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Otra vez demócratas y republicanos. Más allá de un último debate

Fuentes: Rebelión

Una vez más la campaña electoral en los Estados Unidos de Norteamérica trae novedades en las que bien vale la pena continuar meditando con sentido crítico. La semana que termina estuvo marcada por el tercer y último cara a cara entre los dos candidatos a la presidencia de EUA. En el estado de New York, […]

Una vez más la campaña electoral en los Estados Unidos de Norteamérica trae novedades en las que bien vale la pena continuar meditando con sentido crítico. La semana que termina estuvo marcada por el tercer y último cara a cara entre los dos candidatos a la presidencia de EUA. En el estado de New York, la Universidad de Hofstra en Hempstead acogió por esta vez el escenario para el enfrentamiento entre el demócrata Barack Obama y el republicano John McCain. Con la llegada del 15 de octubre, llegó también el día del tercer y último cara a cara entre ambos candidatos. Pasó así a la historia de la actual campaña lo que pretendía ser un encuentro definitorio. El muy esperado show, «último» en la lista de tres «guiones televisivos», programados en la presente carrera electoral entre demócratas y republicanos, antes, durante y después del acontecimiento, se convirtió una vez más en titular de no pocas ediciones de prensa en todo el mundo.

Esta vez, en el transcurso del enfrentamiento, ambos candidatos discursaron sobre temáticas aún no agotadas y con toda seguridad verdaderos escollos para la futura administración que resulte electa. Ante las cámaras de televisión, y en un formato ciertamente más formal que los anteriores, ambos contendientes compartieron espacio a ambos lados de una misma mesa, moderada al efecto, por el periodista de CBS, Bob Schieffer, quien de manera certera condujo el «espectáculo «.

Fueron tocados así temáticas que devinieron en verdaderos puntos álgidos en el encuentro. Temas raigales y definitorios para la campaña, dentro de los que estuvieron el plan de rescate económico para la actual crisis financiera norteamericana, el tema de los impuestos, la estrategia de cada candidato para con el sistema de seguros médicos, el aborto, los suministros de energía y la dependencia energética, así como la educación o el mismísimo tratado de Libre Comercio entre Colombia y EE.UU., o alusiones a países como Venezuela o Perú, pasando por crispadas referencias personales mutuas de uno para con el otro y para con los segundos candidatos de cada partido.

En efecto, «asalto» entre dos contendientes más que diálogo en función de problemáticas comunes para un futuro gobierno. El diseño del sistema electoral norteamericano admite este tipo de paradojas en el panorama político del país, donde el candidato con la mayoría de votos implementará su programa más allá de los porcientos de electores que no le hayan votado a él sino al candidato opuesto, aun cuando en efecto tales criterios contrarios posean un valor significativo en la opinión ciudadana de la Unión. En este contexto el tercero y último de los cara a cara entre los candidatos John McCain y Barack Obama, deja entrever las grietas que ya van siendo fisuras anquilosadas del sistema electoral norteamericano. Ratifica los temas que son oportunos para captar votos y entrelíneas deja leer cuales son los grandes temas ausentes en el discurso de ambos candidatos.

Resultó muy significativo que, desde el mismísimo comienzo fuese la consabida crisis económica y el plan de rescate a la misma, lo que ocupara uno de los puntos medulares del encuentro. No obstante, cada una de las alternativas de uno y de otro por separado, más que la discusión de estrategias efectivas, hizo evidente los cabos sueltos en las respuestas de ambos enfrentados, y el ir hacia la crítica de la propuesta del otro. McCain apelando a la inyección multimillonaria de 300 000 millones de dólares para socorrer empresas caídas en quiebra y amortiguar la crisis, en tanto que Barack Obama en lugar de hacer énfasis o reparar en tal inyección multimillonaria ratifica lo importante del plan de rescate como un primer paso, pero se refiere a los retos y a la necesaria implementación de un también plan de «rescate» para la clase media norteamericana. De modo que en ambos el «juego» con los fondos públicos resulta un telón de fondo determinante en sus propuestas.

Nuevamente la interacción estuvo marcada por la ausencia de diálogo constructivo, y más bien la crítica de un político para con el otro fue norma visible en el enfrentamiento. Otra vez, John McCain continúa apelando en su discurso al ataque a la figura de su oponente más que en aportar argumentos convincentes en cuanto a cuáles serían los fundamentos que harían su propuesta algo diferente de lo que hasta ahora ha venido siendo la actual administración republicana. Y otra vez Barack Obama dejó claro cuales siguen siendo los principales receptores y a quienes va en esencia dirigida su palabra en su estrategia: «the American middle class.»

