Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Con el azote del hambre empezando a hacer estragos entre los ya depauperados palestinos, atormentados también por las implacables campañas israelíes de violencia y ruina, el gobierno dirigido por Hamas intenta buscar opciones para poder superar una de las peores amenazas a que se enfrentan los Territorios Ocupados desde 1967.
Los funcionarios del gobierno de Hamas así como miles de sabios islámicos y predicadores han estado urgiendo a una población cada vez más frustrada a mantenerse firme y resistir. Los llamamientos, renovados cada viernes a través de los sermones tradicionales y de las oraciones en cientos de mezquitas a lo ancho y largo de los territorios, han tenido un amplio eco. Decenas de miles asistieron a los «mítines desafiantes» organizados por Hamas y en la calle, hasta ahora, no se ha registrado movimiento alguno en contra del gobierno.
Efectivamente, el rechazo de Hamas a ceder al chantaje israelo-estadounidense ha fortalecido el prestigio del movimiento a los ojos de la mayoría de los palestinos, que han llegado a considerar que su gobierno representa y encarna la heroica resistencia palestina frente a la arrogancia y agresión sionista-occidental.
Este sentimiento popular ha motivado que Fatah, el principal rival político de Hamas, haya rectificado su postura con relación al «asedio». Hasta hace pocos días, los dirigentes de Fatah no se abstuvieron para nada en castigar a Hamas por «haber llevado al pueblo palestino a esa difícil situación». Sin embargo, esos comentarios actuaron como un bumerang sobre Fatah ya que muchos palestinos de a pie empezaron a identificarles con los intentos israelíes y estadounidenses de asfixiar la causa palestina.
Valorando tal sentimiento, Hamas ha convencido con éxito a muchos palestinos que el asedio dirigido por EEUU y reforzado por Israel sobre los palestinos está dirigido fundamentalmente a intimidarles para que abandonen sus demandas nacionales, incluyendo la creación de un estado palestino con Jerusalén como capital junto al derecho supremo al retorno de millones de refugiados palestinos expulsados de sus hogares y ciudades y pueblos de nacimiento en 1948. Y puede que tengan razón.
Efectivamente, la proximidad de la Nakba (la apropiación violenta de Palestina y la expulsión de la mayor parte de su pueblo nativo palestino por los judíos sionistas), cuyo aniversario marcaron esta semana los palestinos con renovada determinación de defender su causa nacional, ha servido para reforzar el mensaje de Hamas.
«No dejéis que nadie os engañe. Este asedio, este intento de llevarnos a la inanición, no es para conseguir ciertas condiciones, como reconocer a Israel y abandonar la resistencia, es para obligaros a ceder Al-Masjidul Aqsa (la Mezquita de Al Aqsa) y aceptar la dominación y ocupación perpetua judía de nuestra tierra», dijo el Primer Ministro palestino Ismael Haniya ante miles de fieles del viernes.
«¿Vais a entragar Al-Aqsa a cambio de un poco de dinero europeo o estadounidense?», preguntó, mientras la enorme multitud le contestaba al unísono: «¡No, no!».
Pero Hamas y sus funcionarios del gobierno se dan cuenta demasiado bien que con sólo eslóganes no se puede eliminar la presencia del fantasma del hambre. «Sabemos que los corazones y las mentes del pueblo están con nosotros, pero sus estómagos quieren pan», dijo un ayudante cercano a Haniya.
Por esta razón, el gobierno está contemplando una serie de pasos políticos que consigan romper el frente internacional contra Hamas, tratando de lograr fundamentalmente que la UE ponga fin a su bloqueo y boicot a los palestinos.
Según fuentes internas de Hamas, esos pasos incluirían un reconocimiento tácito de la denominada Iniciativa Árabe, adoptada en su día por los países árabes y que prometía la normalización de relaciones con Israel a cambio de la completa retirada de los territorios ocupados, de acuerdo con las Resoluciones nos. 242 y 338 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y de una solución «justa y equitativa» al problema de los refugiados, en conformidad con la Resolución 194 de Naciones Unidas.
Israel rechazó la Iniciativa Árabe en el momento que se adoptó, lo que significa que invocarla ahora no supone nada para los palestinos, constituyendo simplemente un ejercicio de relaciones públicas. Es también probable que el gobierno de Hamas emita una declaración que suponga su aceptación de los acuerdos importantes firmados entre Israel y la Autoridad Palestina (AP), siempre que esos acuerdos sean compatibles con las Resoluciones de Naciones Unidas.
Se espera que esas cuestiones se discutan a fondo durante una conferencia de diálogo nacional que tendrá lugar en Gaza la próxima semana, que reunirá a todas las facciones palestinas y partidos políticos con el propósito de alcanzar una formula común que permita superar la crisis actual.
Sin duda alguna esas conversaciones tendrán una importancia crítica porque si fracasan probablemente se profundizaría la terrible crisis que ya asola a los palestinos. La persistencia de las diferencias entre palestinos, especialmente el desacuerdo crónico entre Fatah y Hamas, ha amenazado con empujar a la sociedad palestina hacia mayores cotas de inestabilidad e inseguridad e incluso hacia una contienda civil extendida. Esto, a su vez, podría llevar a la desintegración de la AP; una perspectiva que ni el mundo árabe, ni EEUU o la UE, ni siquiera Israel, desean ver materializada, cada uno por consideraciones estratégicas propias.
Efectivamente, para Israel, el colapso del actual gobierno dirigido por Hamas le privaría de una valiosa -incluso esencial- herramienta de propaganda, y podría revelar su intransigencia, por ejemplo, su rechazo a negociar la puesta en marcha de la Hoja de Ruta con los palestinos. Además, un colapso de la AP -que sería la consecuencia más probable del derrumbe del gobierno de Hamas- forzaría a Israel a restablecer el control administrativo directo de Cisjordania y probablemente también de la Franja de Gaza, en cuyo caso el conflicto volvería a la casilla uno; una perspectiva que, como poco, a Israel no le gusta.
En cuanto a EEUU, está claro que la administración Bush no está interesada en ver el colapso de la AP ya que esa perspectiva podría efectivamente conducir a la desaparición de cualquier apariencia de un campo palestino «moderado», con el que EEUU cuenta, primero para neutralizar o incluso combatir a Hamas y, segundo, como socio para un futuro proceso de paz.
En este momento es complicado señalar en estas líneas qué es lo que piensa el gobierno de EEUU, que parece tener casi una fijación monomaníaca con Hamas. No obstante, esa fijación con Hamas muestra que a EEUU sólo le interesa una cosa: debilitar y eventualmente echar abajo el gobierno dirigido por el movimiento, pensando poco, o más bien nada, en las consiguientes repercusiones.
Para los estados árabes, especialmente para los que rodean Palestina, el colapso de la AP podría desencadenar una impredecible ola de violencia. No es necesario decir que esto es lo último que esos estados desean. Si van a acudir en defensa de Hamas y por ende de la AP, que seguramente se vendría abajo si Hamas cae, es ya otra historia.
Texto original en inglés:
www.weekley.ahram.org.eg/2006/795/re81.htm