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La Batalla de las Ideas y Podemos

Casta política, Régimen de 1978 y de ciudadanos a humanos

Fuentes: Rebelión

El sociólogo norteamericano Daniel Bell acotó en los años 60 del siglo XX el término «Fin de las Ideologías» sobre el la consumación de la dialéctica de la historia en la naciente sociedad post-industrial y el surgimiento del pensamiento único. Dando, por lo tanto, a entender que se implementaría a nivel universal la democracia de […]


El sociólogo norteamericano Daniel Bell acotó en los años 60 del siglo XX el término «Fin de las Ideologías» sobre el la consumación de la dialéctica de la historia en la naciente sociedad post-industrial y el surgimiento del pensamiento único. Dando, por lo tanto, a entender que se implementaría a nivel universal la democracia de la economía de mercado.

En el siglo XXI, es sincero subrayar que Bell analizó lo que era el proyecto político y económico del poder dominante en los países occidentales, olvidándose de la existencia de esferas contrahegemónicas, tanto a nivel global, como por ejemplo el nacimiento de modelos posneoliberales en América Latina (Bolivia, Venezuela, Brasil, Ecuador, Argentina…), como el surgimiento de alternativas a niveles nacionales, entre muchas de ellas están la victoria electoral de Syriza en Grecia y el tremendo resultado de la novata   PODEMOS en el Estado Español en las pasadas elecciones del 25 de mayo.

Para analizar los movimientos contrahegemónicos en un Estado, a nivel intrínsico, no solamente es válido tener en cuenta un resultado electoral, o el aumento de protestas y acciones sociales como se han dado en el Estado Español desde el nacimiento espontáneo del movimiento 15-M en 2011, el crecimiento de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) o de estructuras independentistas antineoliberales como la Candidatura d’Unitat Popular (CUP) en Cataluña. Sino como calan sus discursos y conceptos a nivel social siendo contradictorios y diferentes con los que ha construido el poder político y económico para ser insertados como ideología dominante. Por ello para visualizar las relaciones de poder además de que es de suma trascendencia tener en cuenta las dimensiones económicas, políticas y militares, también es básico todo el aparataje simbólico y el lenguaje social. Entre los instrumentos clave que crean y reproducen el significado de los conceptos que utilizamos en la vida cotidiana están los medios de comunicación o las instituciones educativas, dos esferas controladas, y coordinadas, por el poder del Estado o en manos privadas.

A todo esto, la pregunta inicial es si el crecimiento de la contrahegemonía política, con el caso de PODEMOS, ha generado paralelamente una fisura en la ideología dominante española.

La casta política

Hace varias semanas atrás, en España, si se hacía referencia al término «casta» cualquier sujeto con cierto conocimiento de historia y contexto universal situaba el vocablo en la cultura hinduista, predominante en la India. La diferencia entre casta y clase social es que la primera es una estratificación social y familiar hereditaria, sin posibilidades de movilidad social, mientras que clase social da oportunidades, aunque parece ser que finalmente son mínimas según un estudio de Eurostat [1], para que un hijo pueda superar el nivel de estudios e ingresos económicos de sus padres. Haciendo un paréntesis, reverso en la actualidad española donde muchos de los hijos son más pobres que los padres al ser parte del 25% de los desempleados, no disponer de un trabajo según su nivel de estudios, ser exiliados económicos o no superar ni los 1000 euros mensuales.

Un periodista, Daniel Montero, publicó un libro titulado «La Casta» [2], haciendo alusión a la clase política española. Ese título fue inspirado en una obra italiana, convertida en «best seller» nacional, de los periodistas Stella y Rizzo [3]. Cambiando de esa manera el concepto de clase política a casta política se daba a entender la instauración de un grupo social, reproducido a hijos y nietos, que controlan los espacios políticos nacionales. Un simple chiste etiquetado «Franco Resucita» nos explica como la mayoría de los políticos durante el gobierno de José María Aznar eran hijos, sobrinos o nietos de cuadros políticos oficiales durante la dictadura de Franco [4]. Sin dejar de lado la carcajada final sobre que el exministro de Franco, Manuel Fraga, no tenía familiar en el Partido Popular de Aznar sino que era él mismo.

