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Antropólogos de EE.UU. planearon armas «específicas a la raza» contra los japoneses

Fuentes: CounterPunch

Traducido para Rebelión por Germán Leyens

Durante la Segunda Guerra Mundial, más de dos docenas de antropólogos trabajaron para la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS), la predecesora institucional de la CIA, y realizaron una serie de tareas que iban desde operaciones clandestinas al análisis de propaganda desde sus escritorios. Por primera vez, puedo describir un documento de la OSS de 1943: el «Informe preliminar sobre antropología japonesa», que revela que antropólogos del tiempo de la Segunda Guerra Mundial recomendaron medios específicos a la cultura y la raza para matar a soldados y civiles japoneses. Su informe trató de determinar si existían «características físicas que diferencian a los japoneses de una manera que haga que esas diferencias sean significativas desde el punto de vista de la realización de la guerra». Sigue siendo confidencial quién escribió el informe, pero una lista de los eruditos consultados por la OSS incluye a antropólogos como Clyde Kluckhohn, Fred Hulse, Duncan Strong, Ernest Hooton, C. M. Davenport, Wesley Dupertuis, y Morris Steggerda.

El informe estudió una serie de características físicas y culturales japonesas para determinar si era posible producir armas que explotaran particularidades ‘raciales’ identificables. El estudio examinó peculiaridades anatómicas y estructurales, atributos fisiológicos japoneses, la susceptibilidad japonesa a enfermedades, y posibles debilidades en la constitución japonesa o «debilidades nutricionales». La OSS instruyó a los antropólogos y a otros asesores para que trataran de concebir medios que utilizaran cualesquiera diferencias detectables en el desarrollo de armas, pero se les advirtió que consideraran el tema «en términos a-morales y no-éticos», con un entendimiento de que «si alguna de las sugerencias incluidas son consideradas para la acción, todas las implicaciones morales y éticas serán cuidadosamente estudiadas». Prefigurando los resultados de los posteriores experimentos de obediencia de Stanley Milgram, la mayor parte de los antropólogos abandonaron su autoridad moral y se ajustaron al pedido de la OSS.

Dos antropólogos, Ralph Linton y Harry Shapiro, se negaron a considerar siquiera el pedido de la OSS – pero ellos fueron las excepciones. Un antropólogo de Harvard, Ernest A. Hooton, recomendó que la OSS emprendiera un «estudio constitucional de prisioneros japoneses o de varones nativos de edad militar en los centros de traslado, [para] producir información útil respecto a los puntos débiles del físico japonés». Otro antropólogo de Harvard, Carl Seltzer, recomendó que fisiólogos, higienistas, psicólogos o sociólogos examinaran «especimenes» japoneses para hallar las debilidades deseadas.

Los puntos de vista de Hooton y Seltzer correspondían a la antropología racial de Harvard en ese período. Meses antes de este informe, el antropólogo Melville Jacobs escribió a Margaret Mead y se quejó a propósito de sus dificultades para sumarse al esfuerzo de guerra (probablemente por su pasado comunista) diciendo que «me provoca alergia que miembros del grupo Hooton-Harvard, con sus inclinaciones racistas, puedan ingresar a algún servicio militar o gubernamental que haya sido establecido o pueda establecerse en el futuro con alguna relevancia racial.»

Estudiaron datos médicos sobre las fundamentales diferencias físicas en la «raza» japonesa, y evaluaron las diferencias en las morfologías del oído interior, de las densidades de las papilas gustativas, las musculaturas laríngeas, las longitudes intestinales, y los sistemas arteriales. Pero no aislaron diferencias morfológicas «útiles», y las recomendaciones proferidas fueron del tipo ordinario de exterminación indiscriminada, abogando a favor del uso de «bacilos ántrax que atacan el tracto respiratorio, un sitio débil conocido en el cuerpo japonés, [como] el agente más efectivo.» Según la OSS, un profesor de la Escuela de Medicina de Harvard:

«pensó en voz alta» sobre la posibilidad de introducir alguna enfermedad en los soldados enemigos que los tome por sorpresa, pero contra la cual nuestros propios soldados estén bien protegidos. Descartó la mayoría de las afecciones causadas por trematodos o protozoos por no ser prácticos; pensó que el virus de la peste podría ser introducido lanzando ratas o ratones infectados, posiblemente con paracaídas; el tifus podría ser propagado haciendo que voluntarios cubiertos de piojos, pero inmunes, se dejaran capturar; y se podría soltar garrapatas infectadas con fiebre de las Montañas Rocosas. La fiebre podría propagarse entre nuestros oponentes, pero esto sería apenas efectivo ya que la enfermedad no se transmite por contagio de un hombre a otro. El profesor se lanzó entonces a una discusión espontánea del ántrax, cuya introducción consideraba como totalmente práctica y altamente efectiva, a pesar de que el ántrax tampoco es contagioso… Además, es posible engendrar especies altamente virulentas de Bacillus anthracis y propagarlas ampliamente en cualquiera concentración del enemigo, ya que las esporas del bacilo son virtualmente indestructibles y podrían incluso ser distribuidas utilizando bombas. Además, los efectos del ántrax son muy rápidos y peligrosos ya que los bacilos penetran en cortes, o abrasiones, impiden que las heridas cicatricen, e inducen neumonía.»

