El escenario político estadounidense ha estado evolucionando bajo un cambio cosmético, en aras por restablecer la decreciente legitimidad de la clase capitalista de orientación transnacional. Esta transformación se ha caracterizado por una ala derechista que pretende presentarse a sí misma, como una de tendencia de nacionalismo económico en un esfuerzo de expandir su apoyo dentro […]
El escenario político estadounidense ha estado evolucionando bajo un cambio cosmético, en aras por restablecer la decreciente legitimidad de la clase capitalista de orientación transnacional. Esta transformación se ha caracterizado por una ala derechista que pretende presentarse a sí misma, como una de tendencia de nacionalismo económico en un esfuerzo de expandir su apoyo dentro de la clase trabajadora (primordialmente entre trabajadores blancos), y cuya estabilidad económica ha mermado durante la era neoliberal.
¿Por qué este es el caso?
Al comienzo de la década de los setenta, y enfrentándose con unas tasas declinantes de rentabilidad y acumulación, así como con una competencia en aumento a nivel internacional, el capital necesitaba romper sus cadenas con los límites nacionales de aquella época, los cuales le habían sido impuestos durante la era del «New Deal» (del presidente Roosevelt), empleando la filosofía económica fordista-keynesiana de aquel período histórico. Uno de aquellos límites había sido la responsabilidad de asegurar la reproducción social de su fuerza laboral nacional. La fuerte tendencia hacia la globalización, ha permitido a los capitalistas a desprenderse de estos límites, puesto que ahora pueden conectarse con una creciente población de la clase trabajadora global la cual consiste en trabajadores precarios.
El auge de la globalización capitalista
A finales del siglo XX y comienzos del siglo XI, las nuevas tecnologías y los avances organizacionales, permitieron a las compañías a operar más fácilmente a través de las fronteras. De esta forma las nuevas redes de producción y finanzas, comenzaron a formarse.
La globalización capitalista tuvo un impacto de gran envergadura sobre los trabajadores, esto no fue solamente en el sur global, sino que además sucedió en el «mundo desarrollado». Según suele suceder, los trabajadores más precarizados sufren los efectos de las políticas anti-laborales más tempranamente y de forma más profunda, que aquellos que ocupan las posiciones mejor remuneradas y más estables. No obstante, según la globalización fue profundizándose, de la misma forma esta comenzó a deteriorar muchas de las industrias que en otros tiempos eran estables, además de haber sido industrias sindicalizadas.
El orden neoliberal tuvo como resultado una nueva realidad, para muchos de los trabajadores blancos, los cuales previamente tenían la garantía de una gama de beneficios, los cuales ellos ya estaban acostumbrados a percibir (estos beneficios eran tanto materiales como ideológicos). El capitalismo global y las políticas neoliberales, tuvieron como resultado para muchos de ellos la inseguridad laboral, y el estancamiento salarial, pero asimismo causó la reducción en los llamados «salarios de la blancura»: es decir, aquel sentimiento subjetivo de superioridad sobre los grupos negativamente raciales-uno de estos sentimientos ha sido la ira contra los trabajadores de otras partes del mundo, los cuales son percibidos como los culpables.
El escenario político de Estados Unidos
Dentro del escenario político de EE.UU. hacia los años noventa, los sectores dominantes conservadores y liberales desarrollaron en conjunto nuevos mecanismos de acumulación de capital, mientras que a la misma vez mermaban el poder sindical (tal fue el caso del tratado NAFTA, el tratado de libre comercio de Norteamérica). Por el lado conservador, candidatos xenófobos como Pat Buchanan, y líderes empresariales como Ross Perot fueron marginalizados. En el lado liberal, los remanentes de las fuertes voces sindicales fueron silenciados. Un gran pacto fue ratificado, entre el sector dominante conservador y militarista, y el sector dominante liberal, el cual conllevaba una especie de multiculturalismo anti-laboral (este a su vez con su aceptación de identidad de sectores de diferentes grupos étnicos y orientaciones sexuales, mientras que a la misma vez percibía a los trabajadores como meros peones, los cuales deberían ser integrados de forma hermética en una nueva economía globalizada). Bajo estas circunstancias las ganancias aumentaron de forma dramática para el capital transnacional (esto a su vez asistido por los nuevos mecanismos financieros). Mientras tanto los trabajadores se enfrentaron al estancamiento, siendo también desposeídos, y a la vez enfrentándose a un aumento en la inseguridad laboral.
