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Resolución 2803: cómo el Consejo de Seguridad de la ONU legitimó la muerte de los niños y niñas palestinas

Fuentes: Counterpunch.

Traducido por Marwan Pérez para Rebelión

Lo que está a punto de leer no es un análisis de un fracaso; es la autopsia de un diseño intencionalmente deliberado

Tres días antes de celebrar los derechos de los niños y niñas (el 20 de noviembre de 2025, fecha en que se cumplieron 36 años de la ratificación de la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño yla Niña), el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas cometió un acto tan obsceno que desafía la comprensión. La Resolución 2803 no solo no logró detener la masacre de 20.000 niños y niñas palestinas, sino que la bendijo, la legitimó y garantizó su continuidad para siempre. Al otorgarle a Donald Trump el control sobre el futuro de Gaza a través de su «Junta de Paz», presenciamos una vez más lo que ya sabíamos, que la destrucción de la infancia palestina no es un daño colateral, ni una niebla de guerra, ni una crisis humanitaria. Es política. Es estrategia. Es el sistema internacional funcionando exactamente como está previsto.

Los marcos teóricos de este artículo, desde la «zona del no ser» de Fanon hasta la «necropolítica» de Mbembe, desde la «colonialidad del ser» de Maldonado-Torres hasta la «humanidad jurídica» de Weheliye, no son ejercicios académicos. Son herramientas de diagnóstico que revelan cómo funciona la maquinaria: cómo un niño o niña palestina de tres años se clasifica como una «amenaza demográfica», mientras que un niño o niña ucraniana de tres años se convierte en una «víctima inocente». Cómo el mismo derecho internacional se movilizó instantáneamente para proteger a 19.000 menores ucranianos desplazados, permanece impasible ante el asesinato de más de 20.000 niños y niñas palestinas. Cómo los Estados árabes ejercen la indignación mientras imponen el bloqueo y colaboran con los perpetradores de este genocidio transmitido en directo. Cómo el Consejo de Seguridad de la ONU se transforma de guardián de la paz y la seguridad internacional a administrador de la muerte.

Estas teorías exponen los fundamentos de un sistema donde algunos niños y niñas nacen con derechos y otros no. Expone como la Convención sobre los Derechos de la Infancia funciona como un mecanismo clasificatorio: protege a quienes se consideran humanos y legitima la eliminación de quienes son expulsados ​​de la humanidad misma. Expone como el derecho internacional no llega a los niños y niñas palestinas, sino que construye activamente su posibilidad de ser asesinados, haciendo que sus muertes parezcan no solo aceptables sino necesarias, no solo legales sino morales.

La Resolución 2803, aprobada el 17 de noviembre de 2025, con la única abstención de China y Rusia, que no vetaron mostrando el momento más honesto de este sistema: la comunidad internacional decidió formal, legal y abiertamente hacer permanente y mundial la muerte de los niños y niñas palestinas. Trece naciones votaron a favor. Ninguna dijo que no. Este artículo describe cómo llegamos a esta situación: 77 años de estrategia deliberada disfrazada de historia desafortunada, tres generaciones de destrucción calculada presentadas como un conflicto complejo, y ahora, finalmente, el genocidio que recibe el sello oficial de la ONU.

A continuación se presenta el manual de instrucciones para la fabricación de niños y niñas desechables. Una vez que lo veas, no podrás no verlo.

Mundos de muerte hechos realidad a través del derecho internacional

Si bien la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos del Niño y la Niñá buscó genuinamente garantizar el “derecho inherente a la vida, la supervivencia y el desarrollo” de cada infante, sin discriminación, y se convirtió en el tratado de derechos humanos adoptado más rápidamente en la historia, con 196 Estados partes (Naciones Unidas, 1989, Artículo 6), la Resolución 2803 revela como la comunidad internacional abandona estos principios cuando la infancia es relegada a lo que Achille Mbembe (2003, 2019) llama “mundos de muerte”.

