No hay lugar a dudas de la perversidad y lo atroz del crimen contra el ciudadano estadounidense de raza negra, George Floyd, a manos del policía blanco Derek Chauvin, en la ciudad de Minneapolis y de la hipocresía imperante cuando se trata de condenar todos los crímenes de odio y racismo.
Un asesinato que demuestra, que la segregación y discriminación siguen siendo conductas muy presentes en Estados Unidos, que tras el asesinato de George Floyd despertó a una sociedad dormida bajo una administración de gobierno, que desprecia precisamente a las minorías. Lo mismo a negros, latinos, chinos, árabes con un discurso supremacista, basado en esa noción mitificada de una nación creada por los WASP (White Anglo Saxon Protestant). Una nación norteamericana, supuestamente adjudicada como una propiedad para blancos, con un pretendido manifiesto, construida, no sólo bajo la sangre de la población nativa, sino también sobre la esclavitud y sometimiento de millones de seres humanos traídos como mercancía desde África.
Por tanto, resulta justo y necesario, que esta sociedad marcada por administraciones de gobierno, que dotadas de una política interna, que ejerce el dominio sobre las minorías generalmente pobres y sumidas en sus propias contradicciones, se levante con fuerza, indignación y un poder de destrucción, que aterra a los detentadores del poder. No nos debe sorprender los niveles de violencia de una sociedad de por si violenta, donde las armas están al alcance de la mano, donde 340 millones de ellas la atraviesan transversalmente y que además reafirma ese derecho a portarlas en base a la segunda enmienda, que representa el sostén de importantes cabildeos políticos y financieros, cuyo apoyo ningún candidato presidencial estadounidense se ha atrevido a despreciar.
Ver a millones de personas marchando por la defensa de la vida, condenando los crímenes de odio por parte de la policía defensora de los grupos de poder en Estados Unidos. Observar y escuchar la indignación de la muchedumbre, coreando el nombre de la víctima y exigiendo justicia, me enorgullece como ser humano. Pero…también genera interrogantes, sobre la diferencia que existe cuando se sale a la calle por la muerte de los asesinados afrodescendientes estadounidense en los últimos años: George Floyd, Eric Garner, Alton Sterling, Keith Scott, Emantic Bradford, Vonderrit Myers, Antonio Martin, Freddie Gray. Michael Brown, entre otros, con relación a otros seres humanos, de otras partes del planeta, etnias diferentes, otras creencias cuyos crímenes se invisibilizan. Tal situación genera en mí una sensación de amargura.
Y hablo de la necesidad de interrogarme, porque que esa cólera, ese estallido social para exigir que se nos respete, no es posible verla, por ejemplo en Yemen agredida por la Monarquía saudí, en Siria, atacada por grupos terroristas y en Palestina, donde el asesino se viste de uniforme de ejército ocupante y de colonos extranjeros, bajo una ideología criminal, que usurpa y coloniza una tierra que no le pertenece, así reconocido por todas las resoluciones de los organismos internacionales como la Organización de Naciones Unidas a través de su consejo de seguridad y su Asamblea general.
Un usurpador que bajo el marco de un sionismo dotado de mitos fundacionales, asesina, extermina, destruye porque son supuestamente un pueblo elegido, que ha sido señalados por el dedo de una divinidad como “la niña de sus ojos”, para así otorgarles una tierra sin exhibición alguna de títulos de propiedad y sobre esa base considerar a todo aquel que no tenga su religión, ni su supuesta condición de pueblo judío como un goy (un sujeto ajeno a los judíos) y por tanto una especie de subhumano, contra quien es posible ejecutar las más bárbaras atrocidades, aunque en estricto rigor el sionismo sea una ideología atea pero…todo sirve para los afanes expansionistas, incluso apodersre de una creencia.
La muerte de George Floyd en Minneapolis ha movilizado a un país, a ciudadanos de otros continentes y a gran parte de los medios de información en el mundo, para dar cuenta de este asesinato – en absoluto extraño ni casual – y por tanto emitir urbi et orbe el estallido social en Estados Unidos. ¿Qué impulsó, el que este crimen, producto de una llave de asfixia practicada por la policía estadounidense, generara estas movilizaciones? Lo pregunto en el sentido, que no son hechos aislados, son parte del paisaje represivo en Estados Unidos. Situaciones similares se ha repetido con frecuencia contra la comunidad negra de la nación norteamericana.