El informe reconoció que un aspecto negativo de la diseminación del ántrax contra poblaciones japonesas era que podría propagarse fácilmente a poblaciones de ganado, y así regiones enteras «seguirían siendo peligrosas durante muchos años». La amenaza de una semejante propagación del ántrax llevó a la OSS a advertir contra la utilización de armas de ántrax. (Agregaría que semejantes preocupaciones no impidieron que la Unidad Manchukup 731 de Japón ya ha había desarrollado y utilizado el ántrax y otras armas biológicas contra los chinos y rusos en la frontera Mongolia-Manchuria y en China central.)

Al examinar el potencial de un colapso general de la estabilidad alimenticia e higiénica en el frente interno japonés, la OSS informa que «el grueso de la población japonesa vive al límite irregular de la deficiencia alimenticia». Recomendaba por lo tanto que «la vulnerabilidad de japoneses de edad militar, especialmente bajo la presión de la guerra activa, al [beriberi] debería ser explotada al máximo». Podrían infligirse aún más muertes por desnutrición con «un esfuerzo continuo y concertado por hundir a todo barco de pesca enemigo que sea avistado».

Finalmente, el informe de la OSS consideró la destrucción del suministro de arroz japonés, señalando que después de eliminar el acceso al pescado:

«sería igual de importante un ataque planificado contra los suministros de arroz de nuestro oponente. Ya que el arroz almacenado tiende a perder gran parte de su vitamina B, los japoneses no pueden acumular fácilmente grandes reservas, así que nuestras energías deberían orientarse hacia la destrucción de cultivos en crecimiento que estén a punto de madurar. Además, se obtendrían mejores resultados si se atacaran los cultivos de arroz en el propio Japón cada vez que sea posible, ya que esto obligaría al enemigo a depender más y más de arroz importado, incrementando materialmente sus crecientes problemas de transporte marítimo.

«Se pueden sugerir varios procedimientos para interferir en la producción de arroz. Se pueden bombardear concentraciones de campos de arroz, particularmente con misiles que caigan de lado y destruyan una gran superficie de suelo; deberían destruirse consecuentemente las instalaciones de irrigación; la concentración de ácido más adecuada para el cultivo de plantas de arroz debe ser químicamente afectada siempre que sea posible; y hay que considerar seriamente la introducción de enfermedades que destruyan el arroz.

El informe recomendó la consideración de una especie de hongo, Sclerotium oryzae, que había atacado variedades japonesas de arroz a comienzos del Siglo XX, ya que «es difícil de cuestionar la conveniencia de destruir sistemáticamente las plantas de arroz del enemigo, así como sus suministros de pescado»,

Las conclusiones del informe identificaron «que no hay variaciones estructurales, fisiológicas o constitucionales significativas de los japoneses en comparación con otras razas. Es casi seguro que resultarán fútiles los intentos de explotar las diferencias menores que existen».

La posteridad tendrá que preguntarse qué recomendaciones habrían sido hechas si se hubieran aislado características significativas. Si la OSS hubiera tenido acceso a la base de datos del Proyecto del Genoma Humano, es seguro que la habría analizado para ver si era posible explotar alguna anomalía genética contra las poblaciones japonesas.

Los antropólogos estadounidenses no fueron los únicos que se vieron encarados con semejantes decisiones durante la guerra. Importantes estudios recientes de Gretchen Schafft documentan cómo antropólogos alemanes propagaron los puntos de vista de Hitler sobre la raza y realizaron atrocidades nazis, y Nakao Katsumi y otros eruditos japoneses documentan ahora cómo la antropología japonesa contribuyó a las brutales campañas militares de la Guerra del Pacífico. Para algunos, la contemplación de los antropólogos de la OSS sin la implementación de armas específicas a la «raza» es insignificante en comparación con la aplicación por Joseph Mengele de su formación antropológica, mientras otros pueden considerar incongruentes las continuas quejas sobre armas biológicas consideradas-pero-no-utilizadas contra un enemigo civil que fue bombardeado con bombas incendiarias y atómicas. De todas formas, la dócil conformidad de esos antropólogos a los tenebrosos deseos de la OSS dejó a la antropología estadounidense colocada a sólo un pasito de la complicidad con el genocidio.

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David Price enseña antropología en la universidad St. Martin en Olympia, Washington. Es autor de «Threatening Anthropology: McCarthyism and the FBI’s Surveillance of Activist Anthropologists (Duke, 2004). Su próximo libro es: «Weaponizing Anthropology: American Anthropology and the Second World War. Para contactos: [email protected]

http://www.counterpunch.org/price11252005.html