A 103 años de la Declaración Balfour, reflota con más fuerza aún, el traer para conocimiento general, uno de los grandes mitos del sionismo, que para justificar su presencia colonizadora y ocupante en tierras palestinas, apela a que cierta divinidad, por considerarlos elegidos, les habría prometido una tierra. Ello, en una idea más propia de una concepción del protestantismo evangélico que del judaísmo.
Resulta inverosímil asignarle algún grado de seriedad a este tipo de argumentos, sobre todo si consideramos que esa tierra, Palestina, estaba habitada hace miles de años por diversos pueblos, entre los que destacaba, mayoritariamente y en forma permanente, el pueblo palestino. Los hebreos fueron uno de los pueblos, que en sus incursiones militares estuvieron en la zona, donde en un periodo de tres siglos desarrollaron el poblamiento de ciertos sectores, para luego desaparecer históricamente en el trasiego de guerras, invasiones, destrucción y asimilación. Lo significativo es que los actuales colonizadores y ocupantes de Palestina no tienen relación alguna con esos habitantes, ya que se trata de extranjeros, gran parte de ellos europeos, tanto del centro como de Europa oriental y que en el transcurso de la colonización posterior a mayo del año 1948, cuando se funda la entidad sionista bajo la denominación de Israel, generaron una inmigración con etíopes, árabes y hasta latinoamericanos de creencia judía.
Historiadores israelíes, como Shlomo Sand, hablan en sus obras, no sólo de la invención de lo judío, sino también de la invención de la tierra de Israel, en la idea de desmontar esos mitos que suelen cubrir la presencia de extranjeros de creencia judía y hasta ateos sionistas en Palestina, con toda esa carga de prejuicios, supremacismo y racismo con que suele ir acompañada. Shlomo Sand destroza en su libro “La Invención de Israel” el concepto de cierto derecho histórico-religioso esgrimido para justificar la usurpación de tierras palestinas en una mezcla entre concepciones evangélicas (en lo religioso) y el sionismo (en el marco político oportunista que tal hecho genera) Para Sand “esta invención hizo posible la colonización de Oriente Próximo y la creación de Israel pero constituye también la más seria amenaza a su propia existencia como hogar nacional judío”.
Una conceptualización del concepto patria, que pasa por encima de los derechos de millones de seres humanos. Creando una amalgama de ideas, mitos, relatos, fábulas, narraciones religiosas para ir formando una idea de etnicidad, que contará con el apoyo invaluable, primero de potencias como el Imperio británico y posteriormente, el mundo occidental y sus crisis de conciencia tras el fin de la segunda guerra mundial y el papel activo del imperialismo estadounidense. Apoyo, que va a fijar la obra de las potencias occidentales, de enquistar una punta de lanza hegemónica, en el Levante Mediterráneo en general y Palestina en particular. Ello permitiría sentar las bases para la geopolítica de un sionismo, que con avidez, incrementa un proceso de instalación interna, generando una política de rapacidad en base a objetivos de expansión concordados con el aval y apoyo de las potencias occidentales, no sólo en Palestina, sino que en el conjunto de Oriente Medio. Una política destinada a la apropiación de recursos naturales, vías de distribución y comercialización de recursos energéticos y el control de las rutas marítimas que permitieran el dominio general: Estrecho de Ormuz, Bab al Mandeb y el Canal de Suez.
Todo lo mencionado, bajo la fabulación de contar “con un hogar nacional judío” en una tierra prometida, que hiciese posible establecer esa tierra de promisión a un ficticio pueblo judío. Y hablo de imaginario, a partir de las propias ideas desarrolladas por Shlomo Sand y otros múltiples investigadores de la vertiente de los “nuevos historiadores israelíes” que escapa de los mitos y se adentra en la expresión de hechos, acciones, realidades y no fábulas. En un párrafo brillante sobre esta afirmación del libro de Sand “la Invención de lo judío” se señala que “Todo moderno Estado-nación cuenta con una narración de sus orígenes, transmitida tanto por la cultura oficial como por la popular; entre tales historias nacionales, sin embargo, pocas han sido tan escandalosas y controvertidas como lo es el mito nacional israelí. El muy conocido relato de la diáspora judía del siglo I d.C. y la reivindicación de una continuidad cultural y racial del pueblo judío hasta el día de hoy, resuenan más allá de las fronteras de Israel. Pese a su abusivo empleo para justificar el asentamiento de judíos en Palestina y el proyecto del Gran Israel, se han realizado muy pocas investigaciones académicas sobre su exactitud histórica”.
