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Carta abierta a Yolanda Díaz

Fuentes: Rebelión

Estimada Yolanda:

Me dirijo a ti por la gran responsabilidad política que has asumido: liderar la renovación y ampliación del espacio del cambio de progreso.

Tu estatus institucional actual está definido por una excelente trayectoria, reconocida por gran parte de la sociedad como Ministra de Trabajo y Economía social, Vicepresidenta segunda del Gobierno de coalición y portavoz gubernamental del grupo parlamentario confederal de Unidas Podemos, En Comú Podem y Galicia en Común.

La función que nos interesa destacar ahora es la de precandidata a la presidencia del Gobierno para las próximas elecciones generales de fin del año 2023, estando pendiente de tu decisión definitiva, tras el proceso de ‘escucha’ y la elaboración programática que, previsiblemente, culmine a principios de año, de la mano de SUMAR. Hay un gran consenso en todas las formaciones políticas del grupo confederal sobre tu idoneidad para encabezar ese proceso electoral. A la propuesta inicial de Pablo Iglesias, anterior líder de ese espacio, se han sumado todas las organizaciones del grupo confederal y, además, ha sido bien recibida por otras fuerzas afines significativas como Más País y Compromís.

La tarea es compleja y difícil, pero también muy estimulante y, sobre todo, de grandes implicaciones políticas y sociales para las fuerzas progresistas, el bienestar de la sociedad y el futuro de nuestro país. Está en juego la consolidación del proceso reformador del siguiente Ejecutivo de coalición progresista, con garantías de un avance sustantivo social y democrático, o bien la posible involución reaccionaria con que amenazan las derechas. Y para ello es imprescindible aumentar el peso comparativo de las fuerzas del cambio, de su representatividad popular y su capacidad transformadora.

Desborda, por tanto, tu simple responsabilidad individual, por muy relevante que sea. Es un reto colectivo que debe contar con todas las energías progresistas disponibles, con las mejores aportaciones democráticas y de izquierdas, con una actitud al servicio de las mejoras vitales para la gente. La participación ciudadana es fundamental, y la conformación de una nueva y unitaria representación político-institucional, con la activación y ampliación de sus bases sociales, es decisiva. El horizonte está claro y es ilusionante: un proyecto progresista de país para una década.

Por mi parte, en especial, en el último año he seguido con interés los hechos que configuran la presente coyuntura y las principales tendencias en torno a la formación del llamado frente amplio y sus retos, en particular en dos libros: “Perspectivas del cambio progresista” y “Dinámicas transformadoras. Renovación de la izquierda y acción feminista, sociolaboral y ecopacifista”.

Mi intención con estas notas, ante los evidentes desencuentros producidos con referentes de Podemos, es contribuir a aclarar la situación para una articulación unitaria y sólida del espacio del cambio y evitar su fractura, factor clave para avanzar en la mejora social de la mayoría popular y el proceso democratizador del país.

Movimiento ciudadano y plataforma político-electoral

Tras más de uno año de preparación se ha constituido SUMAR, según tus declaraciones, como asociación instrumental para desarrollar dos dinámicas paralelas y complementarias: 1) articular un movimiento ciudadano participativo durante este semestre como base constitutiva y legitimadora del proyecto; 2) configurar una plataforma político-electoral desde la que encarar la campaña para las elecciones generales. Las dos dinámicas están vinculadas y se enlazan a primeros del año próximo, con la constitución formal y programática de la plataforma política tras las conclusiones del proceso de ‘escucha’ y la formalización de las condiciones para tu aceptación de la candidatura.

Se están realizando asambleas territoriales con tu participación y la de personas representativas de la sociedad civil, con asistencia de varios miles de personas, y también es un tiempo de elaboración programática a través de treinta y cinco grupos, con varios centenares de participantes, la mayoría expertos en las distintas materias. Es una experiencia positiva de interacción de abajo arriba, recogiendo opiniones, y de arriba abajo marcando los ejes de tu propuesta.

