Recomiendo:
0

Genocidios en «streaming»: Gaza, El Fasher y el pecado del espectador

Fuentes: Voces del Mundo

No dejo de pensar en cómo, en estos tiempos, nada puede ocultarse realmente. Los drones, los satélites y los teléfonos móviles graban la destrucción a medida que se produce; la devastación en Gaza y el asedio de El Fasher nos llegan en tiempo real. Y, sin embargo, paradójicamente, cuanto más vemos, menos capaz parece el mundo de responder. Didier Fassin escribió una vez en Humanitarian Reason que la compasión moderna a menudo se convierte en espectáculo y, a través de él, mostramos empatía, pero rara vez la traducimos en justicia. Ahora me doy cuenta de lo acertado que es eso… La compasión circula al instante, pero la responsabilidad se estanca. En lugar de detener la violencia, los gobiernos han aprendido a gestionarla mediante la narrativa. Invertir la responsabilidad, retratando a los bombardeados como agresores y a los que ejercen el dominio como víctimas. Al hacerlo, borran la prehistoria de la ocupación y el asedio, convirtiendo la opresión estructural en un «conflicto» momentáneo. Tácito describió esto hace siglos: es parte de la naturaleza humana despreciar a aquellos a quienes hemos hecho daño. Y esa lógica persiste en la actualidad; los Estados justifican el daño deshumanizando a aquellos a quienes ya han hecho daño.

No puedo dejar de volver a Gaza. A fecha de 5 de noviembre de 2025, más de 68.000 palestinos han sido asesinados y los heridos son más de 170.000. La Corte Internacional de Justicia ya ha dictaminado que las acciones de Israel violaron de manera plausible la Convención sobre el Genocidio. Además, el informe de 2025 del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas describe la hambruna, el bloqueo de la ayuda y los ataques a hospitales, y el proyecto Costs of War de la Universidad de Brown concluye que las operaciones israelíes «crean condiciones de vida incompatibles con la supervivencia». Las cifras, los nombres, las ruinas e incluso el silencio que sigue a un «alto el fuego» proclamado hablan de una Gaza sistemáticamente desmantelada. Entonces, mi mente se traslada a El Fasher, en Darfur del Norte, donde la hambruna se agrava. Las pruebas satelitales del Laboratorio de Investigación Humanitaria de Yale confirman la existencia de fosas comunes y la eliminación organizada de cadáveres, los informes de Le Monde Afrique describen más de 2.000 civiles asesinados en una sola semana y el IPC, respaldado por la ONU, ha declarado oficialmente la hambruna  -Fase 5- en El Fasher y Kadugli. Cada uno de estos hallazgos apunta a una hambruna deliberada, un crimen de guerra según el artículo 54 del Protocolo Adicional I de los Convenios de Ginebra y el artículo 8(2)(b)(xxv) del Estatuto de Roma. Cuando las FAR atacan a comunidades no árabes como los masalit «en su totalidad o en parte», se incurre en lo que el artículo 6 define como genocidio. Sin embargo, debido a que el Consejo de Seguridad de la ONU sigue paralizado por los vetos, la CPI no ha recibido ninguna denuncia. Sin embargo, nada de esto parece accidental, y todos hemos sido y seguimos siendo testigos de la normalización de una destrucción sin precedentes que se llevó a cabo mediante la logística y se legitimó mediante la ley.

Pero me recuerdo a mí misma —y todos lo sabemos a estas alturas— que el genocidio nunca se limita al asesinato. En virtud del artículo I de la Convención sobre el Genocidio, los Estados tienen la obligación positiva de prevenir y castigar el genocidio.  Además, la CIJ aclaró en Bosnia versus Serbia que esta obligación comienza en el momento en que se conoce el riesgo, y en Gaza no sólo se conocía, sino que todos lo presenciamos, lo grabamos y lo retransmitimos en tiempo real. Por lo tanto, cuando los gobiernos siguen transfiriendo armas o cobertura política a un Estado que comete genocidio de forma plausible, incurren en complicidad, tal y como se define en el artículo III(e) de la misma Convención.

Y así, veo que la ley en sí misma es desigual, las «desigualdades de la vida», la forma en que la razón humanitaria reproduce jerarquías en lugar de desmantelarlas. Una vez más, la aplicación de la ley sigue al poder en lugar de a los principios. Allí, la rendición de cuentas llega rápidamente cuando los perpetradores son débiles y lentamente, si es que llega, cuando son aliados de los poderosos. En este sentido, tanto Gaza como El Fasher exponen la misma estructura, en la que la justicia se raciona según la conveniencia política.

A menudo oigo a la gente decir que siente dolor o indignación. Pero la emoción sin estructura logra poco. El sentimiento humanitario, separado de la obligación legal o política, se convierte en «una política del corazón sin una política de justicia». La sentencia de la CIJ sobre Gaza y las advertencias de la ONU sobre Sudán han aclarado lo que deben hacer los Estados. Lo que sigue faltando es la voluntad de hacerlo.

Si la rendición de cuentas realmente importara, comenzaría por detener las transferencias de armas y vigilancia a los gobiernos que podrían estar involucrados en crímenes de genocidio o hambruna. Se extendería a la aplicación de la jurisdicción universal por complicidad, el apoyo a investigaciones independientes y la garantía de reparaciones que restauren la capacidad de acción en lugar de la dependencia (Convención sobre el Genocidio, arts. I y III(e); Estatuto de Roma, arts. 6, 8(2)(b)(xxv) y 25(3)(c)). Y lo que es más importante, se aplicarían las mismas normas en todas partes.

Por lo tanto, vuelvo a llegar a una conclusión sencilla: ver debe llevar a actuar. El discurso humanitario hace a menudo que la desigualdad sea soportable al enmarcar la injusticia como tragedia. Para resistir esa dilución moral, ser testigo debe convertirse en responsabilidad, el conocimiento debe conducir a la prevención y la prevención debe culminar en justicia. El silencio ya no puede alegar inocencia. Ser testigo y abstenerse de actuar es validar la violencia por omisión.

Tatiana Svorou es especialista en comunicación y defensa humanitaria con experiencia sobre el terreno en crisis de desplazamiento en Europa, Oriente Medio y África. Tiene un máster en Gestión de Medios y Comunicaciones de Flujos de Refugiados/Migración y ha participado activamente en respuestas humanitarias de primera línea desde 2015, desde Grecia y los Balcanes hasta zonas de conflicto con Médicos Sin Fronteras, Save the Children e IMPACT Initiatives. Sus escritos exploran las historias humanas que hay detrás del desplazamiento, la política humanitaria y las narrativas de los medios de comunicación, y han aparecido en medios griegos e internacionales, como Independent Australia y The Middle East Monitor.

Texto en inglés: Middle East Monitor, traducido por Sinfo Fernández.

Fuente: https://vocesdelmundoes.com/2025/11/07/genocidios-en-streaming-gaza-el-fasher-y-el-pecado-del-espectador/