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Assad, el «saqueo» en el nombre del coronavirus

Fuentes: Almodon

Traducción de Ruben Navarro – Correspondencia de Prensa

Desde hace poco tiempo, el régimen de Assad dejó de decir que el coronavirus no se propagaba en las zonas que están bajo su control. Pero esta posición es el fruto de un frío cálculo, «como de costumbre», y no implica el más mínimo cambio en la naturaleza del poder. El discurso negacionista en sí mismo fue tomando diferentes formas. Al principio, se anunciaban casos muy limitados de infección, acompañados de escenas espectaculares como el lavado de calles y lugares públicos, o la imposición de cuarentena a regiones enteras por la simple aparición de un solo caso, por no hablar del confinamiento general anunciado, pese a que el discurso esgrimido era que no había casos de contaminación. Luego, el régimen comenzó a decir que sólo había casos aislados, que todo venía del extranjero, pero que la situación estaba bajo control.

Recientemente, el negacionismo al respecto ha adoptado una nueva configuración: las autoridades anuncian diariamente un número casi invariable de víctimas, mientras que incluso en las redes sociales pro régimen se habla de un número mucho mayor de casos. Pero, en última instancia, es el régimen el único que decide cuántos casos deben ser notificados a las organizaciones internacionales. Incluso cuando el régimen reconoce que las cifras pueden llegar a no ser exactas, atribuye la responsabilidad a las sanciones internacionales impuestas a ciertos sectores, aunque estas sanciones no afecten a los alimentos o los medicamentos. Por ejemplo, nos enteramos del fallecimiento de tres personas conocidas de nosotros en un solo día, pero, ese mismo día, el régimen anunció una sola muerte en toda Siria. Las autoridades sirias deciden qué anunciar o no, independientemente del número de víctimas reales que conocemos con exactitud.

Es más que probable que las autoridades no hayan tomado ninguna medida seria en el período reciente, durante el que se ha propagado la pandemia. Sin embargo, este período ha sido utilizado para estudiar la mejor manera de explotar en su propio beneficio las circunstancias o, según una de las expresiones favoritas de los sirios, para «saquear» en el nombre de la pandemia. Así, por ejemplo, las autoridades sirias anunciaron que los viajeros, tanto al salir como al regresar al país, deberían someterse a una prueba cuyo costo es de 100 dólares, y que aquellos que regresan al país deben pasar una noche en un hotel determinado, perteneciente a allegados a las autoridades, en el que las habitaciones son facturadas 100 dólares por noche.

A título comparativo, el costo de la misma prueba, efectuada en Francia, equivalía a 60 dólares (antes de ser incluido en el seguro médico, y por lo tanto gratuita) y es más bajo en la mayoría de los países e incluso gratuito en otros. Además, según los anuncios de la OMS, es muy probable que el régimen de Assad haya obtenido gratuitamente las pruebas de coronavirus. Esto significaría que esta ayuda médica se utilizaría como un medio para sacarles dinero en moneda extranjera a los ciudadanos sirios. Basándonos en nuestra caracterización de la naturaleza del poder sirio, podemos decir que estas decisiones podrían simplemente integrar la gestión de la epidemia en un sistema de corrupción. Mientras que, por una parte, los hospitales públicos no realizan pruebas a los pacientes debido a la falta de disponibilidad de material, las pruebas están disponibles para aquellos que quieren y pueden viajar al extranjero. Bajo el mismo pretexto, puede haber pruebas disponibles para aquellos que pueden pagar, ya sea que viajen o no. La corrupción llega al punto de que aquellos que pueden pagar tienen acceso a un respirador, mientras que los llamados de ayuda para conseguir uno de estos aparatos invaden las páginas de las redes sociales.

