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Artistas, profesionales y empresarios: La red del poder burgués en Barcelona, 1901-1923

Fuentes: Catxipanda

Con este artículo se pretende poner de manifiesto los vínculos que, durante la etapa de la Restauración, los grupos específicamente económicos barceloneses mantenían entre ellos a través de sus asociaciones de clase y las redes que desarrollaban con otros centros que genéricamente se consideraban como burgueses. El resultado de esta interacción puede ayudar a entender […]

Con este artículo se pretende poner de manifiesto los vínculos que, durante la etapa de la Restauración, los grupos específicamente económicos barceloneses mantenían entre ellos a través de sus asociaciones de clase y las redes que desarrollaban con otros centros que genéricamente se consideraban como burgueses. El resultado de esta interacción puede ayudar a entender como la actuación en el espacio local de estas redes a menudo respondía a unos intereses parecidos. Estos vínculos se canalizaron a través de las plataformas que permitían la articulación de las clases dominantes y se activaban mediante la movilización de todos los resortes de poder donde estaban presentes: el Ayuntamiento, la Diputación, los partidos políticos, las corporaciones económicas, culturales, artísticas y profesionales… La connivencia de intereses que frecuentemente se daba entre los miembros de las diferentes asociaciones no tiene que sorprender: los hombres que dirigían y formaban las entidades de recreo a menudo eran los mismos que tenían intereses propios, o establecidos por vínculos familiares, con el mundo industrial y comercial de la ciudad. A pesar de que muchos industriales tenían sus empresas fuera de Barcelona, normalmente su domicilio particular estaba ubicado en la ciudad condal. Principalmente, la cohesión de las redes en las cuales estaba representada la burguesía y su relación con el poder político se ponía de manifiesto en casos de conflictividad social. Entonces se establecían contactos con el gobernador civil o con el capitán general. De los documentos consultados también se desprende que la burguesía barcelonesa mantenía relaciones personales o epistolares con los ministros de la Gobernación y aun con los presidentes de los diferentes gobiernos, a los cuales presionaban para satisfacer sus intereses. Todo esto invita a reflexionar sobre la relación de los dirigentes de las clases económicamente dominantes con el poder político gubernamental. Y una lectura atenta de esta documentación invita a abrir un debate sobre el grado de autonomía de los líderes políticos a la hora de tomar decisiones al margen del poder económico.

En la actualidad, las fronteras entre clases se han borrado bastante, y en una sociedad como la nuestra la información fluye con una cierta facilidad, aunque haya unos cuántos reductos de leite. Pero el hecho es que quizás hemos perdido la conciencia de hasta qué punto hace un siglo las fronteras entre clases eran claras e impedían estos flujos verticales de información y cultura y, en cambio, se establecían vínculos horizontales que, en el caso de la burguesía, podían alcanzar referencias territoriales mucho más amplias: internacionalización de los gustos, incorporación de novedades y modas, etcétera. A priori, todo esto parece muy claro, a banda que estas entidades servían también como mercados matrimoniales.