Me preocupa la clarificación del sentido de este proceso y las controversias suscitadas. Desde el principio has dejado clara una característica fundamental: SUMAR no va de partidos políticos, de siglas y puestos. Cabría, pues, distinguir entre SUMAR-movimiento ciudadano y SUMAR-plataforma político-electoral (pendiente de confirmar la sigla).

Por un lado, la formación de estructuras partidarias, incluidos los liderazgos y los mecanismos organizativos, con los procedimientos democráticos correspondientes, como mediación entre determinada base social y las estructuras de poder y la gestión política e institucional.

Existe un problema de desconfianza ciudadana en los partidos políticos (y medios de comunicación), con disminución de su prestigio y legitimación popular y hay deficiencias de prácticas y cultura democráticas, más allá de algunas innovaciones y mejoras en las fuerzas del cambio, como la realización de elecciones primarias para la selección de responsables políticos e institucionales o el seguimiento de un código ético más estricto. Se necesita una persistente participación democrática y arraigo social y un talante unitario y constructivo sin dejar de lado el debate sereno ante la pluralidad de posiciones y la regulación de los conflictos y desacuerdos.

Pero, la conformación partidaria es inevitable, sobre todo desde el campo popular y de las izquierdas, cuya intervención debe basarse, no en el poder económico, mediático-cultural y de la burocracia estatal, sino en la vinculación democrática con la sociedad y los movimientos sociales progresistas, desde la que se constituye su fuerza representativa e institucional, así como su capacidad cultural e influencia transformadora. Especialmente, si se quiere influir en las políticas públicas y participar en los procesos electorales y el poder institucional. La pugna (y la colaboración) partidista por la prevalencia de cada orientación política es legítima en un sistema pluralista y democrático, aunque se debe valorar por su doble sentido: los intereses y valores que defiende, y los procedimientos básicos de tolerancia, respeto, reconocimiento mutuo y defensa de lo común.

Por otro lado, la orientación política y programática, así como la estrategia y las alianzas adecuadas para su implementación. Elaborar un programa alternativo para una legislatura o para diez años es complejo. Se debe atener a una realidad cambiante y, sobre todo, contar con el análisis de las fuerzas propias sociopolíticas, representativas e institucionales, junto con el peso de las fuerzas aliadas, y la comparación con las de los adversarios políticos y fácticos. Esa relación de fuerzas y su desarrollo es la que hay que enlazar con los objetivos programáticos para una estrategia transformadora. Es lo más difícil y sometido a las dos tendencias de apariencia contrapuesta pero que tienden al continuismo, al no cumplimiento del contrato social y programático con el electorado y, por tanto, a su desconfianza: por un lado, el posibilismo adaptativo a las dificultades transformadoras o frente a los intereses contrarios del poder establecido; por otro lado, el idealismo discursivo de confiar solo en la simple propaganda, comunicación o retórica, infravalorando la experiencia de la gente respecto de su avance material y sociopolítico y esquivando el cambio real y sustantivo.

Desde el principio has dejado clara una característica fundamental: SUMAR no va de partidos políticos, de siglas y puestos. Cabría, pues, distinguir entre SUMAR-movimiento ciudadano y SUMAR-plataforma político-electoral (pendiente de confirmar la sigla). Es evidente que como movimiento ciudadano es diferente a los distintos movimientos sociales, incluido el movimiento sindical, el feminista o el vecinal y ecologista, y es distinto a la dimensión y el papel sociopolítico de procesos de protesta social más amplios como el representado por el movimiento 15-M o las mareas ciudadanas, por no hablar de los conflictos laborales y las huelgas generales.

La finalidad del proceso participativo ciudadano tiene una positiva finalidad articuladora y democratizadora del nuevo proyecto y, al mismo tiempo, una función política inmediata: legitimar tu candidatura como portavoz del conjunto y fortalecer tu capacidad para condicionar el carácter y los ritmos de la plataforma político-electoral a construir.

