A propósito de un nuevo episodio colonial de la historia del Estado de Israel, luego del intento de anexar parte de Cisjordania de parte de la ultraderecha sionista, se hace interesante reflexionar sobre si existe o no contradicción de parte de ciertos sectores políticos judíos que siguen revindicando tanto el sionismo como la izquierda aún, en un contexto dominado por la profundización de un colonialismo de asentamientos hacia el pueblo palestino después de 72 años.
Dentro de estos sectores, quizás el más llamativo de todos, es el partido político israelí Meretz, fundado en 1992 y definido por su carácter socialdemócrata, socialista y pacifista, el cual aunque en estos últimos años ha perdido mucha fuerza a nivel electoral, es quizás la voz más importante de un sionismo progresista crítico de las políticas mesiánicas y explícitamente racistas del gobierno de Benjamín Netanyahu.
Uno de los líderes más importante para América Latina de este partido de izquierda, es Darío Teitelbaum, quien es actualmente secretario general de la Unión Mundial de Meretz, el cual ha sido blanco de críticas de grupos fanáticos sionistas de derecha, por solo criticar el intento de anexión del 30% de Cisjordania y la profundización de un sistema de Apartheid en territorios ocupados por los colonos sionistas, acusándolo incluso de ser un traidor.
Si bien no llama la atención esas críticas de esos grupos ultranacionalistas, los cuales catalogan de antisemita a cualquier crítica al Estado de Israel, negando así la condición de semita de los mismos palestinos y la posibilidad de judíos de todo el mundo de levantar su voz frente a la ocupación israelí, en el caso del Meretz hay un intento de plantear la posibilidad de un Estado de Israel democrático, que no vulnere el derecho internacional.
De ahí que Teitelbaum plantee aún la necesidad de generar políticas israelís que retomen el diálogo con la Autoridad Nacional Palestina, clausurado con la llegada de Netanyahu, para abrir la posibilidad de retomar un plan de retirada de los colonos sionistas mesiánicos de Cisjordania, que permita la formación real de un Estado Palestino con soberanía y que pueda coexistir con el Estado de Israel con fronteras claras.
El problema de esta mirada sionista de izquierda que plantea Teitelbaum, es que para él el problema partiría con la ocupación sionista de territorios palestinos en 1967 y no desde 1948, con la formación misma del Estado de Israel. Es decir, su crítica centrada en los grupos más nacionalistas de Israel lo que hace es invisibilizar la Nakba, la cual para la memoria palestina es una experiencia catastrófica imposible de olvidar.
En otras palabras, Teitelbaum busca revindicar un nacionalismo judío humanista y laico, pero en ningún momento busca problematizar el sionismo como movimiento colonialista desde sus bases mismas, las cuales fueron explicitadas por su fundador a finales del siglo 19, Theodor Herzl, quien planteara que se debía crear un “puesto avanzado de la civilización contra la barbarie”.
Un proceso sionista civilizatorio, heredero del colonialismo europeo, que lo que ha buscado es occidentalizar al mundo judío, en desmedro de otro pueblo, el palestino, que para los ojos del sionismo no es otra cosa que un pueblo inferior.
De ahí que no deba sorprender que estos mismos sectores sionistas de izquierda reivindiquen los kibutz (cooperativas rurales socialistas), por su carácter colectivista y sostenible ambientalmente, pero que ha estado sostenido en la práctica por un brutal despojo y expulsión de la población palestina que habitaba en aquel territorio antes de la formación del Estado de Israel.
En consecuencia, no entender que el sionismo es una ideología racista desde su origen y perjudicial también para los millones de judíos en el mundo, es no querer ver que es una mala salida para la judeofobia y una burla por tanto para millones de judíos que han sido perseguidos y asesinados históricamente por distintos imperios y estados.
La coexistencia pacífica entre pueblos por tanto debe darse en un marco de respeto y reconocimiento del otro como un igual y alejado de cualquier tipo de fundamentalismo, ya sea nacionalista o religioso, el cual también ha estado presente en muchos estados autoritarios árabes, que poco y nada les ha importado el pueblo palestino.
Por último, sobre la pregunta sobre si es posible un sionismo de izquierda, quedó claro que es posible y no se ve contradicción alguna. Además, la dicotomía izquierda-derecha misma lo permite, al ser heredera de un colonialismo ideológico moderno proveniente de la Revolución Francesa. Lo mismo con la noción de progresismo, que esconde la idea del tren del progreso capitalista, que lo que busca finalmente es aplastar desde los Estados y las grandes corporaciones privadas a comunidades enteras por no querer sumarse a él.
Desde América Latina sabemos muy bien de aquello, de gobiernos que se han presentado de izquierda, socialistas, progresistas, revolucionarios y hasta indígenas, mientras profundizaron el extractivismo en los territorios de manera corrupta, autoritaria y caudillista, no muy distinto a lo realizado por los gobiernos neoliberales de derecha.
No nos van a venir con cuentos después de 500 años de historia colonial en la región, que en el caso palestino se repite a través del sionismo.