Ante las presiones de la patronal, del Partido Republicano y de sectores del Partido Demócrata, la dirección de este último, que tiene la mayoría en la Cámara de Representantes, ha renunciado al plan de incrementar el salario mínimo a 15 dólares la hora, medida que estaba prevista –aplicable escalonadamente durante cinco años– en el plan de relanzamiento de la economía prometido por Joe Biden en la campaña electoral.
Paralelamente, la Oficina del Presupuesto del Congreso (Congress Budget Office, CBO) ha emitido un informe en que se manifiesta contraria al aumento del salario mínimo. En respuesta a dicho informe, y en pleno debate sobre los efectos de la medida, el economista James K. Galbraith ha publicado el artículo que reproducimos a continuación en la página web del Institute for New Economic Thinking. Red.]
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Un informe de la Oficina del Presupuesto del Congreso (CBO) sobre la Ley de aumento del salario mínimo de 2021 sirve de fundamento para un editorial del Washington Post del 11 de febrero, titulado “Los Demócratas deben hacer caso de los datos”. El Post lamenta que un salario mínimo de 15 dólares la hora eliminaría (según la CBO) alrededor de 1,4 millones de puestos de trabajo una vez plenamente vigente, y que la mitad de quienes perdieran el empleo quedarían fuera de la población activa. Debido a esta caída prevista del empleo, la CBO también calcula que un salario mínimo de 15 dólares incrementaría los déficit presupuestarios federales en 54.000 millones de dólares durante diez años, que se sumarían a los 16.000 millones de dólares del gasto federal en intereses.
En la presente nota examino estos datos: ¿deberían tomarse en serio como datos económicos? Sin pretender criticar en modo alguno la competencia de los analistas presupuestarios de la CBO, la respuesta es claramente: no. En particular, la previsión relativa al empleo que hace la CBO carece de fundamento. Debido a ello, su previsión del déficit, pese a que su magnitud sea insignificante, tampoco está fundada.
Gran parte del informe de la CBO detalla los efectos de un aumento del salario mínimo en Medicare, la Ley del Cuidado de Salud a Bajo Precio (Affordable Care Act), el Programa de bonos alimentarios (SNAP), las desgravaciones fiscales sobre la renta del trabajo (Earned Income Tax Credit) y los ingresos tributarios, que se incrementarían debido al aumento de los impuestos sobre la renta aplicables a unos salarios más elevados. Alguna parte de este análisis es aparentemente novedosa y representa un avance significativo con respecto a elaboraciones anteriores de la CBO en este terreno.
Sin embargo, los efectos netos caluclados en el presupuesto son menores, ya que el aumento total del gasto se compensa más o menos con el aumento de los ingresos tributarios o las reducciones del gasto fiscal. Del aumento acumulado estimado del déficit (presupuestado), casi 53.000 millones de dólares se deben al aumento del gasto en tan solo tres ámbitos: seguro de desempleo, Medicaid y CHIP. La CBO atribuye estos gastos a su previsión de la destrucción de empleo. Por consiguiente, esta previsión de la pérdida de puestos de trabajo constituye el meollo de la proyección del déficit que hace la CBO y es importante comprender cómo ha llegado la CBO a esta cifra.
El método no se explica en el análisis de la CBO y un documento que cita tampoco ofrece muchas aclaraciones al respecto. La CBO se limita a declarar que “ha formado distribuciones de valores tanto para un aumento de los salarios como para la reactividad del empleo” y que “para generar una estimación media, la CBO ha simulado una distribución de posibles variaciones del empleo sobre una base aleatoria de estas distribuciones”. Las distribuciones propiamente dichas se basan, según ella, en la investigación económica, supuestamente en investigaciones académicas de economistas laborales.
El primer problema es que la literatura académica en que se basa la distribución de las estimaciones de un aumento del salario mínimo es profundamente dudosa y sumamente controvertida. La mayoría de los estudios parten de la simple idea de que las curvas de la oferta de empleo descienden, concluyendo que con un salario medio más elevado, necesariamente se empleará a menos personal. Esta es una verdad de manual, a menudo recalcada y muy querida por los grupos de presión patronales, pero es sumamente dudosa en el mundo real. En el mundo real abundan regiones de bajos salarios con altos niveles de paro y situaciones de casi pleno empleo en regiones de salarios elevados, y también es un hecho –si miramos el mundo que nos rodea– que las regiones más igualitarias tienen menos desempleo, en general, que las regiones menos igualitarias1/.