En los últimos días, los médicos que trabajan en esos mismos hospitales advirtieron en reiteradas ocasiones a las personas contaminadas por el coronavirus y a las que presentan síntomas sospechosos que no acudieran a esos centros porque no podrían ser atendidas y en el caso de que no estuvieran ya contaminadas, correrían el riesgo de contraer el virus. La repetición de estas advertencias públicas significa que las autoridades son indiferentes a las normas sanitarias elementales y se comportan con una arrogancia extrema. Ni siquiera les importan ya los escándalos publicados en la prensa. Hasta hace poco, la gente era arrestada por expresar críticas menos severas que las que escuchamos hoy.

Un periodista que trabaja para uno de los medios de comunicación del régimen da una mejor idea de lo que pasa en los hospitales a través de su página de Facebook. Cuenta que acompañó a un amigo enfermo al Hospital Universitario de Mouwasat y constató que el servicio de urgencias estaba saturado y no hacía distinción entre los diferentes casos. Por suerte, su amigo consiguió una cama con un respirador. Pero poco después, un médico le recomendó que llevara a su amigo a su casa para recibir tratamiento a domicilio. El paciente dejó entonces la cama equipada con un respirador, el que fue asignado inmediatamente a un paciente con hipoglucemia sin haber sido esterilizado. Según el relato del reportero, el doctor le pidió que fotografiara dos recetas colgadas en la pared. Al parecer, el hospital recomienda a todos los pacientes esos medicamentos, entre los cuales se encuentra la hidroxicloroquina, que ha desencadenado una controversia mundial y cuya peligrosidad ha quedado confirmada para algunos pacientes. Según el testimonio de su amigo periodista, el paciente, había intentado sin éxito llamar al número de teléfono puesto a disposición de las personas con síntomas del coronavirus. En el Hospital Universitario Assad, al que se había dirigido antes de ir al Hospital Mouwasat, no había tenido mejor suerte. Este paciente murió dos días después con graves sufrimientos relacionados con el coronavirus y con la falta de atención médica en los dos hospitales públicos.

Sin perjuicio de la presencia de médicos y enfermeros conscientes y vigilantes, incluidos aquellos que aconsejan a los pacientes que no vayan a los hospitales públicos, el deterioro de los servicios en estos últimos no sólo refleja el deterioro del sector de la salud en general, sino que refleja también la total indiferencia ante una situación epidémica que debería ser la prioridad. Estas manifestaciones de indiferencia sólo pueden prevalecer en un clima general de corrupción e irresponsabilidad con, incluso, un pequeño porcentaje del personal de la salud que contribuye a exacerbarlo, sin olvidar que los médicos trabajan a menudo en condiciones de seguridad insuficientes. Según lo que sabemos sobre la naturaleza del poder sirio, todo esto es una negligencia deliberada en la que las víctimas son los pobres, y en la que los que tienen la posibilidad de pagar encuentran mejores lugares para el diagnóstico y el tratamiento. Además, no debemos excluir la posibilidad de que el propio hospital tenga secciones «de lujo» para los que pueden pagar mucho, y otras para los parias y miserables que sólo podrán sobrevivir si su inmunidad personal es suficiente.

No esperábamos menos de Assad. Sabíamos que aprovecharía la pandemia, aunque era difícil prever este nivel de brutalidad. Sólo aquí encontramos pacientes obligados a morirse en sus casas sin poder ir al hospital. En ningún otro lugar las familias en duelo son condenadas al silencio sobre la causa de la muerte de uno de los suyos, para evitar el chantaje de tener que enterrarlo lejos del cementerio en el que están enterrados los demás miembros de la familia. En ningún otro lugar se encuentra este tipo de comercio con cadáveres. Esta terrible tragedia humana nos encuentra a todos desprevenidos y sólo nos queda desear que la pandemia sea lo más benevolente posible con las víctimas. Y mientras nos cuesta salir de nuestro asombro y formulamos ingenuamente nuestros deseos, hay una banda que piensa seguramente que la explotación de esta pandemia de coronavirus no les ha producido suficientes beneficios, y que deberían buscar otros métodos más lucrativos para compensarlo.

Artículo publicado en Almodon, 1-8-2020: https://www.almodon.com/