Para aquellos, que en la versión castellana del libro tuvieron la valentía de publicarlo a pesar de las presiones del sionismo resulta evidente que “En este valiente y apasionado libro, Shlomo Sand demuestra que el mito nacional de Israel hunde sus orígenes en el siglo XIX, no en los tiempos bíblicos en los que muchos historiadores judíos y no judíos reconstruyeron un pueblo imaginado con la finalidad de modelar una futura nación. Sand disecciona con la minuciosidad de un forense la historia oficial y desvela la construcción del mito nacionalista y la consiguiente mistificación colectiva”.
Resulta a todas luces una contradicción hablar de una divinidad dadivosa, derechos de propiedad entregados por esta según criterios de preferencia étnica, junto a objetivos políticos de “retornar” a una tierra a una tierra, que ni siquiera pueden demostrar que se tiene algún vínculo con ella, más allá de mitos, fabulas y cuentos propios de la filmografía sionista – lo que denominaré de ahora en adelante Sioniswood, que ha tenido una enorme expansión de la mano de los grandes conglomerados cinematográficos, televisivos y medios impresos. Todos ello en ayuda de la consolidación de esta visión “sionista-judía” del mundo apoyada por un protestantismo evangélico, que sirve de soporte a esta verdadera puesta en escena de hacernos creer que colonizadores y ocupantes de palestina lo hicieron porque se trataba de “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. Falacia vergonzosa y que se consolida en virtud de una historiografía dominada por ese sionismo, que invisibiliza al pueblo palestino, su historia, cultura, comidas, vestuario, arqueología, su desarrollo como pueblo que durante miles de años ha poblado el Levante Mediterráneo.
Un documento destructivo
Es en este conjunto de argumentos y ejemplos dados, el que permite afirmar que la Declaración Balfour, cuya carta original cumple 103 años, ha sido una herramienta política, que ayudó a consolidar una idea falsaria sobre el territorio y sobre las aspiraciones de dominio de un sionismo europeo junto a los afanes de dominio del imperio británico primero y el imperialismo estadounidense, con posterioridad al fin de la segunda guerra mundial. Esta declaración, expresada en forma de una carta va a fortalecer en forma gigantesca, el plan sionista de colonizar Palestina y avanzar en la idea de crear un “hogar nacional judío” que será realidad a costa de los derechos de millones de palestinos, población nativa de este territorio. Balfour y su apoyo al sionismo es un antecedente ominoso y que expresa la injerencia europea en la determinación de dar manga ancha a multimillonarios alemanes, ingleses, franceses y europeos orientales de ideología sionista, que va a servir de punta de lanza y defensor de los intereses occidentales en Oriente Medio.
La Declaración Balfour constituye la manifestación escrita de intenciones que refiere, en específico, a una misiva enviada por el Secretario de Relaciones Exteriores británico Arthur James Balfour al Barón Lionel Walter Rothschild, líder de la comunidad judía de Gran Bretaña e Irlanda, el día 2 de noviembre del año 1917, para que el contenido de ella fuera conocida y discutida en el seno de la Federación Sionista. Dicha carta señala “Estimado Lord Rothschild. Tengo el placer de dirigirle, en nombre del Gobierno de Su Majestad, la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones de los judíos sionistas, que ha sido sometida al Gabinete y aprobada por él. El Gobierno de Su Majestad contempla favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, quedando bien entendido que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina ni los derechos y el estatuto político de que gocen los judíos en cualquier otro país. Le quedaré agradecido si pudiera poner esta declaración en conocimiento de la Federación Sionista. Sinceramente suyo, Arthur James Balfour”.