A tal punto llegó la estrategia de confrontación de McCain, que esta vez en sus ataques ha traído a colación la figura de Bill Ayers, profesor en Chicago hoy, pero quien en sus años de juventud en los sesenta como militante underground llegó a convertirse en líder Weatherman y convocó y participó en los inicios de los setenta en acciones directas contra la policía neoyorkina, contra el Capitolio y contra el Pentágono, con el empleo de explosivos y la convocatoria a la acción violenta contra el gobierno de Washintong. Traer al discurso una figura como Ayers y asociarlo enjuiciadoramente con Barack Obama, a quien conoció en Illinois algunos años después, constata el intento republicano de desacreditación política del liderazgo del demócrata. Argumento este que con anterioridad ya había sido utilizado sin mayor expectación por Sarah Palin en su injuria a Obama como «frecuentador de terroristas». O la aceptación del demócrata de sentarse a dialogar con enemigos del gobierno USA sobre quienes pesan acusaciones similares. A juzgar desde la propia ética electoral norteamericana, curioso argumento este, esgrimido constando o no argumentos de peso. Siendo así, desacreditar la figura del oponente sigue siendo a toda costa un ejercicio recurrente en tal campaña presidencial.

Ante tal alusión de McCain, el candidato demócrata tajantemente espetó a su oponente que tales ataques del republicano decían más de la campaña republicana que sobre él mismo:

«The fact that this has become such an important part of your campaign, Sen. McCain, says more about your campaign than it says about me.» – así dijo Obama.

Durante todo el debate del último tercer cara a cara, resultaron muy evidentes las diferencias entre los dos candidatos. Donde muy a pesar de las autodefensas del republicano y su auto-diferenciación expresa para con Bush, McCain continúa apostando por la política dura. Sin Bush, en efecto, pero ello no dejaría de ser nominal en tanto las líneas del partido republicano continuarían girando sobre recetas ya conocidas. Al tal punto llegó esta vez la tensión entre los candidatos que en tanto el demócrata apuntaba los defectos de la actual administración republicana, John McCain llegó a afirmar categóricamente: «I am not President Bush.» Y en efecto, McCain no es el presidente Bush, no se equivoca, pero representa la continuidad del mismo partido que se rige sobre iguales principios y apela a idénticos valores republicanos en el ejercicio de la política norteamericana.

Barack Obama por su parte, ciertamente continúa apelando a un cambio no solo de partido en el poder sino también de las políticas hasta ahora mantenidas durante toda la última administración. No obstante, resultan visibles en ambos discursos ciertos puntos que merecen ser llevados a pies en tierra, en tanto quedan ciertos cabos sueltos. Bien valdría la pena entonces, meditar en cuanto a qué contenidos nuevos ha aportado el recién concluido tercero y ultimo «asalto» entre los dos políticos. Cuáles elementos de cambio anunciados por ambos partidarios pudieran ser en efecto «cambio» y cuales serían no más que la continuidad de una política que giraría sobre estrategias ya ensayadas y persistentemente fracasadas para los de más abajo.

Por una parte el tema de los impuestos, que resulta determinante, pudiera no haber quedado del todo esclarecido si de incremento del gasto público se hablase. Y más que claridad en el cruce de palabras entre los dos candidatos pudieran hasta llegar a invertirse los sentidos en tanto aún cuando McCain ciertamente apuesta por el afianzamiento de su política neoliberal (disimulada eso sí, pero en esencia la misma), ante la ratificación de Obama de su deseo de que no hubiese que pagar impuestos, McCain específica que lo necesario sería reducirlos, cuando ya antes había cuestionado a Obama por una posible subida de «taxes» o impuestos:

» Why would you want to increase anybody’s taxes right now? Why would you want to do that to anyone, anyone in America, when we have such a tough time?» – dijo McCain, quien también dejó claro que con él no habría aumento de «taxes».

