NO creía hablar con tanta justeza, el respetado filosofo italiano Giorgio Agamben cuando expresó, hace meses en Madrid, que «Guantánamo se parece a Auschwitz», una afirmación que algunos valoraron como una mera imagen destinada a captar la atención de su público. Las últimas revelaciones de la Cruz Roja, al denunciar a los médicos que asesoran […]
NO creía hablar con tanta justeza, el respetado filosofo italiano Giorgio
Agamben cuando expresó, hace meses en Madrid, que «Guantánamo se parece a Auschwitz», una afirmación que algunos valoraron como una mera imagen destinada a captar la atención de su público. Las últimas revelaciones de la Cruz Roja, al denunciar a los médicos que asesoran a torturadores en la base militar norteamericana convertida en campo de concentración, despiertan ahora el espantoso recuerdo del Doctor nazi Josef Mengele.
«Guantánamo se parece a Auschwitz, porque en ambos sitios los presos no tienen identidad; bueno, allí eran judíos, aquí son simplemente detenidos», había comentado Agamben. Hubiera podido decir también son… árabes porque el toque anti-árabe de las maniobras imperiales en el Medio Oriente ha sido señalado y demostrado en varias oportunidades. Después de los horrores de Abu Ghraib que estremecieron al mundo, con sus imágenes atroces, las revelaciones de un informe de la Cruz Roja cuyo contenido acaba de ser revelado, contienen algo aún más repugnante: la confirmada colaboración de numerosos médicos con los técnicos de la tortura.
El sistema creado por los SS de Rumsfeld en Guantánamo «no pueden ser considerado otra cosa que un sistema intencional de cruel, inusual y degradante tratamiento y una forma de tortura», concluye la Cruz Roja en un expediente dirigido a Washington, según The New York Times.
Los detenidos son mantenidos, durante meses, en confinamiento solitario y son expuestos a ruidos fuertes y persistentes así como a temperaturas excesivas, como ya se sabía.
Pero lo más siniestro es que la Cruz Roja afirma que médicos y enfermeros asesoran a los interrogadores sobre las vulnerabilidades sicológicas de los presos, en algo que el informe describe como «una violación flagrante de la ética médica».
Según el diario neoyorquino, los expertos en tortura de Guantánamo disponen de la asesoría de un grupo llamado The Behavioral Science Consultation Team (Equipo de Consulta de la Ciencia del Comportamiento), apodado «Biscuit».
CERTIFICADOS DE DIFUNCIÓN FALSOS
Un artículo de la prestigiosa revista médica británica The Lancet revelaba ya en agosto que los médicos y otros «profesionales de la salud» eran «cómplices» de la tortura tanto en Abu Ghraib como en Afganistán «colaborando en el diseño y la práctica de interrogatorios sicológicamente y físicamente coercitivos» .
The Lancet reportaba la anécdota de un detenido que se desmayó después de un interrogatorio y se quedó inconciente. El personal médico intervino, cuenta la revista, reanimó al preso y los abusos continuaron.
En muchas oportunidades, los médicos y para-médicos están presentes mientras se desarrollan torturas o en otros casos supieron de torturas sin denunciarlas, informa la revista.
Médicos también cubrieron muertes de presos, víctimas de torturas, tanto en Iraq como en Afganistán, rellenando certificados de defunción con informaciones falsas atribuyendo la muerte a causas naturales, de acuerdo con la publicación.
El campo de concentración de Guantánamo, creado en el territorio ilegalmente ocupado de la base militar del mismo nombre, se encuentra bajo el mando del general norteamericano Jay W. Hood
El Comité Internacional de la Cruz Roja presentó el informe confidencial al Gobierno de EEUU en julio tras la visita de inspección de una delegación a Guantánamo el mes anterior. Copias del documento fueron distribuidas en la Casa Blanca, el Pentágono y en el Departamento de Estado.
En septiembre del 2003, el Pentágono envió al general Geoffrey Miller, entonces comandante del campo de concentración de Guantánamo, a Irak porque no estaba satisfecho con la información obtenida de los detenidos. Un informe del Pentágono afirmó que fue Miller quien recomendó que los policías militares aplicaran a los presos tratos brutales y humillantes.
Fueron luego los equipos de interrogadores privados, reclutados entre ex miembros de la policía militar, del personal de instituciones carcelarias como de cuerpos policíacos en los Estados Unidos que alentaron a los guardias de las cárceles irakíes en «ablandar» a los presos para aumentar el rendimiento de sus técnicas de interrogatorio.
El Ejército norteamericano admitió en el 2003 que decenas de presos habían muerto en sus cárceles de Irak y de Afganistán.
Apodado «El Ángel de la Muerte», el tristemente celebre doctor Josef Mengele utilizaba a los prisioneros de Auschwitz como ratones de laboratorio, despreciándolos cruelmente por sus características raciales.
La presencia de médicos en las salas de torturas de Donald Rumsfeld, señalada en este último capítulo del TortureGate de George W. Bush, no es tan ajena a la historia del monstruoso personaje.