Los mundos de muerte no son espacios metafóricos, sino realidades concretas donde el poder soberano crea “nuevas y únicas formas de existencia social en las que vastas poblaciones se ven sometidas a condiciones de vida que les confieren la condición de muertos vivientes” (Mbembe, 2003, p. 40). La Resolución 2803 no solo tolera estas condiciones, sino que las institucionaliza. La resolución otorga a la entidad sionista el control eterno mediante lo que denomina una “presencia perimetral de seguridad” que se mantendrá “hasta que Gaza esté debidamente protegida de cualquier amenaza terrorista resurgente”, siendo la entidad sionista la única que determina cuándo se cumple dicha condición (Consejo de Seguridad de la ONU, 2025). Esto transforma la ocupación temporal en soberanía permanente, la emergencia en eternidad.

En estas zonas, los principios fundamentales de la existencia humana quedan suspendidos por la propia ley. Cuando la resolución autoriza a la Fuerza Internacional de Estabilización a «utilizar todas las medidas necesarias», al tiempo que otorga a los participantes inmunidad ante la jurisdicción local, consagra legalmente lo que ya estaba sucediendo: hospitales convertidos en objetivos legítimos, escuelas en cementerios, campos de refugiados que se supone que son zonas seguras incendiados con sus habitantes. Los mundos de la muerte son espacios donde niños y niñas de cinco años aprenden a distinguir los sonidos de diferentes armas, donde las madres eligen a qué hija alimentar con la última comida, donde los médicos amputan extremidades de niñas sin anestesia mientras gritan.

La Resolución 2803 oficializa esta ecología de la muerte en la política de la ONU. Al establecer lo que la Relatora Especial de la ONU, Francesca Albanese, denomina «un modelo de control extranjero que prioriza la seguridad y está impulsado por el capital» (Albanese, 2025), la resolución garantiza que la muerte impregne todos los aspectos de la existencia: el agua (97 % imbebible), el aire (tóxico por el fósforo blanco) y el suelo (contaminado por la destrucción de los sistemas de alcantarillado). La «Junta de Paz» no trae la paz, sino que administra la muerte, coordinando qué persona recibe alimentos, qué zonas se reconstruyen y qué niños y niñas pueden acceder a atención médica, todo ello manteniendo las condiciones que, en primer lugar, crean la necesidad de dicha coordinación.

Tres generaciones en la zona del no-ser

La violación sistemática de los derechos de la infancia palestina comenzó con la Nakba de 1948, cuando 750.000 personas de Palestina fueron expulsadas ​​(Pappé, 2006), creando lo que hoy son 5,6 millones de refugiados a lo largo de tres generaciones (UNRWA, 2024). Esto no es un simple desplazamiento; es lo que Nelson Maldonado-Torres (2007) identificó como la naturalización de la guerra: «[se] transforma —a través de la idea de raza— y se naturaliza» (p. 248). Lo que debería ser excepcional (violencia, desplazamiento, falta de derechos) se convierte en la condición permanente de las poblaciones colonizadas.

Para comprender cómo la Resolución 2803 cristaliza esta naturalización, debemos comprender la perspectiva fundamental de Maldonado-Torres sobre cómo los sistemas coloniales transforman las condiciones de guerra temporales en realidades raciales permanentes. Durante la guerra, se suspenden las relaciones éticas normales. Matar se vuelve permisible, la violación se convierte en un arma, se pueden confiscar bienes y poblaciones enteras pueden ser desplazadas. Estas suspensiones de la ética son supuestamente temporales, limitadas al combate activo entre combatientes. Una vez terminada la guerra, las relaciones éticas normales deberían reanudarse: el asesinato vuelve a ser ilegal, los civiles recuperan sus protecciones y los refugiados regresan a sus hogares.

