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Argumentos para un sindicato de habitantes en Sevilla

Fuentes: Rebelión

El presente texto se centra en el caso de Sevilla. Sin embargo, muchas de las cuestiones que aquí se tratan y la propuesta en sí son extensibles a un abanico más amplio de realidades. Cerrar luchas para abrir otras nueves En los últimos 15 años ha existido con cierta constancia un activismo por la vivienda […]

El presente texto se centra en el caso de Sevilla. Sin embargo, muchas de las cuestiones que aquí se tratan y la propuesta en sí son extensibles a un abanico más amplio de realidades.

Cerrar luchas para abrir otras nueves

En los últimos 15 años ha existido con cierta constancia un activismo por la vivienda digna en Sevilla, con sus picos y con sus periodos de menor actividad. El último de los periodos álgidos se produjo, aproximadamente, entre 2011 y 2014, siendo especialmente intenso y fructífero, al mismo tiempo que frustrante para muchos de los que se vieron implicados en el mismo. Pasados ya algunos años y habiéndose realizado varias evaluaciones internas, es momento de cerrar heridas y plantear desde el conocimiento del pasado lo que perseguimos para el futuro de la lucha por la vivienda.

Aunque sin duda esta cuestión requiere un análisis mucho más amplio, hay algunos elementos fundamentales de este ciclo que ya se cerro que deben tenerse en cuenta y que condicionan por completo la acción futura en el ámbito de la lucha por la vivienda digna. En primer lugar, es necesario poner en valor las luchas desarrolladas en el ciclo de movilización pasado, que en muchos aspectos resultó excepcional. En segundo lugar, habría que aventurar las causas de algunos de sus errores y limitaciones más evidentes.

Respecto de las aportaciones del anterior ciclo de movilización. Primero, el movimiento por la vivienda y las acciones puntuales promovidas por los activistas, alcanzaron una relevancia y un impacto social en Sevilla que no habían tenido en las décadas anteriores. No resulta disparatado señalar que la acción, aún hoy, de agentes sociales tan relevantes como el gobierno local de Sevilla, las entidades financieras o los cuerpos de seguridad del Estado frente a la cuestión de los desahucios y la ocupación de viviendas está condicionada en mayor o menor medida por las acciones que se llevaron a cabo desde los movimientos en los años previos. La facilidad con la que se paralizan desahucios, la apertura de asesorías sobre vivienda en la administración local de Sevilla o la propia legitimación de la ocupación entre las víctimas de la crisis son en alguna medida rentas de las anteriores luchas, lo cual no quiere decir que sean logros permanentes. Segundo, en el caso de Sevilla el movimiento mostró una gran capacidad de innovación política. A pesar del carácter estatal de las problemáticas y de campañas como stop-desahucios, las luchas en Sevilla tomaron una forma particular. Las dos principales innovaciones serían los Puntos de Información sobre Vivienda y Encuentro (PIVES) y las Corralas (ocupaciones colectivas), que implican al menos bosquejos de una metodología de trabajo, un voluntad de crear instituciones propias y una producción simbólica y de identidad que demostró cierta efectividad. Además, PIVES y Corralas reflejan la capacidad de aprendizaje y de transmitir conocimientos dentro del propio movimiento, teniendo en cuenta que la experiencia locales de ciclos de movilización previos fueron determinantes para el surgimiento de estas fórmulas. Tercero, el movimiento aglutinó a una cantidad importante de gente de orígenes sociales y niveles de formación política realmente diversos. Es especialmente relevante el hecho de que el espacio no fuese, al menos durante su apogeo, un espacio político elitista, de activista muy formados y de clases medias progresistas. Al contrario, las Corralas estuvieron protagonizadas por clases populares, no politizadas previamente y con problemáticas sociales urgentes derivadas o agravadas por la coyuntura de crisis. Aunque la eterna división entre activistas y afectados siguiera reproduciéndose como en experiencias anteriores, y siga en la actualidad, el carácter popular de la lucha la diferenció en gran medida de otras experiencias previas (como las protestas por una Vivienda Digna de 2006).