Obviamente, asociar «subida de impuestos» con la situación de crisis actual, resulta un punto álgido. Del otro costado teniendo la sentencia demócrata de reducción de los impuestos para el 95 % de los norteamericanos, para quienes en verdad sean humanos de los de a pie -sean estos ciudadanos o no-, más que beneficiar, en efecto tal medida recortaría ingresos al fondo publico. En verdad, el candidato demócrata habla de una reducción de los impuestos para quienes ganan menos de 200 000 dólares al año, no obstante ello no compensaría el ingreso público si no se aumenta equivalentemente el impuesto para quienes ingresen cantidades superiores -que en algunos casos llegan a cifras exorbitantes- y rinden pagos mínimos al Estado. Sucede aquí que el necesario aumento de los impuestos para los más ricos, deviene un tema espinoso, tanto para McCain como para Obama, en un debate como este. Y resulta a los efectos del voto, mejor hablar de reducir impuestos que de aumentarlos. No obstante, aún cuando en cualquier caso habría que distinguir entre nivel de ingreso y cuantía del impuesto a pagar, reducir los impuestos sin aplicar a la vez un mecanismo de compensación efectivo, estarían indudablemente recortando una de las fuentes de ingresos determinantes para el aumento del fondo público.

Ciertamente, resulta este un tema no del todo agotado, y por lo visto en cualquiera de los dos candidatos, sigue siendo una cuestión paradójica si de elevar el gasto público se tratase. Un tema pendiente, en cuanto al cual los votantes no siempre observan la relación entre disponibilidad de fondos públicos para gastos sociales e ingreso al fondo publico por concepto de impuestos cobrados por el Estado. No obstante, a nivel de votos, desgraciadamente para los de abajo y en fortuna para los candidatos, esta es una tecla que, bien tocada, reporta paradójicamente simpatías y votos.

En tanto esto, el posicionamiento en la dicotomía empresa / clase media, resulta evidente y marcadamente diferenciado: el republicano apela a la defensa de la empresa, mientras el demócrata protege a la clase media norteamericana. McCain, tal y como si fuese una falacia, habla en nombre de Joe el Fontanero; una interesante metáfora tras la cual, en labios del republicano, la empresa arropa su interés más que implicar el interés del verdadero ciudadano de a pie al que pretende hipotéticamente referirse. Obama también se las ve con el metafórico protagonista; pero por lo visto ambos oponentes, demócrata y republicano, parten de representaciones no coincidentes para un mismo personaje al que se hipotetiza. Un contraste que en Obama tampoco queda del todo resuelto y que tampoco debiera escapar al ojo crítico.

Reminiscencias de una verdadera pelea: McCain arguye que ha repudiado siempre los comentarios subidos de tono que, a juzgar por su inferencia, los de Obama lo son. Y Obama que, enjuiciando las consignas en su contra en los mítines republicanos y, ante el tono de McCain, plantea que no hay que llegar a insultarse. No han faltado además, en la discusión alusiones directas a los candidatos a la vicepresidencia, intentándose en cada caso, dejar en duda la integridad del otro. Por la parte de McCain, en su criterio, el demócrata Biden como candidato a la vicepresidencia se ha equivocado con relación a la política nacional norteamericana; en tanto en palabras de Barack Obama la capacidad de Sarah Palin como posible vicepresidenta de USA, sería un tema a determinar por el propio pueblo estadounidense, a lo cual obviamente no faltaría la defensa de McCain de su segunda figura política. Siendo así, evidenciamos una verdadera pelea que deja mucho que desear en la interacción de ambos candidatos. Aunque, más desfachatada en el caso de McCain, y marcadamente más respetuosa y diligente en Barack Obama.

Este ha sido pues, el último espacio en que demócratas y republicanos se vean las caras ante las cámaras de televisión, en su engalanada carrera por la presidencia de USA. McCain termina pidiendo a la audiencia que le permita seguir sirviendo a su país como hasta ahora lo ha hecho, definitivamente una ratificación de su proceder republicano-conservador de extrema derecha. En tanto Obama, demócrata a fin de cuentas, nuevamente apela al cambio y pide el voto para hacerlo.