La Resolución 2803 ejemplifica a la perfección esta naturalización. La resolución condiciona la retirada de la entidad sionista a «normas, hitos y plazos vinculados a la desmilitarización que se acordarán entre las Fuerzas de Ocupación Israelí (FOI), las Fuerzas de Seguridad Islámica (FSI), los garantes y Estados Unidos». El pueblo palestino no tiene voz ni voto en el fin de su ocupación. Sus hijos e hijas crecerán en las mismas condiciones de «emergencia» que sus mayores enfrentaron en 1948, ahora formalizadas mediante el derecho internacional en lugar de un decreto militar.

Consideremos cómo esta naturalización opera a través de lo que la académica Nadera Shalhoub-Kevorkian (2019) denomina «des-infanciación«, la eliminación sistemática de la propia infancia. Cualquier niño o niña palestina puede ser detenido sin juicio, juzgado en tribunales militares, ejecutado por lanzar piedras bajo órdenes militares que no se aplican a los colonos, y se le niega la libertad de movimiento, todo ello justificado no por la guerra activa, sino por su identidad racializada considerada como perpetua «amenazas a la seguridad»; cualquier niño o niña judía, en el mismo territorio, se enfrenta a tribunales civiles.

Esta «des-infanciación» significa que la infancia palestina deja de ser referencia de niñas y niños en cualquier sentido legal o ético significativo. El bebé de dos años en el puesto de control no es procesado como un niño, sino como un potencial combatiente. El adolescente de doce años en un tribunal militar no recibe las protecciones que corresponden a la infancia, sino que es tratado como un enemigo adulto. El reciennacido que requiere atención médica no es un bebé que merezca tratamiento urgente, sino lo que los funcionarios de la entidad sionista llaman abiertamente una «amenaza demográfica».

La Resolución 2803 codifica esta desproporción en el derecho internacional. Al establecer un comité palestino que debe ser «tecnócrata» y «apolítico», compuesto únicamente por «palestinos competentes de la Franja», la resolución niega al pueblo palestino la capacidad de acción política, al tiempo que trata a sus hijos e hijas como problemas administrativos que deben gestionarse, en lugar de seres humanos que deben protegerse. La «Junta de Paz», presidida por el mismo presidente que proporcionó 17.900 millones de dólares en armas utilizadas para matar a la infancia palestina, determinará su destino sin su participación.

La escalada actual: el necropoder legitimado por ley

El genocidio que se intensifica desde octubre de 2023 representa lo que Mbembe llama necropoder en su forma más pura: «la subyugación de la vida al poder de la muerte» (Pele, 2020, párr. 4). Más de 20.000 niños y niñas palestinas han sido asesinadas, una cada hora durante 23 meses (Save the Children, 2025). Pero la necropolítica no se trata solo de matar; se trata de crear condiciones donde la distinción entre la vida y la muerte se vuelve irrelevante, y la Resolución 2803 hace que estas condiciones sean permanentes.

La resolución ejemplifica el concepto de Mbembe sobre cómo opera la soberanía mediante la «capacidad de definir quién importa y quién no, quién es desechable y quién no» (2003, p. 27). Cuando Donald Trump –quien llamó al pueblo palestino como «terroristas» y le dio Jerusalén a Netanyahu– preside la «Junta de Paz» junto a Tony Blair, quien destruyó Irak, vemos la soberanía necropolítica en acción. Quienes orquestaron la muerte en Bagdad ahora supervisan la vida en Gaza. Quienes armaron a los asesinos ahora gestionan a los supervivientes.

Las disposiciones de la Resolución 2803 para la reconstrucción exponen la dimensión más obscena de la necropolítica: la transformación del sufrimiento de la infancia palestina en ganancias corporativas. La «Junta de Paz», presidida por Donald Trump, quien proporcionó las bombas que mataron a 20.000 menores, “coordinará la financiación para la reurbanización de Gaza” y “establecerá entidades operativas” con “autoridades transaccionales” (Naciones Unidas, 2025). Esto no es reconstrucción; es la industrialización de la muerte en forma de capital.

