es propio, lo que sabe. Así, por ejemplo, el hijo del padre rojo no perdona a su abuelo sino que se mantiene firme en su conciencia de lo que está bien o mal hecho. Así también los segadores venidos de Galicia deciden por fin apoyar la huelga y no porque sean puros, no porque vivan sin miedo, sin presiones, sino porque no renuncian a saber lo que los oprimidos saben: que el número, la cantidad, es la fuerza y que la necesitan.También ocurre que la muchacha decide dejarse llevar por su deseo en el río, en vez de aceptar una cultura de represión y tristeza que no es la suya. Y el boxeador no se deja humillar por el campeón, lo cual no significa que el texto sea idealista, el boxeador es despedido, y no tiene una salida fácil, pero sí tiene algunas certezas que no vende.

Podría continuar cuento por cuento, pero será mejor que quiénes aún no los hayan leído lo hagan, y puedan luego mantener la cabeza alta frente a todos los que dicen que la naturaleza humana es corrupta y mezquina y cobarde y que, por tanto, no queda más remedio que resignarse al capitalismo pues, al fin y al cabo, es el sistema que mejor se adapta a esa mezquindad. La naturaza humana no es de nadie, nos dice López Salinas, esa naturaleza se hace, y hay personas que llevan haciéndola mejor mucho tiempo aunque al parecer la mayoría de los escritores tienen otras cosas más importantes acerca de las cuales escribir. Doy las gracias a López-Salinas por haber escrito sobre esas personas durante tanto tiempo.

Crónica de un viaje y otros relatos ha sido publicado por la editorial Adhara en 2007