El libro de Stella y Rizzo, y en particular de Montero en España, no consiguió insertar en la cultura simbólica y comunicativa nacional el término de casta. Las conversaciones en los bares, las charlas en los ateneos o los debates en los medios de comunicación seguían etiquetando a los políticos, más allá de si se definían como actores correctos o corruptos, como clase política. El fenómeno que si que consiguió finalmente deconstruir a la clase política y etiquetarla como casta política, inspirado en los libros citados, fue finalmente la campaña política de PODEMOS y el discurso en los debates mediáticos de su líder Pablo Iglesias. Justo antes de la jornada electoral europea el candidato de Podemos, Iglesias, citó una de sus frases mediáticas; «Falta gente joven y sobra casta política y económica» [5]. Posiblemente si PODEMOS no hubiese obtenido ni un diputado el término casta se hubiese diluido, pero siendo la gran sorpresa nacional y continental con la obtención de 5 diputados en una campaña de 4 meses con recursos económicos limitados hizo no solamente generar un cambio ideológico y de discurso en sus votantes, o simpatizantes, sobre internalizar en el discurso contrahegemónico el término casta sino que dialécticamente la misma oposición hizo caso por primera vez al término. Al poner casta política en Google después de dos entradas referentes al libro de Montero obtenemos una nota sobre el expresidente español Felipe González en El Diario.es que tiene como título una de sus afirmaciones post-electorales: «Soy de la casta política que puso en marcha el sistema de salud» [6].

En resumen, ya no solamente los cercanos políticamente a PODEMOS utilizan el término de casta como crítica, sino que los contrarios a este movimiento político, principalmente los que han gobernado durante el régimen de 1978, el PP y PSOE, dialécticamente han empezado a utilizar en sus discursos mediáticos el término de casta, aunque sea para su defensa política. Un gesto que hace visible el logro de conseguir una brecha en la ideología dominante.

El Régimen del 78

En la batalla ideológica de PODEMOS además de casta han existido otros conceptos en sus discursos políticos que han intentado romper con la ideología dominante. Uno de ellos -y que ya hemos nombrado para hacer ver que en nuestro caso ya lo hemos acogido- es Régimen, haciendo referencia al modelo económico y político actual en España.

El politólogo Juan Carlos Monedero, miembro de PODEMOS y asesor en la campaña política, ha lanzado varias veces en los medios de comunicación el concepto de Régimen de 1978 [7] para empezar a deconstruir lo que nos citan los libros de historia política en las escuelas; el concepto de Sistema. En la escuela, y en los mismos medios de comunicación etiquetan como Sistema a todos los modelos políticos que son definidos como democracias liberales, que el mismo Bell hacía alusión, mientras Régimen como etiqueta peyorativa a todos los gobiernos que no siguen ese tipo de modelo. Por ejemplo, nunca un medio de comunicación como El País, o un libro de Santillana, etiquetará de Régimen a Estados Unidos o a cualquier gobierno de la Unión Europea, sino como Sistema, mientras que si que lo hacen con gobiernos como Cuba, China, Siria, Irán, o desde hace unos años con Venezuela, un país más del llamado «Eje del Mal».

Por lo tanto, Régimen, un concepto crítico y peyorativo, es otro vocablo que está en proceso de internalización social en la lucha ideológica de PODEMOS para substituir el benévolo etiquetaje de Sistema que ha utilizado el poder político español para autodenominarse durante los últimos 30 años y conseguir ser reproducido en la sociedad.

De ciudadanos a Humanos

Y finalmente un posible debate naciente, pero todavía muy oculto en la dialéctica ideológica entre hegemonía y contrahegemonía, es la disputa entre los conceptos de Ciudadanía y Humanidad. Hasta el momento no ha existido ninguna propuesta por parte de PODEMOS sobre sustituir el uso de ciudadanía -tan utilizado en la particular Revolución Ciudadana de Ecuador liderada por Rafael Correa- por humanidad.