Las causas de la cohesión

Desde el triunfo del liberalismo como sistema político y económico, la patronal catalana ha sido condicionada por su ubicación geográfica. Si bien Cataluña era la zona periférica que experimentaba un crecimiento económico moderno, el lugar que se desarrollaba industrialmente, Madrid constituía el marco donde se concentraba el poder político y desde donde se hacían y se dictaminaban las leyes que tenían que cumplirse en todo el Estado; y de Madrid emanaba la política represiva que los gobernadores civiles de cada provincia se encargaban de administrar. En momentos de estado de guerra, el gobernador traspasaba este mandato al capitán general de cada región, también sujeto a las órdenes que venían de la capital de España. Durante muchas décadas, esta dualidad -Madrid centro de poder político y Barcelona capital del centro económico más importante del Estado- comportó fricciones y recelos de una patronal que se consideraba relegada a un papel de espectadora de las decisiones que venían de Madrid. La desconfianza hacia el Estado de la Restauración y el auge de las asociaciones obreras a lo largo de aquellos años llevó a la burguesía barcelonesa a elaborar una estrategia de actuación. Esta estrategia se concretó en llevar a cabo un proceso de autoorganización local, teniendo como eje las corporaciones barcelonesas (económicas y culturales), los ayuntamientos, la Diputación, los partidos políticos y las sociedades patronales de resistencia que se fueron creando. Esta articulación de las entidades donde estaban representadas las clases dominantes generalmente se realizó obviando el gobierno central, ante el cual se quería presentar una fuerza cohesionada. Las soluciones se buscaban in situ, a pesar de que para lo cual fuera necesario buscar el apoyo de un Estado del cual se desconfiaba, y del ejército, el cual, de hecho, en última instancia, era el encargado de garantizar el orden público. A medida que el proceso de industrialización se afianzaba, encontrar los mecanismos adecuados para controlar los obreros constituyó el punto de confluencia de los publicistas más ligados a la burguesía y a la defensa de la orden social. Desde los inicios de la industrialización, se puso de manifiesto la presencia de las masas en la vida pública. A lo largo de los años, la conflictividad social creciente, la incipiente intervención estatal en la regulación laboral y la sensación de indefensión ante un Estado que no aplicaba una represión eficaz para sofocar los conflictos en sus inicios, fueron produciendo cambios sustanciales en la actitud y en los planteamientos doctrinales de los dirigentes de la burguesía barcelonesa. 

La huelga general de 1902 y la articulación de la burguesía

El movimiento huelguístico de 1902 constituyó un episodio clave en la historia de las relaciones sociales en Barcelona. Es interesante observar y analizar cuales fueron las reacciones, las actitudes y el tipo de medidas que la burguesía catalana planteó, tanto a lo largo del conflicto como a posteriori, con el fin de evitar su repetición. La huelga del 1902 se puede considerar un momento clave en el proceso de articulación de la clase dominante barcelonesa, guiada por la voluntad de disponer de resortes de maniobra eficaces ante un Estado que no defendía sus intereses y ante la ofensiva de un movimiento obrero cada vez más organizado y combativo.

Para situarnos en el marco concreto en que se desarrolló el conflicto, tomamos como punto de partida el «desastre» del 98. Entonces, los sectores dominantes barceloneses cuestionaron la eficacia y la representatividad de un Estado que no sólo no los apoyaba en aquellos momentos, sino que, además, siguiendo los planteamientos regeneracionistas en alza, a pesar de que de manera muy tímida, defendía y desarrollaba una actuación cada vez más intervencionista en el ámbito social. Ante este panorama, el 1901, un sector importante de las clases acomodadas generó una plataforma de acción y de representación política propia, la Liga Regeneracionista, punto de encuentro del nacionalismo conservador y de las corporaciones económicas. La duración y la virulencia del conflicto planteado por los obreros del metal a mediados de enero de 1902, y especialmente las alteraciones del orden provocada por la acción de los piquetes, motivaron la entrada en escena de nuevos elementos, respondiendo a la demanda hecha por la patronal metalúrgica. Por iniciativa del Fomento del Trabajo Nacional se creó una plataforma negociadora donde, además de los patrones y trabajadores afectados, participaron todas las corporaciones económicas (Fomento, Cámara de Comercio, Sociedad Económica de Amigos del País e Instituto Agrícola Catalán de San Isidro), los diputados y senadores por Barcelona y una representación del Ayuntamiento. El gobernador civil delegó el cargo en el capitán general Enrique Bargés Pombo y este respondió dictando un bando que declaraba el estado de guerra y la suspensión de las garantías constitucionales. Por medio de este documento se coartaban la libertad de expresión, de reunión y de asociación, se sometían a la jurisdicción militar los atentados contra los bienes públicos y privados y se perseguían los que impedían a las «esquiroles» trabajar. Los líderes de las corporaciones económicas, a los cuales se añadió el presidente de la asociación cultural y recreativa Ateneo Barcelonés (sociedad de recreo y lugar de encuentro de la burguesía de la época), acordaron ofrecer su concurso a Bargés, rechazar cualquier tentativa de diálogo y aceptar la propuesta de Felipe Bertran de Amat, presidente de la Sociedad Económica de Amigos del País, de organizar un sistema de defensa por barrios (un tipo de someten) que apoyara a las fuerzas de orden a la hora de enfrentarse a los piquetes. Esta propuesta recibió el beneplácito del resto de corporaciones. El capitán general recibió con simpatía esta solución y, a pesar de que no podía autorizarla legalmente, miró hacia otro lado y se comprometió a no actuar en contra. El gobernador les garantizó la defensa de la propiedad, la seguridad individual y el trabajo. Hasta el final de la huelga, las corporaciones constituyeron una comisión permanente y celebraron reuniones diariamente. La creación de este frente unido y cohesionado entre patrones y autoridades locales es algo que hay que destacar. Tenemos que hacer notar que este personaje, Bertran de Amat, es representativo de la tesis que sostiene esta comunicación. Por un lado, desde la plataforma de la Sociedad Económica, se puso totalmente junto a los patrones durante este conflicto del 1902. De la otra, como jurisconsulto e historiador, presidió la Academia de Jurisprudencia y Legislación y la Academia de Buenas Letras. Defensor del derecho catalán, escribió numerosos libros sobre el tema.