Un segundo problema es que pocos estudios, si es que hay alguno, pueden valorar en su justa medida el efecto de un fuerte aumento del salario mínimo, que es una categoría diferente del salario medio, pues en el registro histórico no se ha producido nunca semejante aumento a gran escala. En vez de ello, los estudios académicos suelen limitarse a proyectar estimaciones a la luz de pequeñas variaciones que se han observado, en un entorno en el que apenas pueden ofrecer alguna orientación útil. Esto es lo que también ha hecho la CBO en este caso.
Sea como fuere, el salario mínimo es un asunto peculiar. Es muy bajo y se aplica a una fracción muy pequeña y marginada de la población trabajadora. ¿De quién se trata? Principalmente afecta a jóvenes en su primer empleo, mujeres y minorías en comunidades y regiones de bajo nivel de renta, jornaleros y mano de obra migrante. Lo que sucede con estos trabajadores y trabajadoras cuando sube el mínimo no está ni mucho menos claro, pues hay que tener en cuenta el efecto en el personal que gana un poco más que el mínimo anterior y cuya paga también se incrementará, formando parte en muchos casos de las mismas familias perceptoras del salario mínimo.
Por ejemplo, algunas personas jóvenes en empleos mal pagados verán que los ingresos de su familia han aumentado lo suficiente para justificar que dejen su trabajo y (digamos) vuelvan a la escuela. Otras, pluriempleadas, podrán reducir su jornada laboral o dejar su empleo secundario sin apenas ver mermados sus ingresos. El hecho de que estas personas de bajos salarios abandonen la fuerza de trabajo es positivo, y no negativo, como sugieren la CBO y The Washington Post.
Como concluye un famoso estudio 2/, algunas empresas crearán más puestos de trabajo sin pensárselo dos veces, porque con salarios más altos disminuye la fluctuación del personal, hay menos vacantes que cubrir y estas empresas recuperarán parte de lo que gastan por el aumento salarial gracias a la reducción de los costes de formación. Esta situación es típica de los restaurantes de comida rápida, un sector que emplea a gran número de jóvenes que perciben salarios muy bajos. Otras empresas, ante la imposibilidad de reclutar trabajadores migrantes indocumentados a bajo precio, ofrecerán el mismo empleo por un salario más alto a residentes legales documentados y ciudadanos y ciudadanas estadounidenses. En estos casos, el empleo legal crecerá, no menguará.
Finalmente, algunas empresas, tal vez la gran mayoría, tendrán que afrontar la necesidad de contratar a recogedores de fresas o camareras, y pagarán simplemente el salario incrementado. No les gustará, pero lo harán. Y es posible que vean cómo lo que pagan en salarios más altos lo recuperan porque sus clientes tienen más dinero para gastar. ¿Cuál es el efecto neto de estos distintos vectores? La literatura no puede decirlo.
El estudio de la CBO afirma que “cuando aumenta el coste del empleo de personal de bajos salarios, el coste relativo del empleo de personal de salarios más altos o de la inversión en máquinas o tecnología disminuye”. Esta es otra verdad de manual que no resiste un examen detallado. La fuerza de trabajo bien pagada no es sustituta de la fuerza de trabajo mal pagada en la caja de un supermercado o en un restaurante de comida rápida. La única razón por la que estos empleos están mal pagados es que han sido concebidos para personal poco cualificado, que requiere poca formación y puede reemplazarse con facilidad. Cubriendo las vacantes con licenciados universitarios no se acortará la cola en caja ni se mejorará la calidad de las hamburguesas.
En cuanto a las máquinas, la afirmación de la CBO pasa por alto el hecho de que muchas personas que perciben bajos salarios trabajan en empresas que fabrican máquinas; si no en la línea de montaje, sí en el embalaje, la distribución, la limpieza de los talleres y muchas otras ocupaciones esenciales. Por tanto, no es evidente que el aumento generalizado del salario mínimo comporte el abaratamiento de las máquinas, ni siquiera si existe un sustituto automatizado de las manos humanas, que a menudo no es el caso. Además, y finalmente, si existe tal sustituto, muchas veces no es menos competitivo con una mano de obra que cobra 7,25 dólares la hora que con otra que percibe 15 dólares. Las máquinas no se distraen, hacen huelga ni charlan.
