La novela de Bachir Khreyif, escrita en el ambiente revolucionario de los años 60 y cuyo protagonista es un esclavo, fue un relato pionero en el mundo árabe
En los últimos años, la producción literaria árabe que aborda el tema de la esclavitud y el racismo que sufren las personas negras ha aumentado de manera notable. Un ejemplo accesible para el lector y lectora en castellano es Barg el-Lil, una historia original y entretenida, que además es la primera novela árabe moderna que cuenta con un protagonista negro. La obra muestra un ambiente multicultural en el Túnez en la encrucijada entre los imperios otomano y español, y sugiere que los hombres juegan un papel decisivo en la construcción de nuevos paradigmas de género. Recientemente se ha traducido al francés; aunque haya seguido siendo muy poco conocida, Barg el-Lil fue traducida al castellano ya en 1982 por la arabista Ana Ramos y publicada por el Instituto Hispano-Árabe de Cultura.
Barg el-Lil vio la luz en 1961, cuando se fraguaba la construcción del estado poscolonial de Túnez bajo el mando del ‘padre de la patria’ Habib Bourguiba (1903-2000). La obra de Bachir Khreyif (1917-1983) tiene lugar durante los tumultuosos acontecimientos que asolaron la capital tunecina en el siglo XVI: la ocupación otomana a manos de Barbarroja en 1534 y el derrocamiento de este último al año siguiente por la flota de Carlos V. El protagonista de la novela es un esclavo centroafricano cuyo nombre da título a la obra: Barg el-Lil, o ‘el relámpago de la noche’ en árabe. Probablemente el nombre hace alusión a la fugacidad de las acciones del pícaro negro, que vive los también fugaces acontecimientos narrativos entre brincos, correteos y aventuras de toda clase.
Barg el-Lil en la Túnez del siglo XVI: entre la rivalidad imperial y el ‘multiculturalismo’
“Esta es la historia de Barg el-Lil”, se nos dice al principio de la novela, “un muchacho tunecino que, allá por el siglo X de la Hégira, vivió trascendentales acontecimientos históricos que marcaron profundamente su existencia”. Los acontecimientos se corresponden con el derrocamiento, en 1534, del sultán hafsí Muley Hassan a manos de Jair al-Din Barbarroja, y al derrocamiento de este un año más tarde a manos de la flota de Carlos V, cuya ayuda había solicitado el depuesto sultán. Así, la novela nos sitúa desde el principio en la encrucijada que se libró entre los dos grandes imperios mediterráneos de la época, el otomano y el español, en la Túnez del siglo XVI.
El ambiente de la capital tunecina en que tienen lugar las aventuras de Barg es marcadamente “multicultural”, como diríamos ahora. Es constante el ir y venir de los corsarios que llegan desde distintos puntos del Mare Nostrum con botines y cautivos que mantienen encerrados en la Ciudadela, o que venden en los mercados de la ciudad junto a los esclavos circasianos o subsaharianos. También viven en la ciudad algunos moriscos que han logrado escapar del acoso cristiano a los últimos bastiones musulmanes del mítico al-Andalus. Hay también algunos refugiados andalusíes llegados anteriormente, que deleitan a los locales con su música y sus cantos, que a su vez se mezclan con los de beduinos, genoveses y marineros mallorquines que viven en la capital.
Khreyif empezó a experimentar con la ficción histórica en las postrimerías de los sucesos de 1938, cuando se desató la represión violenta por las autoridades coloniales francesas
En las ajetreadas calles de Túnez se oyen distintos árabes, el turco, el italiano y la llamada lingua franca, una koiné lingüística que se desarrolló en el Mediterráneo moderno y que era el medio de comunicación entre cristianos de distintos orígenes y entre cristianos y musulmanes. Al principio de la novela, se nos dice que Barg “comienza su vida siendo esclavo de Sidi Hamed ben al-Najli, sabio que consagró sus días a la búsqueda de la ‘piedra filosofal’ y del ‘elixir de la vida’” (p. 9). El dueño de Barg, como habrá adivinado ya más de un lector, es el Cide Hamete Benengeli que, según Cervantes, escribió El Quijote, y que después ‘el manco de Lepanto’ tradujo. Este gracioso juego de intertextualidad podría entenderse como el intento, por parte de Bachir Khreyif, de retratar el Mediterráneo y las relaciones entre musulmanes y cristianos más allá de la rivalidad y el choque. La alusión a Cide Hamete sugeriría, así, la existencia de una especie de polinización literaria cruzada, porque, al fin y al cabo, si la opera magna de Cervantes se inscribía en el Magreb y bebía de éste, Barg el-Lil retoma el personaje cervantino para colocarlo en el escenario tunecino.