Como consecuencia del conflicto, los patrones metalarios se reunieron en su asociación patronal para evaluar la situación y tratar de ofrecer una respuesta conjunta. La decisión más importante que tomaron fue la de cohesionar en una única organización de resistencia todas las asociaciones patronales del metal. La articulación se hizo de la mano de un hombre clave en la organización empresarial: Emilio Riera y Calbetó, miembro destacado de la junta del Fomento del Trabajo Nacional.

Finalizada la huelga, en varias conferencias que el presidente del Fomento del Trabajo Nacional tuvo con los fabricantes, se tomaron una serie de acuerdos. Citemos uno, el que hace referencia al tema que nos ocupa: el secretario de la entidad tenía que asistir en su nombre a la reunión que las entidades económicas y recreativas celebrarían en el Ateneo Barcelonés con el fin de protestar por los hechos de la que denominaron «semana revolucionaria».

La patronal y los profesionales liberales: los ingenieros industriales

Así pues, una vez que estalló la huelga general de enero de 1902, la burguesía activó una serie de respuestas. En este sentido, tenemos que mencionar los integrantes de una sociedad que, en principio, no tenía connotaciones de entidad patronal, la Asociación de Ingenieros Industriales de Barcelona, que también pasó a formar parte de la sociedad de resistencia unitaria de los patrones metalarios. Sin duda, el detalle resulta sugerente y digno de ser tenido en cuenta. El hecho que una asociación que agrupaba los ingenieros se integrara en una organización patronal pone sobre la mesa la cuestión de la presunta neutralidad ideológica y táctica de los profesionales liberales. Según declaraciones de su asociación, durante aquellos años los ingenieros insistieron en su neutralidad ante la lucha de clases, pero bien es verdad que, por más que esta asociación sobre el papel tuviera carácter profesional y no económico, constituyó un importante grupo de presión que apoyó, siempre que tuvo ocasión, a los patrones metalúrgicos. Además de esto, es de destacar que más adelante, durante el periodo inmediatamente anterior a la dictadura de Primo de Rivera, la asociación de los ingenieros también se alineó siempre en las filas de la patronal, firmando las cartas y manifiestos que las corporaciones patronales catalanas dirigían al gobierno en demanda de soluciones para poner fin a la llamada «cuestión social». La actuación de aquella asociación trae a plantearnos una segunda cuestión, que enlaza estrechamente con la que hemos expuesto anteriormente: la compleja cuestión de las relaciones de los profesionales liberales con la clase obrera y la patronal. La pretensa neutralidad de que hacían gala los ingenieros industriales desde sus publicaciones respecto a los conflictos que tenían lugar en Barcelona era, en cierto sentido, una falacia. Todo hace pensar que las relaciones que se establecían entre estos profesionales y los empresarios eran muy estrechadas, y el hecho que se enrolaran en la misma asociación del metal es una buena muestra. Esta vinculación no era debida de sólo a los vínculos establecidos con motivo de la propia profesión: aunque ya es sabido que el ejercicio de su trabajo permitía al ingeniero controlar de alguna manera el proceso productivo y, sobre todo, conseguir un trato personal con el patrón- también es evidente que muchos de aquellos profesionales solían tener intereses directos en algunas de las empresas metalúrgicas. En numerosas ocasiones, el hecho de ser miembro de una de las grandes dinastías del sector ya era un motivo importante que determinaba escoger esta profesión. Por lo tanto, es frecuente encontrar ingenieros industriales entre los grandes industriales del metal. La misma junta directiva de la Asociación de Ingenieros es muy representativa al respeto. Su presidente era el importante industrial textil y político, primero liberal y después regionalista, José de Caralt, que sería nombrado conde el 1916, justo cuando presidía el Fomento del Trabajo Nacional. Dirigía importantes establecimientos comerciales e industriales familiares, y fue cofundador de tres sociedades patronales de resistencia. También presidió la Cámara de industria. Por otro lado, uno de los vicepresidentes de la organización de los ingenieros industriales era Augusto de Rull, accionista importante de La Maquinista Terrestre y Marítima y miembro del Fomento. Otro personaje ligado a esta empresa, Cayetano Cornet y Palau, era el vicesecretario de la asociación de los ingenieros y más tarde sería el presidente. Cornet adoptó una actitud muy dura respecto a los obreros durante la huelga de 1902. Pues bien, además de ingeniero, Cornet era caricaturista y dibujante. Perteneció al grupo prenoucentista Novell d’Ou y colaboró en varios diarios. Dentro de la asociación de los ingenieros, podemos citar como otro personaje uno de los vocales de la entidad, Evelio Maria Doria, el cual, además de ser ingeniero y empresario -había fundado la Sociedad Catalana de Pavimentos y Similares-, era decorador y escritor.

