Irán ha puesto precio a la cabeza de Trump en represalia por el asesinato del general Qasem Soleimani: 80 millones de dólares. Es poco, muy poco, teniendo en cuenta que en 1989 el imán Jomeini ofrecía una entrada directa al paraíso por el pellejo de Salman Rushdie. No es sólo que la vida humana se […]
Irán ha puesto precio a la cabeza de Trump en represalia por el asesinato del general Qasem Soleimani: 80 millones de dólares. Es poco, muy poco, teniendo en cuenta que en 1989 el imán Jomeini ofrecía una entrada directa al paraíso por el pellejo de Salman Rushdie. No es sólo que la vida humana se haya desvalorizado bastante en estos tres decenios: es que además se trata de la vida de Donald Trump. No hay color entre tasar a uno de los grandes escritores de nuestra época y tasar a un botarate ataviado con gorra de castor, por muy presidente de los Estados Unidos que sea.
Rushdie atentó contra los principios del islam, cometió apostasía -como mínimo- y hasta se burló de Jomeini en Los versos satánicos, a quien pintó como un anciano resentido callejeando en el exilio, del mismo modo que en Hijos de la medianoche sacó a Indira Ghandi transformada en una bruja maléfica de melena berrenda dedicada a castrar niños. Con toda seguridad, a Jomeini le cabreó más la caricatura que le hizo Rushdie que la supuesta falta de respeto a Mahoma.
El crimen de Trump, no obstante, es mucho más de andar por casa: cargarse al general más prestigioso de Irán, el principal artífice de la derrota del ISIS en Irak y una pesadilla para las fuerzas estadounidenses en la zona. Claro que no ha ordenado el ataque por razones militares o estratégicas, sino únicamente para desviar la atención mundial del impeachment en que se juega el cargo e inaugurar la década con una guerra mundial en toda regla. Una vez conseguido el objetivo propagandístico, sería conveniente que Trump repasara una película que regala valiosas lecciones sobre la naturaleza del poder. En El Padrino II, Michael Corleone dice: «Si algo nos ha enseñado la Historia es que se puede asesinar a cualquiera».
Por lo demás, los iraníes han andado listos a la hora de evitar complicaciones religiosas en la cacería presidencial y limitarse a una recompensa monetaria. Corren otros tiempos, lejos ya del fervor de la revolución islámica, y la eternidad, la felicidad, las huríes no son más que cien pájaros volando, una quimera al lado de 80 millones de dólares, las huríes de pago y el pájaro en mano. También ha pesado el hecho de que la recompensa ultraterrena no dio resultado y por eso Salman Rushdie sigue por ahí, escribiendo y publicando libros, a pesar de varios traductores sacrificados. La cifra no es casual sino que responde a los 80 millones de habitantes que tiene Irán, de este modo el gobierno se ahorra una pasta proponiendo una colecta de un euro por iraní, aunque al final la cosa se les puede disparar a los 500 o 700 millones si dejan participar a voluntarios de la zona, no digamos ya de Asia, África, Europa, América y especialmente Estados Unidos, donde hay gente que le tiene mucho cariño. Un crowdfunding mundial podría solucionar el impeachment.
Es curioso pensar que una tecnología del siglo XXI sirva principalmente para hacer política del siglo VIII a. C., y que la respuesta a este atentado cobarde y traicionero sea colgar un pasquín de «Se busca Vivo o Muerto» del Lejano Oeste en Oriente Medio. En lugar de la lanza o la catapulta tenemos el dron y en lugar de Alejandro o Pericles tenemos a Trump. Vaya lo uno por lo otro.
Fuente: http://blogs.publico.es/davidtorres/2020/01/07/la-cabeza-de-trump/