Ha pasado el 15 de octubre, el aún reciente debate va quedando en el agua pasada de la semana que termina y ciertamente poca trascendencia para «los de abajo» ha implicado. Se avecina el 4 de noviembre, día definitivo de la elección y así continúa la campaña. El siguiente momento definitorio será entonces dentro de apenas algo más de dos semanas, cuando la resultante de los debates cobrará los efectos en cifras en votos a favor de uno o de otro candidato. Entretanto, encuestas de CNN y CBS reportan a Barack Obama como ganador en el debate ante McCain, y múltiples medios de prensa se hacen eco de baremos similares. Titulares frecuentes como: «Obama gana el debate» u «Obama vence a McCain» se encuentran en no pocos medios en todo el mundo, en tanto otros medios más reticentes, confesos o no, de derecha, amagan los resquebrajamientos del discurso de McCain. A juzgar por las encuestas, pudiera parecer que Barack Obama salió favorecido en este enfrentamiento con su oponente, no obstante la variación en las cifras para con uno o para con el otro resultan aún aproximaciones y nada está decidido aún, ni mucho menos definido. Como sabemos, la carrera por la elección del puesto presidencial no es predecible ni mucho menos del todo clara cuando de intereses de tanto capital se habla.

Acudimos nuevamente aquí a la continuidad de un show en el que los discursos, aún cuando viniesen respaldados por la acción posterior, están dirigidos precisamente a captar simpatías más que a perfilar estrategias reales. Mucho menos se trata de un compromiso con toda la sociedad norteamericana, sino que a los efectos de la elección, los discursos de ambos políticos están dirigidos a un sector potencial de votantes y no a todos los individuos que habitan la sociedad norteamericana en su conjunto. Un carácter utilitarista en función de aunar votos más que determinar un cambio de dirección marcadamente diferente a lo que hasta ahora históricamente ha venido siendo, haya sido con demócratas o con republicanos, aún cuando de ambas partes sopese el tan invocado «Change».

En este panorama, por lo visto, y a juzgar por los discursos de los candidatos, por solo retomar algunos puntos, el sistema de seguros médicos a cargo de aseguradoras privadas, seguirá siendo el sacrosanto mecanismo para la atención médica y el deficitario sistema de salud seguirá funcionando como empresa más que como servicio imprescindible de acceso a los necesitados. La educación que tampoco escapa a esta inercia. Los gastos públicos que, aún cuando se anuncien en aumento, no dejarán de chocar con los imperativos que marcan el mercado y la empresa capitalista. La repetición de los ciclos electorales entre demócratas y republicanos, unos más o menos flexibles o crudos que otros, pero a fin de cuentas eso: una carrera por la presidencia sin mención a ciertos puntos álgidos guardados en los cajones que muy probablemente nunca serán verdaderamente abiertos para eliminar las polillas de la desatención.

Dicho así, aún cuando han quedado algunos puntos sobre algunas ies; quedan algunos grandes ausentes en esta polémica. Tal pareciera que no fueran parte de la política interna del país o de la propia economía, temas en los que supuestamente profundizaría y versaría este último debate. Grandes ausentes sin mención alguna que bien valdría la pena traer a colación dada su ausencia o silenciamiento, la regularización de la emigración y una nueva ley migratoria, por solo citar algunos de ellos. El discurso inclusivo de los excluidos, los millones de latinos en USA o los millones de Mexicanos indocumentados o ilegales de otros tantos contornos que, tampoco han clasificado en ninguno de los temas del debate. Ante ello una primera conclusión asoma al pensamiento: los inmigrantes sin papeles, no ciudadanos que sostienen una parte determinante de la economía y los servicios en este país, no cuentan como voto. Ellos, entonces, no son objeto en el discurso y no viene bien mencionarlos siquiera. Y en tanto el debate acontece y el conteo regresivo para el día de la elección avanza, las calles de centenares de ciudades en todo Estados Unidos de Norteamérica, albergan seres humanos sin casa, sin atención médica, sin seguro médico, sin trabajo, sin acceso a la educación y a tantos otros derechos elementales, con crecientes cifras de desocupación, reducción de plantillas y condiciones laborales, quiebra irremediable para las economías familiares de menos recursos marcadas por el aumento de los precios de los alimentos y el bajo ingreso.

El discurso de McCain va dirigido a las clases acomodadas y tradicionalistas, el discurso de Barack Obama se dirige a la clase media norteamericana. ¿Dónde queda la clase que no es alta ni media? ¿Dónde quedan los que ni tan siquiera tienen clase o mundo? ¿Qué sistema resolverá los problemas de los «cuarto mundo» pululantes en las grandes ciudades, los pobres dentro de las ciudades de un mundo aparentemente «rico» de primer mundo, los «homeless», los tantos hijos pobres en barrios periféricos? ¿Dónde?