Traducido del inglés para Rebelión por Carlos Sanchis y revisado por Caty R.
Haidar Eid, profesor de inglés y comentarista político, residente en la ciudad de Gaza, se pregunta si el presidente de Estados Unidos recuerda algo de su conversación de hace muchos años con el intelectual palestino fallecido Edward Said.
Estimado presidente,
Usted probablemente no leerá esta carta debido a su ocupada agenda y al enorme número de mensajes que recibe de presidentes, reyes, príncipes, jeques y primeros ministros. ¿Quién es, después de todo, un académico palestino de Gaza, para tener la osadía de escribirle una carta abierta al presidente de los Estados Unidos de América? La razón de esta carta es una fotografía de su Excelencia sentado con el fallecido intelectual palestino Edward Said. Esto, por supuesto, sucedió antes de 2004, es decir, antes de que usted empezase a experimentar una metamorfosis que yo, personalmente, pienso que no tiene precedentes en la historia. Verle con Edward Said, debo decirlo, me ha sorprendido. Said, un auténtico intelectual, debió de decirle algo sobre el sufrimiento del pueblo palestino. En la fotografía, usted y su esposa parecen escucharle atentamente y con admiración. Pero el asunto es: ¿realmente comprendió usted su elocuente y apasionada defensa de los derechos de los habitantes nativos de Palestina? A juzgar por sus cambios políticos recientes, lo dudo mucho. Es precisamente la incongruencia entre la fotografía y estos cambios políticos la que me ha impulsado a escribir esta carta.
Señor presidente:
El mundo entero celebró su elección como primer presidente afroestadounidense de EE.UU. Yo no. Y tampoco los habitantes del campo de concentración donde vivo. Su simpática visita a Sderot, una ciudad israelí que fue la aldea palestina de Hooj hasta 1948, cuando su población sufrió la limpieza étnica, tres años después de su primera visita a un kibbutz en el norte de Israel para apoyar a sus habitantes, y después su empeño en el compromiso con la seguridad del Estado de Israel y su «derecho» a mantener unificada la ciudad de Jerusalén como capital del pueblo judío -por dar unos cuantos ejemplos- fueron todos claros indicios de dónde está su corazón.
Otra razón para escribir esta carta es la pasmosa arrogancia e indiferencia con la que la secretaria de Estado Hilary Clinton despreció las inquietudes palestinas sobre las colonias israelíes, exclusivamente para judíos, en Cisjordania. Solamente unas semanas antes, usted hizo la admirable declaración de que TODA la colonización judía tenía que detenerse, y aclaró que esto incluía la expansión de las colonias existentes así como la construcción de nuevas. Sin embargo, cuando Netanyahu declaró que no tenía ninguna intención de parar la colonización, usted perdió una oportunidad histórica de trazar una línea: no más billones y no más armas para Israel si no cumple esta condición. Ahora la secretaria de Estado Clinton tiene la tarea hercúlea de convencernos de que su posición sobre las colonias judías no ha cambiado, aunque está claro que usted ha elegido no utilizar la auténtica fuerza que posee para parar los pies a los políticos israelíes.
Unos seis meses después de su elección, usted dio un discurso en El Cairo, dirigido al mundo árabe e islámico, que algunos hallaron impresionante. Yo lo encontré impresionante en la forma, pero no en el fondo porque sus acciones no se corresponden con su retórica. ¿Por qué no creí en el nuevo lenguaje de la nueva administración estadounidense? Porque mientras usted daba su discurso nosotros enterrábamos a mi vecino, un enfermo terminal que necesitaba tratamiento en un hospital extranjero y por culpa del asedio impuesto por su propia administración e Israel a la Franja de Gaza, las instalaciones que habrían salvado su vida no existen en Gaza. Como más de 400 personas, enfermos terminales de Gaza, mi vecino perdió la vida. A pesar de las escogidas palabras árabes de paz, «salaam maleikum,» usted dejó claro como el cristal que el punto de referencia en cualquier negociación en el conflicto israelí-palestino es la seguridad de Israel. Y al hacerlo, señor presidente, usted está marginando eficazmente toda la cuestión palestina y, desgracidamente, poniendo el escenario para renovados ataques israelíes contra una Gaza muerta de hambre, una entidad que, gracias a sus «inquebrantables» lazos con Israel, se ha transformado en el campo de concentración más grande sobre la tierra.