Contratistas militares privados como UG Solutions, que desplegaron a 96 exoperativos de las fuerzas especiales estadounidenses en los puestos de control de Gaza (Haaretz, 2025), convirtieron la distribución de ayuda en campos de muerte [exterminio]. Durante sus operaciones de mayo a octubre de 2025, estos contratistas mataron a más de 2.600 palestinos e hirieron a más de 19.000 que acudieron en busca de alimentos (Drop Site News, 2025; Greatreporter, 2025). Los contratistas testificaron posteriormente que dispararon munición real, granadas aturdidoras y gas pimienta «en casi todos los puntos de distribución, incluso sin amenazas a la seguridad», con personal reclutado del Club de Motociclistas Infieles, cuyo estatuto exige el exterminio musulmán (Euronews, 2025; New Arab, 2025). Estos mismos asesinos ahora expanden sus operaciones, con UG Solutions reclutando a más personal para «12 a 15 nuevos puntos de distribución de ayuda», más trampas mortales disfrazadas de zonas humanitarias (Drop Site News, 2025; The Intercept, 2025).

La obscenidad alcanza su punto álgido en la bonanza de reconstrucción estimada en 70.000 millones de dólares. Empresas turcas como Limak, Tekfen y Enka; empresas controladas por el ejército egipcio, incluidas Arab Contractors y Orascom; corporaciones tecnológicas estadounidenses, todas vuelan en círculos como buitres sobre las tumbas de los niños y las niñas en Gaza (Eurasia Review, 2025; Palestinian Information Center, 2025). Erdogan y Sisi, quienes impusieron el bloqueo mientras los niños morían de hambre, ahora posicionan a sus sectores de la construcción para que se beneficien de la reconstrucción de lo que ayudaron a destruir (The Globe and Mail, 2025; Carnegie Endowment, 2025). La «Junta de Paz» garantiza que «las corporaciones multinacionales reconstruyan lo que las armas de sus gobiernos destruyeron» (The Arab Weekly, 2025), que cada escuela bombardeada sea un contrato futuro, que cada niño o niña muerta sea una oportunidad de negocio.

Los críticos identifican correctamente la Resolución 2803 como un «control colonial reempaquetado» que recompensa a los coautores del genocidio con ganancias de la reconstrucción, al tiempo que absuelve a la entidad sionista de sus crímenes (Al-Shabaka, 2025). Este es el necropoder de Mbembe perfeccionado: no solo el derecho a matar, sino la maquinaria que transforma la sangre de la infancia palestina en ganancias trimestrales, sus extremidades amputadas en oportunidades de mercado, sus fosas comunes en obras de construcción. La muerte no sólo genera ganancias: se convierte en la materia prima de las ganancias, y la infancia palestina es procesada ​​a través de la maquinaria de la destrucción para convertirse en la mercancía de la reconstrucción.

La humanidad jurídica en acción: la comparación con Ucrania

El trato diferenciado de la infancia ucraniana frente a la palestina tras órdenes de arresto de la Corte Penal Internacional (CPI) legalmente equivalentes, ilumina cómo el derecho penal internacional opera a través de lo que Alexander Weheliye (2014) llama “conjuntos racializantes”, “la ley decide combativamente quién merece ser persona y quién no” (p. 77).

Ambos conflictos generaron órdenes de arresto por parte de la CPI: Putin y Lvova-Belova -en marzo de 2023- por el desplazamiento de niños y niñas ucranianas (13 meses después de la invasión), y Netanyahu y Gallant -en noviembre de 2024- por crímenes de guerra, incluyendo la inanición como método de guerra (14 meses después de octubre de 2023). Las órdenes son legalmente idénticas, emitidas por el mismo tribunal bajo el mismo Estatuto de Roma. Sin embargo, la respuesta internacional revela cómo la ley por sí sola no determina quién recibe protección.

