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El periodista presenta el libro 'Retratos y perfiles, de Fraga a Bush' del ex presidente español

Aznar escucha un recuento de sus mentiras hecho por Zabludovsky

Fuentes: La Jornada

Dos años y medio después de la decisión de invadir y ocupar Irak, asumida en la cumbre tripartita de las islas Azores, sentado codo a codo con el ex presidente de gobierno de España José María Aznar, el periodista Jacobo Zabludovsky puntualiza: «Hoy comienzan a aparecer los indicios de una gran operación para engañar al […]

Dos años y medio después de la decisión de invadir y ocupar Irak, asumida en la cumbre tripartita de las islas Azores, sentado codo a codo con el ex presidente de gobierno de España José María Aznar, el periodista Jacobo Zabludovsky puntualiza: «Hoy comienzan a aparecer los indicios de una gran operación para engañar al mundo y justificar la guerra».

Muy propio y formal, pues se trata de una presentación de un libro que el propio Aznar ha escrito, asienta que, a la vuelta de los años y los meses, «ha quedado claro que no hubo uranio de Africa en Irak ni manera alguna de transformarlo en una bomba atómica», lo cual fue el pretexto que George W. Bush, Tony Blair y Aznar esgrimieron para atacar.

Aznar, el más pequeño del trío de las Azores, se talla el bigote, se quita los lentes, se incomoda. «No le pregunto a usted esta noche, señor Aznar, si fue engañado -continúa Zabludovsky, con su perenne sonrisa- porque recuerdo a Chou En Lai cuando le preguntaron qué opinaba de la revolución francesa. Contestó: ‘es muy pronto para opinar’.» El novel escritor se ha vuelto a colocar los lentes sobre la nariz.

En el libro de marras, Retratos y perfiles, de Fraga a Bush, hay un capítulo sobre la cumbre de las Azores desde el punto de vista de su autor, el socio menor de la coalición angloestadunidense.

Ahí Aznar revela que la propuesta era realizar la reunión en Bermudas, en el Caribe, pero que él sugirió la localidad portuguesa de las Azores porque «en España -así lo cuenta- el solo nombre de esas islas iba asociado con una prenda de vestir que no era precisamente la más adecuada para la gravedad del momento». Aznar depuró de sus memorias cualquier alusión a las armas atómicas de Saddam Hussein.

Pero Zabludovsky le recordó sus propias palabras: «Aznar dijo (5 de marzo, 2003, Consejo de Seguridad): ‘Con respecto al programa de armas nucleares, Irak ha intentado en los últimos años hacerse con tubos de aluminio de alta calidad aptos para enriquecer uranio'». Hoy la mentira está documentada incluso en tribunales estadunidenses. Y el presentador del libro declara: «Seguramente será leña seca en la hoguera de la discusión. Y qué bueno».

Pero faltaba que Jacobo refrendara anoche aquello de que lo cortés no quita lo valiente. «Y claro, Atocha. El 11 de marzo usted atribuyó los atentados a los terroristas de siempre, entiéndase los de ETA. Dos días después se encontraban pruebas que conectaban la tragedia con otro terror, Al Quaeda. Se acusó al gobierno de Aznar de conocer y ocultar datos sobre los auténticos autores del crimen».

Eran ya las últimas páginas de la presentación del libro Retratos y perfiles y el presentador cerraba con la clásica recomendación: «El libro de José María Aznar es de lectura indispensable», y otro piquetito más: «En este libro se refleja cómo no termina el andar de los pueblos en la búsqueda de un mejor destino».

En Retratos y perfiles, texto dedicado a las memorias de Aznar sobre 35 personajes con los que se ha cruzado en la vida, sólo dos son mujeres: Margaret Thatcher y su esposa Ana Botella. Es un libro pleno de anécdotas frívolas que suplen el análisis. Como aquella en la que el entonces gobernante español, decidido a convertir a su país en aliado estratégico de Estados Unidos, visitó a Bush en Camp David.

«El salón donde Bush recibía a sus invitados tenía una gran chimenea y estaba decorado con fotos de sus amigos. Le hice observar que yo no aparecía, y me contestó que allí sólo estaban las fotos de los que habían pasado por Camp David. Al poco tuve la ocasión de ver a Blair y me dijo de parte de Bush que ya estaba colocado en la pared del salón de Camp David.»

El evento editorial no alcanzó altura de acto político. De figuras de primer nivel sólo asistió el presidente nacional panista, Manuel Espino. Los demás, príistas o ex priístas de glorias pasadas: dos hijos de Ernesto Zedillo y tres ex gobernadores: Roberto Albores, Joaquín Hendricks y Dante Delgado.

A propósito de Zedillo, el último de los presidentes del tricolor mereció los más encendidos elogios de Aznar: «Excelente recuerdo, gran estadista, relaciones impecables», todo en agradecimiento a las entregas directas de policía a policía de presuntos etarras que se realizaron el sexenio pasado. En contraste, la alusión al presidente Vicente Fox fue escueta. Aznar le reconoció, sin mayores calificativos, su aporte a la transición mexicana.

Reiteradas fueron las menciones de Aznar a una corbata suya -«muy buena, por cierto»- que entregó al presidente de Cuba, Fidel Castro, en Santiago de Chile, durante la Cumbre Iberoamericana de 1996. A casi 10 años se nota que aún le duele la «pérdida» de aquella prenda, pues repitió dos veces: «Que conste, Castro salió ganando, y mucho».

Nada dijo anoche, en cambio, sobre aquella controvertida afirmación que hace en su libro sobre un supuesto comentario del líder cubano, hecho en La Moncloa en 1998. Castro le habría dicho a Aznar que «él necesitaba el embargo para esta generación y la siguiente».

Desde que dejó el gobierno, hace 18 meses, Aznar ha visitado México en cinco ocasiones; ahora lo hace promoviendo Retratos y perfiles, en el que siente la necesidad de confesar: «He tenido la fortuna de no haber sido nunca marxista ni comunista. Jamás he tenido la tentación de coquetear con ninguna forma de utopismo revolucionario».

Anoche, además, reiteró su aversión al «populismo, la mejor receta para el fracaso, que en estas épocas agita las aguas en América Latina». Metiendo la cuchara en asuntos electorales, hizo una recomendación a los mexicanos: «Cuando huelan, oigan o tengan cerca un político que a todo dice que sí, no le voten».

Para consumo nacional, en España, también tuvo una pequeña dedicatoria al gobierno socialista, que el miércoles logró finalmente que el Congreso abriera la puerta para la reforma del estatuto de autonomía catalán: «No entiendo por qué en España hay quienes se empeñan en poner patas arriba la estabilidad de las instituciones».