Y mencionó lo falsario de su contenido – como lo he hecho cada vez que me refiero al papel de Balfour – pues precisamente, el mismo Arthur James dos años después, en enero del año 1919 señala, con toda la hipocresía que se manifiesta en dichas cartas, las verdaderas intenciones del sionismo y los intereses estratégicos del imperio británico. La realidad demostró que los deseos manifestados por Balfour en la carta de noviembre del año 1917, respecto a que “se respetaría y no se perjudicarían los derechos civiles y religioso de las comunidades no judías existentes en palestina” eran simple impostura y un apoyo decidido al Movimiento sionista, para comenzar un proceso de colonización de tierras en Palestina. El mismo Balfour, que hablaba de respeto y no perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina sostuvo, en su segunda carta al gobierno británico «En Palestina ni siquiera nos proponemos pasar por la formalidad de consultar los deseos de los actuales habitantes del país… Las cuatro grandes potencias están comprometidas con el sionismo, y el sionismo, bueno o malo, correcto o incorrecto, está anclado en antiquísimas tradiciones, en necesidades actuales y en esperanzas futuras de mucha mayor importancia que los deseos o preocupaciones de los 700.00 árabes que ahora habitan esta antigua tierra».
Deseo reiterar una idea, que no puede tener interpretaciones y lo afirmó con pleno convencimiento. La historia así lo avala y el hecho permanente, que bajo el macro de la declaración Balfour, una ideología como la sionista, Israel ha hecho suya una política de racismo, apartheid y crímenes contra el pueblo palestino. En relatos anteriores sostuve y lo reafirmo en este año 2020, ciento tres años después que el Sr. Balfour clavara un puñal en la espalda del pueblo palestino y de Asia occidental en general que “Gran Bretaña, en un absurdo histórico, en una decisión abusiva y criminal prometió entregar un territorio que no era de su propiedad a terceros – judíos europeos – cuyo vínculo con la región era inexistente- Ello implicó avalar un plan de colonización, que en esencia llevaba el signo del racismo. Poblando con extranjeros una tierra habitada, expulsando a la población nativa residente y creando las bases del actual sistema de apartheid que rige en la Palestina histórica y aún más en los territorios palestinos ocupados y bloqueados de Cisjordania y la Franja de Gaza”
La Declaración Balfour sirvió como marco para que el sionismo acrecentara su ambición y apetito territorial y llevara adelante allí sus planes de instalación, para aquellos que se convirtieron en creyentes enajenados de un mito, que hizo práctica el control y expolio del territorio palestino. Ideología que comienza a tejer también la falsificación histórica que hiciera pensar al mundo que ellos – civilizadores occidentales con derechos de propiedad otorgados por una divinidad – lo que hacían en su discurso de convencimiento, no era colonizar, invadiendo tierras, segregar y usurpar, sino que, simplemente, ocupaban una tierra estéril, sin población – aunque en ella habitaran 700 mil palestinos, con tierras, cosechas, con familias que hundían sus raíces hasta el principio de la historia. Un mito en todo el sentido de la palabra, que hasta el día de hoy enseñan como dogma de fe apoyándose en excavaciones arqueológicas, para demostrar su mito religioso, en procesos de aplastamiento cultural del pueblo palestino.
Todo lo mencioando tuvo su proceso catalizador con la Declaración Balfour, usada como eje de las exigencias legales y políticas sionistas que exhibía esta proclamación, como aquellos conquistadores españoles, que mostraban en tierras que llamarían americanas, el denominado Requerimiento de Palacios Rubio a indígenas que nada sabían de estos extranjeros que venían allende los mares a sostener que esas nuevas tierras – les pertenecía por derecho divino a la Monarquía española. Un requerimiento mortífero, tal como es esta Declaración Balfour considerado por Walid Khalili, miembro del instituto de Estudios Palestinos como “El documento político más destructivo del siglo XX para el Medio Oriente”.
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