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A ver, ¿cómo sigue Cuba?

Fuentes: Rebelión

En los momentos actuales de este convulso mundo, especialmente en nuestra región, los cubanos y cubanas siguen imperturbables en los trajines diarios de sus vidas para, queriéndolo o sin querer, hacer de la suya una sociedad cada vez mejor. Acabo de regresar de La Habana, donde el calor y la aplastante humedad ya se están […]

En los momentos actuales de este convulso mundo, especialmente en nuestra región, los cubanos y cubanas siguen imperturbables en los trajines diarios de sus vidas para, queriéndolo o sin querer, hacer de la suya una sociedad cada vez mejor. Acabo de regresar de La Habana, donde el calor y la aplastante humedad ya se están imponiendo, recordando a todos que ya estamos en esa sudorosa temporada del año, acompañados, gracias a Dios, de los míticos aguaceros de mayo. Y digo, gracias a Dios, porque este año ha sido pródigo con sus lluvias, siempre bienvenidas por las siembras en el campo, como por los demás árboles y plantas, especialmente sus flores, tanto en el campo como en la ciudad.

Y en la ciudad, en La Habana, donde más tiempo estuve, las lluvias barren con el polvo de sus calles que se acumula irremediablemente en solo una semana sin fuertes lluvias. El polvo que enrarece el ambiente y hace sentir insoportable el calor. Aunque ya entrada la noche se refresca el ambiente y se hace agradable el dormir.

Las mañanas amanecen límpidas, aunque con el correr de las horas, hacia el mediodía, como es usual en toda la Isla, y en todo el trópico, las nubes se acumulan, amenazan lluvia, se sienten el resultado de las altas temperaturas y el vapor, y los afortunados, buscan y encuentran algún refugio en la sombra, dondequiera que se pueda encontrar, especialmente si esta viene acompañada de la brisa, por leve que esta sea.

En esta época del año los aguaceros muchas veces se convierten en tormentas que vienen acompañadas de fuertes rayos y sus grandes truenos y relámpagos, que asustan y causan daños, a veces graves, a los aparatos eléctricos, especialmente a los refrigeradores, si no se tiene el cuidado de desconectarlos de la electricidad antes de salir de la casa. Lo cual precipita la gran duda –similar a la de Hamlet­–, ¿lo desconecto o no lo desconecto?

¡Ah!, y como se maldicen a esos benéficos aguaceros por cientos de miles de paisanos y paisanas -jóvenes y viejos–, si ocurriesen a las horas de entrada o salida de la escuela o centros de trabajo, cuando nos empapan y nos joden los zapatos. Especialmente si ocurriesen, cuando uno está muy cansado, en horas de la tarde, complicando mucho más el regreso a casa.

Menos mal por las sombrillas y las capas que en tiempos recientes han estado disponibles a la compra, y que tantos de los nuestros se han acostumbrado a usar. Y menos mal también por el cierto mejoramiento del sistema de transporte público al menos en La Habana. El transporte privado, los almendrones, sigue viento en popa, aunque debido a las quejas de aquellos que pagan por montarse en ellos, y la subsiguiente actuación de las autoridades competentes, se ha podido disminuir y regular la avaricia de los dueños de los mismos.

Los servicios de la recogida de la basura de los hogares y la de los desperdicios sólidos, como los restos de la poda de árboles y plantas, o ladrillos y otros restos de construcciones ha mejorado bastante. Al menos en la zona del municipio Playa donde yo me quedo. Sé que en otras zonas de ese mismo municipio y en otros municipios de la capital no es así. Llegó un tiempo, no hace mucho, que esa situación sostenida por años, era deplorable, peligrosa y dañina para la salud de todos, en todas las zonas de todos los municipios capitalinos. La indignación de la población forzó el cambio que se ha visto ocurrir.

La desidia, o sea, la falta de cuidado y de interés, por parte de las autoridades responsables para mejorar los servicios públicos básicos y otros servicios y trámites necesarios exaspera a la población. Y la hace perder la paciencia con las mismas y la confianza en las mismas.

Pero en Cuba las autoridades actúan, a veces más tarde que temprano, pero actúan. La cubana es una sociedad, como socialista y revolucionaria que es, que el pueblo ve los cambios positivos que son imprescindibles para hacer de ella, a pesar de los pesares, esa sociedad mejor donde ellos y ellas, pueden vivir sosegados, con tranquilidad, saludables, alimentándose, educándose, disfrutando de la vida, viendo y palpando los resultados tangibles de tantas décadas de sacrificios, en ellos mismos y en sus hijos, hijas, nietos, nietas y en sus demás seres queridos.

Se puede palpar que las cubanas y los cubanos -Cuba–, en su inmensa mayoría, siguen bien; ahora con una nueva generación de hombres y mujeres al mando del Estado y del Gobierno, confiados en su camino, libremente escogido, y en sus sueños. Mucho, muchísimo mejor, como todos de sobra sabemos, que todos los demás sufridos y explotados pueblos que los rodean, tanto al Este, al Oeste, al Sur, como también… al Norte.  

Andrés Gómez es director de Areitodigital

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.