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¡Californícate! : el plan de los hermanos Koch para destruir a los sindicatos obreros en Wisconsin

Fuentes: Sin permiso

Traducción para www.sinpermiso.info: Antonio Zighelboim

Los hermanos Koch dieron instrucciones a Scott Walker de ir por la victoria total y el Gobernador de Wisconsin quiere darles el gusto. Pero, ¿qué significa la victoria total?

Los Estados Unidos han tenido tres grandes crisis económicas el siglo pasado. La última fue en la década de 1970 y representó lo que el difunto científico de Harvard y asesor político para los EE.UU., Samuel Huntington, llamó la «crisis de la democracia». Para Huntington «crisis» significaba que había demasiada democracia, tanto económica como política. Dándole la vuelta a la expresión de Bob LaFollete, (o de Al Smith, en 1928, ambos candidatos demócratas a la presidencia) de que la «cura para los males de la democracia es más democracia», Huntington argumentaba que la democracia era el problema, en alusión directa al Segundo Tratado de John Locke sobre el Gobierno, publicado en 1690, según el cual el gobierno popular debía ser sólo ejercido por los ricos como clase. Para Huntington, los reclamos del público para aumentar la igualdad, tanto económica como política, eran el gran peligro.

El mensaje parecía resonar entre las élites en el mundo anglo-americano. Mientras los EE.UU. se tambaleaban para salir de la crisis de 1970, quedó claro que una mayor inversión en la verdadera economía productiva costaría demasiado. En otras palabras, el precio de restaurar la competitividad económica era demasiado alto. No había dinero rápido en ello. Había que encontrar otra forma. La manera más rápida hacia la bonanza, para los ricos, sería quedándose con los beneficios del crecimiento económico de los Estados Unidos para ellos solos. Esto representó un gran cambio. Desde Roosevelt, el Nuevo Pacto había estipulaba que los trabajadores estadounidenses recibirían una parte de los beneficios del crecimiento económico.

Hasta que llegó California. Robert Brenner, de UCLA, argumentó que la solución las elites políticas de los Estados Unidos al problema de que la clase media trabajadora de estadounidense mantuviera expectativas de participación en el crecimiento económico sería distraer al público. A finales de la década de 1970, esto significaba desviar la atención del capital y ponerla contra el gobierno.

Es realmente muy simple. Si los sueldos de la gente están estancados o disminuyendo, has que dejen de pensar en los empresarios que no pueden o no quieren aumentar los salarios y enfócales la mente sobre los impuestos. Aunque una perspectiva completamente miope, era algo que el público podía entender.

«Si no puedo conseguir un mayor salario, pues que me reduzcan los impuestos, para así aumentar la cantidad de dinero en mi bolsillo».

«La sindicalización es un trabajo duro y los empleadores tienen muchas herramientas a su alcance para impedirla. Pero lo que sí puedo hacer es votar a favor de la reducción de impuestos».

Así se formó una especie de acuerdo Molotov/Ribbentrop contra el gasto social y los servicios públicos entre parte de la clase media blanca trabajadora y las élites empresariales.

Esto funcionó bien por un tiempo. Todo lo que debía hacer el movimiento conservador era exacerbar los prejuicios ya existentes en las mentes de la gente para que vuelquen su ira contra los pobres como causantes de sus problemas económicos. Así, en California se puso en marcha la Proposición 13, que dio inicio a la «reforma tributaria» en los EE.UU. El resultado era previsible. Los californianos tuvieron por un tiempo un poco más de dinero en sus bolsillos, mientras su sector público moría de hambre. Sin embargo, el precio fue alto. El estado, con el tiempo, pasó de tener las mejores escuelas del país a tener algunas de las peores. Su sistema universitario pasó de ser gratuito para residentes, a cobrar elevadísimas matrículas, lo que ató a miles de sus estudiantes a enormes deudas que les hacen los más pobres y más propensos a exigir mayor alivio tributario, creando así un círculo «virtuoso» de demandas de mayores reducciones de impuestos a medida que sus residentes se hacían más pobres. Y así, el estado pasó de ser el «California Dreamin» de la prosperidad a una pesadilla de deudas, instituciones quebradas y creciente desigualdad.