Respecto de los problemas más evidentes. Primero, señalaría la falta de planificación y estrategia. No tener uno objetivos claros comunes y una forma de llevarlos a cabo hizo que los resultados de las acciones de ocupación fueran poco satisfactorios en algunos casos y desastrosos en otros. Al no haber una estrategia común, en las Corralas diversos subgrupos tiraron en diferentes direcciones hasta que el muñeco se rompió. Al no existir objetivos claros y algún tipo de orientación, los espacios organizativos del movimiento han dado tumbos y han llevado a dinámicas internas frustrantes. Segundo, la falta de organización privó de una identidad colectiva clara más allá de la insignia de las Corralas, que por su propia naturaleza son acciones puntuales, localizadas y protagonizadas por grupos reducidos de personas, lo que impidió capitalizar políticamente los logros del movimiento (como si ha hecho la PAH). La falta de organización, o incluso el rechazo ideológico a organizarse, hizo que los múltiples espacios organizativos y de participación que se crearon (en algún momento demasiados) actuaran sin coordinación y a menudo ni si quiera con empatía, desatando constantes sospechas y vacilaciones sobre en qué lugares se debían tomar qué decisiones. Tercero, la acción de organizaciones políticas consolidadas en algunos espacios del movimiento, poco respetuosa con los ritmos y las decisiones del propio colectivo, contribuyó al fraccionamiento del movimiento. La falta de organización y estrategia en el movimiento facilitó estas intervenciones que en algunos casos rayaron la manipulación. Si alguien todavía defiende que la ausencia de una estructura organizativa permite una mayor democracia y horizontalidad de la lucha, es que no ha prestado suficiente atención a lo que ha ocurrido en los últimos cinco años.

La lucha por la vivienda hoy

Tras todo lo ocurrido ¿en qué punto nos encontramos hoy respecto de la cuestión de la lucha por la vivienda digna? Por un lado, el problema de la vivienda en Sevilla debería haber ido creciendo. Cada año que pasa con tasas de paro por encima del 20% la situación de las familias se deteriora. Los indices de pobreza y vulnerabilidad no han parado de crecer. 2016 fue el año con mayores ejecuciones hipotecarias en la ciudad desde que comenzó la crisis. No obstante, los desalojos no se ejecutan si hay un mínimo de gestión y movilización. Los bancos han estado ofreciendo soluciones y, in extremis, también la oficina local de vivienda del Ayuntamiento. La ocupación colectiva políticamente revindicada se ha abandonado, pero hay más gente ocupando a nivel individual que nunca. Cada vez son más las personas que acuden a los PIVEs que están ocupando o que alquilan sin expectativas de poder pagar. Aunque en determinados momentos se ha reducido la asistencia a los PIVEs, en el último cuatrimestre este tipo de instituciones han recibido una creciente cantidad de casos, colapsando en ocasiones. El problema de la vivienda parece haber mutado, pero lo más relevante es que, aunque no se estén ejecutando los desalojos tampoco se están solucionando los problemas, solo se están desplazando hacia el futuro. Pareciese que el principal resultado de las luchas ha sido desplazar la problemática de la vivienda a un lugar donde a los bancos y a la administración les resulta más cómodo mientras pasa el temporal (si pasa). Esta es una idea que debe guiar nuestras acciones en el futuro. Los principales problemas que se nos plantean en el horizonte inmediato son:

-Familias que ocupan viviendas de manera irregular y que por ello se encuentran en una situación extremadamente irregular.

-Familias en alquileres económicos de los bancos, sometidos a una inseguridad notable en un plazo medio.

-Familias en condiciones de precariedad habitacional en relación al acceso al suministro de luz y/o agua.

-La reaparición del inquilino pobre como una figura creciente del panorama local, a pesar de que la proporción de alquileres siga siendo escasa en la ciudad.