Para la infancia ucraniana, las garantías de la CPI catalizaron una movilización global sin precedentes. Treinta y nueve Estados remitieron formalmente la situación a la CPI, la mayor remisión estatal en la historia de la Corte. La Asamblea General de la ONU aprobó múltiples resoluciones exigiendo el retorno de los niños y niñas. La UE asignó 2.000 millones de euros para la infancia ucraniana refugiada, UNICEF lanzó su mayor respuesta europea desde la Segunda Guerra Mundial con 1.400 millones de dólares, y 23 países se coordinaron a través de Eurojust para asegurar el retorno de 388 niños y niñas para enero de 2025.

El fiscal de la CPI, Karim Khan, declaró: «No podemos permitir que la infancia sea tratada como botín de guerra». El vocabulario era protector: los niños y niñas ucranianas eran «víctimas inocentes», «infancia traumatizada que necesita protección inmediata».

Para las niñas y niños palestinos, la misma decisión legal generó la respuesta contraria. Estados Unidos condenó inmediatamente las órdenes de arresto [contra los líderes israelíes], calificándolas de «escandalosas», y el presidente Biden declaró que «no hay equivalencia entre la entidad sionista y Hamás». El Congreso amenazó con sanciones contra la propia CPI. Alemania anunció que no ejecutaría los las detenciones o arrestos. Francia cuestionó la inmunidad de Netanyahu. Estados Unidos aprobó una venta de armas adicional por 8.000 millones de dólares a la entidad sionista el mismo mes en que la CPI declaró la hambruna de niños y niñas palestinas como crimen de guerra.

Lo más revelador es que la matanza se aceleró tras las órdenes de arresto. Mientras que las niñas y niños desplazados de Ucrania recibieron evacuación y protección inmediatas, la infancia palestina -en su conjunto- era asesinados a un ritmo de uno por hora. La Resolución 2803, aprobada pocos días después de estas órdenes, ni siquiera los menciona, no hace referencia a los crímenes de guerra ni reconoce el genocidio. En cambio, recompensa a quienes son señalados como criminales de guerra que ejercen el control permanente sobre sus víctimas.

Esto revela cómo opera el derecho penal internacional a través de lo que Sylvia Wynter (2003) denomina el ««código maestro» de la raza», que distingue «lo bueno/ vida/ plenamente humano/ de lo malo/ muerte/ no del todo humano/a» (p. 318). Paradójicamente, las órdenes de arresto de la CPI demuestran este punto: incluso cuando el máximo tribunal internacional reconoce a la infancia palestina como víctimas de crímenes de guerra, el orden internacional continúa tratándolos como objetivos legítimos.

Estados árabes: los intermediarios coloniales

«¿Dónde están los Estados árabes mientras los niños y las niñas palestinas gritan bajo los escombros?. Contando el dinero«·. (Arab Center, 2022, 2024)

El régimen militar egipcio, que recibe 1.300 millones de dólares anuales de Washington, vigila la frontera sur de Gaza con más dedicación que la entidad sionista lo hace en la norte (Voice of America, 2024), una política que prioriza las alianzas estratégicas sobre las vidas palestinas.

La declaración conjunta del 14 de noviembre de 2025, en la que Estados Unidos obtuvo el apoyo de Qatar, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Indonesia, Pakistán, Jordania y Turquía para la Resolución 2803, revela cómo los regímenes árabes han internalizado completamente su papel en el mantenimiento de las estructuras que garantizan la subyugación palestina (Chatham House, 2025). Reciben garantías limitadas de soberanía y seguridad a cambio de gestionar la ira de sus poblaciones contra Palestina, mientras preservan los sistemas que garantizan la muerte palestina.

Arabia Saudita construye NEOM, su ciudad vanidosa de 500 mil millones de dólares, mientras madres palestinas alimentan a sus hijos con pasto y pienso a 1.000 kilómetros de distancia. Emiratos Árabes Unidos organiza conferencias de lujo sobre «tolerancia» mientras mantiene la coordinación de seguridad con las fuerzas que bombardean a los niños y niñas de Gaza. El rey de Marruecos recibió a Netanyahu con honores, estrechando la mano que firma las órdenes de bombardeo, a cambio de vidas palestinas por el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental.