Tal vez, la causa hay que encontrarla, en que los corderos ya no desean ser parte del festín de las bestias. O quizás esta administración encabezada por un megalómano supremacista, ha cansado a gran parte de los estadounidenses, que además deben contender con la pandemia del Covid 19, que los tiene con 1.800.000 contagiados y 110 mil muertos. Una enfermedad, que a la par de la crisis sanitaria conlleva una crisis económica de envergadura, con 41 millones de ciudadanos solicitando subsidio de desempleo. Unido todo ello, a un gobierno más enfrascado en bloquear y sancionar a países, planear invasiones contra Venezuela, perseguir a inmigrantes, tener guerras comerciales con China e incumplir sus acuerdos internacionales, sean estos nucleares, climáticos o de respeto a los derechos humanos. Puede ser…
Pero, les traigo a colación mi amargura a través de algunos ejemplos. Y uso el concepto de agobio y tristeza, ya que cuatro días después del asesinato de George Floyd. 12 mil kilómetros hacia el oriente, al otro lado del Atlántico, el día 29 de mayo, en una pequeña aldea de Cisjordania, en la Palestina ocupada, un joven palestino de 32 años, Lias al Halak, con autismo, fue asesinado a sangre fría por la soldadesca sionista, mientras iba camino a su centro educativo. Baleado impunemente por soldados israelíes, quienes justificaron su acción al señalar que un paquete que llevaba en la mano les pareció un arma que podía ser usada contra ellos.
El ministro de guerra israelí Benny Gantz ofreció disculpas por el “lamentable error” señalando que se iba a investigar, sin embargo dos días después del asesinato, el criminal involucrado fue puesto en libertad. Ese mismo día, en la aldea de Nabi Saleh, cerca de la ciudad de Ramallah, Fadi Samara, de 41 años, también fue asesinado a tiros por varios soldados israelíes mientras conducía por su aldea. Como corolario de esa acción criminal, fue herido un niño palestino con síndrome de Down. Dos semanas antes, Zaid Fadl Qasya de 15 años, asesinado tras recibir un disparo en la cabeza a manos de tropas ocupantes en el campo de refugiados de Al Fawar, en las cercanías de Al Jalil, al sur de Al Quds (Jerusalén) también en la Cisjordania ocupada.
El día 6 de febrero de este año 2020 las tropas ocupantes asesinaron a cuatro jóvenes palestinos en la ciudad de Jenin. Entre ellos Yazan Abu, un joven de 19 años, alcanzado por un proyectil al protestar por la demolición de una vivienda palestina. A pocos metros de allí un miembro de las fuerzas de seguridad palestina, Tarek Badwane de 25 años también murió al ser alcanzado por una bala. El día 7 de febrero, en Al Jalil el adolescente de 17 años Mohammad Salman Tama al-Hadad encontró la muerte con un tiro en el corazón ejecutado por un soldado sionista, después de ser detenido junto a otros catorce jóvenes. El día 23 de febrero, en la Franja de Gaza el joven Mohammad al-Naem, de 27 años, encontró la muerte a manos de soldados sionistas, quienes no satisfechos con asesinarlo, deshonraron su cuerpo colgándolo de las cuchillas de una retroexcavadora israelí.
Sólo en materia de asesinatos de palestinos a manos de soldados y policías sionistas, estos criminales, en el año 2019, arrancaron la vida de 149 hijos e hijas de la tierra palestina, tanto en Cisjordania como en la Franja de Gaza. Del total, 12 fueron mujeres y 32 niños menores de 14 años. Sumemos a este exterminio, la perversidad de un régimen israelí, que aún no entrega a sus familias los cuerpos de 306 mártires palestinos asesinados en estos años. El 2018 según un informe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha por sus siglas en inglés) contabilizó, que ese año 2018, trescientos palestinos fueron asesinados y 29.718 heridos. Estos números fueron los más altos desde la agresión a Gaza el año 2014 cuando las fuerzas sionistas, en el marco de la que denominaron “Operación Margen Protector” desde el 8 de julio al 26 de agosto, asesinaron indiscriminadamente a 2.310 palestinos e hirieron a 10.620 al invadir, bombardear por tierra mar y aire el enclave costero.
Como muestra de la disparidad de fuerzas, el asalto a Gaza, sólo significó la muerte de 66 soldados sionistas y cinco civiles. No hay posibilidad de hablar de guerra o equilibrio de fuerzas, cuando la potencia usurpadora posee tanques, artillería, aviones, buques de guerra, submarinos, drones, armas nucleares, todo ello contra piedras y dignidad. Lo que acontece en Palestina es un exterminio, es el trabajo de aniquilación de una población a manos de una entidad racista, criminal, fundada también, tal como los WASP supremacistas, sobre la sangre y huesos de una población nativa, en y sobre los escombros de los pueblos y aldeas palestinas de los cuales fueron expulsados sus habitantes, por el extremismo sionista con su Plan Dalet y posteriores guerras de aniquilación contra Palestina. Un llevar a cabo un plan de exterminio que no cesa.
