En primer lugar, quiero iniciar felicitando a Osakidetza por haber hecho público el coste económico por ingreso hospitalario y sanitario, para el tratamiento de las enfermedades. Ayudará a generar una ciudadanía más responsable con el servicio público.
Ahora bien, elude informar sobre el coste de las enfermedades tratadas que están aseguradas por la contingencia profesional. Algunas de las personas ingresadas en Osakidetza, mayoritariamente pensionistas, afectadas por enfermedades de origen laboral, algunas de ellas son más tarde reconocidas por el INSS o sentencia judicial, como enfermedad profesional. Me refiero al cáncer profesional (mesoteliomas, cáncer bronco/pulmonar, cáncer de laringe, adenocarcinoma de próstata…), como otras enfermedades respiratorias (neumoconiosis, asbestosis, silicosis), la mayoría de las cuales, no han causado baja o incapacidad temporal, al afectar a pensionistas, dado que, la enfermedad expresa su gravedad, 30 o 40 años más tarde, de la exposición laboral y cuyo tratamiento requiere, varios ingresos hospitalarios, intervención quirúrgica, con importante gasto sanitario. Según el CEPROSS, registro del Ministerio, en 2024 se han reconocido 35 cánceres profesionales en Euskadi y 4 en Nafarroa, de los cuales, solo 3 causaron baja, además de 105 enfermedades respiratorias, de los que 57 no causaron baja (supuestamente por tratarse de pensionistas). En 2022, se reconocieron 54 cánceres profesionales en la CAPV y 45 en 2023, además de otras enfermedades profesionales. Datos que, mejor que yo, conoce la Inspección Sanitaría vasca, incluida la dirección de Osalan.
Resulta evidente que si el INSS reconoce las prestaciones de enfermedad profesional es porque las personas afectadas cotizaron por accidente de trabajo y enfermedad profesional, cuyos recursos gestionan las mutuas patronales desde 2006, anteriormente la Tesorería de la Seguridad Social. Por tanto, si el INSS reconoce las prestaciones de enfermedad profesional, es lógico que Osakidetza impute los cuantiosos gastos sanitarios y hospitalarios generados a las mutuas, que gestionaron la contingencia profesional de la persona enferma. No hacerlo, supondría un ejemplo de mala gestión de los recursos públicos o de una interesada corrupción. Es evidente que las mutuas no están preparadas para tratar o curar enfermedades como el cáncer de pleura, pulmón… tras ignorar durante décadas el riesgo en las empresas, incluida la adopción de medidas preventivas frente a las sustancias cancerígenas. Es indiscutible que el reconocimiento del origen laboral de muchos cánceres y enfermedades respiratorias se produce contra la voluntad de las mutuas, que prefieren fortalecer su campaña contra el absentismo, convirtiendo a los trabajadores y trabajadoras en simples objetos para usar y tirar, sobre todo, cuando perdemos las capacidades productivas.