La abstención de Rusia y China, en lugar de su veto, revela cómo incluso supuestas alternativas a la hegemonía occidental contribuyen a la eliminación de Palestina. El embajador ruso Nebenzia describió la Resolución 2803 como «reminiscente de las prácticas coloniales y del mandato británico sobre Palestina», pero se abstuvo porque «la Autoridad Palestina y varios países árabe-musulmanes habían expresado su apoyo». El embajador chino Fu Cong señaló que «Palestina apenas aparece en el borrador» y también se abstuvo, priorizando las relaciones regionales sobre la vida de los y las palestinas.

Lo sabían todo

Cuando se haga un analisis histórico sobre este período, no les costará comprenderlo. La evidencia es abrumadora, la intención explícita, los resultados transmitidos en vivo. Funcionarios de la entidad sionista invocaron mandatos bíblicos para destruir a Amalec: «Matad a hombres y mujeres, bebés y niños de pecho». El ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, pidió no tomar «medidas a medias» contra la población de Gaza. La política de hambruna se calculaba en calorías por persona. La matanza de niños y niñas fue celebrada en redes sociales por soldados y soldadas que publicaban videos de trofeos.

Todos ytodas lo sabían. Biden lo sabía, cuando envió 14.000 bombas de 900 kilos mientras rescataban a niños y niñas de los escombros. La UE lo sabía, cuando mantenía acuerdos comerciales por valor de 30.000 millones de euros anuales mientras los hospitales de Gaza eran destruidos sistemáticamente. El Consejo de Seguridad de la ONU lo sabía, cuando votó a favor de la Resolución 2803 mientras 67 menores fueron asesinados, solo durante el alto el fuego.

Sabían de las amputaciones sin anestesia, de las cesáreas sin medicación, de los menores que morían de infecciones tratables porque los antibióticos estaban bloqueados por ser «artículos de doble uso». Sabían de los 10.000 niños y niñas con extremidades amputadas, de los 625.000 menores que llevaban dos años sin escolarizar. Lo sabían porque las agencias de la ONU lo documentaron, las organizaciones humanitarias lo informaron, las familias palestinas lo transmitieron en directo mientras eran asesinadas.

Y no solo lo permitieron; lo estructuraron, lo financiaron, lo legitimaron. Esta es la máxima obscenidad: no solo el poder de matar, sino el poder de hacer que matar sea racional, legal e incluso virtuoso. No solo crear condiciones de muerte, sino conseguir que la ONU las apruebe oficialmente. No solo destruir la infancia palestina, sino conseguir que el mundo reconozca que ella misma provocó su auto-destrucción.

Rompiendo la maquinaria

La Resolución 2803 es el orden internacional que se despoja de su máscara, revelando lo que Mbembe llama «esas formas contemporáneas de sometimiento de la vida al poder de la muerte» (2003, p. 39). La transformación del asesinato infantil de delito a política, de atrocidad a administración, de genocidio a gobernanza. La Convención prometió a todos los niños y niñas del mundo el derecho a la vida, pero a la infancia palestina les concedió el derecho a ser asesinada legal, sistemática y eternamente, con la aprobación de la ONU.

La historia registrará que cuando los niños y niñas palestinas necesitaron protección, el orden internacional reveló su verdadera función: un sistema necropolítico donde «la instrumentalización generalizada de la existencia humana y la destrucción material de cuerpos humanos» opera a través del propio derecho (Mbembe, 2003, p. 14). La Convención prometió el derecho a la vida, pero para la infancia palestina solo le ha proporcionado la pertenencia a lo que Fanon (1961) llamó «los condenados de la tierra», aquellos a quienes el necropoder ha marcado para la muerte social y biológica.

