Traducido por Billy Gills y Silvia Arana para Rebelión.
¿Se acuerdan de lo que dijo W.E.B. Du Bois en 1903: «El problema del siglo veinte es el problema de la línea de color»?
Hoy la línea de color es la línea de pobreza, es la línea de poder. Somos “no-blancos”, somos pobres, no tenemos poder. El capitalismo conecta las tres líneas y el imperialismo las perpetúa.
Salvo un puñado de élites negras que viven muy bien, la mayoría de las personas no blancas en el mundo son pobres y carecen de poder para revertir su pobreza. Y son mantenidas en ese estado por el imperialismo.
Es por eso que no se puede luchar contra el racismo sin luchar también contra el imperialismo.
No se puede luchar por la causa de la gente de color sin luchar por la causa de la gente trabajadora. No se puede luchar contra la opresión de los negros sin luchar contra la explotación de los negros.
A fin de cuentas, no se puede luchar contra la opresión sin, al mismo tiempo, luchar contra la explotación puesto que de no hacerlo, se termina reemplazando una opresión con otra.
El Tercer Mundo está siendo ignorado en los últimos 15 o 20 años, ni se lo menciona en las deliberaciones de la izquierda porque en las fábricas globalizadas de hoy los obreros mal pagados, quienes hacen los trabajos sucios, están literalmente allá lejos, en el Tercer Mundo, y no aquí a la vista pública o, si están aquí, es como trabajadores inmigrantes invisibles en sectores de servicio y talleres clandestinos (maquilas).
La izquierda de Occidente no ha logrado entender los cambios que están ocurriendo en términos del salto cualitativo en el nivel de las fuerzas productivas, no puede ver que nuestro estándar de vida depende de la explotación de la clase obrera internacional. En cambio, dice «adiós a la clase obrera» (como si la suya fuera la única), eleva a los nuevos movimientos sociales de mujeres, negros, gays, verdes, etc., como los únicos agentes de cambio, y trata al Tercer Mundo como un objeto de la caridad occidental.
Nosotros (en Race & Class) planteamos un punto de vista contrapuesto. Vemos la relación entre racismo e imperialismo como una relación simbiótica: el hecho de que los pueblos negros y del Tercer Mundo se hallen en el «Primer” Mundo está conectado directamente a la presencia del «Primer” Mundo” -mediante corporaciones multinacionales y maquinaciones de las superpotencias- en el Tercer Mundo.
Pero nunca subordinamos la raza a la clase. Consideramos el tema racial en términos de clase, y simultáneamente le sumamos la dimensión racial a la noción de lucha de clases.
Puesto que el imperialismo ha distorsionado las historias de los países del Tercer Mundo y ha buscado confrontar a los pueblos del Tercer Mundo entre sí, nosotros intentamos destacar los denominadores comunes de la opresión y la explotación, y señalar el camino hacia una lucha compartida.
La tarea para aquellos que estamos «en el vientre de la ballena» es analizar y escribir sobre las luchas del Tercer Mundo, pero no creo que sea correcto tener actitudes sectarias, tomar partido por uno u otro grupo de los movimientos de liberación ni decirles cómo conducir sus luchas.
Tratamos de ser vigilantes para no caer en una suerte de imperialismo cultural de izquierda: la tendencia a extrapolar la experiencia occidental hacia las sociedades del Tercer Mundo. Por otra parte, a veces, podemos revertir la ecuación para ver lo que podemos aprender de una tendencia, o movimiento, particular del Tercer Mundo.
A menudo, en Race & Class exponemos aquellos aspectos del conocimiento tradicional -en sociología, historia, filosofía, ciencia, matemáticas, etc.- que contengan prejuicios culturales y de clase.
Tratamos de crear nuevos conocimientos, nuevas maneras de analizar; tratamos de recuperar la historia, desde el pueblo, de un evento o período. Sobre todo intentamos tender un puente sobre la brecha entre teoría y práctica, la academia y las bases. Siempre tratamos de que la gente a la que va dirigida nuestra escritura sea la misma gente por la cual luchamos.
Cualquier lucha de los oprimidos, sea de los afrodescendientes o de las mujeres, pero que sólo sea para ellos mismos (o ellas mismas), y que no abarque a los más humildes de ellos y ellas, que no sea para los más desaventajados, los más explotados de ellos y ellas, será inevitablemente egoísta, limitada e incapaz de enaltecer la condición humana.
El problema no es sólo experimentar la opresión sin lograr entender su significado, sino también ser incapaz de asociar el significado con la vida humana. Quizás por ello, los textos que escribo se centran en los aspectos liberadores de la lucha de los afrodescendientes y en los sitios relevantes de esa lucha. La clase media negra y los académicos afrodescendientes no son el foco de mi interés.
Esta es para mí la pregunta esencial: ¿Qué existe en la experiencia negra y del Tercer Mundo, en la experiencia de los oprimidos y explotados, que activa nuestra imaginación para ver otras formas de opresión y nos proporciona la voluntad para luchar por una sociedad mejor para todos, una sociedad más igualitaria, justa y libre, una sociedad socialista?
Cualquier lucha de liberación que no sea socialista desde el principio termina en tiranía. Los medios y el fin son lo mismo; no puede haber distinción entre ellos.
No hay socialismo después de la liberación, el socialismo se halla en el proceso a través del cual se logra la liberación.
A. Sivanandan (Sri Lanka, 1923- Londres, 2018). Como director del Institute of Race Relations durante 40 años y editor de la revista Race & Class dedicó su vida a establecer conexiones entre las nociones de raza, clase, imperialismo y colonialismo.
Nota de los traductores: Este texto proviene del libro Communities of Resistance: Writings on Black Struggles for Socialism, de A. Sivanandan. Publicado por la editorial Verso (1990), segunda edición 2019. El fragmento traducido aparece en el capítulo 1 titulado «The Heart Is Where The Battle Is» (El corazón está en el campo de batalla); una entrevista del editor con A. Sivanandan.