Alejandro Plana y Eloy Detouche

Un ejemplo más que pone de relieve los vínculos establecidos entre las corporaciones económicas y el mundo profesional y artístico barcelonés es el de Alejandro Plana, una personalidad en el mundo artístico barcelonés que, como abogado, desde el 1915 fue secretario de la organización de los empresarios metalúrgicos y director de su mutua de seguros. Escribió en diferentes diarios y revistas, entre ellas en la aliadófila Iberia, y fue secretario del Ateneo Barcelonés. Por otro lado, si observamos algunos datos de la trayectoria de otra figura, Eloy Detouche, podemos ver como este personaje encaja perfectamente en los perfiles biográficos que estamos analizando. De origen francés pero nacido en Barcelona, tenía una empresa en Gracia dedicada al ramo metalúrgico. El 1919 fue presidente de la Unión Industrial Metalúrgica, poderosa asociación del metal. Mientras era el dirigente de esta entidad, cuatro días después de haber empezado la huelga general de aquel año, conocida como de «La Canadiense», a la sede del Fomento se celebró una asamblea presidida por Detouche en representación de la agrupación metalúrgica del mismo Fomento. Detouche propuso la posibilidad de constituir una federación que, liderada por los metalúrgicos, que ya estaban organizados dentro y fuera del Fomento, agrupara «todas las fuerzas patronales de Cataluña». Parece que otras corporaciones económicas catalanas ya habían aceptado esta propuesta, como por ejemplo las cámaras oficiales o la Sociedad Económica de Amigos del País. La federación que sugirió Detouche tenía que tener autonomía propia, es decir, que se mantendría aparte del Fomento, entidad que no podía immiscuirse en los conflictos sociales porque así quedaba estipulado en una cláusula de sus estatutos. Pues bien, hay que destacar que durante los años de la Primera Guerra Mundial, Detouche impulsó la revista aliadófila Iberia, dirigida por Claudio Ametlla, de la cual era copropietario con un personaje de la relevancia intelectual de Antonio Rovira y Virgili. Todo ello trae a plantearnos de nuevo una cuestión clave y sumamente interesante: la función y el papel que han tenido -y tienen- los intelectuales y técnicos en las sociedades modernas.