A raíz de las crisis financiera más grande que había ocurrido por generaciones (2007-2008), y con las guerras en Irak y Afghanistán en pleno desarrollo (2001-___), el sector dominante liberal falló en cumplir cualesquiera que fueran los ajustes sustanciales. En vez de alterar el curso (o la ideología), la respuesta del sector dominante liberal ha sido en adoptar un multiculturalismo amplificado, bajo la sombrilla del sistema, haciendo un llamado a la esperanza, y en adoptar algunas reformas limitadas (tales como la ley de salud asequible, la cual es un primer paso positivo, y que solamente cubrió una porción del acceso al cuidado sanitario que la población necesitaba). Aún con estas reformas (para parcialmente compensar el creciente encarecimiento de servicios de salud para los estadounidenses de bajos ingresos), las mismas fueron ferozmente combatidas por las fuerzas conservadoras. En otros temas tales como política exterior. Los demócratas en el poder, mayormente se aliaron con sus contrapartes republicanos, promoviendo políticas intervencionistas en el exterior, y aumentando los crecientes tentáculos de un aparato global de inteligencia.
Esto nos trae hasta la candidatura en el 2016 de Hillary Clinton, y su obsesión con políticas de intervencionismo militarista, y los nuevos tratados supranacionales (tales como el TPP, o La Alianza Transpacífica). Esto esencialmente configuró su campaña como una de defensora del status quo, un hecho estratégicamente aprovechado por la retórica xenófoba y de corte populista de la campaña de Donald Trump. Mientras que este había perdido el voto popular por casi tres millones de votos, en el ámbito electoral (el mejor ámbito que el dinero puede comprar) se manifestó a través del sistema antidemocrático del país conocido como el colegio electoral (esto a su vez fue impactado por décadas del deslinde arbitrario electoral [«gerrymandering«], y la supresión masiva de votos), y esto permitió el increíble retorno al poder del partido republicano, que a su vez fue asistido por su victoria en algunos distritos desindustrializados a favor de la candidatura de Trump.
Es importante entender como las fuerzas que apoyaban a Trump (así como sus mecanismos ideológicos), ahora funcionan a través del escenario político estadounidense. Es entonces dentro de este contexto, que podemos analizar los reveses políticos que han ocurrido en los sectores dominantes demócratas, y el actual dominio que ahora posee el partido republicano en la rama federal del gobierno.
Deseamos plantear el argumento, que la razón por la cual el eslogan de Trump de devolver Estados Unidos nuevamente a su grandeza («Make America Great Again») y su retórica, esto fue lo que resonó en el seno de tantos trabajadores blancos así como en las capas medias, dado el hecho de que el terreno ideológico ya parcialmente había sido preparado para ello. El campo en el cual Trump sembró la semilla de la xenofobia y el odio dentro de algunos blancos, esto ya había sido arado por el neoliberalismo y fertilizado con dinero de los hermanos Koch, y Rupert Murdoch, así como de otras élites dominantes. De hecho, esto tiene sus raíces en la historia que formó a este país, a través de la violencia en contra de las poblaciones negativamente raciales, entre las cuales relucen los pueblos originarios y los afroamericanos. En este sentido, el eslogan de Trump y sus promesas de campaña de devolver América nuevamente a su grandeza, esto no es nada nuevo u original en sí, pero es meramente la nueva variante del plan del llamado «Tea Party» de «reconquistar nuevamente al país», lo que a su vez también se nutre del sentimiento de los privilegios perdidos.
La derecha trumpista también mezcla con este sentimiento, una crítica populista derechista de la globalización. No obstante, la elección de Trump no se configura como una ruptura, si no que es más bien una continuación de las estrategias desplegadas por la clase capitalista transnacional (la «TCC» por sus siglas en inglés), bajo un disfraz diferente.
Por debajo de la superficie del escenario político estadounidenses, podemos ver como se atrinchera el poder. El círculo de confianza de Barack Obama estaba compuesto mayormente por miembros del reaccionario Council on Foreign Relations, mientras que la campaña de Hillary Clinton fue apoyada por potentados «ilustrados» del mundo de las finanzas, y sectores de tendencia liberal y halcones de la TCC, tales como Warren Buffett, George Soros, Michael Bloomberg y otros. Mientras que la retórica populista del círculo interno de Trump podría sonar más contra los sectores del poder, sus miembros son vergonzosamente ultra elitistas, y estos están íntimamente ligados con intereses globales del mundo de los negocios.
Considerando que las recientes guerras de EE.UU. han sido impopulares y desastrosas, durante su campaña electoral Trump criticó algunas de las guerras e intervenciones lanzadas bajo George W. Bush y Obama. Este hacía la diferencia entre lo que el describía como guerras inteligentes y guerras estúpidas. Una leve esperanza fué la posibilidad de la distensión, dentro de la cual las dos potencias nucleares mundiales podrían haber empezado a revertir las tensiones. No obstante, según el fué criticado incesantemente por sus oponentes liberales y en los medios principales como la «marioneta de Putin», ya para el tercer mes de Trump en el poder, su política exterior mayormente había encajado con el aparato militar industrial, y de seguridad del estado.