¿Qué ocurrirá con los puestos de trabajo si aumenta el salario mínimo? Lo cierto es que la CBO no lo sabe. Sus estimaciones son un batiburrillo de suposiciones, carentes totalmente de una base seria en los hechos o la teoría. Cabe sospechar creíblemente que se han hecho para ajustarse a un corpus irrelevante de doctrina de manual con el fin de minimizar las críticas de personas que escriben y leen manuales y de figuras políticas que pretenden creerles. Uno puede comprender este impulso sin comulgar con él.
Puesto que las estimaciones sobre el desempleo determinan las relativas al déficit, también hay que rechazar estas últimas. De todos modos, conviene señalar que la cifra que da la CBO, de 54.000 millones de dólares a lo largo de diez años, es insignificante en las condiciones actuales. El déficit del presupuesto federal tan solo para 2020 se cifra en 3,3 billones de dólares, de modo que el aumento anualizado estimado del déficit presupuestario causado por el aumento del salario mínimo a 15 dólares la hora representa menos del 0,2 % del déficit registrado el año pasado. Aunque la estimación fuera válida, que no lo es, no tiene importancia económica y la afirmación de que podría dar pie a un aumento del tipo de interés es por tanto absolutamente ridícula. La CBO ha predicho muchas veces sendos aumentos de los tipos de interés que nunca se han producido; esta es otra mala predicción en la misma línea.
Una cuestión final se refiere al supuesto de que el aumento del PIB nominal (crecimiento real más inflación) no variaría con el aumento del salario mínimo. El supuesto del crecimiento invariable del PIB nominal es un rasgo común de todas las predicciones de la CBO en general, no privativo de este informe, y resulta útil para estandarizar las comparaciones entre diferentes propuestas legislativas. No obstante, dado que en este caso la renta se desplazaría a favor de las familias de ingresos más bajos, la CBO también prevé que “la demanda total de bienes y servicios aumentaría durante varios años, impulsando la producción real en general”.
En otras palabras, ¡un aumento del salario mínimo es bueno para la tasa de crecimiento económico! Pero si el PIB nominal es constante mientras que el PIB real aumenta, es matemáticamente necesario que la tasa de inflación descienda, con estas proyecciones, con respecto al punto de referencia de la CBO. Así, el conjunto de las predicciones nos da este cuadro: mayores costes salariales, mayores tipos de interés, más crecimiento económico, pero menos puestos de trabajo y menores aumentos de precios. Esto no tiene ningún sentido.
La Oficina del Presupuesto del Congreso desempeña un papel útil, en tiempos ordinarios, al calcular las consecuencias presupuestarias del gasto y de la legislación tributaria a la luz de proyecciones económicas estandarizadas. Tales proyecciones no son predicciones propiamente dichas del futuro económico y no deberían tratarse como tales. Pero compete a la CBO utilizarlas como referencia común para evaluar diversas medidas fiscales y de gasto, y esta es la función legítima de la CBO.
Un análisis de un importante incremento del salario mínimo es otra cosa. La CBO puede analizar correctamente algunas de las consecuencias mecánicas de esta medida, y así lo hace en su informe. Estas consecuencias incluyen un importante aumento del ingreso total de las familias de renta baja, especialmente de las minorías, una fuerte reducción de la pobreza, un incremento de la demanda total de bienes y servicios, mayores ingresos tributarios y cambios en el uso de varios programas federales en materia de sanidad, alimentación y desgravaciones fiscales sobre la renta del trabajo. Nada de esto, en su conjunto, tiene un gran efecto neto en el presupuesto.
En cuanto a la repercusión en el empleo, la CBO no sabe. Su estimación carece de fundamento válido. Por tanto, la cuantía del déficit que prevé en caso de aprobarse el salario mínimo de 15 dólares la hora también carece de sentido. Las flagrantes contradicciones descritas de las previsiones macroeconómicas en relación con la Ley de aumento salarial son prueba suficiente de que la CBO no debería haber publicado este informe, y nadie debería basarse en el mismo.
James K. Galbraith es profesor de la Universidad de Texas en Austin.
Notas:
1/ James K. Galbraith y Enrique Garcilazo, “Unemployment, Inequality and the Policy of Europe, 1984-2000”, Banca Nazionale del Lavoro Quarterly Review, vol. LVII, n.º 228, marzo de 2004, 3-28.
2/ David Card y Alan Krueger, Myth and Measurement, Princeton: Princeton University Press, 1995.
Traducción: viento sur. Fuente de la traducción: https://vientosur.info/el-aumento-del-salario-minimo-a-debate-en-el-congreso/