El Círculo Artístico de San Lluc

Otro caso que ejemplifica el tema que estamos tratando es el de los hermanos Llimona, fundadores del Círculo Artístico de San Lluc. Juan y José Llimona Bruguera provenían de Alella y regentaban la fábrica textil *Herederos de José Llimona». Más tarde, esta empresa se fusionó con La *España Industrial». Como industrial, Juan Llimona fue vocal el 1916 de dos agrupaciones del Fomento del Trabajo Nacional. En cuanto a su faceta artística -se dedicó a la pintura- el 1896, su obra Tornant del Tros (Museo de Arte de Barcelona) ganó una primera medalla a la Exposición de Bellas artes de Barcelona. También decoró la cúpula del cambril de la Virgen María del Monasterio de Montserrat. Pintó igualmente el friso de la iglesia de las hermanitas de los pobres de Vic (1902) y la cúpula de la iglesia de las carmelitanas -La Escorial-, también de Vic. Pintó otras grandes obras religiosas, como el baldaquín de Ripoll (1912, hoy al Archivo-Museo de Ripoll) y otros, destruidas el 1936, en iglesias de Barcelona. También intervino en la decoración del santuario de Loreto de Bràfim, en Tarragona. Su hermano José fue industrial y escultor. En su faceta de industrial, participó en diferentes asociaciones económicas. Así, el 1914, fue uno de los fundadores de la sociedad patronal de resistencia «Asociación de Fabricantes de Hilados y Tejidos de San Martín de Provençal», que se organizó como consecuencia de la huelga del textil de 1913. A la vez, era vocal de una agrupación del Fomento del Trabajo Nacional. El 1930 fue escogido tesorero del Ateneo Barcelonés. También presidió la Junta de Museos de Barcelona. En el campo político era conservador y fue regidor del Ayuntamiento de Barcelona. Junto con su hermano, José estudió en Roma. De vuelta en Barcelona hizo numerosas obras públicas, como el monumento al doctor Robert y relevos para el monumento a Colon y para la Exposición Universal de 1888. Influido por su hermano, se inició en la temática religiosa (Virgen María de Roser, 1892; «Consumatum est», 1896, del rosario monumental de Montserrat; etcétera). La conversión de los hermanos Llimona a un catolicismo militante les llevó a encabezar una escisión católica dentro del naciente movimiento modernista, que se materializó en la fundación, el 1893, de una entidad que en principio estaba dedicada exclusivamente a actividades artísticas: el Círculo Artístico de San Lluc. En su fundación intervino también un grupo formado por artistas e intelectuales que seguían las orientaciones doctrinales del obispo de Vic José Torras y Bages. La entidad se creó como reacción al anticlericalismo y al modernismo bohemio del Círculo Artístico de Barcelona, al cual opusieron un rígido moralismo católico (el desnudo, por ejemplo, fue proscrito de sus exposiciones), un culto a las virtudes familiares y un deseo de entroncar con la humildad de los gremios medievales. Los Llimona fueron unos artistas destacados dentro de los campos de la escultura y de la pintura, pero a la vez también eran industriales (cómo hemos dicho, industriales textiles). Pues bien, esta doble condición de artistas y empresarios les permitía relacionarse muy estrechamente con el mundo industrial y comercial de la ciudad. Por un lado, sus obras artísticas estaban destinadas a la alta burguesía barcelonesa; esto ya creaba unos vínculos de relación entre los que encargaban el trabajo y los que lo realizaban. Unos vínculos muy estrechos y especiales, puesto que el trato que se establece entre un artista de renombre y el cliente dista mucho ser parecido al que normalmente se da entre un patrón y un asalariado. Como empresarios que eran, para defender mejor sus intereses, uno de los Llimona, Juan, pertenecía a una agrupación textil del Fomento del Trabajo Nacional. Más tarde, y a medida que la conflictividad social aumentó, su hermano José pasó a dirigir una sociedad patronal de resistencia.

Otro caso paradigmático de la conexión entre el mundo empresarial y el mundo artístico en general, y en concreto del Círculo Artístico de San Lluc, lo proporciona la figura de Eusebio Güell y López, segundo vizconde de Güell, escritor y artista, que presidió el Círculo. Fue miembro del consejo superior del Fomento del Trabajo Nacional y estuvo ligado a un gran abanico de intereses empresariales. Además de presidir el Círculo Artístico de San Lluc, fue cónsul general del Imperio Austrohúngaro en Barcelona, fue también vicepresidente del Conferencia Club, presidente honorario del Club de Golfo de Pedralbes y miembro de la *Sociedad Hispánica de *América». Gran amigo de Antonio Gaudí, le encargó la construcción de la iglesia de la colonia Güell en Santa Coloma de Cervelló. Practicó el dibujo, viajó por todo el mundo y escribió varios libros.