La pregunta no es por qué fracasó la Convención. La pregunta es por qué esperábamos que los documentos escritos por los imperios protegieran a quienes los imperios necesitaban ver muertos. Por qué pensábamos que las leyes creadas por los poderosos protegerían a los débiles. Por qué creímos que los sistemas basados ​​en la jerarquía racial reconocerían repentinamente a los niños y niñas palestinas como seres humanos.

Tres generaciones han aprendido que el derecho internacional existe no para protegerlos, sino para legitimar su destrucción. La Resolución 2803 garantiza que innumerables generaciones más aprenderán esta verdad. A menos que dejemos de recurrir a sistemas diseñados para matarlos y comencemos a desmantelar la maquinaria misma: no solo la ocupación, sino todo el orden global que hace que la muerte de niños y niñas palestinas parezca racional, rentable y necesaria.

Los marcos teóricos de Fanon, Mbembe, Maldonado-Torres y Weheliye no solo describen esta maquinaria; revelan sus puntos vulnerables. Si la infancia palestina es asesinada porque ha sido expulsada ​​de la humanidad mediante la racialización, afirmar su humanidad se convierte en resistencia. Si sus muertes son rentables, encarecerlas se convierte en estrategia. Si su sufrimiento se invisibiliza mediante la violencia lenta, hacerlo visible se convierte en una necesidad.

La Resolución 2803 deja claro que el derecho internacional no salvará a los niños y niñas palestinas. La ONU no los salvará. Los Estados árabes no los salvarán. Solo el desmantelamiento completo de la maquinaria colonial que causa su muerte puede salvarlos. Esto significa, no reformar, sino abolir los sistemas que clasifican a niños y niñas que merecen protección y quienes están destinados a ser eliminados. No apelar al derecho internacional, sino exponer cómo funciona como instrumento de su destrucción. No exigir el reconocimiento de las potencias que se benefician de su muerte, sino construir nuevas formas de solidaridad que superen por completo las estructuras imperialistas.

Hay zonas donde, como escribe Mbembe (2019), «la muerte y la libertad están irrevocablemente entrelazadas», donde la única escapatoria del mundo de la muerte es la muerte misma (p. 38).

Esta es la verdad que el Consejo de Seguridad de la ONU consagró tres días antes del Día de los Derechos del Niño y la Niña: algunos nacen para ser protegidos, otros para ser eliminados; la Convención los clasifica.

Pero los niños y las niñas palestinas siguen existiendo, resistiendo, sobreviviendo a pesar de todo lo diseñado para destruirlos. En su supervivencia reside la semilla de la ruina del sistema. Cada niño, cada niña, que vive a pesar de la maquinaria de la muerte, que aprende a pesar de las escuelas destruidas, que juega a pesar de los bombardeos, que sueña a pesar del trauma, demuestra que el necropoder, aunque devastador, no es total. En su obstinada insistencia en vivir, por ser niños y niñas -a pesar de la desniñez sistemática-, reside la mayor acusación contra el orden internacional y la base para su eventual destrucción.

La Resolución 2803 no es el fin, sino el principio del fin: el momento en que el sistema se reveló al completo, tanto que su legitimidad se desmorona. Cuando la ONU vota a favor de que la matanza infantil sea permanente, firma no solo la sentencia de muerte de los niños y niñas palestinas, sino su propio certificado de defunción moral.

Lo que queda no es la reforma, sino la revolución; no la apelación, sino la abolición; no el reconocimiento, sino la resistencia, hasta que la maquinaria que produce la muerte de niños y niñas palestinas sea destruida.

Agradecimiento : el autor agradece a Ousmane Al-Desiri, activista e investigador junior comprometido con la justicia ambiental y la defensa de los derechos de los pueblos indígenas y las comunidades LGBTQ+ en el norte de África, por su invaluable apoyo y su compromiso continuo con la liberación palestina.

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Fuente: https://www.counterpunch.org/2025/11/24/resolution-2803-how-the-un-security-council-legitimized-palestinian-childrens-death-worlds/

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