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Notas desde la frontera entre EE.UU. y México (I)

Abrazos en la frontera

Fuentes: Rebelión

La Red Fronteriza de Derechos Humanos lleva 20 años documentando abusos de autoridad, tanto de la policía como de la patrulla fronteriza, contra las familias migrantes en la frontera sur de EE.UU., una de las áreas más militarizadas del mundo; una verdadera zona de guerra. Allí tiene lugar el acto llamado «Abrazos, no muros» para protestar contra la separación de familias, una constante en la política represiva contra los migrantes.

Reencuentro de madre e hijo en la frontera durante el acto «Abrazos, no muros», diciembre de 2017. Foto: Mónica Lozano.

El Paso (Texas) – La entidad sin fines de lucro Red Fronteriza de Derechos Humanos, dedicada a educar y organizar a residentes de El Paso y migrantes, realiza cada vez que le permiten uno de los eventos más emotivos que se pueden ver en la frontera entre EE.UU. y México: «Abrazos no muros».

El fundador y director ejecutivo de la organización, Fernando García, anunció hoy que tratarán de volver a celebrar el próximo octubre esta oportunidad de reencuentro para algunas familias de migrantes separadas por las políticas migratorias de EE.UU.; aunque sea por un breve momento pueden abrazarse. García explica que el Río Grande, que separa El Paso (EE.UU.) de Ciudad Juárez (México) se seca en algunas épocas de año, entonces aprovechan para «tomar la frontera por unas horas» y permitir el reencuentro familiar momentáneo.

Tienen que coordinar con la Patrulla Fronteriza estadounidense, por un lado, y la Policía Federal mexicana, por el otro lado, «para permitir que familias que han sido separadas por la deportación, madres que están separadas de sus hijos, esposos que han sido separados, puedan juntarse brevemente en la mitad del río, y puedan abrazarse, ese es el concepto central». El activista explica que ya han realizado cinco «Abrazos no muros», en los que han conseguido «unificar brevemente, que se abracen por tres, cuatro, cinco minutos».

«No es mucho tiempo, pero para nosostros no solo es un acto de amor, de humanidad, de tratar de unir esas familias, es un acto de protesta, es también traer atención a esta crisis que ha generado la política migratoria de los EE.UU., que es una crisis que está reventando y destruyendo a la familia latina en los EE.UU. Miles, si no que millones, en serio, no estoy bromeando, de familias que en los últimos diez años han sido reventadas y separadas. Niños separados de sus papás por diez años, por cinco años, por dos años; esposos que no se pueden ver; novios que tienen compromisos, separados», lamenta García.

Explica que en algunas ocasiones han logrado que algunas de esas parejas se casaran uno a cada lado del muro, «y luego se tuvieron que regresar a sus lados, que separarse… Con esto queremos presentarle al país la imagen real de la separación. Trataremos de hacer el próximo «abrazo» en octubre, dependiendo de las condiciones, claro que eso es una espina en el sistema, que no quiere que lo hagamos. Pero trataremos de seguirlo haciendo. Mientras ellos sigan separando familias, nosostros vamos a seguir unificándolas para que se abracen», señala el activista.

La fotógrafa Mónica Lozano ha documentado varios «Abrazos no muros» y explica que una de las cosas que más le han llamado la atención del evento fue una vez, en diciembre de 2017, en la que el río tenía agua, así que no pudieron celebrarlo en la cuenca y tuvieron que hacerlo en el muro fronterizo.

«El muro es de metal. Estaba congelado, heladísimo. Pero a la gente no le importaba y pegaba sus rostros ahí en el metal, con tal de abrazarse y los niños con sus caritas pegadas al metal. Se me hacía muy fuerte el contraste del calor humano y la necesidad de conexión y de abrazar en este muro helado y todo oxidado», recuerda Lozano.

Abrazo familiar en el cauce seco del Río Grande, mayo de 2017. Foto: Mónica Lozano.   

La aberración de la frontera que solo el ciudadano común podrá vencer

El drama de la frontera de EE.UU. y México es el de una guerra no declarada; no es nuevo, aunque la administración de Donald Trump lo haya exacerbado hasta límites inauditos enjaulando a niños migrantes separados de sus padres. A esta infamia que no la van a solucionar los políticos, sino el estadounidense común. Así lo cree una de las personas que más sabe de las aberraciones cometidas en la frontera, Fernando García, fundador y director ejecutivo de la Red Fronteriza de Derechos Humanos, entidad que cumple 20 años trabajando en la educación y organización de los residentes de la zona y los migrantes.