Industriales, artistas, excursionistas…

También pueden citarse dos entidades los dirigentes de las cuales respondían a las características apuntadas hasta aquí. Mencionemos dos en principio tan dispares como el Centro Excursionista de Cataluña y el Orfeón Catalán. Significativamente, en diferentes momentos de su historia ambas estuvieron presididas por el mismo hombre, Joaquín Cabot y Rovira, orfebre, escritor, comerciante y financiero, miembro y directivo de importantes asociaciones económicas barcelonesas, a la vez que político regionalista y colaborador de Prat de la Riba en el proyecto noucentista de creación de una Mancomunidad Comercio, y entre el 1921 y el 1926 fue presidente efectivo. Desde este cargo, el 1922, junto con representantes otras corporaciones barcelonesas, escribió un mensaje al rey pidiendo el ascenso del general Miguel Arlegui a general de división, a la vez que impulsaba un homenaje en honor de este personaje que se había distinguido por llevar a cabo una dura represión durante los años conocidos cómo «del pistolerismo». Cabot también ostentó un cargo importante dentro del Fomento del Trabajo Nacional. Mientras dirigió el Orfeón Catalán (1901-1931), y bajo iniciativa suya, fue construido el Palau de la Música Catalana (1908) y fundada la Revista Musical Catalana (1904). Cabot también fue muy conocido por su faceta de escritor. Gran amigo del padre Jacinto Verdaguer, propulsó la construcción en Barcelona de un monumento dedicado a su memoria.

Las fuerzas en acción

Se ha puesto de manifiesto como el poder económico barcelonés se articulaba mediante una red de asociaciones de todo tipo, y cómo, a menudo, a través de ella se relacionaban representantes de diferentes sectores de la burguesía barcelonesa. Ahora bien, sería pueril pensar que un pequeño patrón o un artesano no asalariado pudiera entrar fácilmente en contacto directo con un gran burgués o un industrial importante. Aun así, es evidente que sí que podía hacerlo a través de algunos de los dirigentes de la asociación a la cual estuviera integrado, puesto que estos solían ser basta conocidos en los ámbitos económicos de la ciudad. Los intereses de estos sectores no siempre eran coincidentes y el hecho de establecer relaciones entre ellos significaba la puesta en escena de un complejo juego de jerarquías. Aun así, las diferencias que a menudo se presentaban entre los diferentes grupos económicos se borraban cuando la situación social se radicalizaba y cuando el gobierno amenazaba con cambios en la legislación social. Dentro del contexto internacional de la Primera Guerra Mundial, se intensificó el miedo de las clases bien estantes a que el gobierno no fuera capaz de canalizar sus intereses a través del Parlamento. Con el final de la contienda se acabaron los beneficios extraordinarios que se habían creado con la exportación a los países en guerra, y Cataluña quedó sometida a una grave crisis económica. En aquel contexto, el anarcosindicalismo se convirtió en un reto singular. Entonces, los diferentes sectores de la burguesía decidieron coordinar más sus fuerzas y optar por una autoorganización en todos los ámbitos de la vida política y social, incluso enrolándose en el someten. Así es cómo, a través de sus asociaciones, una gran parte de sectores de la burguesía se adhirió a la Federación Patronal de Barcelona, un sindicato patronal que tenía la voluntad de enrolar la totalidad de la patronal catalana.

Cómo hemos ido viendo a lo largo de esta comunicación, dentro de estas asociaciones de cariz económico estaban incluidos también profesionales, artistas, escritores… Por otro lado, hay que destacar que dirigentes patronales de la Federación Patronal ostentaban cargos directivos en el Fomento del Trabajo Nacional, a pesar de que esta entidad se presentaba siempre como la entidad «de orden», negando que ejerciera como sociedad de resistencia ante los obreros, entre otras cosas porque una cláusula de sus estatutos se lo impedía. Esta tarea de combate la delegó en la Federación Patronal. Y ante una situación social que no parecía en vías de solución, el 3 de abril de 1919 se decretó la jornada laboral de ocho horas, y a principios de septiembre el gobierno del conservador independiente Joaquín Sánchez de Toca empezó a plantear una serie de medidas legislativas en materia social; fue un intento de canalizar la situación por la vía de la negociación. Entonces, la patronal catalana conectó con la sede de la patronal madrileña y convocó un congreso patronal. La sesión de apertura se hizo en el Palacio de la Música Catalana, centro de la vida musical, donde también se harían las sesiones generales y el acto de clausura. El hecho que la gran burguesía barcelonesa aceptara que un edificio de estas características -que durante estos actos estuvo rodeado de las fuerzas de orden- se utilizara para celebrar un congreso patronal es significativo de todo el que se ha descrito en este artículo.

