«Las dictaduras militares ya no están, pero las democracias latinoamericanas tienen sus cárceles hinchadas de presos. Los presos son pobres, como es natural, porque sólo los pobres van presos en países donde nadie va preso cuando se viene abajo un puente recién inaugurado, cuando se derrumba un banco vaciado o cuando se desploma un […]
«Las dictaduras militares ya no están, pero las democracias latinoamericanas tienen sus cárceles hinchadas de presos. Los presos son pobres, como es natural, porque sólo los pobres van presos en países donde nadie va preso cuando se viene abajo un puente recién inaugurado, cuando se derrumba un banco vaciado o cuando se desploma un edificio construido sin cimientos.» Eduardo Galeano. Patas Arriba
Apoyo la lapicera sobre la hoja (si, todavía escribo a mano antes de digitalizarlo) pero a veces me falta el aliento para introducir un tema específico o escupir palabras aunque solo sea para denunciar los caminos tortuosos y apocalípticos por los que deambula nuestra especie en todo el planeta.
Así ha sido mi duda y mi posición frente a los desvíos de la humanidad, de la conveniencia al comodismo de la media-ciudadanía (por ironía «en emergencia», no sólo en Brasil) y la apología del Dios mercado, que se atreve a transformar todo en productos comercializables.
El tratamiento del alcantarillado, las viviendas más caras, la «empresa» del trasporte colectivo público, el contrasentido de las áreas de la salud; son algunas de las manifestaciones de todo aquello que se aparta de la lógica y la dignidad. El agua y el aire tampoco se salvan de las privatizaciones. ¿Qué dirá la industrial ciudad de Cubatão cuando sus moradores no puedan respirar de tanta contaminación?
Ninguna de estas aberraciones del «desarrollo» -por cierto aquel que se confunde con crecimiento de la economía- aleja al ser brasilero de la morbidez mental, aunque el descontento se mitigue porque el alcohol volvió a ser «más competitivo» que la gasolina en algunos estados de ese país paradójico, explotado y humillado por los latifundistas y los políticos veniales y moralmente muertos.
Esto es lo que más le importa a la patética «clase media» de las grandes ciudades, que siente que pasa de «baja» a «media» porque finalmente puede financiarse su automóvil o comprar en los Shopping Centers . Sus ideales son muy pobres y difícilmente ascenderán al patrón de riqueza de los envidiados concentradores de renta que desorganizan el cómputo del Producto Interno Bruto.
Una turba de comerciantes europeos, gringos y algunos mercantilistas sudasiáticos sometieron a Guatemala para qué ceda 372 kilómetros a través de su territorio, para un megaproyecto que unirá los océanos Pacífico y Atlántico con una autopista muy amplia (dicen que tendrá cien metros de ancho), una vía ferroviaria y un gasoducto. Un completo complejo logístico.
Los procedimientos que serán usados son los de costumbre: sociedad público-privada, sistema de concesiones, apertura al capital extranjero, etc. Todo aquello que Brasil ya hizo de sobra, pero que no por ello le reservará justamente el título de «más desarrollado».
Con este proyecto la centenaria obra del Canal de Panamá dejará de ser la única vía entre ambos océanos y pasará a ser apenas una alternativa para la reducción de costos de flete.
La China aprovecha de estas inversiones para aproximarse económicamente a América Latina. El país asiático desbarató la preponderancia de Estados Unidos en nuestra América en cifras comerciales con Brasil y Chile. Sin embargo el presidente chino Hu Jintao declaró que es éste último país hispanoamericano su puerta de entrada a nuestra región.
Afortunadamente hay proyectos de integración que prosperan con propósitos alternativos al comercial. El Senado de Paraguay votó a favor del ingreso de ese país a la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR). Esta misma institución legislativa no ha decidido si ratificará o no el ingreso de Venezuela al Mercado Común del Sur (MERCOSUR).
Lo que todavía falta en nuestra región es tomar en serio la complementariedad de las economías, el fomento de la agricultura familiar y el intercambio de experiencias. Estas vías integrarán las economías latinoamericanas respecto a la seguridad alimentaria y el interés prioritario en las necesidades básicas de quienes viven en estas tierras.
Esta orientación económica por lo tanto tiende a desmitificar el protagonismo de Brasil como «potencia» de los países en desarrollo, ya que nos quedamos con lo peor y lo más caro de ese modelo mientras las industrias agro exportadoras baten record de facturación.
No se debe confundir en este caso la imagen exterior con la realidad interna.
Es hora de tomar actitudes más enérgicas frente a la corrupción de nuestro Código Forestal, cuya reformulación amnistía la destrucción forestal anterior a julio de 2008, y del proyecto criminal e irresponsable, la construcción de la usina hidroeléctrica de Belo Monte, en un lugar distante de centros urbanos, y más próximo a sanguinarias empresas colosales.
Es un absurdo mayor que se considere la inminente división de Pará en tres estados.
La «bancada ruralista» del Congreso Nacional no se sensibiliza con las mayorías que se aprietan en las ciudades y pagan caro para alimentarse con granos que deberían tener precios módicos, para transportarse y para tratar su salud.
La caída de los precios solo acontece cuando se rechazan los productos brasileros para exportación, aumenta la oferta interna y baja el precio. Ocurrió con la carne de pollo y la bovina, cuando fueron embargadas por Rusia por no cumplir con las exigencias sanitarias de ese país.
Brasil es un proveedor de alimentos a países más favorecidos económica y políticamente.
Nuestro pueblo se contenta con las migajas de los políticos oportunistas y entreguistas.
¿Para que desperdiciar nuestro voto y nuestro futuro a cambio de casi nada?
Publicación Barómetro 30-06-11
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