Trump actualmente se jacta de mejorar las condiciones de vida de los trabajadores de EE.UU., pero existe poca evidencia que su intención es la de mejorar las condiciones materiales de nadie, excepto las de sus amigotes de los sectores elitistas gobernantes, todo lo contrario, ya que sus propuestas lo que plantean es enviar más miles de millones de dólares al presupuesto del Pentágono, mientras que a la misma vez elimina almuerzos subsidiados de jóvenes pobres, privatiza la educación, e intenta desmantelar los planes de salud del estado de millones de personas de bajos ingresos.
No obstante, su victoria electoral en los estados desindustrializados, fue un barómetro del descontento por parte de muchos trabajadores blancos. Para mantenerse con este apoyo, el tendrá la necesidad de mantenerlos integrados dentro de su campo ideológico. En este sentido, el parece querer convencer al capital, no meramente por su retórica si no también a través de varios incentivos fiscales y subsidios, y así de este modo intentar una especie de compromiso limitado entre el capital y el sector sindical, en los estados desindustrializados, concretamente en Michigan, Ohio y hasta en Wisconsin. De el mantenerse en estos estados, podría consolidar las futuras victorias republicanas, a nivel nacional y por muchos años venideros. Una estrategia enfocada en el sur, medio oeste, y los estados desindustrializados dentro del sistema del colegio electoral, aparenta ser claramente la mejor estrategia de victoria del partido republicano.
El populismo de derecha como estrategia para compensar la crisis de legitimidad en el seno de los trabajadores blancos desplazados
La clase dominante se encuentra al momento integrando varias estrategias ideológicas, para renovar su legitimidad. Entre estas, unas de las estrategias claves son los mecanismos ideológicos de dividir y desorganizar a las clases trabajadoras, incluyendo el ya histórico racismo, el ultranacionalismo, y la xenofobia. Y de este modo bajo Trump, una ala de la élite de orientación transnacional, canta la canción del proteccionismo para así confundir y reclutar. Con esto en mente, su administración está intentando penetrar en algunos sindicatos laborales, especialmente en aquellos de los estados desindustrializados.
Tanto las presiones, como las características estructurales del escenario político estadounidense, se inclinan fuertemente a favor del capital, particularmente favoreciendo al capital transnacional. Los líderes estatales necesitan tener acceso al capital, y este capital se encuentra en manos de empresarios transnacionales ligados directamente a la economía global. Los políticos todavía tienen que buscar apoyo de las masas en sus respectivos estados, esto a través de constantes declaraciones de patriotismo y otros métodos cuasi teatrales. Esto se ha convertido en un constante malabarismo por parte de los mayores actores políticos en el país – intentando mantener su legitimidad, mientras que a la misma vez van profundizando prácticas que permitan la continua rentabilidad del capital transnacional.
Pero en aparente contradicción, la estrategia de Trump rechazando el TPP, le ha ayudado a fortalecer su imagen como el de un «nacionalista económico», es decir un luchador por los trabajadores estadounidenses. Esto fue la clave de su victoria en los estados desindustrializados, donde se han perdido tantos trabajos del sector manufacturero en las últimas décadas, muchos de los cuales pertenecían a trabajadores blancos.
El TPP simbolizó el intento más desenfrenado, por parte de las élites de orientación transnacional, para imponer políticas en un número de países (incluyendo los EE.UU.), en donde los mayores beneficiarios son las corporaciones transnacionales. El hecho de que Trump se oponga al TPP, ¿significa que esté opuesto al capital transnacional? Todo lo contrario, esto representa una estrategia alternativa: mientras que esto aparente ser un frenazo temporal, a la misma vez él se encuentra articulando otros factores que son beneficiosos a la TCC (la clase capitalista transnacional por sus siglas en inglés), tales como la reducción de impuestos, así como diluyendo las reglamentaciones y protecciones ambientales, expandiendo los contratos del aparato militar-industrial-carcelero, mientras que a la misma vez promueve una gama de nuevos acuerdos bilaterales que puedan ayudar a la acumulación capitalista transfronteriza. Todo esto conlleva, el acto de reproducir a la orden dominante, y esto a la vez se está llevando a cabo bajo una renovada ideología conservadora.