Ese mismo programa es el que se repitió ahora en Wisconsin. Los residentes de Wisconsin son cada vez más pobres. El TLCAN, el radicalismo de libre mercado, la ausencia de una política industrial, y una política fiscal que suele subvencionar la deslocalización de los puestos de trabajo han dejado un estado con bajos salarios (que alguna vez estuvieron entre los más altos en los años 1950 y 1960: piense en la serie «Happy Days» y todos eso). En el 2008 la crisis inducida por Wall Street golpeó duro a Wisconsin, y, de hecho, los ingresos de los wisconsinenses continuaron cayendo durante el resto de la década mientras que el país prefirió invertir en la locura de la guerra en lugar de en la rehabilitación de la industria.

¿Qué hacer? Los pobres ya no podían seguir siendo usados como chivos expiatorios (los afro-americanos en particular) como lo fueron en la década anterior, cuando prácticamente se eliminaron las políticas de bienestar en gran parte de los años 1990, cortesía de Bill Clinton. La respuesta fue muy inteligente: culpar a los trabajadores del sector público por los problemas del estado (y por tanto de la gente). El finado robber baron (en alusión a los barones del caucho) financista ladrón, Jay Gould, una vez declaró: «Puedo contratar a una mitad de la clase obrera para matar a la otra mitad».

Esto es precisamente lo que está sucediendo hoy en Wisconsin. Los hermanos Koch y otros grandes intereses especiales están utilizando Wisconsin como experimento para ver si pueden ir a por la victoria final.

No muchos años atrás, los maestros, los veteranos de las fuerzas armadas, ingenieros de la ciudad, estaban grabados en la mente de los estadounidenses como los retrataba Norman Rockwell. En sólo unos pocos años, se ha rediseñado completamente la percepción para parecerse más a la del chivo expiatorio de ayer, la «reina» del bienestar social. Los trabajadores del sector privado se han vuelto contra sus hermanos del sector público. Los primeros han sido duramente golpeados, especialmente teniendo en cuenta sólo el 6% tienen representación sindical. Sin los sindicatos, ha sido como la cacería de patos de Dick Cheney desde detrás de la ventana polarizada de una Hummer («baja la ventana, hijo, ¡y trata de evitar las balas mientras disparo!»). Los trabajadores simplemente no tienen ninguna posibilidad de defenderse a medida que el anciano es conducido alrededor de ellos con su trabuco.

Sin sindicalización ni vacaciones ni días de enfermedad pagados, han desaparecido los beneficios para la atención de la salud y las pensiones decentes, dejando a la clase media trabajadora, tanto menos segura y más pobre. Estaban haciendo las preguntas correctas sobre lo que ocurrió en el otoño de 2008. Sin embargo, la falta de voluntad del Presidente Barak Obama para hacer frente a las causas reales del problema económico de Estados Unidos en vez de sólo rescatar a Wall Street, dejó a la clase media abierta a otras alternativas de explicación de lo que les había ocurrido.

 Y el sector público era un blanco tentador. Sindicalizados, gozando aún tienen de los beneficios que muchos en el sector privado habían disfrutado antes. Desde el punto de vista de los hermanos Koch, ese era un muy mal ejemplo. Y así respondemos a la pregunta de ¿qué es una victoria total? La victoria total es la destrucción final del Nuevo Pacto entre Roosevelt y la clase media trabajadora. Los trabajadores del sector privado están determinados a aplastar a los del sector público con la esperanza de acabar con la laboral, y abrir el potencial de explotación de una vez por todas. Una vez que la laboral sea totalmente derrotada, el capital también podrá dominar por completo al gobierno, sin reductores de velocidad en su eterna búsqueda de mayores beneficios, como vemos actualmente con la Ley de Reparación de Presupuestos de Wisconsin que le permite al Gobernador vender las generadoras eléctricas del estado a través de contratos directos, sin licitación.

Tres décadas después de la Proposición 13, en California queda muy poco del legado del Nuevo Pacto. Ahora, vemos la inminente californicación de Wisconsin. Pronto sabremos si los hermanos Koch han alcanzado la «victoria total».

 

 * Jeffrey Sommers es profesor visitante en la Escuela de Economía de Estocolmo en Riga. Sus opiniones son personales y no pretenden representar las de sus colegas.

Traducción para www.sinpermiso.info: Antonio Zighelboim

Fuente: http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3989