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Malcolm X, cien años de lucha

Fuentes: Página/12

A un siglo de su nacimiento, la figura de Malcolm X sigue interpelando las luchas contemporáneas. En la Argentina, la organización social DIAFAR lo homenajeó con un mural en Villa Crespo reafirmando la vigencia de su legado antirracista.

El lunes 19 de mayo se cumple un siglo del nacimiento de El-Hajj Malik El-Shabazz, más conocido como Malcolm X. La organización Diáspora Africana de la Argentina (DIAFAR), que hace quince años trabaja por la promoción y la defensa de los derechos humanos, impulsó una serie de actividades para conmemorar la fecha. Entre ellas, la realización de un mural en el barrio de Villa Crespo, dirigido por el artista Claudio Pampillón, conocido en redes sociales como eltizamana metros del Espacio Malcolm, su sede cultural y social. El homenaje no es sólo una evocación, es una apuesta a mantener vivo el mensaje radical, internacionalista y emancipador de uno de los referentes más transformadores del siglo XX, a 100 años de su natalicio.

En este recorrido de cien años que incluye su vida, su legado y la proyección de sus ideas más allá de las fronteras de su país de origen, hay una enseñanza que se vuelve ineludible, su tránsito, en los últimos años de vida, desde una lectura centrada en la segregación racial estadounidense hacia una comprensión internacionalista de las opresiones. Un viraje que lo llevó a asumir la lucha por los derechos civiles como parte de un movimiento más amplio, el de los derechos humanos.

Malcolm X fue asesinado en 1965, con apenas 39 años. En los dos últimos años de su vida, especialmente después de su ruptura con la Nación del Islam y su viaje a África y su peregrinación a la Meca, su pensamiento incorporó nuevas claves: “Necesitamos ampliar la lucha por los derechos civiles llevándola a niveles más altos: al nivel de los derechos humanos. Mientras estén enfrascados en una lucha por derechos civiles, sépanlo, se estarán limitando a la jurisdicción del tío Sam”, dijo el 3 de abril de 1964 en Cleveland, en un discurso convocado por el Congreso para la Igualdad Racial (CORE).

La frase no fue un mero gesto retórico, Malcolm X estaba comprendiendo que las categorías del sistema legal estadounidense no alcanzaban para dar cuenta del racismo estructural que padecía el pueblo afroestadounidense. Por eso comenzó a hablar de derechos humanos, de la posibilidad de llevar las denuncias por discriminación racial al plano internacional, y de articular con los recién independizados países africanos.

En ese marco, fundó la Organización de la Unidad Afroamericana (OAAU), inspirada en la Organización de la Unidad Africana, y trazó puentes con movimientos y líderes de todo el mundo. «El objetivo de la Organización de la Unidad Afroamericana es la completa emancipación de todos los pueblos afrodescendientes del hemisferio occidental, empezando por los Estados Unidos; y lograr la libertad de estos pueblos por todos los medios que sean necesarios». Sus viajes y su peregrinación a la Meca no fueron sólo una experiencia espiritual, sino un aprendizaje político. Fue en el sur global donde Malcolm X terminó de forjar una visión anticolonial y de hermandad entre pueblos oprimidos.

Ese legado resuena hoy, a cien años de su nacimiento, el 19 de mayo de 1925, en múltiples rincones del mundo. También en la Argentina, donde el racismo criollo se expresa en la minorización de la mayorías populares bajo el mito de una supuesta mayoría blanca eurodescendiente. En ese contexto, el mural busca interpelar a quienes caminan por esas calles con una de las frases más recordadas de Malcolm X, que además, en este contexto de desinformación y noticias falsas, está más que vigente.

La figura de Malcolm X incomoda, incluso cuando se la intenta convertir en ícono domesticado. Porque no fue moderado. Porque sus ideas evolucionaron, pero nunca se diluyeron. Porque puso el cuerpo y la palabra para denunciar en un momento de cruda violencia. A cien años de su nacimiento, la vida de Malcolm X sigue hablándonos de radicalidad, de transformación, de coraje. Pero también, y sobre todo, de aprendizaje. Su paso del nacionalismo negro a la lucha internacional por los derechos humanos, su visión de los medios de comunicación, y el llamado a la organización comunitaria, son mensajes necesarios en este crudo siglo XXI.