En este caso, el proceso de escucha y este movimiento ciudadano tienen un doble sentido político claro: afianzar un proyecto político-electoral transformador de progreso y apoyar tu liderazgo político-institucional en el marco inmediato de una precampaña electoral ante las próximas elecciones generales, ya que se descarta la participación directa en las elecciones municipales y autonómicas de mayo de 2023. No obstante, se pone el acento en el carácter no político del movimiento ciudadano para justificar su desvinculación de los partidos políticos realmente existentes que son los de todo el conglomerado del espacio del cambio, en particular el más relevante, Podemos. Así, se entra en cierta incongruencia con la realidad y el sentido común inmediato: el proceso de escucha culmina con el aval a la candidata a la presidencia del Gobierno por parte de SUMAR-plataforma político electoral, como expresión de un renovado espacio del cambio.

Lo que propones, y parece que es una condición innegociable, se puede formular así: los partidos, su militancia y sus bases sociales, pueden ‘estar’, pero -sus dirigentes, sus estructuras y sus siglas- ‘no ser’ elementos constitutivos de la nueva formación política. El consenso, entonces, en torno a tu candidatura no necesariamente conlleva el acuerdo con el marco organizativo definido en esa característica, lo que debiera ser debatido. No existe un proceso constituyente pactado, como en otras latitudes, con las formaciones políticas llamadas a formar parte de este posible frente amplio, en el que se negociase una dinámica de disolución o renuncia a un papel público e institucional, al mismo tiempo que un proceso electivo, con las correspondientes primarias o listas compartidas para las distintas estructuras orgánicas e institucionales. O sea, se excluye la colaboración de la representación legítima de otras formaciones políticas en un proceso que pretende recoger y sumar sus bases sociales y electorales, pero dejar al margen -y sustituir- a sus direcciones por el equipo promotor de la nueva plataforma política.

La articulación territorial y la estatal

En ese diseño estatal hay una incoherencia práctica y temporal ante el reto de las elecciones municipales y autonómicas. Se admite, necesariamente, la continuidad del grupo confederal de Unidas Podemos, En Comú Podem y Galicia en común para la gestión política en este último año de legislatura, así como la persistencia de los distintos partidos y coaliciones en diferentes territorios y en alianzas estatales (con la recomposición del pacto entre Podemos e Izquierda Unida), y se refuerza la permanencia de las estructuras partidarias de todos ellos.

SUMAR, en ese periodo, se quedaría como una superestructura estatal a negociar en los dos ámbitos: los partidos estatales y las configuraciones territoriales. Ahora bien, ni unos (Podemos, Izquierda Unida, Más País…) ni otros (En Común Podem, Compromís, Galicia en común, pero también Contigo Navarra, Más Madrid o la posible alianza canaria…) parece que tienen intención de disolverse ni delegar en una superestructura estatal la decisión sobre su representación institucional a su parlamento autonómico pero tampoco al estatal, así como su gestión política en su territorio.

En cada caso, con matices diversos, se plantea una negociación, desde la autonomía de cada cual, de la colaboración y el apoyo mutuo entre ese ámbito territorial y el estatal. Es otro nivel de articulación que el de apoyar y compartir una candidata común a la presidencia del Gobierno y al revés, el de recibir el apoyo del liderazgo estatal para las formaciones o coaliciones locales y autonómicas del conjunto del espacio del cambio, sin favoritismos ni relegación particulares.

SUMAR, por tanto, se convierte en un grupo político con la prioridad del apoyo, junto con todo el conglomerado, a una candidata que se supone que se presentará por la circunscripción de Madrid y al conjunto de partidos políticos que deben afrontar esta fase electoral y de avance político e institucional.

Hay dos hipótesis alimentadas en algunos ámbitos. Una es la descomposición o hundimiento de Podemos (con la correspondiente ayuda de las campañas de acoso mediático, judicial y de las cloacas) con el trasvase de su base social y electoral a la nueva sigla de SUMAR (o Más País… o las izquierdas nacionalistas). La otra es la capacidad de atracción y trasvase de parte de su estructura intermedia o territorial hacia SUMAR, con aislamiento de su dirigencia estatal. Son dudosas esas expectativas y las prácticas que conllevan. En la experiencia histórica han producido agudas tensiones entre las izquierdas y raramente han tenido efectos positivos. Lo que sí se ha generado han sido procesos profundos de desafección política en grupos de izquierda por estrategias erróneas y grandes pérdidas de credibilidad social.