Palestina tiene miles de George Floyd, lo acontecido contra el ciudadano estadounidense en Minneapolis es pan de cada día para los palestinos. Es lo usual, lo que se vive día a día en esas tierras milenarias donde los palestinos, sean estos niños, jóvenes y viejos, son sometidos por las fuerzas ocupantes a asfixias cuando detienen a hombres y mujeres, a asesinatos, torturas, pero también estrangulan su tierra en lo económico, lo social, en la vida cotidiana. Esta conducta criminal es parte de las grandes líneas de acción de la política sionista, tanto en el plano regional, como en el mundo, en el sentido de tratar, con todos los medios a su alcance de invisibilizar los crímenes cometidos contra el pueblo palestino, llevados a cabo a través de un proceso de ocupación, colonización y exterminio.
Para concretar esta estrategia criminal los sionistas se valen del apoyo de Estados Unidos y sus aliados occidentales, que le otorgan impunidad política, para no avanzar en resoluciones vinculantes que permitan condenar esos crímenes. Esto, gracias, sobre todo, al derecho a veto que posee en el seno del Consejo de Seguridad de la ONU, tanto Estados Unidos como Francia y Gran Bretaña. Un apoyo político fundamental, que se fortalece cuando analizamos, que los grandes medios de información internacionales están en manos de conglomerados cuyos propietarios son de grupos sionistas, por tanto, la forma de tratar la información, de darla a conocer, de analizar y transmitir son claramente parte de la estrategia de manipulación de estos medios, donde la Hasbara es parte constituyente de esa línea.
Así como en Minneapolis la brutalidad policiaca cansó a la población y ha permitido mostrar al mundo que el racismo, la violencia policial, no pueden ser aceptados. Así también constatamos la pasividad mundial, el silencio tan brutal como las llaves de asfixia sobre seres humanos desarmados, la impunidad, la ceguera y el no oír el grito de ayuda de todo un pueblo que vive bajo la ocupación y colonización sionista, la más criminal de los últimos tiempos. Un régimen israelí que ha creado dos campos de concentración donde se hacina la población palestina: Gaza y Cisjordania. Donde los asentamientos sionistas en Cisjordania significan padecer la invasión de hordas terroristas, supremacistas armados hasta los dientes, racistas que ejercen diariamente la violencia contra el pueblo palestino. Así como no se puede aceptar ni normalizar el actuar brutal y vergonzoso de la policía estadounidense sobre negros y latinos. Así tampoco aceptemos normalizar el crimen sionista de la entidad israelí sobre Palestina.
Sólo así, más temprano que tarde seremos capaces de levantarnos, en forma global, para gritar con todas las fuerzas de la Historia “No más Sionismo! Que si es necesario quemar en fuego cada símbolo de ese régimen brutal, hay que hacerlo. Una entidad que merece la denominación de nacionalsionismo. Todos los días hay un George Floyd en Palestina y la vergüenza radica en el hecho, que aún no nos levantamos con indignación, ira, rabia, con decisión para eliminar al sionismo, llevarlos a tribunales internacionales y juzgarlos por sus crímenes, como se hizo contra los nazis en Nuremberg o un Tribunal Penal internacional para crímenes como el que se celebró en Tokio, para juzgar las atrocidades niponas en el Lejano Oriente o aquel creado para juzgar los crímenes den Ruanda. Toda esa caterva de políticos, militares, policías, colonos, sionistas, que han violado los derechos del pueblo palestino, deben dormir pensando que es posible que mañana deban responder de sus crímenes y cada día debemos recordárselos.
Hoy, millones lloran por el asesinato del ciudadano estadounidense George Floyd y eso es justo y necesario. Pero también necesitamos llorar y hacer justicia por los miles y miles de asesinados del pueblo palestino, hombres, mujeres, niños, ancianos masacrados en Deir Yassin y Ein Al Zeitune. En la Franja de Gaza y en Al Quds, en Al Jalil y Jenin. En Ariha y Beit Jala. En Tulkarem y Beth Lehem. Necesitamos llorar y hacer justicia por los hogares destruidos, demolidos hasta los cimientos, por los hogares y tierras separadas por un muro de segregación.
Necesitamos derramar nuestras lágrima pero hacer efectiva la necesaria justicia por aquellos que no pueden volver a su tierra. Por los asesinados por francotiradores en esa valla que separa la Franja de Gaza de la Palestina histórica. Por los que viajaban en el Mavi Marmara, en esa flotilla de la libertad y fueron asesinados por las tropas de asalto israelí hace una década ya. Por aquellos que día a día son asfixiados en las cárceles sionistas.
Es verdad, Palestina tiene a millones de George Floyd, las acciones criminales contra ellos son el pan de cada día, se vive cotidianamente, es parte de la esencia de esta entidad cuyo motor es el asesinato, el robo, el expolio. Nos falta levantarnos en todo el planeta, decir basta y echar a andar hasta expulsar a esa mala yerba, a esa ideología perversa, a aquellos que han levantado sus privilegios sobre la vida y los derechos de millones de seres humanos.