-Problemas de hacinamiento por la existencia de varias generaciones viviendo en la misma vivienda.

Por otro lado, el movimiento por la vivienda en Sevilla se encuentra en una situación que es fruto de la evolución natural de los problemas antes señalados. Nos encontramos con un activismo desinflado y desencantado en muchos casos, repartido en múltiples pequeños grupos, escasamente coordinados e incluso poco proclives a coordinarse entre sí. Grupos muy especializados territorialmente o en aspectos concretos de la lucha por la vivienda, PIVEs que funcionan de forma autónoma y sin vinculación orgánica a un movimiento definido y organizaciones fraccionadas por rivalidades internas. La mayoría de estos grupos se encuentran poco organizados, sin objetivos a medio plazo y metodologías claras y fundamentalmente reactivos a los problemas inmediatos que van trayendo los afectados. Más allá de esto, una coordinación entre los distintos grupos, al estilo de las que se han realizado con anterioridad, parece poco viable tras los intentos que se han dado. Además, es poco probable que los resultados fuesen espectaculares.

No obstante, existen redes informales, conocimiento acumulado y pequeñas instituciones del movimiento que cuentan con un potencial mucho más allá del alcance que tienen actualmente. Cualquier intento de potenciar el movimiento en Sevilla debería pasar por crear algo que vaya más allá de la suma de las pequeñas partes y piezas antes descritas. Las fórmulas vagas, tipo paraguas de grupos atomizados y activistas independientes, que se han adoptado en otros momentos (coordinadoras, plataformas) ya han mostrado su utilidad y sus limitaciones. Sería el momento de apostar por una estructura más formal que consiguiera superar las limitaciones que imponen la ausencia de una coordinación constante, un proyecto en común y una identidad colectiva.

Cimientos para un sindicatos de habitantes

Hay que construir una nueva casa común para las personas que están activas en la lucha en los diferentes grupos existentes en la ciudad se sientan cómodos, superando la actual situación de atomización. Más allá, hay que crear un espacio organizativo al que se pudieran sumar todos aquellos que han estado activos en el pasado pero que ahora no lo están, por cualquier razón, y para todos aquellos que potencialmente podrían organizarse.

La idea de un sindicato de vivienda es suficientemente clara como para que cualquiera pueda visualizar el esqueleto de una organización de vivienda, aunque la propia palabra sindicato probablemente solo restará a la construcción de esa hipotética identidad colectiva. Un pequeño sindicato funciona en base a una asesoría laboral y a las secciones sindicales o asambleas de trabajadores que pudieran ir formándose y que inevitablemente pueden variar mucho en el tiempo.

La construcción de este sindicato implicaría partir de mimbres existentes, contando con las asesorías y los grupos de afectados como pilares, de los cuales debería partir la iniciativa. Las asesorías sobre vivienda (o sobre cualquier otra cuestión) y los grupos locales de apoyo mutuo, sin una organización a la que poder afiliar, son instituciones puramente asistenciales sin capacidad de generar dinámicas colectivas. Esto cambiaría como parte de una organización de vivienda con una identidad propia. Esto implica la creación de una identidad colectiva aglutinadora, con símbolos propios y elaborados, que permitiera una rápida afiliación de activistas y afectados, así como recoger apoyo y simpatía del conjunto de la sociedad, que permitiese acumular y concentrar prestigio de las luchas desarrolladas y conocimiento sobre modos de hacer durante las mismas.

Existen los elementos del tejido asociativo y las condiciones generales para dar un salto hacia la creación de espacios organizativos con mayor influencia social de la que se ha tenido hasta ahora. Para esto hace falta un cambio desde el pensamiento a cortísimo plazo y los grupos atomizados a otras escalas de trabajo, y desde el activismo errático e informal hacia el compromiso con los compañeros, con la reflexión colectiva y con la estrategia.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.