El discurso político hegemónico, incluyendo por lo tanto el del PP y PSOE, hace uso del término ciudadano/a para referirse a los votantes. Entendiéndose como ciudadano todo aquel que dispone de derechos y deberes civiles y políticos en una comunidad, mientras que quien no los posee puede ser considerado no ciudadano. Por ejemplo el régimen español divide a ciudadanos, quienes son legales, y a no ciudadanos quien no disponen de legalidad, como los llamados peyorativamente inmigrantes indocumentados.

Este vocablo de ciudadano tan utilizado hoy por la casta nacional, y a la vez reproducido por su internalización en los actores contrahegemónicos, nació en la Revolución Francesa de 1789 al firmarse la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano. El concepto de ciudadano no sólo se construyó con un carácter machista ya que era referente sólo al hombre, sino que fue enfocado a derechos políticos y cívicos en sus 17 artículos [8]; como el de nacer libres e iguales en derechos, la libertad de expresión, libertad política, libertad de propiedad, entre otros.

¿En España actualmente nos conformamos simplemente con ser ciudadanos? ¿Votar cada 4 años, escribir en un diario, en una web, poder formar un partido político o un movimiento social, son los únicos derechos que queremos al considerarnos ciudadanos? Si eso es presente, ¿para qué movilizarnos por cuestiones del Estados del Bienestar? Justamente 159 años después, en 1948 y atravesando dos guerras mundiales, se firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos. En este documento internacional, firmado por los países existentes en la Organización de Naciones Unidas (ONU), se recogían 30 artículos que no solamente ampliaban los derechos civiles y políticos existentes en la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano sino que añadía nuevos Derechos Económicos, Sociales, y Culturales, con equidad de género.

Entre estos derechos está el artículo 22: «Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad».

El artículo 24, «Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo».

O el artículo 25, «Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad».

Comprobamos que actualmente los Derechos del Hombre y el Ciudadano son cumplidos por parte del Estado Español pero no sucede lo mismo en lo referente a los Derechos Humanos. Mediante la aceleración y aplicación de nuevas políticas y reformas neoliberales el Estado ha actuado contrariamente. Por ejemplo, en referencia a los tres artículos de los Derechos Humanos citados, el Estado ha generado una pérdida de calidad en la seguridad social, no ha frenado el aumento de más del 25% del desempleo, y ha aprobado y ejecutado desahucios de miles de familias.

El hecho, por lo tanto, de que PODEMOS use, como hace el discurso oficial de la casta política del régimen del 1978, el concepto de «ciudadanos y ciudadanas» en lugar de «humanos y humanas» acaba simbólicamente reproduciendo parte de la ideología dominante, una ideología que como bien se sabe, y se hace, es necesario generarle brechas para acelerar un cambio económico y político. Las luchas particulares y simbólicas entre lo hegemónico y contrahegemónico siguen vigentes en el Estado Español, como bien dijo Fidel Castro, La batalla de las Ideas.

Notas:

[1] http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/12/11/actualidad/1386795653_827943.html

[2] http://www.elmundo.es/suplementos/cronica/2009/731/1255816803.html

[3] http://www.votoenblanco.com/La-Casta-exito-editorial-masivo-de-un-libro-que-denuncia-los-abusos-de-los-politicos-italianos_a1936.html

[4] http://www.bepop.com.ar/chistes/cuentos259b.html

[5] http://www.huffingtonpost.es/2014/05/18/pablo-iglesias-entrevista_n_5338870.html

[6] http://www.eldiario.es/politica/Felipe-Gonzalez-politica-sistema-nacional_0_264924531.html

[7] http://www.diariodeleon.es/noticias/bierzo/el-regimen-1978-ha-caducado-hay-cambiarlo_859490.html#

[8] http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/derhum/cont/30/pr/pr23.pdf

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.