Los productos derivados vuelven a primer plano tras anunciar JPMorgan «errores» financieros multimillonarios.
Casi 3.000 millones de euros tirados a la basura en un mes y medio. El banco norteamericano JP Morgan acaba de anunciar que se ha equivocado en hacer algunas «apuestas» sobre los mercados financieros: el resultado es un tercio del rescate que se prepara para Bankia, pero la cifra todavía no es definitiva. La inversión del banco estadounidense en activos de alto riesgo roza, según informa Reuters, los 350.000 millones de euros y estos días de montañas rusas en la Bolsa podrían pasar a JP Morgan una factura aún más cara.
Así que mientras los sabuesos del FBI recorren oficinas a lo largo de Wall Street y los periódicos económicos se centran en el papel de Jamie Dimon -el consejero delegado del banco-, se dibuja cada día mejor el tamaño de la bomba que la banca norteamericana y, en consecuencia, el sistema financiero mundial tienen bajo su trasero. Aunque Dimon, apodado como el villano de Harry Potter, Voldemort, cobra 23 millones de euros anuales, no ha sido capaz de detectar el agujero provocado.
Productos derivados
El problema tiene hombre y apellido: productos derivados, «el más importante medio de diversificación de riesgo para los inversores que sepan manejarlo» según los definía con complacencia, en 1999, el banquero central de EE UU, Alan Greenspan, entonces presidente de la Reserva Federal. Estos productos son una creación de la finanzas cuyo valor «deriva» de otros activos financieros: se trata de una especie de apuesta sobre el curso de un título (un acción, un bono). En teoría, su utilización debería ser la protección en contra de un riesgo; así, los derivados más conocidos son, por ejemplo, los Credit Default Swap (CDS), un seguro para los posesores de bonos que se activa en caso de quiebra del emisor.
Para entendernos: si tengo bonos del Tesoro de España podría estar interesado en pagar un CDS para que, en caso de quiebra, alguien me reembolse el dinero. Pero las entidades financieras utilizan los derivados no sólo para protegerse de un impago, sino también para hacer ganancias rápidas a través de la especulación. Y así estos productos lejos de diversificar el riesgo, como pretendía Greenspan, lo multiplican. Desde aquel 1999 los derivados han crecido exponencialmente, pasando de un valor de 58 mil a 466 mil billones de dolares. Una cifra con doce ceros que representa siete veces el producto interior bruto del mundo.
¿Qué significa? Que una montaña de papel inventada por las finanzas anda suelta con un valor que no tiene vinculación alguna con la realidad de la economía. A pesar de que la mitad de estos títulos está en manos de las entidades norteamericanas, el riesgo es mundial. Sólo hace falta recordar que las crisis en 2007 comenzó en Estados Unidos por el mismo motivo: unos bancos que hacían apuestas equivocadas con productos derivados.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/JPMorgan-vuelve-al-mismo-guion.html