Su falta de apoyo al informe Goldstone, su indiferencia, por no decir su contribución, al sufrimiento palestino y al proceso de «politicidio» contra la población palestina de Gaza es, por decirlo suavemente, insondable, viniendo de un hombre que escuchó tan seriamente a Edward Said. Sus consejeros deben de haberle contado la carencia de medicinas, alimentos y combustible en el campo de concentración donde vivo. Los pacientes que necesitan diálisis y otros tratamientos médicos urgentes están muriendo cada día. La mayoría de nuestros niños, muchos de la misma edad que sus dos hermosa hijas, están desnutridos. Usted debe de haber examinado ligeramente el resumen del informe Goldstone que detalla el horror infligido a 1,5 millones de civiles durante 22 días por aviones F16, helicópteros Apache y bombas de fósforo fabricadas en Estados Unidos. Cientos de niños sufrieron quemaduras hasta la muerte por las bombas de fósforo; mujeres embarazadas fueron brutalmente tiroteadas, de lo que soldados israelíes se jactaron poniendo en sus camisetas: «1 bala, 2 muertos». Y todavía, ¡ni una sola palabra de condolencia, señor presidente!
Edward Said, en su primera visita a Gaza, tuvo que decir: «Es el lugar más terorífico en el que he estado nunca… es un lugar horriblemente triste a causa de la desesperación y la miseria en las que viven las personas. No estaba preparado para campos de refugiados, que son mucho peor que cualquier cosa de las que vi en Sudáfrica». Esto era en 1993, señor presidente, antes de que las condiciones empeorasen de forma dramática. Gaza ha llegado a ser ahora, como la describe la principal organización israelí de derechos humanos B’tselem, «la prisión más grande sobre la tierra.»
Señor Obama,
A diferencia de su predecesor, usted parece un hombre sabio. Tiene que haberse dado cuenta de que una solución de dos Estados se ha vuelto imposible por la colonización israelí de Cisjordania, por la guerra contra Gaza, por la construcción del muro de segregación racial, por la expansión del llamado Gran Jerusalén y por el aumento del número de colonos judíos en Cisjordania. Usted también tiene que haberse dado cuenta de que hay 6 millones de refugiados, la mayoría de ellos viviendo en condiciones miserables, que esperan que líderes ilustrados valientes y comprometidos con la auténtica democracia, los derechos humanos y el derecho internacional, pongan en práctica la resolución 194 de la ONU. Pero usted y su secretaria de Estado, como todos los presidentes de Estados Unidos desde 1967, han decidido apoyar a Israel para que cree las condiciones que hagan imposible, poco práctica e injusta la solución de los dos Estados.
¿Acaso defendió usted el sistema de bantustanes en Sudáfrica bajo el régimen del apartheid? ¿Es contrario a la igualdad de derechos y a la transformación de Israel/Palestina en un Estado para todos sus ciudadanos? La solución de los dos Estados significa la «bantustanización» de Palestina, una solución que usted, a nuestro entender, nunca apoyó para Sudáfrica. ¿Es usted, señor presidente, contrario a la democracia cívica, que es lo que demanda la mayoría de la sociedad civil palestina y las organizaciones sociales? ¿Es esto por lo que sus personajes ejemplares, Martín Luther King y Steve Biko, murieron? ¿Se equivocó Nelson Mandela al pasar 27 años de su vida persiguiendo la justicia y exigiendo la igualdad para la población indígena de Sudáfrica? ¿Se da cuenta de que lo que está apoyando en Oriente Próximo es una solución racista por excelencia? ¿Una solución basada en el «nacionalismo étnico»? Su secretaria de Estado y el enviado a Oriente Próximo, posaron sin ninguna verguënza y grandes sonrisas junto a Avigdor Lieberman, quien, no solamente defiende abiertamente la limpieza étnica de los palestinos, sino que ¡también exige un nuevo genocidio en Gaza! ¿Se da cuenta, señor presidente, de que ese fascista hitleriano podría llegar a ser el próximo primer ministro de Israel, gracias a la complacencia y el apoyo de su administración?
Nuestra única petición inmediata es que su administración se asegure de que Israel cumpla sus obligaciones según el derecho internacional. ¿Es pedir demasiado?
Señor presidente Barak Hussein Obama:
Nosotros, el pueblo palestino, ¡estamos hartos!
Atentamente,
Profesor Haidar Eid
Gaza, Palestina