«Hemos estado documentando durante 20 años los abusos de autoridad: abusos de la policía, abusos de la patrulla fronteriza. Hemos estado tratando de cambiar ese patrón de abusos en la conducta institucional que sucede en la frontera especialmente en contra de los migrantes, pero también en contra de los residentes, que son ciudadanos y que viven también en esta región, pero porque son latinos, a veces son sujetos al perfil racial, al racismo por parte de las agencias políciacas y migratorias», explica García en su oficina haciendo un hueco en su especialmente apretada agenda estos días, para esta entrevista.

«Nuestro trabajo es resistir el abuso, educar a nuestras comunidades, organizarlas también para luchar por cambios de leyes en donde se reconozca que los migrantes son la piedra angular de los EE.UU., que hay millones de migrantes viviendo en EE.UU. sin documentos y que tienen que ser reconocidos como parte de la sociedad», dice.

Uno de sus frentes de lucha ha sido contra la militarización de la frontera. «Esta frontera ahorita es una de las más militarizadas del mundo con miles de agentes fronterizos, con armas de alto poder, sistemas de aviones no tripulados. Todo eso es una guerra en un país donde no hay conflicto, en este caso con México, pero que la guerra se da en contra de los migrantes y especialmente en esta administración del presidente Trump», denuncia.

Describe cómo la situación en la frontera empeoró con «la promesa de campaña del presidente Trump». Siendo candidato «utilizó a los mexicanos y los migrantes como su bandera de campaña de una manera extremadamente negativa. Él empezó a poner una narrativa en la que decía que los que cruzaban la frontera eran criminales, eran violadores y prometía no solo el muro, es importante decir eso, (…) prometía la deportación de cinco millones de personas que vivían en este país».

García analiza que desde el principio, Trump vinculó con aquellos que defienden en el país «una agenda anti-inmigrante y racista», consiguiendo muchos votos de los «más conservadores y extremistas».

Su agenda anti-inmigrante comenzó haciendo presión para que le dieran dinero para construir el muro, lo cual no ha sucedido, pero «le quita o quiere quitarle a los soñadores su sueño, a los dreamers trata de eliminarlos, de ponerlos de nuevo en la ilegalidad, y quitarles el programa de DACA». Luego, ordenó redadas tanto en la frontera como en el interior del país tratando de arrestar a personas sin documentos. Pero como él no tiene el dinero para conseguir más agentes para las redadas, promueve una nueva política de usar las policías locales y estatales para que hicieran el trabajo de inmigración.» García señala que se han comenzado a aprobar leyes estatales, como en Texas, donde los policías comunes tienen la la autorización para pedir papeles a las personas sospechosas de ser indocumentadas.

«Entonces él ya empieza a tener su fuerza de deportación incluyendo a las policías locales. Policías que deberían estar protegiendo la seguridad de todos, ahorita en Texas esos policías pueden pedir papeles bajo una ley que se llama SB4», indica añadiendo que luego, además, desplegó a la Guardia Nacional en la frontera.

«Todo eso es parte de una agenda completa. Pero la gota que derramó el vaso fue la implementación de este programa que se llama cero tolerancia, que esencialmente dice, y la administración lo plantea así, que cualquier persona que cruce sin documentos entre los puertos de entrada, esas personas van a ser enjuiciadas criminalmente, la van a mandar a la corte y les van a poner cargos. Ahí es donde entra el Departamento de Justicia, que ahora pone sus recursos para enjuiciar a cada persona, aunque sea la primera vez que entre, o aunque venga pidiendo asilo político. Lo cierto es que los libros y en las leyes de inmigración, cruzar la frontera sin documentos es una violación administrativa, como pasarte el alto, como ir arriba del límite de velocidad, sin embargo, lo que está haciendo Trump es criminalizar ese acto. Ya no es una cuestión administrativa sino una cuestión criminal por lo tanto cada persona que pase la vamos a detener, la vamos a meter en la carcel y la vamos a enjuiciar criminalmente», explica García.

«La consecuencia de ello es que son detenidas familias completas. Pero eso no es suficiente para Trump, ahora dice voy a separar a los niños de esas familias que están detenidas. A los padres en unas cárceles y a los niños en otras cárceles. Dicen que lo hicieron para disuadir a otras familias que vayan a cruzar. Es una estrategia inhumana, dura, aberrante que es lo que hizo que se levantara este enojo en EE.UU.», añade.

García expresa que no es la primera vez que se separan a los padres y los hijos detenidos cruzando la frontera.
Este fenómeno de la separación de familias ha sido algo constante en la política migratoria de EE.UU., insiste García, que sostiene que ahora está sucediendo en un contexto más amplio de duras políticas anti-inmigrantes.