La mezcla, la variedad y el intercambio cultural, lingüístico y literario están muy presentes en Barg el-Lil. Pero ello no es óbice para hacer visibles las desigualdades sociales y culturales que imperaban en el siglo XVI. Prueba de ello es que el protagonista de la historia, como ya se ha mencionado, es un esclavo centroafricano, cuya traumática memoria de aprisionamiento y secuestro relata Khreyif.
Khreyif, ‘la Historia subalterna’ y el género en tiempos de Bourguiba
Bachir Khreyif nació en Nefta, un pueblo de la región sur-occidental de Túnez, en 1917, cuando el país era todavía un protectorado francés (1881-1956). Se trasladó a la capital con su familia cuando era niño, y allí obtuvo una educación tradicional que hacía de la memorización del Corán, la poesía árabe clásica y la formación lingüística su piedra angular. Todo ello le fue de gran ayuda a la hora de leer las crónicas y los manāqīb (o biografías laudatorias) del siglo XVI en que se apoyó para escribir Barg el-Lil. Hoy en día Khreyif es un autor muy conocido en su país y su polifacética obra, que incluye teatro, relato, ensayo y dos novelas históricas, una de ellas Barg el-Lil, forma parte del currículum de educación secundaria en Túnez.
Khreyif empezó a experimentar con la ficción histórica en las postrimerías de los sucesos de 1938, cuando se desató la represión violenta de unas protestas por parte de las autoridades coloniales francesas. Entonces empezó a escribir Balara, que no publicó hasta años después, y que también era un trabajo histórico situado en el poco conocido periodo hafsí (1229-1574, en que Ifriqiya – que cubría partes de la actual Argelia, Túnez y Libia– fue gobernada por una dinastía musulmana sunní de ascendencia bereber). Balara contaba entre los personajes con un esclavo centroafricano que más tarde se convertiría en el protagonista de Barg el-Lil. Pero las protagonistas principales de Balara son mujeres.
Khreyif buscaba arrojar luz sobre las clases populares, esos “protagonistas desconocidos” de la historia que la historiografía clásica ha tendido a ignorar. Según el autor declaró a Fawzi al-Zimrili, el editor de las obras de Khreyif, los historiadores habían tendido a centrarse en ‘los hechos’ relacionados con quienes gobiernan: “El rey murió, vino otro rey, después aquel murió y entonces vino este otro, y así hasta el fin de los días” (Al-Bashīr Khreyīf: Al-A‘māl al-Kāmila [Obras completas de al-Bashir Khreyif], vol. 4 [Tunis: Dar al-Janub, 2007], p. 221). Así pues, en Barg el-Lil hay mujeres espías, y las esclavas (circasianas, calabresas, valencianas, llegadas desde Abisinia o el Sudán) distan de ser meras víctimas: en sus reuniones, una cuenta cómo se las ingenió para causar discordia entre sus captores, otra explica que evitó ser vendida a toda costa porque se había enamorado de su amo, y una tercera relata cómo se compinchó con un ladrón al que vendía los valiosos objetos de su dueño (pp. 34-35).
Si el marco histórico de los debates en torno al género es ineludible a la hora de leer Barg el-Lil, el del antirracismo no lo es menos
En este sentido, la novela se enmarca en el seno del proyecto nacionalista burguibiano de los años 50, en el que las mujeres constituían un símbolo de modernidad. Por aquel entonces, la llamada “cuestión de la mujer” se erigió en piedra angular del discurso de Bourguiba. La aprobación del Código de estatuto personal de 1956, que abolió la poliginia (mal llamada poligamia) y el repudio unilateral por parte del varón, entre otros, consolidó un feminismo de Estado que a día de hoy sigue suscitando acalorados debates en el seno de sectores feministas y no feministas en Túnez, tal y como explica la investigadora Sophie Bessis, autora –entre otros– de una biografía de Bourguiba (Le Monde Diplomatic: Le Défi Tunisien, sept. 2018, p. 7). No es casual, por tanto, que el repudio unilateral sea una de las formas de opresión que más se denuncian en Barg el-Lil. AunqueKhreyif también interviene en los debates sobre las relaciones de género a través de los personajes masculinos.