El tipo de organización política y la primacía dirigente

En todo caso, justificar el monopolio representativo de SUMAR, exigiendo la dilución política de Podemos y los demás grupos políticos, dada la supuesta existencia de un clima general de desconfianza en los partidos y, en particular, por su falta de representatividad actual o futura y su carácter de partidos políticos, no parece muy realista ni, desde luego, muy unitario.

No se trata de un debate nominalista, ni distinguir entre partido político (malo) y plataforma político-electoral (buena); hay que valorar el sentido de la propuesta de ‘no ser’ partido político sino plataforma ciudadana/electoral como fórmula para desbordar y marginar a los -dirigentes de- partidos políticos existentes en el contexto actual.

Tampoco tiene recorrido la distinción entre partido unificado y coalición electoral. Algunas coaliciones como la andaluza han sido un desastre, tal como todo el mundo sabe, y otras como Navarra Contigo, ofrecen buenas perspectivas. En el caso navarro es significativo los grados de unidad e ilusión alcanzados por la nueva coalición, y conviene señalar el contexto. Expresa el reconocimiento colectivo del desastre de las elecciones municipales y forales de 2019, tras el éxito del año 2015, derivado de la dura división existente entre Podemos e Izquierda Unida, ahora corregida con la renovación dirigente de ambas y, al mismo tiempo, por la presencia unitaria de una fuerza de la izquierda navarra como Batzarre, con fuerte arraigo social, y un grupo de independientes de prestigio que han favorecido un clima de colaboración.

Igualmente, En Comú Podem, en un contexto externo difícil y con gran diversidad interna y una historia compleja, es una agrupación política con relevante estabilidad, representatividad e influencia pública. Y por su dimensión y sus características unitarias está llamada a ejercer una labor de templar y mediar en la nueva configuración confederal.

El problema no es el modelo de organización política, por mucho que haya diversos tipos y, en general, haya que reforzar los dos criterios básicos: su democratización frente a las tendencias jerárquicas de sus aparatos, y su calidad ética, al servicio del bien común. Algunas de las deficiencias principales provienen de la propia política institucional, de la vinculación con los poderes institucionales y fácticos. Para su contrapeso requieren, aparte del arraigo social y la vinculación con las capas populares, una fuerte cultura democrática y profundos valores éticos de ejemplaridad representativa, con las regulaciones precisas. También los niveles de activación cívica en la sociedad y el estímulo de su calidad democrática favorecen las garantías y el control de la honestidad de las personas y los grupos especializados en la política institucional.

Existe un acuerdo en la participación política-electoral-institucional y el fortalecimiento del espacio del cambio. Y hay una candidata aceptada por todos, en espera de su decisión definitiva. La solución pasa necesariamente por la suma, ampliación y coordinación unitaria del conjunto del conglomerado, en una estructura política. La disputa viene sobre el marco organizativo y las competencias que la candidata y portavoz ante el Gobierno pretende asumir con su nuevo liderazgo, pero sin la negociación y el acuerdo del conjunto de formaciones políticas, especialmente de Podemos, que ostentaba hasta ahora la prevalencia representativa y dirigente. O sea, se está ventilando el cambio de primacía dirigente de todo el conglomerado sin explicitar el problema, hasta que ha explotado estos días.

No se puede correr el riesgo de la división con todas las implicaciones que conlleva. La gestión de una solución pactada es prioritaria. Tu responsabilidad en ese proceso es fundamental. Por eso he dirigido a ti esta carta abierta. Espero que se refuerce el liderazgo colectivo de las fuerzas del cambio y, en particular, el tuyo en esa tarea unitaria.

Antonio Antón. Sociólogo y politólogo.

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