Pero ahora, «el país descubrió que hay niños que estaban en jaulas separados de sus papás», lo que, según García «tocó un nervio del país y la gente empezó a reaccionar. Ha habido una reacción muy fuerte de todos los sectores de que esto es una política inhumana… Trump se echa para atrás tantito, firma una orden ejecutiva, que dice bueno voy a reunificarlos, pero no detiene el programa de cero tolerancia ni la detención de familias, lo único que está planteando Trump es reunificar a esos niños que han separado, pero en la cárcel. Van a seguir en la cárcel, pero ahora juntos con sus papás», lamenta García.

Pero aquí no acaba la cosa. Resulta que después del anuncio de reunificación de Trump la administración se da cuenta que no tiene un plan, que algunos padres ya han sido deportados mientras los niños siguen enjaulados y que no saben cómo encontrar a muchos de los padres. Padres e hijos siguen detenidos. Pero después de haberlos separado, no tienen un sistema efectivo para reunir a cada padre o madre con sus hijos. Un desastre. «Creo que la intención de la administración no ha sido realmente la reunificación de las familias», manifiesta García, y agrega que, para colmo de males, Trump anuncia que no va a parar la persecución de familias, que va las a seguir enjuiciando criminalmente y, además, va a utilizar bases militares como centros de detención. Una de esas bases está en El Paso, Fort Bliss, donde se prevé que se custodien a entre siete y doce mil familias.

«En vez de solucionar el problema, lo que hace es expandir la detención de familias, pero ahora en centros militares. ¿Cómo se ve eso, detener familias en centros militares? La percepción que te da es que son criminales, que son una amenaza a la seguridad nacional, cuando en realidad se trata de trabajadores, que son migrantes, como los que vinieron a Ellis Island hace mucho tiempo, y que vienen buscando una mejor vida», señala el activista.

García explica que es necesaria una reforma migratoria justa empezando por legalizar a los entre 11 y 12 millones de indocumentados que actualmente trabajan en EE.UU. «Hay que hacerlos ciudadanos porque esa es la tradición de EE.UU., que se implementen programas de trabajadores que crucen la frontera legalmente. Necesitamos trabajadores, no es cierto que si hay desempleo en Nueva York, la gente de alla va a venir aquí a levantar ajitomate, no es cierto, eso solo lo van a hacer los trabajadores inmigrantes. El problema es que ahora no hay visas suficientes, no hay un programa de trabajadores que los traigan con salarios justos y con derechos y que vengan a trabajar aunque sea temporalmente. No hay suficientes visas para que eso suceda. Entonces, la gente se viene entre los puertos de entrada a pasar de una forma indocumentada o ilegal, como le llaman. Tenemos que arreglar el sistema político migratorio, no hay otra opción, tenemos que cambiarlo, pero Trump va en el sentido opuesto. Él no quiere que se legalicen y se hagan ciudadanos los que ya viven aquí. Es más, él quiere cortar la migración legal a la mitad. Es una agenda que tiene un claro componente de rechazo y de odio hacia los latinos, a los inmigrantes latinos, a los inmigrantes del sur, porque no tiene tanto problema con los inmigrantes blancos. Evidentemente, toda esta política tiene un tinte racista».

«Nosotros, a lo que le estamos apostando es que el país, no Trump, el país se está dando cuenta de que estas políticas son aberrantes. Va a ser el país, no van a ser ni tan siquiera los demócratas, ni nigún partido, va a ser el país, los otros sectores que se van a dar cuenta de que no es posible que EE.UU. represente esos valores de encarcelar niños, de construir muros, de perseguir familias, eso no es lo que EE.UU. ha sido. No son esos los valores que apreciamos. ¿O acaso la unidad de la familia no es un valor estadounidense? ¿Es que acaso no vemos Ellis Island y la Estatua de la Libertad que dice ‘dame tus pobres, aquellos que están perseguidos, dámelos que yo los protegeré’? Esa era la idea de Estados Unidos en el siglo XIX, en el siglo XX, a partir de ahí se creó la idea de que EE.UU. es un país de migrantes. Que aquellos que vienen pidiendo refugio, huyendo de la persecución, éste es su país. Este es el país de la tierra de las oportunidades, la tierra prometida, así como llegaron los europeos. Así están llegando estas nuevas generaciones de migrantes. Esta frontera es la nueva Ellis Island. Los emigrantes llegan con esa esperanza».

García señala que ha habido una reacción extraordinaria de diferentes sectores en EE.UU. a esta crisis migratoria, y que esa reacción es esperanzadora.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.