Los hombres, parece sugerir Khreyif, juegan un papel decisivo en la construcción de nuevos paradigmas de género. Así, Barg y su amigo Sha’shu’ construyen un vínculo de amistad fuerte, basado en la solidaridad recíproca, aunque ello no pasa porque el pícaro acepte sin rechistar los comentarios misóginos que Sha’shu’ profiere en alguna ocasión. En este caso, que Barg desapruebe a su amigo abre una grieta en la camaradería masculina que, como bien ha señalado el feminismo, es clave en la reproducción de los privilegios de los que gozan los individuos que son leídos como hombres.
El racismo y la esclavitud en tiempos revolucionarios: de los años 50 hasta hoy
Si el marco histórico de los debates en torno al género es ineludible a la hora de leer Barg el-Lil, el del antirracismo no lo es menos. Los años 50 fueron testigo del desarrollo de un movimiento que ahora denominaríamos “global”, y que tenía como objetivo la emancipación cultural y política tanto de los pueblos colonizados como de las personas africanas y sus descendientes, dispersas por todo el mundo a causa de la esclavitud.
En ese contexto revolucionario y panafricanista, que es también el de la guerra fría, se celebraron todo tipo de congresos, festivales y cumbres. En 1960, Túnez fue la sede de la Conferencia de Todos los Pueblos Africanos, cuya primera edición había tenido lugar en Accra (Ghana) en 1958. Frantz Fanon escribió su conocido Los condenados de la tierra entre Túnez, donde trabajaba para El Moudjahid, que erael periódico del Frente de Liberación Nacional argelino, y Accra, donde el Gobierno provisional argelino lo envió en calidad de embajador y desde donde realizó viajes a distintos países vecinos.
Aunque ahora todo esto nos resulte familiar, la esclavitud y el llamado “racismo anti-negro” han sido temas muy poco tratados hasta hace poco en Oriente Medio y el Magreb
Es probable que este contexto revolucionario influyera a Khreyif y lo empujara a hacer de un esclavo centroafricano el protagonista de mil y una aventuras. La novela relata el trauma del violento rapto de Barg y el racismo que vive de manera cotidiana: “Era negro y este mundo era el de los blancos” (p. 57). Aquí la blanquitud parece aludir no sólo a los “hombres blancos que llevaban turbante” (p. 58) y que conducían las caravanas que transportaban esclavos y objetos entre distintos puntos del continente africano, sino al conjunto de la población tunecina y al sistema que privilegia la blanquitud en todo el mundo.
Estos pensamientos de Barg, de hecho, pueden ser leídos como una extensión de la crítica fanoniana al racismo sistémico del colonialismo francés en Piel negra, máscaras blancas (1952), que Khreyif transporta a la Túnez hafsí-otomana en que la población negra es explotada por la tunecina blanca o, tomando prestada la formulación del crítico Homi Bhabha, “blanca, aunque no del todo (white, but not quite)”en su artículo “Of Mimicry and Man: The Ambivalence of Colonial Discourse” (p. 153).
Aunque ahora todo esto nos resulte familiar, lo cierto es que la esclavitud y el llamado “racismo anti-negro” han sido temas muy poco tratados hasta hace poco en Oriente Medio y el Magreb. Sin embargo, las cosas están cambiando, sobre todo a raíz de las revoluciones que cumplen su décimo aniversario este año. La segunda edición del ‘Foro sobre la novela árabe’, celebrado en marzo de 2019 en Túnez, de hecho, estuvo dedicada a los temas del racismo y la esclavitud en la literatura árabe. En su ponencia inaugural, el renombrado literato libanés Elias Khoury afirmó que estos temas han estado “silenciados” en el panorama novelístico árabe y destacó el papel de la literatura en romper estos tabúes. El póster del evento internacional lucía la portada de Barg al-Lil, indicando así el papel pionero que la obra de Khreyif ha jugado en este ámbito.
Desde luego, el Magreb está liderando un cambio con respecto al abordaje de estos temas en lo cultural, como ha destacado el crítico Brahim El Guabli para el caso de la literatura marroquí, en su The sub-Saharan African Turn in Moroccan Literature. Se avecinan, pues, nuevos y emocionantes horizontes, pero conviene no olvidar lo que ya se hizo. Ojalá los y las lectoras hispanoablantes se animen a zambullirse en las aventuras del pícaro negro.
Itzea Goikolea-Amiano es investigadora en SOAS-Universidad de Londres y su trabajo versa sobre la historia, literatura y culturas del Magreb moderno y contemporáneo.