Desde el 1919 hasta la dictadura de Primo de Rivera, la actuación conjunta de las asociaciones donde se articulaba la burguesía y la patronal incidió constantemente en la vida ciudadana. Una buena parte de las sociedades recreativas, colegios profesionales, entidades económicas y de resistencia iban unificando sus esfuerzos con el objetivo de frenar el auge sindicalista. La concreción de estos afanes se canalizó sobre todo hacia la consecución del control de las fuerzas represivas locales. Así, se consiguió que el gobierno nombrara al general Severiano Martínez Anido como gobernador civil de la provincia. Cuando más tarde Anido tuvo que dejar el cargo debido al escándalo político que desató su represión contra los obreros, la burguesía percibió que sus sucesores en el cargo no tenían el talante del militar. Entonces, los ojos de los empresarios se giraron de nuevo hacia el ejército. Esto se evidenció con toda crudeza cuando en la primavera de 1923 el presidente de la Cámara de Comercio -a la vez que del Orfeón Catalán-, el ya citado Joaquín Cabot, encabezó una representación de presidentes de diferentes corporaciones económicas barcelonesas con el fin de poner al corriente el entonces capitán general de Cataluña Miguel Primo de Rivera, que para pacificar Barcelona la patronal sólo confiaba en los militares.

Una pequeña conclusión

A lo largo de estas páginas se ha puesto de manifiesto como el poder económico incidía en la vida local desde diferentes ángulos y sobre varios aspectos, y que la línea divisoria que separaba la actuación de las entidades económicas de la del resto de sociedades burguesas muchas veces acontecía inapreciable. Si partimos de la base que todos aquellos centros culturales (el Orfeón Catalán, el Círculo Artístico de San Lluc, etcétera) representaban una cultura-burguesa hemos de preguntarnos si se puede diferenciar entre los conceptos de burguesía y patronal. En cuanto al ámbito estrictamente cultural, parece que se puede otorgar a los productos culturales un valor sustantivo independiente de su vinculación social originaria. En cambio, en el ámbito social, no hay duda que la patronal ocupó un lugar preeminente dentro de la burguesía y, en cierto modo, la dirigió y la vampirizó… cuando no fue la quinta esencia. Pero, quizás, el que más impacta como motivo de reflexión es que una serie de productos culturales que ahora disfrutamos y que se han convertido en algunos de los elementos más perdurables del legado de aquella época tienen unos vínculos primordiales con la gran dureza de las relaciones entre clases sociales. En definitiva, el hecho que el gusto estético exquisito no está reñido con sustentar una mentalidad que defiende una gran injusticia social.

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La base de investigación para las reflexiones que constituyen el núcleo de esta comunicación se puede encontrar en las siguientes publicaciones: S. BENGOECHEA, Organización patronal y conflictividad social en Cataluña; tradición y corporativismo entre finales de siglo y la Dictadura de Primo de Rivera, Barcelona, Publicaciones de la Abadía de Montserrat, 1994; El Locaut de Barcelona (1919-1920). Los precedentes de la dictadura de Primo de Rivera, Barcelona, Curial, 1998; y G. RAMON y S. BENGOECHEA, «La patronal catalana y la huelga de 1902», Historia Social (Valencia), 5 (1989), pág. 77-95.

Agradezco al historiador Ramon Grau las observaciones que hizo al primer borrador de este trabajo.

Soledad Bengoechea, Historiadora (Grupo de Investigación Consolidado Trabajo, Instituciones y Género, Universitat de Barcelona).

Este artículo ha sido publicado en Catxipanda, febrero del 2018.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.