La intensificada crisis de legitimidad, se ha acentuado por el surgir de varias corrientes políticas, y esto ocurre no solo en la derecha. Entre estos nuevos entes, se encuentra el movimiento que evolucionó en torno a la candidatura presidencial del senador por Vermont Bernie Sanders (apoyado por políticos pacifistas tales como Tulsi Gabbard), y esto evidenció que un social demócrata podía obtener un gran número de votos en los EE.UU. La campaña de Sanders, sirvió de inspiración de diferentes formas, no obstante falló en hacer una crítica sistemática del militarismo estadounidense. Asimismo, mientras que criticó el capitalismo del amiguismo, una crítica estructural y más profunda como es de esperarse, brilló por su ausencia.
A pesar de todo, el destino de las elecciones presidenciales del 2016, tenía sus raíces parcialmente en la más amplia crisis de legitimidad, del capitalismo global. Según Clinton y Obama eran los portaestandartes del status quo, Trump pudo aprovechar esto a través de su retórica populista, y la crítica derechista del globalismo.
A principios del 2017, luego de la derrota de Clinton en el sistema de los colegios electorales, la pujante corriente progresista de Sanders, intentó tomar el poder dentro de ese partido. No obstante, los poderes fácticos dentro del partido fueron los que prevalecieron – puede ahora que sea un partido que se mofe de Trump, pero ni siquiera puede presentar una alternativa social demócrata. Los poderes claves dentro del Comité Nacional Demócrata, están apostando a que una creciente repulsa de Trump, según su falso populismo se revela, ellos piensan que esto será suficiente como para rejuvenecerlos, y que suscitar el temor y el sentido de culpabilidad, podrían atenuar cualquier desafío por sectores tales como el de Sanders.
No es por mero accidente, que el clamor a recuperar el país (retornarlo a su gloria-«make it great again», en inglés), se haga en detrimento de los grupos que ya están racialmente oprimidos, y a costa de las mujeres y niños, que serán afectados por los recortes de los programas sociales. La práctica de echarles la culpa a otros, es importante dentro del escenario político estadounidense, especialmente ya que la clase capitalista transnacional no va a dar reversa de forma fácil a las políticas que le están beneficiando. La derecha de Trump ha intentado en compensar por la pérdida de salarios materiales de los trabajadores blancos, a través de un incremento en su «salario público y psicológico» (según W.E.B. Dubois lo describía), a través de la promoción del racismo y la xenofobia.
Según la retórica anti-inmigrante se intensifica, como vemos reflejado en el surgimiento de la derecha neofascista conocida en inglés como la «alt-right», la meta de aumentar el valor de la ciudadanía y de blancura , esto puede ser observado cuando comparamos a Obama y Trump y sus políticas de migratorias. A Obama se le conocía como el «Deporter-In-Chief» en inglés, es decir, el comandante en jefe de las deportaciones ya que el deportó a tanta gente. Es posible que Trump deporte a más gente que Obama, pero aún si no lo hiciera, el hará esto de una forma más visible y dramática – esto fue lo que el intentó cuando promulgó la veda de entradas al país de los musulmanes. Los efectos de las políticas, tendrán consecuencias reales para los emigrantes, al igual que tuvieron las políticas de Obama, pero una gran parte del daño se llevará a cabo, según se va normalizando un racismo más abierto y recalcitrante.
En conclusión
Mientras que persiste en depender de los mantras reciclados de la xenofobia y el nacionalismo, la derecha «trumpista» lo que realmente está haciendo es pretender desviar la crisis de legitimidad del capital transnacional. No obstante esto, en vez de proponer una alternativa al capital transnacional, ellos proponen una estrategia alternativa para reproducir el mismo. A la misma vez, se vislumbran con temor las crecientes amenazas de guerra, según los grupos neoconservadores (aquellos involucrados fuertemente en los crímenes de guerra de los EE.UU. en las últimas décadas), aparentan reafirmar su influencia sobre la Casa Blanca.
Ahora las fuerzas de los movimientos sociales, de la izquierda, y los sectores progresistas en EE.UU., necesitan cimentarse en los logros del pasado, y a la vez mirar hacia el futuro, asumiendo por ejemplo una posición más proactiva, en contra del militarismo, y una crítica más profunda del capitalismo. Según este movimiento se expande a través de los sectores raciales y de género, y al pueblo trabajador y gente de bajos ingresos, tal movimiento no puede darse el lujo a sí mismo, de caer bajo la hegemonía de actores políticos y corporativos. En vez de esto, esto debe ser un proyecto que le presente una batalla real en contrapeso a la derecha «trumpista», y el permanente estado de guerra en el cual esta habita.
Salvador Rangel y Jeb Sprague-Silgado trabajan en el Departamento de Sociología de la Universidad de California en Santa Bárbara.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.